El misterio de los siete goles en propia puerta
Capítulo 6
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Alguien se había llevado nuestras maletas, con todas nuestras cosas personales y, lo que es más grave, ¡con las equipaciones de fútbol!
Las camisetas, los pantalones, las botas… Todo había desaparecido.
—Seguro que ha sido un error —dijo Alicia.
—No sé yo —dijo mi madre—. Hay mucho mangante suelto ahí.
Nos reunimos todos en el vestíbulo del hotel, y Quique, el padre de Camuñas, explicó que mientras nosotros habíamos bajado a la playa, él se había encargado de guardar todas las maletas en la consigna del hotel.
—¿Pero las dejaste en la consigna? —preguntó mi madre, como si eso fuera el peor error del mundo.
—Mujer, ¿dónde quieres que las deje? —se defendió él—. Como teníais tanta prisa por ir a la playa…
—Entonces el hotel tendrá que hacerse responsable —protestó Felipe.
—Exacto —dijo mi madre.
—Los del hotel dicen que seguramente lo que ha pasado es que las han subido por error a un autobús que iba al aeropuerto con otros huéspedes —explicó.
—Total —dijo Alicia—, que de momento estamos sin maletas y sin equipaciones y sin nada, y mañana tenemos que jugar el primer partido.
—Esa es un poco la cosa —dijo Quique.
—¿Y qué hacemos ahora? —preguntó Alicia.
—Pues, de momento, ir al sorteo del torneo, que empieza en diez minutos.
Aquello salvó al padre de Camuñas, porque mi madre ya estaba con la cara que pone cuando va a tener bronca con mi padre.
Los mayores decidieron que mientras mi madre y el padre de Camuñas iban a una tienda de deportes a comprar uniformes para el primer partido, por si acaso, Felipe y Alicia nos acompañarían al sorteo.
El sorteo se celebraba en el Gran Hotel de Benidorm, en el salón de actos, y casi llegamos tarde porque a Gervasio, que es el conductor del autobús, se le había estropeado el navegador y nos perdimos.
Pero llegamos, que es lo que cuenta. Y allí estaba todo el mundo.
Los organizadores del torneo. Los patrocinadores.
Algunos políticos de la zona, a los que se les notaba que eran políticos porque eran los que más sonreían.
Había un montón de periodistas haciendo fotos a los participantes en el torneo, sobre todo a los del Cronos.
Allí estaban los jugadores de todos los equipos.
Los conocíamos a todos, pero aun así era increíble verlos allí. Estaban los italianos del Inter de Milán, con su chándal negro y azul.
El Inter de Milán es uno de los clubes más importantes de la historia del fútbol. Ha sido campeón de Europa tres veces y campeón de Italia dieciocho veces.
Que ya son veces.
Los que estaban allí no eran los mayores, eran los del equipo infantil. Pero aun así, eran el lnter de Milán.
—¡Son muy elegantes! —dijo Camuñas.
Las chicas le dieron la razón.
—Estás muy raro —dijo Tomeo—. Ahora todos los rivales te parecen guapos… o elegantes… No sé qué te pasa. Además, su uniforme es muy parecido al nuestro.
—Es parecido pero no es igual —dijo Camuñas.
—Los italianos son muy guapos y muy elegantes, lo sabe todo el mundo —añadió Helena.
—Bueno, bueno, cuidadín con ellos. Nosotros, a centrarnos en el fútbol, eh —cortó Felipe, al que seguro que le molestaban las miradas que le estaba echando el entrenador del Inter a Alicia desde su butaca.
También estaba el equipo campeón de África, el Strekker de Johannesburgo, que tiene a dos delanteros enormes, los hermanos gemelos Musala, a los que llaman los leones de Pilanesberg.
Cuando los vi, no podía creerme que tuvieran once años.
—¡Pero si nos sacan cabeza y media a todos! —dijo Camuñas—. ¡Parece que tienen dieciocho!
—Esos se afeitan ya, te lo digo yo —siguió Toni.
Detrás de ellos estaban sentados los del Huang Shi, de China. En ese equipo Juegan Li Han y Mao Ye, que son las dos extremos más rápidas del mundo, y que no paraban de moverse en los asientos hasta que llegó su entrenadora y les llamó la atención, y el San Esteban de Argentina, con los defensas más duros que hay: Erice y Quintana. Dicen que han lesionado a más gente a su edad que muchos profesionales en toda su carrera.
Aunque yo creo que es mentira y que son solo rumores para asustar a los rivales.
No parecían tan malos ni tan duros vistos de cerca, la verdad. Estaban haciendo bromas entre ellos mientras hablaban con las chicas del Huang Shi, que son bastante guapas.
Supongo que para verles dar patadas habría que esperar a los partidos.
Los que estaban más cerca de donde estábamos sentados nosotros eran los portugueses del Rías Boas.
También estaba el equipo local, el Colci de Benidorm, que iba invitado, como nosotros. Pero la atención de todos, hasta los del mismo Colci, estaba centrada en un equipo que era mucho más famoso que todos los demás juntos.
El Cronos.
El mejor equipo infantil del mundo. No nos lo podíamos creer.
—Hace dos días estaba jugando con Luccien en la Dream, y ahora mírale, ahí está —dijo Ocho.
Detrás de ellos estaban sentados los del Huang Shi, de China. En ese equipo Juegan Li Han y Mao Ye, que son las dos extremos más rápidas del mundo, y que no paraban de moverse en los asientos hasta que llegó su entrenadora y les llamó la atención.
Y el San Esteban de Argentina, con los defensas más duros que hay: Erice y Quintana. Dicen que han lesionado a más gente a su edad que muchos profesionales en toda su carrera.
Aunque yo creo que es mentira y que son solo rumores para asustar a los rivales.
No parecían tan malos ni tan duros vistos de cerca, la verdad. Estaban haciendo bromas entre ellos mientras hablaban con las chicas del Huang Shi, que son bastante guapas.
Supongo que para verles dar patadas habría que esperar a los partidos.
Los que estaban más cerca de donde estábamos sentados nosotros eran los portugueses del Rías Boas.
También estaba el equipo local, el Colci de Benidorm, que iba invitado, como nosotros. Pero la atención de todos, hasta los del mismo Colci, estaba centrada en un equipo que era mucho más famoso que todos los demás juntos.
El Cronos.
El mejor equipo infantil del mundo. No nos lo podíamos creer.
—Hace dos días estaba jugando con Luccien en la Dream, y ahora mírale, ahí está —dijo Ocho.
—Es el mejor del mundo… —dijo Camuñas.
—Sí, sí, y el más guapo, ya lo sabemos, no hace falta que lo repitas —dijo Tomeo.
—Pamplinas —dije yo esperando que se callaran. Pero nadie me hizo caso.
—¿Qué te dijo Luccien, Helena? —preguntó Anita.
—Es muy simpático. Me preguntó cómo había sido nuestro viaje, y también me dijo que le encantaba Benidorm —explicó mientras saludaba con la mano al mismo Luccien en persona.
—Claro, le encanta Benidorm como a todos los guiris —dijo Angustias.
—¿Es verdad que viajan en un avión privado? —preguntó Marilyn.
—¿Y qué les dan de comer todo lo que pidan, sea la hora que sea? —siguió Torneo.
—¿Y que tienen clases particulares para jugar a la Dream? —preguntó Camuñas.
—Silencio, que va a empezar el sorteo —dijo Alicia.
En mitad del escenario había una urna con ocho bolas, y junto a ella estaban el alcalde de Benidorm y una chica muy guapa que es una actriz que sale en una serie de televisión y que también es de Benidorm.
Los dos sonreían mucho y decían que todo era muy emocionante y que estaban superemocionados.
—Estamos muy emocionados —dijo la chica.
Pero el caso es que no sacaban las bolas.
Después soltaron un discurso sobre lo bonito que es Benidorm, y que es la mayor ciudad turística de España y del mundo, y que la visitan millones de personas cada año. Y que las playas son las mejores…
Y otra vez que estaban superemocionados y que qué emocionante era el momento…
Pero seguían sin sacar las bolas.
Yo creo que lo hacían a propósito para ponernos a todos todavía más nerviosos de lo que estábamos.
—¿Va a haber sorteo o no va a haber sorteo? Porque a mí ya me está entrando el hambre —dijo Torneo.
Y cuando dijeron por tercera vez lo superemocionados que estaban…
… por fin empezaron a caer las bolas.
La actriz cogió una y le dio la vuelta. Tenía una cámara cerca, así que cuando la acercó se vio bien grande en una pantalla gigante.
El nombre que ponía era Soto Alto.
—Soto Alto —dijo la chica.
Hubo un murmullo (y algunas risas) y todos nos revolvimos en nuestros asientos.
—Eso es porque todos los equipos quieren que les toque con nosotros —dijo Angustias.
—Pues a ver si luego se tienen que tragar las bromas —respondió Toni.
—Sí, seguro —dije yo. Aunque lo dije en voz baja.
Mientras hablábamos, cayó la siguiente bola. Nuestro rival.
El primer partido lo jugaríamos contra un equipo que había sido campeón de Europa. Y del mundo.