El misterio de los siete goles en propia puerta

El misterio de los siete goles en propia puerta


Capítulo 8

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—¿QUÉ-ES-ESO? —preguntó Toni señalando lo que el padre de Camuñas tenía en las manos.

Era una camiseta blanca con un dibujo de una palmera en la que ponía: «I love Benidorm»,

—Es lo único que tenían de vuestra talla —dijo mi madre.

—Y además estaban de oferta —añadió Quique.

Probablemente era una de las camisetas más feas y horteras que yo había visto en mi vida.

—Muy bonita —dijo Alicia—, pero aparte de eso, ¿habéis comprado las equipaciones de fútbol?

Mi madre y el padre de Camuñas se miraron sin entender.

—Estas son las equipaciones de fútbol —dijo mi madre. ¿¡Qué!?

No solo eran horribles.

Además había otro detalle: ¡ni siquiera eran camisetas de fútbol!

—¡Pero si son camisetas para los guiris! —dijo Marilyn.

—Si ya sabía yo que no teníamos que haber venido —dijo Angustias.

—Van a juego con estos pantalones —añadió Quique, y sacó de la bolsa unos bañadores amarillos con lunares negros.

Todos nos quedamos en silencio.

—Perdonad que os moleste. Sé que lo habéis hecho con la mejor voluntad —dijo Felipe—, pero aparte de que sean feos como un demonio, no son camisetas ni pantalones de fútbol. Son bañadores y camisetas turísticas.

—A mí las camisetas no me parecen tan feas —dijo Camuñas. Pero yo creo que nadie le oyó.

—Una cosa es que hagamos el ridículo jugando —dijo Toni—, pero con esto vamos a hacer el ridículo antes de jugar.

—A lo mejor así no se fijan en lo mal que jugamos —dijo Anita.

—Ay, madre —dijo Angustias, y emitió un suspiro.

—Por una vez, estoy de acuerdo con Felipe —dijo Alicia—. Por supuesto que lo más importante no son las equipaciones… Pero con eso no podemos jugar.

Y todos empezamos a hablar al mismo tiempo. Que aquello era un desastre.

Que se iban a reír de nosotros.

Que no era serio presentarse a un partido contra el Inter de Milán con esas pintas…

Y entonces alguien dijo:

—¡Ya está bien de tonterías!

Nos quedamos callados.

Y miramos a la persona que había pegado ese grito: mi madre.

—¿Se puede saber qué os pasa? —preguntó mi madre—. Estáis de viaje con vuestros amigos, os hemos traído a la playa, vais a jugar uno de los torneos de fútbol infantil más importantes del mundo, ¿y lo único que os importa son las camisetas?

—Y los bañadores —dijo Tomeo.

—Ni bañadores ni camisetas ni nada —dijo mi madre—. La verdad es que no sé si os merecéis estar aquí. ¿Vosotros sabéis lo mucho que ha costado apuntaros a este torneo y que os admitan? ¿Os imagináis la cantidad de niños y niñas de todo el mundo que estarían felices de estar aquí en vuestro lugar? y lo más importante: ¿os vais a portar como unos niñitos consentidos, o vais a aprovechar la oportunidad que os estamos dando y vais a jugar al fútbol como un equipo de verdad sin importaros si la camiseta que lleváis es más o menos bonita?

De repente, mi madre parecía otra persona. Alguien que sabía muy bien lo que estaba diciendo.

Nos miramos entre nosotros.

—Tienes razón, Juana, perdona —dijo Helena.

—Es verdad —dijo Anita—. ¿Qué importan unas camisetas y unos bañadores?

Sí, sí, todos asentimos. Tenía toda la razón.

—Y además, otra cosa os digo —añadió Quique muy orgulloso—, que los bañadores estaban en oferta, y hemos conseguido un precio buenísimo por todo el lote, que también eso es importante.

Nos dimos un abrazo y prometimos que a partir de ese momento dejaríamos de preocuparnos por tonterías y aprovecharíamos el viaje de verdad.

—Muy bien —dijo Toni—, todo esto es muy bonito, pero ¿alguien ha comprado botas de fútbol? ¿O vamos a jugar en chanclas?

Tenía razón.

En las maletas perdidas no solo estaban las camisetas y pantalones, también las botas, y cualquiera sabe que sin botas no se puede jugar.

—Pues mira, me alegra que hagas esa pregunta —dijo Quique.

—A mí también —dijo mi madre.

Los dos se miraron.

—Porque, de momento, botas no tenemos —dijo Quique—. Ahora bien, ¿eso significa que vais a jugar descalzos? No. ¿Significa que nos vamos a gastar un dineral en botas nuevas para todos? Eso sería lo fácil, pero no. ¿Que si tengo la solución ahora mismo? Pues para ser sincero, no. ¿Que la tendremos mañana antes del partido? Por supuesto.

¿Eh?

¿Qué había querido decir el padre de Camuñas?

—En resumen, que no tenemos botas ni sabemos si las vamos a tener —dijo Angustias, y suspiró.

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