El misterio de los siete goles en propia puerta
Capítulo 11
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Todos los partidos del torneo se jugaban al aire libre. En el complejo deportivo Benidorm Arena.
Nuestro partido se jugaba por la tarde.
Así que por la mañana pudimos ver jugar a los otros equipos. En la primera eliminatoria se estrenó el Cronos contra los chinos del Huang Shi.
Esto es lo que pasó en la primera jugada del torneo. Luccien tocó para Nihal, y ella la echó atrás, a su defensa.
El defensa la enganchó sin dejar que el balón tocara el suelo, y pegó un zambombazo impresionante.
El balón hizo un arco en el que subió y subió al principio, y después bajó de repente. Lo que se llama una folha seca. El balón entró en la portería del Huang Shi.
1-0 para el Cronos.
Tiempo transcurrido: cuatro segundos. ¡Increíble!
Era como ver un partido de la videoconsola, pero en directo. Los chinos estaban muy bien organizados y además tenían a Li Han y Mao Ve, las dos extremos superrápidas.
Eran los campeones de Asia y daba gusto verlos jugar.
—Se pasan el balón tan rápido que ni lo ves —decía Felipe, admirado.
Pero aun así no pudieron hacer nada. Jugaban contra el Cronos.
El resultado fue 4-0 para el Cronos… en la primera parte. Luccien metió tres de los cuatro goles.
El último, justo antes del descanso, fue uno de los mejores que he visto en mi vida.
El lateral derecho, Mikkelsen, le hizo un sombrero al lateral chino, y después centró balón sin mirar, y Luccien, desde fuera del área, le pegó de chilena.
Yo no sé cómo saltó, porque el balón iba altísimo, pero el caso es que llegó.
El balón voló directo hacia la portería como un obús y entró por la escuadra.
Todo el mundo se volvió loco. Los comentaristas de la tele, el público, los del banquillo del Cronos…
A uno del banquillo del Huan Shi se le escapó un aplauso. Todo era perfecto.
Luccien se giró hacia donde estábamos nosotros y le dedicó el gol a Helena.
Ella se puso muy nerviosa y le entró la risa. Le había dedicado un gol el mejor futbolista del mundo delante de todos.
—Oye, Helena, una pregunta que te quería hacer —dije.
—¿Sí?
—¿Tú desde cuándo sabes francés?
—Desde hace mucho —dijo ella, como si fuera lo más natural del mundo—. Mis tíos tienen una casa en Biarritz, y todos los veranos voy allí con ellos.
—Ah, no lo sabía.
—No pasa nada, Pakete —me dijo ella sonriendo—. Hay muchas cosas que no sabes, y se puso en pie para aplaudir a Luccien y a los del Cronos, que volvían al campo para jugar la segunda parte.
Yo ya tenía bastante con aquello, así que me fui de allí.
Pasé delante de Felipe y Alicia, que parecían muy tranquilos y ahora no hablaban de cosas extrañas.
Me quedé en una esquina del campo, solo, pensando en mis cosas. No tenía ganas de oír a Helena y Marilyn y Camuñas, y todos aplaudiendo y diciendo lo buenos que eran Luccien y los del Cronos.
En la segunda parte, los del Cronos se relajaron un poco, pero incluso así metieron otros tres goles.
Resultado final:
Cronos, 7 - Huang Shi, 0.
Felipe y Alicia se quedaron con la boca abierta cuando el entrenador Habermas les echó la bronca a sus jugadores al final del partido en vez de felicitarlos. Parecía un sargento más que un entrenador de fútbol, y gritaba tanto que, cada vez que hablaba, echaba escupitajos y los chicos tenían que apartarse.
Según él, no se puede bajar la intensidad aunque se vaya ganando. Siempre hay que dar el cien por cien de rendimiento.
—Como si fueran tractores en vez de niños jugando al fútbol —dijo mi madre.
Los del Cronos habían ganado por siete a cero y salieron de allí casi llorando.
Excepto cuando les pusieron una cámara cerca para hacerles una entrevista. Entonces sonrieron otra vez.
Después jugaron los portugueses del Rías Boas contra los sudafricanos del Strekker. Fue un partido muy táctico, como dicen los periodistas.
Vamos, que fue un rollo.
—Yo no entiendo cómo juegan tan conservador con esos leones que tienen —dijo el padre de Camuñas.
La verdad es que daba un poco de cosa ver a los hermanos Musala, con lo enormes y lo buenos que eran, encerrados atrás, defendiendo, en vez de atacar.
Porque cada vez que cogían un balón, era como una estampida. La gente en la grada se ponía a rugir, y los Musala se lo llevaban todo por delante.
Entonces pasó una cosa increíble.
En un córner, uno de los portugueses, Marcelinho, saltó con Ibrahim Musala, que era el más grande de los dos gemelos.
Marcelinho era el más bajito de los portugueses. Tan bajito que le llamaban Lentejita.
Los dos chocaron en el aire, y la gente se llevó las manos a la cabeza temiéndose que Lentejita saliera lesionado, o algo peor.
Pero Lentejita era muy listo y colocó su cadera justo bajo la de Musala, y este perdió el equilibrio y salió despedido.
Lentejita cayó de pie y siguió jugando como si nada.
Y Musala se pegó una costalada contra el suelo, y dio cuatro o cinco vueltas al caer.
Desde entonces, los Musala parecieron menos fieros y los portugueses atacaron un poco más.
Pero aun así, el partido acabó empate a cero. En los penaltis, ganaron los portugueses.
El portero Teixeira es buenísimo y dicen que lo va a fichar un equipo importante, o incluso el mismísimo Cronos, y paró tres penaltis.
Los sudafricanos se tiraron al suelo y empezaron a llorar, y lloraron tanto que contagiaron a todos los que había allí, y lloraron las madres, y luego las madres de los portugueses también lloraban, al principio de alegría y luego de pena al ver a los sudafricanos tan tristes.
Y se abrazaron y siguieron llorando, y allí lloraba tanta gente que aquello parecía un culebrón.
Así terminó la mañana.
Por la tarde debutábamos nosotros. y pasaron cosas muy, muy raras.