El misterio de los siete goles en propia puerta
Capítulo 15
Página 17 de 52
Podíamos volver a Sevilla la Chica con la cabeza bien alta. Le habíamos metido un gol al Inter de Milán.
Bueno, en realidad se lo habían metido ellos mismos. Pero daba igual.
El caso es que era un gol.
Soto Alto llevaba un gol a favor.
Y eso era mucho más de lo que podíamos soñar unos minutos antes.
Mi madre y el padre de Camuñas se volvieron locos en la grada.
El resto de la gente lo celebró casi como si hubiera sido un gol del Colci.
Los de las paelleras gritaban y cantaban y se reían sin parar. Gran parte del gol había sido mérito suyo, y lo sabían.
Así que durante la segunda parte se crecieron. y armaron aún más ruido.
Nosotros aún no habíamos tirado aún a puerta ni una sola vez. Pero eso daba igual.
Perdíamos por dos a uno, y teníamos que luchar con uñas y dientes.
Felipe y Alicia insistieron durante el descanso en que teníamos que defender a muerte.
Solo nos separaba de ellos un gol, y mientras la cosa siguiera así, teníamos una oportunidad. La clave estaba en que no metieran más goles.
—Pero tendremos que meter nosotros algún gol —protestó Toni. En eso tenía razón el superchulito.
—Paso a paso, Toni —dijo Alicia—. Ahora lo importante es Jugar con orden y estar unidos, y así empezamos la segunda parte.
Defendiendo cada balón como si fuera el más importante.
Los del Inter parecía que estuvieran enfadados con todo el mundo.
Sobre todo, el entrenador.
Había sentado al portero Gabriele y a Buonarroti en el banquillo por su fallo durante el gol.
Además, protestó al árbitro por el escándalo que estaban montando en la grada con las paelleras.
Y también dijo que nosotros teníamos mucha cara, que habíamos visto lo que había ocurrido y nos habíamos quedado callados y sin decir nada.
¿Pero qué quería que dijéramos?
El gol se lo habían metido ellos solitos.
El árbitro le sacó tarjeta amarilla al entrenador del Inter por gritar, y entonces el hombre se puso como loco.
Empezó a decir cosas en italiano muy deprisa, y le tuvieron que sujetar porque se fue a por el árbitro, como si quisiera pegarle.
Cuanto más nervioso se ponía, más tranquilo parecía el árbitro y más se reían los de las paelleras en la grada.
Al final, el árbitro expulsó al entrenador italiano.
Le sacó tarjeta roja y, como no se calmaba, la policía le acompañó fuera del terreno de juego.
Y el partido continuó.
Pero los italianos ya no eran tan superiores como en la primera parte.
A ver, no es que nosotros dominásemos el partido ni nada parecido; simplemente, empezamos a jugar con más orden.
Y ellos parecían desconcertados por todo lo que había ocurrido. Había sido cuestión de mala suerte. Pero se lo tomaron como algo personal, y encima estaban sin entrenador.
Durante varios minutos no pasó nada importante.
Ellos tenían más tiempo el balón, pero parecía que lo único que buscaban era que el partido se acabase cuanto antes y olvidar todo aquello.
El público estaba volcado con nosotros. y de verdad que lo intentamos.
Incluso Helena hizo un jugadón y llegó con el balón controlado hasta el borde de su área, pero no pudo tirar porque dos defensas le hicieron un sándwich y la pelota salió por los aires.
Lo más increíble ocurrió justo después de esa jugada. Era saque de esquina a nuestro favor.
El primero que sacábamos en todo el partido. Toni cogió el balón.
Helena, Tomeo y Angustias, que eran los tres más altos, subieron a rematar.
Marilyn y yo nos quedamos retrasados por si acaso.
Torneo es el más alto del equipo y ha subido a rematar todos los saques de esquina desde que juega en Soto Alto.
Pues bien: nunca jamás ha conseguido rematar.
Ni una sola vez.
No es que no haya metido ningún gol.
Es que ni siquiera ha conseguido rematar. Posiblemente es un récord negativo.
Pero ese día todo cambió para Torneo.
Toni sacó el córner a pierna cambiada, como hacía casi siempre. Pero le dio demasiado fuerte, y el balón pasó por encima de todos los que estaban esperando en el área.
Y allí, pasado el segundo palo, donde se suponía que el balón no iba a ir, estaba Tomeo. Estaba en el sitio equivocado, como siempre. Solo que aquel día era el sitio perfecto, no sé si me explico.
Al ver venir el balón hacia él, podía haber intentado rematar. Pero como no estaba acostumbrado, se asustó, y en lugar de dar Tomeo al balón, ocurrió justo lo contrario. El balón le dio a Tomeo.
En el cogote.
La bola salió hacia arriba mientras Tomeo se quejaba del golpe. Subió y subió… y el defensa central del ínter, Leonardo, pegó un salto enorme y le dio al balón con la cabeza con todas sus fuerzas.
Pero en lugar de salir del área, el balón se fue hacia atrás. Hacia la portería del lnter.
Totó, el portero suplente, reaccionó con los reflejos de un gato y estiró el brazo derecho a una velocidad increíble.
El balón tocó en la punta de su guante …
Pero no llegó a tiempo.
El balón entró en la portería del lnter. Por la escuadra.
Sin que el portero pudiera hacer nada. ¡¡¡Goooooool de Soto Alto!!!
¡Y otra vez en propia puerta!
Aquello era increíble.
El defensa central del Inter había metido un golazo de cabeza… en su propia portería.
El partido estaba a punto de acabar, y el resultado era: 2-2
Todos corrimos hacia Tomeo, que estaba con la boca abierta sin entender muy bien qué había ocurrido, y le abrazamos.
—Pero qué hacéis… No me empujéis, que me duele la cabeza del balonazo —dijo.
Pero todos nos tiramos encima de él. Aquello era una fiesta total.
¡Habíamos empatado al lnter de Milán! Los de las paelleras se volvieron locos.
Entre los gritos, las risas y los paellazos, aquello parecía cualquier cosa menos un partido de fútbol.
Dos goles en propia puerta durante el mismo partido era algo que yo no había visto nunca.
Pero aquello no había terminado todavía.