El misterio de los siete goles en propia puerta
Capítulo 21
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Esa misma tarde, el Granos jugó la semifinal contra el Rias Boas.
Luccien metió ocho goles.
Lo voy a repetir por si alguien no lo ha entendido bien. Luccien metió ocho goles en el partido.
Cuatro en la primera parte y cuatro en la segunda. ¡Ocho goles en un solo partido!
Debía ser un récord en torneo infantil. Y en cualquier torneo internacional.
El Granos ganó por 13 a 0 a los portugueses. Fue una verdadera exhibición de fútbol.
A lo mejor parece una broma, pero el mejor del Rías Boas fue el portero, Teixeira.
Si no hubiera sido por él, podrían haber acabado 25 a 0. Hizo algunas paradas increíbles.
Nihal también metió dos goles, y los celebró mirando al cielo y levantando los dos brazos. Todos los jugadores del Cronos eran buenísimos.
Y jugaban perfectamente sincronizados.
Habermas había conseguido crear un equipo indestructible.
Al terminar el partido, los del Cranos hicieron un montón de fotos y entrevistas.
Griselda estaba por allí supervisando todo y organizando las entrevistas. Para algo era la relaciones públicas del equipo y también estaban los dos hombres de traje que había visto durante el primer partido, y que observaban todo como si fueran dos búhos.
Helena bajó al campó y felicitó a Luccien. Los dos empezaron a reírse, y otra vez se daban toquecítos en los brazos y los hombros. En lugar de enfadarme y marcharme hacia otro lado, esta vez decidí acercarme.
Me puse al lado de Helena, miré a Luccien y dije:
—Congratulations.
Que significa «enhorabuena» en inglés, como todo el mundo sabe.
Luccien me miró y sonrió. y dijo:
—Thanks.
Y yo, que ya estaba lanzado con el inglés, seguí:
—Where are you from?
O sea, que le pregunté de dónde era. Él me miró y dijo:
—From París.
—Ah, París. very níce.
Yo no había estado en París en mi vida, pero todo el mundo sabe que París es una ciudad muy grande y muy bonita.
A continuación sonreí.
Contuve la respiración, y dije:
—Have you a girlfriend in Paris?
Helena abrió mucho los ojos, como si hubiera preguntado una barbaridad.
Luccien se rio.
Lo que le había preguntado era si tenía una novia en París. Bueno, más o menos.
Porque mi inglés no es muy bueno.
Pero yo creo que Luccien me entendió perfectamente.
—Oh, la, la —dijo.
Yo le miré, intentando entender qué quería decir.
«Oh, la, la» no sé lo que significa.
Puede que signifique: «A ti no te voy a contestar».
O tal vez: «Tengo todas las novias que me da la gana». O incluso: «Ese no es asunto tuyo».
O a lo mejor no significa nada.
El caso es que no dijo nada más y se marchó de allí. Helena me miró.
—¿A qué ha venido eso? —preguntó.
—¿Qué pasa, que solo puedes hablar tú con Luccien? —dije yo.
Helena me miró extrañada.
—Es muy bueno y quería felicitarle y hablar un poco con él —añadí—. ¿Te molesta?
—¿Por qué me iba a molestar?
—No lo sé.
—Pues eso digo yo.
—Pues ya está.
—Estás muy raro, Pakete.
—¿Yo? ¿Estoy muy raro yo? —pregunté boquiabierto.
Helena casi no me hacía ni caso.
Se pasaba el día hablando con Luccien y con Toni y con todo el mundo menos conmigo. Y resulta que el que estaba raro era yo.
—¿Raro? ¿Yo estoy raro? —pregunté una vez más. Helena movió la cabeza y también se fue de allí. La miré mientras se iba.
Pensé que no me gustaba que se llevara tan bien con el francés. Eso es lo que pensé.
Pero ahora tenía que olvidarme de Luccien y jugar un partido. La semifinal del torneo.