El misterio de los siete goles en propia puerta

El misterio de los siete goles en propia puerta


Capítulo 27

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Reunión urgente de los Futbolísimos. Mandé un mensaje a todos.

«A las 12 de la noche en la playa, frente al hotel». Los primeros en llegar fuimos Camuñas y yo.

Llevaba toda la noche insistiendo para que le contara lo que había ocurrido.

Pero le dije que se lo tenía que contar a los Futbolísimos. A todos.

Poco a poco, fueron llegando los demás.

—Felipe casi me pilla al salir de la habitación —dijo Angustias.

—¿Pero te ha pillado o no? —pregunté.

—No, pero casi. Lo he pasado fatal. Y luego, en la recepción, me he cruzado con esos dos hombres de traje que parece que están en todas partes y que siempre tienen los ojos muy abiertos.

—¿Te han dicho algo?

—No, pero yo creo que me estaban vigilando.

—Mira, Angustias, siempre estás viendo fantasmas —dijo

Camuñas.

Allí estábamos los Futbolísimos. Reunidos a medianoche en la playa de Benidorm.

—Bueno, tú dirás —soltó Marilyn.

—Eso, ¿para qué has convocado la reunión? —preguntó Toni.

—Todavía no —dije—. Tenemos que estar todos.

Nos miramos unos a otros. Allí estábamos ocho.

Así que faltaba uno.

—Falta Helena —dijo Anita.

—Exactamente.

—A ver si le ha pasado algo —dijo Angustias.

—¿Por qué le va a pasar algo? —preguntó Marilyn.

—No sé —dijo Angustias.

—Bueno, pero vete adelantando algo —dijo Tomeo—. ¿Para qué nos has hecho venir?

—Dice que ha pasado algo muy raro —dijo Camuñas.

—¿Pero a ti ya te lo ha contado? —preguntó Ocho.

—No, no, a mí no ha querido decirme nada.

Toni dio un paso al frente.

—Bueno, ya está bien —dijo—. Helena estará a punto de llegar. Haz el favor de decir para qué nos has traído aquí.

Noté cómo en ese momento catorce ojos me miraban fijamente.

—Está bien —dije—. Ahí va: vamos a ganar la final.

—¿Qué?

—¿Pero esto qué es, una broma?

—¿Has tenido una visión o lo has soñado, Pakete?

—¿Y para decirnos eso nos convocas aquí a medianoche?

—Un momento, por favor —dije—. No me habéis entendido. No es que yo crea que vamos a ganar la final. Es que alguien me lo ha dicho.

—¿Y quién te lo ha dicho, si puede saberse? —preguntó Marilyn.

—¡Luccien!

¿Eh?

Yo no había dicho nada.

La voz provenía del paseo marítimo. Los ocho nos giramos.

Y allí vimos a Helena.

—¡Luccien! —dijo ella mientras venía corriendo hacia nosotros—. ¡Se ha ido!

—¿Cómo que se ha ido? —preguntó Toni.

—Se ha ido a su casa a París y ya no va a jugar con el Cronos nunca más —dijo Helena—. Acaban de dar la noticia en la televisión. Por eso he llegado tarde.

Por fin Helena llegó a la playa, adonde estábamos nosotros. Parecía muy alterada.

—Nadie sabe los motivos —explicó ella—, pero por lo visto ha dejado de ser del Cronos desde hoy mismo. Se rumorea que ha fichado por un equipo profesional de adultos. Y otras fuentes dicen que se retira del fútbol. Lo único seguro es que ya no está aquí.

—Pero eso es… —dijo Marilyn.

—¡Es una buenísima noticia! —dijo Toni—. Así no podrá jugar la final contra nosotros.

Visto así, era una buena noticia para nuestro equipo. Todos murmuramos.

Que si era muy raro.

Que seguro que Luccien había firmado un contrato multimillonario.

Que les daba pena no jugar contra él, pero que era mejor. Después de algunos comentarios más, Camuñas se volvió hacia mí y dijo:

—Bueno. Y tú, Pakete, ¿qué nos tenías que contar? ¿Por qué has dicho que vamos a ganar la final?

—¿Has dicho que vamos a ganar la final? —preguntó Helena, extrañada.

—Bueno, a ver, yo no lo he dicho —intenté explicarme.

—Entonces, ¿quién lo ha dicho?

—Pues el mismo que se ha ido a París… Luccien.

—¿Luccien te ha dicho que el Cronos va a perder la final y que nosotros vamos a ganar?

—Exactamente.

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