El misterio de los siete goles en propia puerta
Capítulo 29
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Vamos por partes.
¿Qué es exactamente una apuesta deportiva? Pues ni más ni menos, lo que su nombre indica: una apuesta que se hace a un deporte.
Por lo visto, antes solo se apostaba a las carreras de caballos y de galgos.
Pero después, poco a poco, las apuestas se fueron extendiendo a todos los deportes.
Como el tenis, el baloncesto… y, por supuesto, el fútbol.
Si en un partido, por ejemplo, juega un equipo muy bueno contra uno muy malo, las apuestas son siempre a favor del equipo bueno. Y en caso de que haya una sorpresa y gane el equipo malo, las apuestas se pagan mucho más. A lo mejor te dan dos veces lo que has apostado. O tres. O incluso más. Dependiendo cómo sea de grande la sorpresa.
No sé si me estoy explicando.
Como dice Marilyn, a veces se han descubierto casos de futbolistas que hacen trampas y se dejan ganar un partido para cobrar una apuesta.
Cuando eso ocurre, y se descubre, la policía interviene para detener a los que hayan hecho trampas.
Lo que pasa es que nunca hasta ahora, que se sepa, ha ocurrido algo así en un partido infantil.
Para empezar, porque está prohibido apostar en deportes en los que jueguen niños.
Camuñas y yo estábamos navegando en el ordenador del hotel, y acabábamos de ver algo que nos había dejado sin habla.
Buscábamos cosas relacionadas con apuestas de fútbol. y habíamos encontrado una página web en la que ponía:
«La Final del TIFIB de Benidorm, primer partido infantil de la historia que cotiza en las casas de apuestas»,
¿Cómo podía ser eso?
¿La gente de todo el mundo podía apostar en nuestro partido? ¿Y nosotros sin saberlo?
«Cronos - Soto Alto, una experiencia piloto en las apuestas deportivas»,
Por lo visto, éramos una experiencia piloto.
O sea, que era verdad: ¡nuestro partido estaba en las casas de apuestas!
Aquello no olía bien.
A lo mejor tenía razón Angustias y lo que teníamos que hacer era contar lo que sabíamos a la policía.
—Pero si no sabemos nada —dijo Camuñas mientras seguía buscando por la red.
—Sabemos lo que Luccien me dijo… —intervine yo.
—Mejor dicho: lo que tú dices que Luccien te dijo.
—¿Cómo?
—Es que ni siquiera tienes pruebas de que Luccien te dijo eso.
—¡No necesito pruebas, yo sé perfectamente lo que me dijo! —protesté.
—Si vas a la policía, necesitarás pruebas —sentenció Camuñas.
Tenía razón.
Si queríamos descubrir algo, primero debíamos investigar por nuestra cuenta.
Era la única manera.
A la mañana siguiente, nos levantamos muy temprano. Nos esperaba Terra Mítica.