El misterio de los siete goles en propia puerta
Capítulo 32
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El Laberinto del Minotauro era una especie de pasaje del terror, pero lleno de monstruos mitológicos.
—¿Entramos? —preguntó Camuñas.
—Nos llevan mucha distancia de ventaja —dijo Helena—. Lo mejor es que hagamos dos grupos. Unos que hagan el recorrido en sentido normal, y los otros, que empiecen por el final.
—También podemos quedarnos en la salida esperando a que salgan y allí vamos a por Maxi —dijo Camuñas.
—¿Y si dan la vuelta y salen por la entrada? —dijo Marilyn.
—¿Y por qué iban a hacer eso? —preguntó Toni.
—No lo sé, pero yo creo que ahí dentro será más fácil interrogar a Maxi sin que se pueda escapar —dije.
—Muy bien. Entonces, Camuñas, tú te quedas en la salida vigilando —dijo Helena—. Marilyn y yo entramos por el principio. y Toni y Pakete, que entren por el final. Así es imposible que se nos escape.
—¿¡Qué!? —dije yo.
—¿Tienes algún problema? —preguntó Toni—. ¿Te da miedo entrar por el final, o es que no quieres ir conmigo?
Le miré y pensé que lo último que quería en el mundo era meterme en un pasaje del terror con Toni robagoles superchulito. Ni por el principio ni por el final.
—No, yo no… Vamos… Yo, lo que digáis —dije.
En cuanto pasamos a la primera sala del laberinto, un dragón gigante cayó del techo y estuvo a punto de aplastarnos.
—¡Aaaaaaaaaaah! —gritamos Toni y yo al mismo tiempo mientras nos agarrábamos el uno al otro.
Luego, el dragón subió otra vez al techo con una cuerda y nosotros nos separamos.
—Es un dragón de juguete —dije.
—A mí no me dan miedo estas tonterías —dijo Toni—. Lo que pasa es que, claro, te pillan así por sorpresa y un poco pues sí que te asustas.
—Claro, claro —dije.
Seguimos avanzando con cuidado, porque estaba todo muy oscuro y no se veía nada.
—Toni —dije.
—¿Qué pasa? ¿Tienes miedo?
—Un poco, pero vamos, que te quería preguntar otra cosa.
—Dime.
—¿Tú crees que Helena y Luccien…?
—¿Qué?
—Pues eso, que si Luccien y Helena se han hecho novios o lo que sea.
Toni se quedó callado un momento.
—¿Sabes lo que yo creo? —dijo Toni.
—¿Qué?
—Que Luccien ahora está en París y Helena está aquí.
—Eso sí.
—Pues eso.
Toni no me caía bien. Pero en una cosa tenía razón: Helena estaba allí, con nosotros, y Luccien estaba muy lejos.
Eso era bueno.
En medio de la penumbra, seguimos avanzando.
—¡Aaaaaaaaaaah! —grité.
—¿Pero qué te pasa ahora? —preguntó Toni.
—Es que una mano me ha tocado —dije, muy nervioso.
—He sido yo, perdona —dijo él.
—¿Has sido tú?
—Sí, es que no veía nada y me he agarrado a ti un momento.
¿Te importa?
—No, no —dije, y seguí caminando muy despacio.
Toni y yo íbamos muy juntos, y creo que los dos teníamos miedo. y por primera vez pensé que no éramos tan diferentes y que a lo mejor algún día Toni y yo podríamos llegar a ser amigos.
Tal vez.
Entonces llegamos a la guarida del Minotauro.
—Allí están —dijo Toni.
Dentro de la guarida, rodeados de antorchas, estaban los jugadores del Colci.
Y en un extremo, junto a una cueva, estaba Maxi. Era el momento.