El misterio de los siete goles en propia puerta

El misterio de los siete goles en propia puerta


Capítulo 35

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Alicia y Felipe son nuestros entrenadores desde que yo estoy en el equipo de Soto Alto.

Había algunos padres que siempre protestaban porque una pareja, y más una pareja de novios, entrenara a nuestro equipo.

Pero a mí me gustaban mucho.

Felipe, con su barba y tan alto, siempre nos animaba mucho y siempre nos defendía cuando teníamos algún problema, y Alicia sabía mucho de fútbol y siempre nos contaba historias de otros futbolistas y de otros equipos.

Yo creo que juntos hacían una buena pareja.

Desde hacía algunas semanas, además eran novios. Eso no era bueno ni malo.

Como ellos decían, «era su vida privada».

Pero ahora estaban pasando cosas muy raras. y teníamos que investigarlos.

Aunque fueran nuestros entrenadores.

—Yo creo que Alicia y Felipe son inocentes —dijo Helena.

—Nadie dice que sean culpables —dijo Toni—, pero Maxi nos ha dicho que esos dos tipos trajeados los habían preguntado por ellos. Y Pakete los oyó hablar a escondidas de dinero y de cosas raras.

—¿Y por qué no investigamos a los tipos trajeados? —preguntó Torneo.

—Pues porque no sabemos quiénes son —dijo Camuñas—. Primero tenemos que averiguar otras cosas.

Decidimos seguir a Alicia y Felipe después del entrenamiento. Los vimos salir del hotel y tomar un taxi. Parecía que tenían mucha prisa.

¿Adónde iban nuestros entrenadores? ¿Por qué tenían tanta prisa?

Y lo más importante:

¿Cómo los íbamos a seguir, si ellos iban en taxi y nosotros teníamos que ir a pie?

—¡Gervasio! —dijo Camuñas.

Gervasio era el conductor de nuestro autobús.

Y en ese momento estaba en la puerta del hotel, limpiando el autobús.

—Gervasio, tienes que ayudarnos —dijo Camuñas, que por lo visto conocía a Gervasio por la agencia de viajes de su padre.

Camuñas le dijo que, por favor, siguiera al taxi. Y que si lo hacía, le recomendaría a su padre que le contratara para más viajes.

Gervasio se rio, como si la ocurrencia de Camuñas fuera una tontería y él no necesitase que un mocoso le recomendara.

—A ver, os llevo con una condición —dijo.

—¿Cuál?

—Que si metéis un gol en la final, me lo dediquéis.

Todos nos miramos.

—¡Trato hecho!

Subimos al autobús y nos pusimos en marcha. Gervasio era un hombre mayor y hablaba poco.

A mí me caía bien porque siempre estaba allí cuando le necesitabas.

Y además parecía que siempre estaba de buen humor. Fuimos detrás del taxi hasta el puerto.

En un muelle había un cartel donde ponía:

FERRYS TABARCA.

—¿Se puede saber qué es Tabarca? —preguntó Tomeo.

—Tabarca es la isla habitada más pequeña de España. Está a unos kilómetros de Benidorm. Atrae muchos turistas —dijo Anita, que es la que más sabe de geografía en Sevilla la Chica.

—Van a pasar allí la tarde y a tomar el sol y visitar la isla. Lo hace mucha gente. No sé a qué viene tanto misterio —dijo Gervasio.

Todos le miramos y le pedimos que nos guardara el secreto.

—Te prometo que te vamos a dedicar un gol en la final delante de las televisiones y de todo el mundo —dijo Camuñas.

—¿Y la recomendación de tu padre? —dijo Gervasio.

—Creí que no te interesaba.

—Tal y como están las cosas, claro que me interesa. Si me puedes conseguir más viajes, me vendrá muy bien.

—De acuerdo —dijo Camuñas.

Y se dieron la mano, como dos personas mayores. Todos bajamos corriendo del autobús.

—Tened cuidado, no os metáis en líos —dijo Gervasio. Vimos a Felipe y Alicia, que ya habían subido al ferry.

—No tenemos dinero para comprar los billetes —dijo Toni.

—Yo tengo algo —dijo Helena.

—Y yo también —dijo Marilyn.

Todos pusimos lo que teníamos.

Incluso Torneo, que siempre lleva monedas para comprar choches y helados y cosas así.

En total teníamos para dos billetes.

—¿Quiénes van?

—Yo he convencido a Gervasio, así que yo voy seguro —dijo Camuñas.

—Pero tú no has puesto dinero para los billetes —dijo Toni.

—La idea de seguirlos ha sido mía —dije.

—Yo también quiero ir —dijo Helena.

Por un momento pensé que la posibilidad de ir a Tabarca con Helena no estaba mal.

—Yo soy la capitana —dijo entonces Marilyn.

—Pero esto no tiene nada que ver con el equipo —dijo Tomeo.

—Claro que tiene que ver, y nos pusimos a discutir a ver quién tenía que ir.

—Yo no voy, os cedo mi sitio, a mí los ferrys no… —dijo Angustias.

Al final decidimos hacer una votación, y los dos más votados irían a Tabarca detrás de Alicia y Felipe.

—Daos prisa, que el ferry está a punto de salir.

La única regla de la votación era que no te podías votar a ti mismo.

Yo voté a Helena y resulta que todos votaron a Helena. Menos Camuñas.

Que votó a… Toni.

—¿Pero se puede saber por qué has votado a Toni en lugar de votarme a mí? —le pregunté.

—Porque me da la gana —dijo—. Y tú, ¿por qué no me has votado a mí? Si ya sabía yo que no me podía fiar.

En eso tenía razón.

Yo tampoco le había votado.

—¿Y tú a quién votas, Helena? —preguntó Toni.

—Da igual. Como tú eres el único que tienes un voto, pues a ti —dijo ella.

Al final, Helena y Toni se iban solos a Tabarca.

Y yo me tenía que quedar allí, en el puerto, viendo cómo se marchaban.

Nos despedimos de ellos.

—No los perdáis de vista —dijo Marilyn.

—No te preocupes —dijo Toní, y vimos cómo el ferry salía del puerto con ellos dos a bordo. Estaban agarrados a la barandilla y nos saludaron con la mano.

—La verdad es que hacen buena pareja —dijo Camuñas.

—Olvídame —dije yo.

No podía ir a Tabarca para seguir a Felipe y Alicia.

Y encima tenía que ver cómo Helena y Toni se iban juntos. Entonces sonó mi teléfono móvil.

Era mi madre.

—Pakete, ¿se puede saber dónde te has metido?

En ese momento se me ocurrió una idea.

—Mamá, ¿te apetece ir a Tabarca?

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