El génesis

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8 – El Diluvio: la Humanidad por fin se da un buen baño (Génesis 7, 17-24, 8, 1-22)

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8 – El Diluvio: la Humanidad por fin se da un buen baño
(Génesis 7, 17-24, 8, 1-22)

A diferencia de lo que suele ocurrir con los meteorólogos Noé acertó de pleno y cuando todavía estaba hecho un chaval (a sus 600 añitos) comenzó a llover. A diferencia de lo que ocurre con los especialistas en predicciones actuales, que no cuentan con instrumentos verdaderamente eficaces para vengar las burlas de las que son objeto, Noé pudo comprobar con agrado que todos aquellos que le habían tomado por loco perecían ahogados. Así, sin rencores, empezó una nueva historia de la Humanidad (todos descendemos de un tipo que sabía lo que se venía encima y se lo calló).

La Biblia es extraordinariamente precisa y nos informa de que llovió durante 40 días (dado que la esperanza de vida de la época era la que era eso equivale a unos 3 ó 4 días nuestros), empezando todo un fatídico 17 de febrero, día en que se «abrieron las compuertas del cielo» cual si se trataran de las de una vulgar presa del Levante español. Estos días los pasó Noé en el Arca con sus hijos (Sem, Cam y Jafet), con su mujer y con las mujeres de sus hijos. El hecho de que la familia política estuviera también allí no fue, al parecer, motivo de conflicto. De la suerte de la familia de las esposas de sus hijos no se sabe nada, pero por lo visto estas se embarcaron en el arca sin preocuparse mucho de la suerte de sus progenitores, costumbre hoy muy en boga. Para acentuar el mal olor reinante (la Biblia no explica que Noé construyera duchas en el Arca) estaban además los animalitos del Señor, que debieron montar un follón considerable durante el trayecto. Tengan en cuenta que las bestias suelen vivir mal incluso los traslados más placenteros, con lo que un viaje en medio de la tormenta en un Arca atestada y durante 40 días debió resultarles cosa fina. Noé debía introducir una pareja de cada bicho, y demostrando un profundo desprecio por la homosexualidad optó por introducir un macho y una hembra, opción políticamente incorrecta como pocas, aunque en la actualidad siga en boga en la ganadería.

El Diluvio en cuestión no fue poca cosa, y el agua llegó a cubrir todos los montes (la Biblia con su habitual precisión para los detalles ridículos informa de que sobrepasó en 7 metros a los montes más altos). No tenemos ganas de calcular cuánta agua es eso, pero no duden que mucha. De hecho nos maravilla que el posterior proceso de evaporación de las mismas haya desafiado a todo lo que nos enseñaron en el cole sobre el ciclo del agua (ya saben llueve, va por los ríos al mar, se evapora, se forman nubes, vuelve a llover, llega al mar otra vez…). ¿Qué ha sido de toda esa agua que debía haber convertido a nuestro planeta para siempre en un lugar húmedo, en un verdadero manglar? No lo sabemos y la lluvia no da muchos datos al respecto. Por lo visto toda el agua desapareció por donde había venido y la abundancia de agua sólo se produce cuando Dios decide castigar a los pecadores (la piedad del pueblo español durante el franquismo explica que fuéramos recompensados en forma de pertinaz sequía).

Liquidado todo el asunto (y todo ser viviente menos la endogámica comunidad del Arca) las aguas cubrieron la Tierra durante otros 150 días, momento a partir del cual empezaron a bajar. Rápidamente el Arca quedó encallada en el Monte Ararat, aspecto bastante desafortunado teniendo en cuenta lo inhóspito del lugar. Y no tanto para Noé, a quien a fin de cuentas poco debía importar donde tocaba tierra dada la situación, sino para los miles de expedicionarios que mezclando el alpinismo con la peregrinación han convertido las nieves perpetuas de este monte del Cáucaso en un paraíso de falsos hallazgos de restos de arcas.

En cualquier caso la llegada al destino no supuso el fin de la travesía. Como cualquier usuario de Iberia sabe muy bien un viaje no acaba porque la nave ya no deba moverse más. Noé no debía esperar a desembarcar ni las maletas, pero por el tiempo que tardaron en secarse las aguas (unos 6 meses más), casi le habría valido la pena. Entre tanto para matar el tiempo Noé descubrió la colombofilia. Tras haber experimentado con cuervos sin mucho éxito emprendió Noé la apasionante aventura de lanzar palomas al cielo y ver como volvían ora con una ramita de olivo en el pico ora con un una gran depresión intuyendo lo que se avecinaba en Gaza y Cisjordania. Cuando una paloma acabó por no regresar Noé intuyó que lo de los bichos mensajeros no era lo suyo, y como ya no quedaba agua alrededor del Arca para enviar mensajes en botellas, optó por poner pie a tierra.

En ese momento Noé entabló contacto otra vez con Él, quien le indicó amablemente, cual comandante del SEPLA, que debía organizar la salida ordenadamente por la puerta trasera, empezando por las bestias y acabando por su mujer y sus nueras. A continuación Noé levantó un altar y «ofreció holocaustos sobre él» al Señor. Esta inteligente medida de llevar durante meses a los animalejos en el Arca para después ajusticiarlos sin piedad no acabamos de entenderla, pero sin duda fue un gravísimo atentado a la biodiversidad del que suponemos que los ecologistas no se habrán repuesto todavía. Atónito ante lo ocurrido, el Señor aprendió la lección y se prometió no volver a castigar a los seres vivientes como acababa de hacerlo.

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