El génesis

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31 – Huída acelerada y trashumante (Génesis 31, 1-54, 32, 1-33)

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31 – Huída acelerada y trashumante
(Génesis 31, 1-54, 32, 1-33)

Jacob, como toda persona de bien, huyó sin avisar y con nocturnidad. Sus esposas Lía y Raquel le secundaron con alegría, pues consideraban a su esposo un adalid de la justicia y la redistribución de la renta en términos beneficiosos para ellas. Siguiendo su ejemplo Raquel no tuvo empacho en hacerse con los ídolos de casa de su padre, aunque los hallazgos arqueológicos modernos que nos han descubierto su fealdad no permitan hacernos una idea de los verdaderos motivos de esta afición por ellos.

Labán, demostrando cuán malvado era, no acogió de buen grado la intempestiva desaparición de sus hijas, su yerno-pastor y sus ídolos. De forma que si tras la merma de su ganado y hacienda se limitó a «mirar con otros ojos» al causante de la misma, en esta ocasión optó, directamente, por echarse al monte y perseguir a Jacob.

Alcanzado éste y siéndole recriminada su actitud, respondió con la templanza que le caracteriza, negando las acusaciones y exponiendo que la hora de la marcha había sido escogida para aprovechar «el fresquito del alba», pues no estaba el desierto para caminatas a pleno sol. Dado que la búsqueda que acomete Labán de sus ídolos es infructuosa (Raquel los esconde en una «parte íntima» y su padre no la registra por alegar tener «lo que tienen las mujeres». Este descubrimiento del Tampax permite además intuir los motivos por los que Raquel tenía tanto aprecio a los ídolos de casa de su padre, con los que sin duda su sexualidad era mucho más plena y placentera que con el propio Jacob) los ánimos se calman poco a poco. Jacob ofrece comida y bebida a su suegro y logra, finalmente, irse con viento fresco.

Resuelto el problema con su suegro otra refriega familiar se cernía sobre Jacob. Tras unos años de aventura mundana estaba camino de regreso a su casa, esa que había abandonado por temor a la reacción de su hermano tras añadir a la estafa que le dejó sin primogenitura el robo de la bendición paterna. La cosa, por mucho que hubiera pasado bastante tiempo, era presumible que no estuviera del todo olvidada. De forma que a medida que Jacob va acercándose a casa va enviando remesas de las cabras, ovejas y otros animales que tanto le costó conseguir como ofrenda de buenas intenciones a su hermano.

Para prepararse definitivamente para el reencuentro Jacob, siguiendo la estela familiar, tiene una aparición nocturna. Dios, generosamente, acepta hacer de sparring por lo que pudiera pasar con su hermano y le entrena durante toda la noche en la lucha. A la mañana siguiente le bendice y le bautiza como Israel. Evidentemente la broma es sencilla, pues que un tipo como este dé nombre a una nación con fama de mercenaria es demasiado bonito como para que sea cierto. Y, sin embargo, lo es.

De forma que a partir de ahora Jacob-Israel están dispuestos para el reencuentro.

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