El génesis

El génesis


4 – Caín y Abel (Génesis 4, 1-24)

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4 – Caín y Abel
(Génesis 4, 1-24)

Adán y Eva, para demostrar que habían sido justamente expulsados del Paraíso, comenzaron a enseñar a toda la Humanidad que el pudor podía desaparecer tan rápido como había irrumpido en sus vidas. Fue cruzar las lindes del Paraíso y empezar a fornicar desenfrenadamente. Aunque quizá se antoje en la actualidad sorprendente Él no castigó esa actitud y al poco tiempo la feliz pareja se vio recompensada con varones.

Caín, el primogénito, hubo de soportar ser inmediatamente desposeído de su condición de hijo único con el nacimiento de Abel. A pesar de ello mostró una gran capacidad de superación y no se dejó vencer por la frustración. Caín se convirtió en el primer hombre que abandonó el paleolítico e inventó la agricultura. Mientras tanto el mucho menos atrevido hermano menor, Abel, se dedicaba al pastoreo. Fruto de sus distintas actividades las ofrendas que ambos hicieron al Señor fueron de distinta naturaleza, y mientras que la carne fresca por lo visto satisfizo sobremanera a un Dios que nunca antes debía haber probado una buena parrillada, las verduras que le llevó Caín no fueron de su agrado. Esta casi única manifestación de sentido común por parte del Creador, despreciando las lechugas y el movimiento vegetariano fue sólo una primera muestra del secular enfrentamiento entre agricultura y ganadería. Por supuesto los católicos han interpretado siempre este pasaje de la Biblia de un modo claro y han preferido dedicarse a la ganadería. Es el caso de la muy católica España, donde la Mesta dominó siempre el panorama contra los agricultores quejicas que pretendían que sus tierras no sirvieran de pasto de las bestias. En la península sólo los infieles se dedicaron a desarrollar la estructura agraria.

En fin, Caín, en un acto de inmensa piedad, enfureció al ver que no era capaz de producir bienes que satisficieran a nuestro Señor y, trató como pudo de enmendar su error degollando a la bestia que tenía más a mano para a continuación poder llevar una ofrenda como Dios manda. Y lo que tenía más a mano resultó ser su hermano Abel. En esta acción, además de un noble deseo de complacer a Dios, se intuía una sabia medida ideada para evitar conflictos en un mundo en el que, en esos momentos, la población de varones era tres veces superior a la de hembras (Adán, Caín, Abel por una parte y sólo Eva en el otro lado). Este tipo de enojosas desproporciones, aunque extraordinariamente ventajosas para mujeres insaciables, son germen de inestabilidad social y suelen acabar en graves enfrentamientos. Caín, sabiamente, dio primero (y en consecuencia no le hizo falta hacerlo dos veces del mismo modo que a Abel ni siquiera le dio tiempo a poner la otra yugular).

Estas actividades no fueron muy tenidas en cuenta por el Señor, que aunque hizo como si se enojara mucho optó por atormentar a Caín con el peso moral de su acción. Este castigo, que ha venido demostrando durante siglos su eficacia (vean si no la atormentada vejez de Pinochet) fue sin embargo atenuado con «la marca de Caín». Él pensó que como el chaval debía expiar culpas a base de reconcomerse cuanto más tiempo viviera mejor, y para evitar desagradables incidentes la mencionada marca impedía que algún desaprensivo lo matara aliviando su tortura (aunque no sabemos muy bien quién podía matarle, pues en cuestión de minutos el propio Caín había logrado reducir en un 25% la población mundial, proporción espectacular sólo una vez superada).

Semejantes consecuencias de engendrar hijos no hicieron desistir a nuestros protagonistas, y el propio Caín tuvo una pródiga descendencia. La Biblia nos informa de que tuvo «relaciones con su mujer», lo que nos hace sospechar de que no sólo protagonizó el primer parricidio de la historia sino que también fue el precursor del incesto flagrante. En cualquier caso y mientras no se encuentren sus restos y se haga un recuento de sus costillas este extremo quedará por confirmar. Para aclararnos, a toda esta gente les llamaremos «cainitas». Por el otro lado las cosas siguieron por andurriales semejantes y pronto la baja de Abel fue eficazmente suplida.

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