El génesis

El génesis


25 – Querellas fraternales debidos a problemas de seguridad alimentario (Génesis 25, 23-34)

Página 28 de 47

25 – Querellas fraternales debidos a problemas de seguridad alimentario
(Génesis 25, 23-34)

Isaac rezaba mucho y con fuerza. Casi con tanta fuerza como su padre. Así que no es de extrañar que, puestos a hacer crecer semillas por medio de su intercesión (y algo harto de las costumbres de la familia), Él optara por introducir en el vientre de Rebeca no un tierno retoño sino dos. Prudente medida que ahorraría mucho trabajo al Gran Hacedor pero de imprevisibles consecuencias.

Cuando nacen los dos niños el primero deja claro cómo son las cosas en un mundo rudo y salvaje. Esaú (así llamaron al lindo bebé) era «rubio y todo él velludo como una pelliza». Un verdadero hombre que crecería fuerte y sano. Trabajador y generoso, se especializó en la caza y el campo, encargándose de traer a la casa familiar los precisos alimentos. Esta actitud satisfacía a su padre, que veía por el contrario con cierto desagrado la actitud de su cadete. Éste, de nombre Jacob, ya puso de manifiesto sus intenciones desde el parto pues nació con la mano agarrada al talón de su hermano, tratando de ahorrar esfuerzos y de aprovechar el trabajo para salir a la superficie realizado por Esaú. Con los años Jacob se especializó en la reflexión y el cultivo biológico, que reportaba a la familia algunas verduras y legumbres. Dado el menor contenido calórico de los mismos con respecto a la caza que traía el hermano mayor es lógico que Rebeca prefiriera claramente a su segundo e indefenso hijo.

El nacimiento de gemelos era un acontecimiento, pues implicaba inevitables conflictos a largo plazo. La Ciencia no había demostrado todavía que el segundo en nacer era en realidad el primero en ser concebido y la primogenitura andaba en juego. Conscientes del triste episodio acaecido a su tío Ismael los tiernos retoños de Isaac se vigilaban constantemente, prestos a aprovechar cualquier ocasión para lograr una definitiva preponderancia. En esta lucha las cosas estaban claras desde el principio: contando con el apoyo materno era complicado que Jacob saliera perdiendo. La actividad cazadora de Esaú estaba demasiado sujeta a las inclemencias de la alimentación de mercado: cualquier epidemia de fiebre aftosa o equivalente podía diezmar a la cabaña en cualquier momento. Por el contrario Jacob disponía de sus mediocres verduras y legumbres con regularidad y menos esfuerzo. La combinación de ambos factores fue letal para Esaú. Volviendo un día de cazar, y agotado por las embestidas de la agricultura biológica, sin un mísero bocado que llevarse a la boca, presencia cómo Jacob se ha preparado un potaje no muy apetitoso pero sin duda nutritivo. Este famoso «plato de lentejas» no es compartido por su hermano y Esaú debe implorar un poco de comida. Ni siquiera eso convence a Jacob, quien consciente de tener la sartén por el mango aprovecha para cambiar un poco de yantar por la deseada primogenitura.

Los acontecimientos posteriores demostrarían cómo esta artera actitud vital de Jacob iba a marcar la historia de su pueblo. Pero queda claro que lo primero es lo primero. Sólo la estupidez de Esaú, su falta de visión a largo o medio plazo, son comparables a la sutil felonía de Jacob. Pan y potaje de lentejas que cambiaron la historia del mundo y que anuncian el principio de un mundo en el que la satisfacción de las necesidades vitales coloca a aquellos que controlan los mercados de productos de primera necesidad en una posición muy privilegiada.

Ir a la siguiente página

Report Page