El Chancellor (ilustrado)
Capítulo XLIX
Página 54 de 67
XLIX
Del 20 al 22 de enero: Durante los días siguientes, los que han tomado parte en esta horrible comida del 18 de enero han sufrido poco, pues se han alimentado y han bebido.
Pero la señorita Herbey, André Letourneur, su padre y yo, ¿sería posible describir lo que padecemos? ¿No llegaremos a sentir que hayan desaparecido esos despojos? Si muere uno de nosotros, ¿resistiremos…?
El bosseman, Daoulas y los demás Se han visto muy pronto aguijoneados por el hambre, y nos miran con ojos extraviados. ¿Acaso seremos una presa segura para ellos?
En realidad, lo que más nos hace sufrir no es el hambre, es la sed. ¡Sí! Entre unas cuantas gotas de agua y unas migajas de bizcocho, ¡ni uno de nosotros vacilaría! Siempre se ha dicho de los náufragos que se encontraron en las mismas circunstancias que nosotros, y es bien cierto. Se sufre más por la sed que por el hambre, y también se muere antes.
Y, suplicio terrible, tenemos a nuestro alrededor toda esta agua de la mar que, a la vista, ¡es tan parecida al agua dulce! Varias veces he tratado de beber unas gotas, pero me ha causado unas náuseas insoportables y una sed más ardiente que antes.
¡Ah! ¡Ya está bien! ¡Hace cuarenta y dos días que abandonamos el barco[56]! En adelante, ¿quién de nosotros podrá hacerse ilusión alguna? ¿No estamos destinados a morir uno tras otro, y de la peor de las muertes?
Siento como si una especie de neblina se espesase alrededor de mi cerebro. Como un delirio que va a apoderarse de mí. Lucho por recuperar la lucidez que se me va. ¡Este delirio me aterra! ¿Dónde va a conducirme? ¿Seré lo suficientemente fuerte como para recuperar la razón…?
He vuelto en mí, no sabría decir después de cuántas horas. Mi frente está cubierta de compresas, humedecidas en agua de mar gracias a los cuidados de la señorita Herbey, ¡pero siento que me queda poco tiempo de vida!
Hoy, 22, ha ocurrido una escena terrible. Jynxtrop, el negro, presa de un acceso súbito de locura furiosa, comienza a recorrer de pronto la balsa lanzando alaridos. Robert Kurtis quiere detenerlo, ¡pero en vano! ¡Se lanza sobre nosotros para devorarnos! Tenemos que defendernos de los ataques de esa bestia feroz. Jynxtrop ha cogido un espeque, y es muy difícil parar sus golpes.
Pero, de pronto, por un cambio brusco que tan sólo un ataque de locura puede explicar, su rabia se vuelve contra él mismo. Se desgarra con sus dientes, con sus uñas, y nos lanza su sangre a la cara, gritando:
—¡Bebed! ¡Bebed!
Después da un salto y oigo caer su cuerpo a la mar.
El bosseman, Falsten, Daoulas se precipitan a proa de la balsa para recuperar su cuerpo, ¡pero no ven más que un gran círculo rojo, en medio del cual se debaten monstruosos tiburones!