Dictadores

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4. El Partido-Estado

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El Partido-Estado

El Estado y el Partido no son lo mismo, puesto que sus tareas son diferentes. ¡El Partido manda al Estado, pero no es el Estado! El Partido es el liderazgo político; el Estado, la función de la administración.

Otto Dietrich, septiembre de 1936[1]

El Partido ejerce la dictadura del proletariado… En este sentido el Partido toma el poder, el Partido gobierna el país… Esto no quiere decir que el Partido pueda identificarse con los soviéticos, con el poder estatal. El Partido es el núcleo de este poder, pero no puede identificarse con el poder estatal.

Iosif Stalin, enero de 1926[2]

Nada ponía a prueba el ingenio semántico y conceptual de las dictaduras tanto como el problema de definir el Partido y su relación exacta con el Estado y la sociedad. A pesar de ello, el Partido era la institución fundamental de ambos sistemas. Hitler fue el Führer del Partido durante mucho más tiempo que el de Alemania, 24 años en total, si se incluye el año que pasó en la cárcel; la autoridad personal de Stalin no se derivaba de su elevado cargo estatal, sino de su puesto de secretario general del Partido, que ocupó durante 31 años, la mayoría de ellos como «jefe» (khoziain) extraoficial del Partido. Ninguna de las dos dictaduras es concebible sin la actividad y la complicidad del Partido de masas, pero, a pesar de ello, generalmente no se ha prestado atención al papel de los partidos como explicación del funcionamiento y la supervivencia de las dos dictaduras y, en su lugar, se ha mostrado más interés por la personalidad dominante que había en su núcleo.

El mismo término «partido» es engañoso. Aunque ambos partidos empezaron como uno entre muchos que competían en pos de afiliados y votos y escaños parlamentarios, Hitler y Stalin no veían el nacionalsocialismo ni el comunismo soviético como un partido en el sentido tradicional que la palabra tenía en Europa. En 1934, en el congreso anual del Partido, Hitler pronunció un largo discurso de clausura sobre la naturaleza de los partidos políticos en Alemania. A su modo de ver, los viejos partidos parlamentarios, que habían sido suplantados en 1933, eran máquinas electorales que sólo representaban a los estrechos intereses confesionales o económicos de una fracción de la población, pero nunca a todo el pueblo. Ninguno de ellos estaba inspirado por una «verdadera cosmovisión», porque estaban dispuestos a llegar a acuerdos ideológicos con otros partidos con el fin de compartir el poder, u optaban sencillamente por permanecer en la oposición, víctimas del faccionalismo y del conflicto de clases[3]. También Stalin rechazó los partidos de la Rusia prerrevolucionaria, porque no eran más que «máquinas electorales adaptadas para las elecciones parlamentarias y la lucha parlamentaria» que anteponían los intereses propios y la búsqueda del poder a la resistencia política y hubieran conducido a las masas rusas a la «desesperación y la derrota inevitable[4]». Lo que había sido necesario, según escribió en Fundamentos del leninismo en 1924, era un nuevo tipo de partido, intransigente, unido, revolucionario y exclusivo, un partido que trascendiera el Partido. Hitler empleó términos casi idénticos para describir el recién nacido movimiento nacionalsocialista (prefería la palabra «movimiento» [Bewegung] a la peyorativa «partido» [Partei]). Se creó, según dijo a los asistentes al congreso, para no aceptar ninguna concesión, para representar a una voluntad unitaria y revolucionaria, y para tener «el poder él sólo[5]».

Ambos dictadores miraban atrás desde la atalaya segura del Gobierno de partido único, pero su análisis de lo que creían que era el carácter distintivo de los dos partidos dice mucho sobre la posición de la que cada uno de ellos gozaba bajo la dictadura. En vez de representar a un interés económico o una facción clasista, el nacionalsocialismo y el comunismo soviético pretendían representar a toda la comunidad, imbuidos de un sentido de los intereses históricos más hondos del pueblo. El comunismo era la «fuerza directriz» o «vanguardia» de todas las fuerzas de la Revolución social en Rusia; el nacionalsocialismo era, como dijo Hitler, «el núcleo racial» [Rassenkern] de todo el pueblo alemán, encargado de salvaguardar el futuro racial[6]. Cada partido tenía que atraer a sus filas a los mejores elementos de la población, cuyo compromiso social y activismo inteligente los distinguían de la masa. El Partido, según Hitler, se componía de la minoría de «elementos valiosos» comprometidos con la lucha y el sacrificio en nombre de todo el Volk. Los comunistas, al modo de ver de Stalin, representaban «los mejores elementos de la clase obrera», destinados a interpretar el papel de líderes del resto de su clase[7]. En ninguno de los dos casos debían separarse los fieles del Partido del resto de la población, sino que eran una forma de «correa de transmisión» (término de Lenin) o «lazo de unión» (término de Hitler) entre el núcleo entregado a la causa y los bordes lejanos de la población ajena al Partido. Por medio del Partido, según Hitler, «el pueblo entero se hace nacionalsocialista», a la vez que el Partido «da cuerpo a la voluntad del pueblo alemán»; para Stalin el Partido imbuía a toda la población de «espíritu de disciplina y resistencia» revolucionarias[8]. El ideal de un movimiento populista integrado por activistas políticos desinteresados y conscientes, extraídos del pueblo y representando sus intereses más profundos y generales, fue el mito fundacional de ambos partidos.

La relación exacta entre el Partido y el Estado era más difícil de definir. En ninguno de los dos casos cabía pensar que el Partido pudiera convertirse en el Estado y que su burocracia, sus procedimientos y su personal propios sustituyeran a las estructuras administrativas y de control heredadas, ni siquiera donde éstas eran débiles o no existían, como ocurría en Rusia después de 1917. Sin embargo, ninguno de los dos era un partido parlamentario corriente, dispuesto a cruzarse de brazos mientras la tarea de gobernar se delegaba en un pequeño círculo ministerial y una burocracia independiente. El dilema se resolvió considerando al Partido fuente de liderazgo e inspiración políticos y al Estado su brazo ejecutivo. «El Partido gobierna el país», escribió Stalin, pero las instituciones del Estado «son organizaciones que unen a las masas obreras» bajo el liderazgo y la guía del Partido, imponiendo obediencia cuando hace falta[9]. La necesidad de coaccionar, de ejercer lo que Lenin llamó «el poder basado directamente en el uso de la fuerza», era la función específica del Estado; sería absurdo, según arguyó Stalin, ver a un partido obrero usando la fuerza contra la clase obrera[10]. La misma distinción se hacía en Alemania. En el Reich de Hitler se presentaba el Partido como la fuente de liderazgo político y de líderes políticos, pero la administración de la política correspondía al Estado, cuyos funcionarios, según dijo Hitler, se convertían en «los obedientes y honorables funcionarios del movimiento». Los dos, el Partido y el Estado, tenían funciones perceptiblemente separadas, pero el Partido era, al menos en teoría, el socio superior: «Mientras exista el Partido Nacionalsocialista, no puede haber nada salvo un Estado nacionalsocialista[11]».

Estos ideales no carecían de sustancia. Ningún otro partido estaba permitido en los dos sistemas, y el faccionalismo dentro del Partido era combatido de forma resuelta y violenta. El liderazgo político lo ejercían los niveles altos del Partido, que en muchos casos iban unidos a altos cargos estatales. Ambos partidos se veían a sí mismos como elite representativa. Sin embargo, la relación con el Estado y con la sociedad en general, de la cual procedían las bases del Partido, era a la vez más compleja y menos definida que la clara división de responsabilidades que trazaban los líderes del Partido. Los partidos mismos no eran actores pasivos, manipulados exclusivamente desde arriba. El papel, la estructura y la significación de los partidos cambiaron con el tiempo al cambiar también la naturaleza de las dictaduras. La disparidad funcional entre el Estado y el Partido era un proceso de ajuste y equilibrio en lugar de una demarcación acordada. El vínculo social entre el Partido y el pueblo no era una unidad sin roces, sino el fruto de la agitación política, la supervisión constante y, cuando hacía falta, la franca coacción.

Ambos partidos tenían raíces modestas y se convirtieron en organizaciones gigantescas que abarcaban grandes segmentos de la población. La fracción bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata ruso tenía 8000 miembros en 1905, poco después de su fundación, y 26 000 cuando el zar fue derrocado en febrero de 1917; al morir Stalin en 1953, el Partido Comunista de la Unión Soviética, título que se le había dado hacía sólo un año, para sustituir el menos elegante de «Partido Comunista Unificado (Bolcheviques)» que ostentara desde 1925, contaba casi siete millones de afiliados. El Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores, que en 1920 sucedió al minúsculo Partido de los Trabajadores Alemanes, tenía unos tres mil miembros en 1921, pero, según los cálculos, en 1945 la cifra era de unos ocho millones[12].

La pauta de crecimiento fue irregular en los dos partidos: largos periodos de consolidación o de expansión lenta interrumpidos por otros de rápida inflación o deflación. Los dos partidos controlaban estrictamente el número y la calidad de los que solicitaban la entrada en ellos, porque la pertenencia al Partido se consideraba un privilegio y no un derecho automático. Los solicitantes eran rechazados con frecuencia. En la Unión Soviética se introdujo oficialmente en 1922 un periodo obligatorio de prueba como «candidato a miembro», aunque en 1919 ya había existido un breve periodo de aprendizaje. Cada aspirante a miembro debía ser avalado por un mínimo de tres afiliados al Partido, cada uno de los cuales debía contar cierto número de años de servicio. Hasta 1939 los obreros y los campesinos gozaron de la ventaja de que los periodos de prueba eran breves, de seis meses o un año, mientras que los demás candidatos tenían que esperar dos años y encontrar cinco afiliados que estuvieran dispuestos a avalarles. En 1939, se introdujo un sistema único con un año de prueba para todos[13]. El Partido Nacionalsocialista instauró un periodo de prueba de dos años en 1933, después del cual los miembros recibían, además del correspondiente carnet, el codiciado libro de registro del Partido; cada candidato era sometido a una evaluación de su fiabilidad política y se abría un expediente para todos los que lograban entrar. El carnet del Partido se entregaba en ceremonias oficiales en las dos dictaduras, para indicar su solemne significación. En la Unión Soviética los afiliados al Partido a veces podían distinguirse por la bolsita de lona con una cadena que llevaban colgada del cuello y contenía el preciado documento. La pérdida del carnet del Partido tenía repercusiones serias e incluso podía llevar a la exclusión o a un nuevo periodo como aspirante[14].

Una de las primeras y más importantes obligaciones era pagar las aportaciones mensuales al Partido, sin las cuales ninguna de las dos organizaciones podía funcionar de forma apropiada. Los comunistas pagaban el 2 por ciento de sus ganancias al ser admitidos en el Partido y luego una aportación regular basada en sus ingresos mensuales. En 1934, los afiliados pobres pagaban 20 kopecs mensuales y los que gozaban de mejor posición económica pagaban el 3 por ciento de sus ganancias; en 1952 se introdujo una escala móvil que iba del 0,5 al 3 por ciento de los ingresos[15]. El Partido Nacionalsocialista introdujo en 1934 una escala móvil de 2 a 5 marcos al mes según los ingresos, pero a los miembros que se habían afiliado antes de mayo de 1933 se les siguió aplicando la tarifa de antes de 1933 y pagaban 1,50 marcos. La falta de puntualidad en el pago de estas sumas modestas era una de las justificaciones más frecuentes para la expulsión del Partido[16].

El crecimiento del número de afiliados al Partido Comunista en los años veinte lo determinó principalmente la necesidad urgente de dar entrada en el Partido a tantos obreros y campesinos pobres como fuera posible para que su carácter fuera más auténticamente proletario. Las campañas de captación de 1924 y 1925, la llamada «Inscripción Lenin», proporcionaron 200 000 nuevos afiliados, y un tercer «Llamamiento de Octubre» en 1927 añadió un número más reducido. Sin embargo, la expansión más rápida del Partido con obreros y campesinos más jóvenes coincidió con el primer Plan Quinquenal, cuando en un periodo de cuatro años se captaron alrededor de 1,8 millones y el tamaño del Partido se multiplicó por dos. A partir de 1933, consciente de que las prisas por captar nuevos miembros durante el plan habían permitido que se afiliaran elementos poco recomendables, el Partido suspendió la campaña de captación y puso en marcha una serie de purgas que redujeron el número de afiliados en 1,6 millones. A partir de noviembre de 1936 se autorizó una nueva campaña, pero sus efectos fueron escasos, debido a que se llevó a cabo sobre un trasfondo de continuas y atroces purgas. Hasta el verano de 1938 no empezó el Partido a crecer rápidamente de nuevo (véase el cuadro 4.1) y, aunque la guerra detuvo brevemente la expansión, millones de soldados que se distinguieron en el campo de batalla fueron recompensados con la afiliación al Partido sin los trámites de costumbre. Incluso en la zona de guerra continuaron las medidas de admisión y verificación. En Sebastopol, que fue sitiada por fuerzas alemanas en la primavera de 1942 y sufría frecuentes bombardeos aéreos y de artillería, 57 civiles se afiliaron al Partido en los tres primeros meses del año[17]. En enero de 1946, 1,8 millones de miembros de las fuerzas armadas fueron traspasados al Partido civil, pero, como muchas de las admisiones se habían hecho en el frente, en julio del mismo año las autoridades empezaron una nueva campaña para verificar la fiabilidad de los nuevos afiliados. Las admisiones llevaban sólo una leve ventaja a las expulsiones y durante los seis últimos años de la dictadura de Stalin el Partido creció a una media moderada del 1,8 por ciento anual[18].

La evolución numérica del Partido Nacionalsocialista registró menos altibajos, pero también estuvo sometida a periodos de restricción deliberada. Al subir el Partido al poder en 1933, el número de afiliados aumentó rápidamente y, después de la victoria electoral de marzo del mismo año, los llamados Märzgefallene («las brevas de marzo») inundaron el Partido, que llegó a tener casi 850 000 afiliados y tuvo que declarar una moratoria a partir del 1 de mayo. Las oficinas del Partido no podían con tanto trabajo de más; la captación de miembros, exceptuando los que ya pertenecían a organizaciones filiales (SA, SS, Juventudes Hitlerianas), se suspendió hasta mayo de 1937, momento en que la organización ya estaba mejor preparada para absorber a los nuevos afiliados y el Partido necesitaba más fondos[19]. La nueva oleada se limitó a los alemanes que ya habían demostrado su afinidad con el movimiento ingresando en una de sus numerosas ramas filiales y asociadas o que habían prestado algún «servicio especial» al Reich. El número de miembros pasó de 2,7 millones en 1937 a 3,9 millones a finales de 1938. La admisión de solicitudes se suspendió durante breve tiempo otra vez, pero en 1939 se decidió abrir las puertas a todos los aspirantes, porque se quería que como mínimo una décima parte de la población engrosara las filas del Partido. El número de afiliados aumentó hasta situarse en 5,4 millones en dos años, hasta que, una vez más, se atrancaron las puertas. En 1942, sólo estaba permitido reclutar nuevos miembros entre las Juventudes Hitlerianas, en un intento de cambiar la media de edad del movimiento, y la juventud alemana proporcionó una corriente ininterrumpida de sangre nueva hasta el derrumbamiento de Alemania en 1945, momento en que casi el 10 por ciento de la población estaba afiliado al Partido (véase el cuadro 4.2[20]).

El número de personas que hacían algún tipo de trabajo para el Partido era mayor, en ambos casos, de lo que inducen a pensar las cifras totales. Con el fin de respaldar a los funcionarios del Partido en las regiones donde había pocos afiliados, en la Unión Soviética se creó en los primeros años veinte una red de «simpatizantes», que luego se suspendió y finalmente se reintrodujo en los años treinta. También en Alemania la escasez de organizadores de gran calidad obligó a cubrir puestos del Partido con personas ajenas a él[21]. Además, había afiliados que dimitían, morían o eran expulsados o muertos. Las presiones que soportaban los afiliados al Partido eran considerables y las consecuencias de no estar a la altura de lo mucho que se esperaba de ellos eran la degradación o algo peor. El Partido Comunista soviético se encontraba en un proceso permanente de renovación. Debido al rápido movimiento de entrada y salida del Partido muchos ciudadanos soviéticos fueron comunistas sólo durante breve tiempo antes de que se retirase este privilegio. La purga de 1933 restó 800 000 afiliados y las de 1934, otros 340 000. En 1935, una campaña de verificación de documentos del Partido, que duró dos años, supuso la eliminación de 350 000 más. En los últimos años treinta el Partido era mucho más pequeño que en 1933, pero ahora muchos de sus afiliados eran nuevos. Se calcula que el 40 por ciento de todos los miembros había ingresado después de 1937; 1,1 millones en 1939[22]. El resultado de las purgas fue la desaparición de gran número de «viejos bolcheviques» que habían ingresado en el Partido antes de 1917. En 1930, el 69 por ciento de sus secretarios pertenecía a la generación de antes de 1917; en 1939, más del 90 por ciento se había afiliado después de 1924[23]. La guerra produjo entonces una segunda transfusión masiva de nuevos miembros. Se calcula que 3,5 millones de comunistas murieron en el conflicto y durante él se dio entrada a más de 5 millones de nuevos afiliados. El 1 de enero de 1946 sólo una tercera parte de los supervivientes del Partido había pertenecido al mismo antes de junio de 1941 y, de esta fracción, como mínimo la mitad había estado afiliada durante menos de tres años antes de la contienda. En Ucrania, que fue ocupada por las fuerzas del Eje, la situación era extrema. En 1940, había 521 000 miembros del Partido, pero cuando la región fue reconquistad sólo quedaban 16 816 y fue necesario reconstruir los cuadros del mismo desde cero[24].

La guerra también afectó al nacionalsocialismo y centenares de miles de miembros del Partido fueron traspasados a las fuerzas armadas. En 1943, alrededor del 40 por ciento de líderes de «bloque» o célula del Partido ya había sido llamado a filas[25]. Durante la contienda el número de afiliados aumentó aproximadamente en 3 millones, pero sumando las pérdidas en combate o a causa de los bombardeos el número de nuevos afiliados era sin duda mayor. En 1945, por lo menos el 65 por ciento de miembros del Partido se había afiliado después de 1938[26]. Había también expulsiones por infringir las reglas del Partido o por mala conducta: en 1934-1935 hubo una gran purga entre los miembros que habían apoyado o eran sospechosos de apoyar las ambiciones revolucionarias de la SA de Röhm en 1934. En 1935, una quinta parte de los 203 000 oficiales políticos que el Partido tenía en 1933 se había ido o había sido purgada y, en las regiones donde más simpatizantes había tenido la SA, la purga suprimió casi una tercera parte[27]. La balanza entre el equivalente alemán de los Viejos Bolcheviques, los alter Kämpfer del Partido, y los recién llegados también se inclinaba claramente a favor de la generación posterior a 1933. En 1937, el 71 por ciento de todos los líderes de bloque y el 60 por ciento de todos los oficiales políticos se habían afiliado después de la subida de Hitler al poder[28]. En ambos partidos al núcleo duro que libró las batallas políticas de los años veinte se lo tragaron las oleadas de nuevos miembros que se afiliaron bajo las dictaduras.

Los partidos experimentaron cambios fundamentales al convertirse en movimientos de masas. Ambos empezaron como pequeños grupos de protesta, fuertemente antiestatales e inveteradamente hostiles a los demás partidos. Al metamorfosearse en organizaciones más grandes atrajeron, junto al núcleo comprometido, a muchos antiguos miembros de movimientos rivales. Los partidos se convirtieron forzosamente en coaliciones que absorbieron a agrupaciones políticas más débiles y transformaron a sus seguidores en auténticos comunistas o nacionalsocialistas. En los años veinte el Partido soviético era una mezcla de exsocialrevolucionarios, mencheviques, anarquistas y nacionalistas a los que unía un compromiso nuevo con el comunismo. Los arduos esfuerzos por imponer unidad al Partido y proscribir las facciones en los primeros años veinte reflejaron los orígenes mixtos del movimiento. Hasta los años treinta no fueron los nuevos afiliados fruto de una educación innegablemente comunista. El Partido Nacionalsocialista era un cóctel de antiguos movimientos marginales de signo nacionalista, partidos campesinos y asociaciones de protesta radical contra la República. En 1933, absorbió a miembros de los desaparecidos partidos de derechas, el Partido Nacionalista del Pueblo Alemán y el Partido del Pueblo Bávaro. Entre los nuevos afiliados en 1933 incluso podían encontrarse excomunistas y socialdemócratas[29]. Hasta los últimos años treinta no fue posible considerar como vírgenes en política, sin manchas del pasado, a los nuevos miembros, que se captaban de forma predominante y deliberada entre la juventud.

Ambos partidos eran asimismo coaliciones sociales y geográficas que encontraban apoyo en todo el espectro social y en todas las regiones. La composición de los dos partidos presentaba rasgos evidentes: el Partido Comunista soviético era más débil en el campo que en las ciudades, mientras que en el caso del nacionalsocialismo sucedía lo contrario; ninguno de los dos captaba a muchas mujeres, aunque el comunismo superaba al nacionalsocialismo en este aspecto; ambos partidos tenían más o menos la misma proporción de trabajadores manuales en 1940; en ambos preponderaban los afiliados de menos de 35 años de edad. Los primeros miembros se afiliaron por muchos motivos, atraídos por las ideas o las promesas sociales o el activismo violento del movimiento, o seducidos por el culto a la personalidad. Los millones de recién llegados compartían en algunos casos ese entusiasmo, pero debido a su difusión social y geográfica los partidos atraían a sus filas a personas con ambiciones más prácticas o prudentes, que se percataban de las ventajas sociales y políticas que comportaba afiliarse. Y otros se afiliaban involuntariamente, porque se les pedía que lo hicieran debido a su empleo o su posición. En el apogeo del Primer Plan Quinquenal se pedía a talleres enteros de una fábrica que firmasen un impreso de solicitud múltiple y al día siguiente ya eran iniciados en la reunión de la célula, sin que se investigara su pasado político ni su grado de compromiso[30]. En Alemania, los maestros de escuela eran objeto de presiones constantes para que se afiliaran, y lo mismo les ocurría a los burócratas. El hinchado volumen de miembros que existía en 1940 no era una indicación clara de que millones de personas que antes no eran comunistas o nacionalsocialistas lo fueran ahora de forma entusiasta y voluntaria.

Las estadísticas que se conservan sobre la estructura social de los dos partidos son incompletas y las categorías sociales que se emplean en ellas son generalmente demasiado burdas, pero permiten sacar varias conclusiones. En la Unión Soviética los prejuicios contra los aspirantes que no pertenecían a las masas obreras produjeron, en los primeros años treinta, un Partido que en apariencia se componía abrumadoramente de obreros y campesinos, ya que en 1932 sólo el 8 por ciento de los miembros no pertenecía a estas categorías. Pero las estadísticas del Partido se basaban en el origen social en lugar de la ocupación actual; en 1932 el 38 por ciento eran trabajadores no manuales y sólo el 43 por ciento trabajaba realmente en la industria. A mediados de los años treinta, Stalin inició el movimiento destinado a captar para el Partido a más miembros de la intelectualidad técnica, bajo el lema de LOS CUADROS LO DECIDEN TODO, y a purgar a muchos de los obreros y campesinos absorbidos por las prioridades del Primer Plan Quinquenal. Estos cambios hicieron que el Partido se convirtiera lentamente en un movimiento en el que predominaban los trabajadores no manuales y que se apoyaba en un grupo de técnicos cultos e intelectuales. En 1947, constituían la mitad de los afiliados, mientras que sólo el 32 por ciento de éstos eran obreros, proporción que continuó disminuyendo[31]. Al morir Stalin en 1953 más de la mitad del Partido la integraban trabajadores no manuales. Éste seguía teniendo muy poca representación en el campo soviético. Las purgas de los años treinta afectaron profundamente la captación de campesinos y, en 1939, en las 243 000 granjas colectivas había sólo 12 000 células del Partido y 153 000 afiliados. Después de la guerra, en la provincia de Kalinin, al norte de Moscú, quedaban únicamente 167 células en las 6940 granjas que había allí, lo cual equivalía a un 2,4 por ciento[32]. Una campaña sostenida cuyo objetivo era llevar el Partido al campo incrementó el número de miembros rurales hasta que representaron un poco más de una cuarta parte del total, pero muchos de ellos eran funcionarios locales o técnicos enviados desde las ciudades a los que sería más apropiado contar entre los miembros no manuales del Partido.

Mientras el Partido Comunista se volvía menos proletario, al nacionalsocialismo le sucedía lo contrario. Antes de 1933 el movimiento de Hitler recibía apoyo de todos los sectores de la sociedad alemana, pero su componente de clase obrera manual aumentó rápidamente durante la depresión económica que empezó en 1929, lo cual reflejaba el carácter populista del movimiento. Muchos de los trabajadores atraídos por el nacionalsocialismo procedían de zonas rurales, de pequeños talleres artesanales o de secciones menos organizadas del proletariado industrial, pero el aumento de apoyo entre los trabajadores era evidente. Sajonia, la provincia más densamente industrializada de Alemania, era también la que más apoyaba al Partido[33]. Entre 1930 y 1932 la proporción de afiliados pertenecientes a la clase obrera manual fue del 36 por ciento del total. Esta proporción aumentó ininterrumpidamente durante el Tercer Reich hasta alcanzar más del 40 por ciento en 1944 y constituía el elemento social más numeroso del movimiento. Alrededor de una quinta parte de los miembros eran trabajadores no manuales, el 10 por ciento eran campesinos y el resto procedía de la intelectualidad profesional y el sector empresarial[34]. En las ciudades la representación del Partido era menor que en el campo, donde en 1933 se captó el 43 por ciento de nuevos miembros: algunos agricultores, algunos obreros, algunas personas que vivían en el campo, pero trabajaban en la ciudad[35]. A pesar de la composición cada vez más plebeya del Partido, existía una gran diferencia entre el estatus ocupacional de las bases y el de los funcionarios del mismo. En 1935, los trabajadores ocupaban sólo una décima parte de los puestos importantes. Una diferencia parecida se manifestó en la Unión Soviética. Los delegados que asistieron al Congreso del Partido en 1930 eran en gran parte trabajadores manuales; en 1939 más de la mitad de los asistentes al congreso eran intelectuales y, en 1952, en el XIX Congreso, la cifra era del 85 por ciento[36]. Ambos partidos eran dirigidos por un aparato procedente en buena parte de la clase de los funcionarios, maestros, gerentes e intelectuales técnicos, que en su carrera política reproducían las pautas de demarcación social que habían heredado.

El perfil de edad y género de los partidos dice mucho sobre la realidad social de ambas dictaduras. Los dos partidos eran en gran parte masculinos y principalmente jóvenes. Las mujeres podían afiliarse al Partido Nacionalsocialista, si desempeñaban algún papel en las organizaciones auxiliares del movimiento, pero en 1935 aún había sólo una mujer por cada veinte miembros del Partido. Esta proporción aumentó a partir de 1938 a medida que más mujeres jóvenes pasaron por el movimiento juvenil y, durante la guerra, la necesidad de enviar hombres al frente brindó más oportunidades a las mujeres e incrementó su proporción estadística en el Partido, pero los hombres dominaban los puestos directivos. El número de mujeres se conoce con mayor exactitud en el caso soviético: el 15,9 por ciento del Partido en 1932, el 17 por ciento en enero de 1945, y el 21 por ciento en 1950[37]. En la Unión Soviética los puestos directivos eran casi exclusivamente masculinos. El rápido movimiento de entrada y salida de miembros también hizo que el Partido Comunista nunca envejeciese bajo Stalin. En 1927, poco más de la mitad de los afiliados tenían menos de 30 años de edad; en 1946 dos tercios tenían menos de 35[38]. En Alemania el Partido empezó joven, pero la mayor lentitud del movimiento de entradas y salidas lo hizo envejecer junto con la dictadura. En diciembre de 1934 alrededor del 37 por ciento era menor de 30 años, y dos tercios menor de 40. Al empezar la guerra muchos afiliados ya habían cumplido 40 años y el Partido era cada vez más de mediana edad, lo cual explica el entusiasmo por introducir más miembros de las Juventudes Hitlerianas en el movimiento, después de 1942. No obstante, los titulares de cargos continuaban siendo relativamente jóvenes. El promedio de edad de los jefes de distrito en 1943 era de sólo 45 años[39].

La estructura organizativa de los partidos se diferenciaba poco de los partidos de masas que eran habituales en otras partes de Europa: imitaba las divisiones administrativas de cada Estado y se hallaba organizada en una clara jerarquía. El Partido Nacionalsocialista se fundó basándose en el principio de «líderes» y «seguidores»; las órdenes de los de arriba debían ser obedecidas sin chistar por los de abajo. Pero el Partido Comunista no era menos autoritario en principio. Sus estatutos dejaban claro que la obediencia a las instrucciones que llegaban de arriba debía ser absoluta[40]. El componente básico de ambos partidos era la célula, miles de las cuales constituían el organismo del Partido. Aunque estaba al pie de la estructura del Partido, la célula tenía una importancia fundamental y tal vez reflejaba los orígenes de los propios partidos en redes de grupos minúsculos, a menudo aislados. En el Partido Comunista una célula podía consistir en sólo tres miembros, pero normalmente eran muchos más. Cada célula elegía un comité y un secretario (aunque en tiempos de Stalin los candidatos ya solían escogerse de antemano y estaban sujetos a la aprobación de la jerarquía del Partido). Al aumentar el número de afiliados, las células se dividieron en tres categorías y su nombre se cambió por el de «organizaciones primarias del Partido»: las células con menos de 15 personas no tenían derecho a un comité, las de entre 15 y 500 miembros elegían un comité y un secretario, mientras que sólo las de más de 500 miembros gozaban de la estructura de un comité pleno de Partido y un funcionario fijo y remunerado que hacía de secretario. Cada comité de célula contaba con cuatro departamentos para ocuparse de sus distintas funciones: uno para la organización, uno para la captación de miembros, uno para cultura y propaganda, y uno para la agitación de las masas. En 1931, había 51 185 células en fábricas, granjas, soviets, universidades e industrias de transporte; en los años cincuenta, el número ya pasaba de 200 000[41].

Directamente por encima de la célula del Partido estaban las organizaciones de distrito o ciudad, cada una con sus propios comités, raikomy o gorkomy, que en total eran 10 900 en 1939. Llevaban un registro de todos los miembros de las células, controlaban la captación de nuevos miembros y comunicaban las directrices centrales a la periferia del movimiento. Por encima de ellas se encontraban los 137 comités regionales u oblasty, que eran las principales organizaciones territoriales y en la mayoría de los casos respondían directamente ante el Comité Central del Partido en Moscú. Seis provincias autónomas o krai tenían sus propios comités, a los cuales estaban subordinados los oblasty de sus territorios. Los comités superiores se subdividían a su vez en numerosos departamentos y subcomités que se encargaban de las finanzas del Partido, de la economía local, de la educación, de la propaganda y de la cultura. En 1935, se introdujeron funcionarios fijos y remunerados en un Partido de voluntarios para que hicieran el trabajo y profesionalizaran las prácticas, pero se desconoce su número exacto[42]. En la cúspide de la inmensa pirámide del Partido estaba el Comité Central, con su omnipotente secretariado y líneas de mando que llegaban hasta sus miles de células.

La organización primaria del nacionalsocialismo antes de 1933 era el Ortsgruppe o «grupo local», cuyo tamaño era variable y estaba dirigido por un líder local. En julio de 1932, respondiendo a la transformación del Partido en un movimiento auténticamente nacional, se redefinió el grupo primario. Los miembros de cada calle o casa de pisos constituirían un «bloque» del Partido y un grupo de bloques sería una «célula» de entre 11 y 50 miembros. En las zonas rurales, donde el Partido estaba más diluido, los bloques formarían una base (Stützpunkt) con el mismo número de miembros que una célula. El Ortsgruppe se componía de varias células o bases y podía tener entre 51 y 500 miembros[43]. En 1935, eran ya 21 283 y sostenían una red de 269 501 células, bases y bloques. En el nivel regional los grupos locales respondían ante 855 Kreise —el Kreis equivalía al raion o distrito del sistema soviético— y 30 Gaue del Partido, las unidades principales de su organización. Cada Kreis y Gau tenía una plantilla numerosa y permanente y gran número de departamentos que se encargaban, al igual que los oblasty, de la educación, la propaganda, la economía local, la cultura y la organización del Partido[44]. En la cúspide del Partido se hallaban la oficina de su cancillería y un reducido grupo de 21 líderes nacionales (Reichsleiter), cada uno de ellos encargado de una división de sus asuntos: propaganda, organización, publicaciones, ideología, agricultura, etcétera[45].

El Primero de Mayo de 1936 el Partido inició una reforma radical de su organización y su función. Hasta entonces la estructura abarcaba a todos los miembros del Partido y dirigía los asuntos de éste. De 1936 en adelante el Partido se hizo responsable de toda la población alemana. A cada grupo, célula y bloque local se le asignó una fracción de territorio urbano o rural donde era responsable de los puntos de vista políticos, la educación y la moral de todos los habitantes, fueran o no miembros suyos, Cada bloque se encargaba de entre 40 y 60 familias; cada célula tenía entre cuatro y ocho bloques. Para hacer frente al trabajo extra que se preveía, cada bloque fue subdividido en unidades de entre ocho y quince casas, bajo la vigilancia de un «ayudante de bloque» o «vigilante de casa», que no pertenecía necesariamente al Partido. De acuerdo con el nuevo reglamento, que se redactó en mayo de 1938, se asignó al Ortsgruppe entre 1500 y 3000 familias; el tamaño de muchos grupos tuvo que reducirse, lo cual hizo que su número llegara a un total de 30 601 en 1941, a la vez que el total de células y bloques alcanzaba la notable cifra de 657 411, asfixiando el país con unidades del Partido de forma mucho más concienzuda que en la Unión Soviética[46]. Cada organización primaria tenía que asegurarse de que en todas las zonas hubiera miembros del Partido en número suficiente para cumplir las funciones necesarias, pero, a efectos prácticos, el pueblo alemán fue incorporado involuntariamente a un movimiento nacional inmenso que lo incluía todo.

El trabajo de supervisar a toda una población resultó más fácil al crearse numerosas organizaciones de masas estrechamente vinculadas al Partido Nacionalsocialista, pero compuestas principalmente por personas que no estaban afiliadas a él. Los dos partidos fomentaban una rica vida asociacionista con el fin de ganarse la lealtad de círculos más amplios de la sociedad. La actividad más importante era, con mucho, la captación de jóvenes. En 1918, se formó en Rusia una organización comunista de juventudes de carácter radical y en gran parte independiente del Partido. En 1926, el radicalismo ya había sido aplastado y la organización se convirtió en la Liga Leninista Comunista Unificada de la Juventud, a la que se solía llamar Komsomol. En 1939, fue afiliada directamente al Partido, cuya organización tomó por modelo. El ingreso en la Liga de la Juventud estaba tan controlado como el ingreso en el Partido. Para ser miembro se necesitaba un patrocinador comunista y servir durante un periodo en calidad de aspirante. Hasta 1936 no se suavizaron las reglas que favorecían la entrada de hijos de obreros y de campesinos pobres y, a partir de entonces, el movimiento creció rápidamente de 4 millones de miembros a más de 9 millones en 1939 y 16 millones al morir Stalin[47]. La edad mínima para ingresar era 15 años (rebajada a 14 en 1949) y la afiliación duraba hasta los 21. En los años veinte se introdujo una asociación subordinada, los Pioneros, para niños de entre 10 y 15 años, que en el decenio de 1940 absorbió a la mayoría de los niños en edad escolar.

En Alemania la red de asociaciones afiliadas era mucho mayor, más variada y menos exclusiva que el modelo soviético. Las paramilitares SA y SS encuadraban a más de cuatro millones de hombres. Las Juventudes Hitlerianas (Hitler-Jugend) se fundaron oficialmente en 1926 y se integraron en la estructura del Partido. En 1928, las secciones de juventudes se dividieron en dos grupos atendiendo a la edad de sus miembros, uno para los de 15-18 años y unidades para los de 10-14 años, que en 1931 se convirtieron en la Deutsche Jungvolk. Unas cuantas niñas pertenecían a «grupos hermanos» asociados en los años veinte, pero en junio de 1930 se fundó una organización oficial, la Liga de Jóvenes Alemanas (Bund deutscher Mädel), con una sección para niñas de 10-14 años. En los comienzos de la dictadura los grupos de juventudes contaban poco más de cien mil miembros, pero cuando otras asociaciones de este tipo se disolvieron o fueron absorbidas por el Partido el número aumentó rápidamente. En 1936, había 5,4 millones de miembros, con un 46 por ciento de chicas, y en 1939, 7,7 millones[48]. Estaban organizados territorialmente igual que el Partido, pero su organización interna tenía más cosas en común con el ejército. Se controlaba el ingreso para asegurarse de que los jóvenes más sanos o con la mayor conciencia racial tuvieran prioridad, pero a finales de los años treinta la red se extendió mucho. El Partido también creó una organización aparte para las mujeres en octubre de 1931, la Nationalsozialistische-Frauenschaft y, en 1936, fundó una asociación que aglutinaba a todos los grupos de mujeres alemanas, la Deutsche Frauenwerk, que en 1938 tenía alrededor de cuatro millones de afiliadas en total. Había un Cuerpo Nacionalsocialista de Automóviles para los conductores que eran entusiastas del Partido, y organizaciones profesionales para académicos, estudiantes, abogados, médicos y dentistas. Después del movimiento de juventudes, la organización más importante era el movimiento para la Asistencia Social Nacionalsocialista (Nationalsozialistische Volkswohlfahrt). Fundada extraoficialmente en Berlín en 1932, fue absorbida como filial del Partido en mayo de 1933 y transformada en un ejército de recaudadores, distribuidores y seguidores voluntarios que, en 1943, ya superaban los siete millones[49]. Era aquí, en la vida asociacionista diversa y generalizada del movimiento donde gran parte de la población era controlada, organizada y captada para servir activamente a la causa del Partido.

Los dos partidos tenían muchas finalidades, pero su misión principal era organizar, disciplinar y educar a sus propios miembros con el fin de que dichos fines pudieran cumplirse como era debido. Dado que eran coaliciones y, por ende, abarcaban diversos puntos de vista, orígenes sociales y personalidades entre sus numerosos millones de afiliados, llegar a un consenso viable y formular reglas de conducta claras eran la condiciones previas para la tarea de integrar y dominar a las masas que no pertenecían a ellos. Los dos partidos crearon un aparato para imponer la justicia interna y asegurarse de que sus miembros mostraran las características ideales que eran propias de los «mejores elementos». De Lenin salió la idea de que el Partido debía vigilar incesantemente para detectar a los vagos o traidores que pudieran colarse en el movimiento: «Nuestros estatutos», escribió en 1904, «representan la desconfianza organizativa del Partido para con todas sus partes[50]». El Partido quedó marcado de forma permanente por una cultura de suspicacia institucional que produjo un estado perenne de investigación y autocrítica y dio por resultado la purga regular de aquéllos a quienes se juzgaba indignos de seguir militando en él.

A menudo las purgas del Partido Comunista se han interpretado erróneamente como un breve periodo, a mediados del decenio de 1930, durante el cual se derramó sangre deliberadamente con el fin de reforzar la posición de Stalin en la jerarquía y asegurarse de que el Partido concordara con la descripción de «organización monolítica, tallada en una única pieza[51]». En realidad, el proceso oficial de purga databa de mucho antes de la dictadura de Stalin; la purga era un término genérico que abarcaba varias formas distintas de autodisciplina. Todo miembro del Partido era objeto de una vigilancia constante y a intervalos regulares debía presentar a una junta de revisión pruebas de su compromiso y actividad continuos y mostrar cierto nivel de cultura política. Los afiliados sabían que se trataba de un requisito y se preparaban por adelantado para la dura prueba. Un estadounidense que visitó a la familia de un obrero especializado de Moscú en 1932 vio cómo leía laboriosamente las obras de Marx y Lenin todas las noches para presentarse ante la junta. Pocos días antes de la revisión su esposa le examinó sobre su versión de su curriculum vitae y le ayudó a empollar para el examen de teoría política. El otro inquilino de su pequeño piso para obreros había sido degradado de miembro a «simpatizante» por su ignorancia de la teoría, pero en este caso todo fue bien cuando llegó el momento. El comunista vindicado, al que el tribunal del Partido despidió con «gesto de felicitación», volvió a casa «con aspecto de ser diez años más joven» y botellas de vino y vodka bajo el brazo. La familia entera y sus amigos se dieron un banquete tan opíparo como les fue posible, con incesantes brindis por el Partido y el Plan Quinquenal y arrebatos de baile desenfrenado[52].

En octubre de 1924 el Partido señaló varias «enfermedades» para las cuales el remedio de la purga puede parecer una metáfora especialmente apropiada. Eran siete en total: arribismo, «casarse o tener contactos estrechos con pequeñoburgueses», ampliar activos económicos, hábitos personales excesivos, alcoholismo, licencia sexual y asistencia a actos religiosos. Cualquiera de estas acusaciones podía significar la expulsión. La primera purga importante de las células de soviets urbanos se efectuó en 1925; hubo otras dos grandes purgas, en 1926 y de nuevo en 1929-1930. A raíz del rápido crecimiento del Partido que comenzó en los últimos años veinte, en 1933 el Comité Central ordenó una revisión a fondo de los afiliados, que empezó aquel año en 10 krais u oblasty importantes, y luego, en 1934, la revisión se hizo extensiva a todo el Partido. El decreto de 28 de abril de 1933 señaló que durante la campaña de colectivización e industrialización se había permitido que entraran en el Partido demasiados arribistas, «elementos de dos caras» y analfabetos políticos, lo que sin duda era cierto[53]. La llamada chistka del Partido era un acto oficial que tenía lugar en edificios públicos de la localidad ante una junta purgadora integrada por tres miembros. Los comunistas locales comparecían por turnos y declaraban sus orígenes sociales y su actividad para el Partido y confesaban con espíritu de «autocrítica» toda negligencia en el cumplimiento del deber. Luego se llamaba a los testigos para que corroboraran las declaraciones o denunciaran las posibles omisiones. La comisión tomaba nota por escrito e interrogaba a los que se quejaban de los miembros del Partido, antes de decidirse por una de varias recomendaciones, que iban de la confirmación del estatus a la expulsión[54].

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