Demasiadas mentiras

Demasiadas mentiras


Capítulo 4

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Capítulo 4

CLAUDIA

Al despertarme, me estiro con pereza todavía en la cama, pensando en cómo me voy a librar de la promesa que he hecho el día anterior, todavía sin poder creer que me haya ofrecido para ayudar a Marta a descubrir si su novio le pone los cuernos. Es que a veces soy muy idiota, tengo que aprender a decir que no y a no involucrarme en los problemas de los demás. Joder, con todo lo que tengo que hacer, lo que me faltaba en estos momentos es perder la semana persiguiendo al novio de mi compañera de piso.

La verdad es que me dio un poco de pena verla llorar a oscuras en la cocina en plena noche. No me esperaba encontrarla allí y. seguramente, eso bajó mis barreras y me puso más receptiva. Eso y que el tema de la infidelidad me toca la fibra sensible desde que pillé a mi prima follándose a mi ex. Por el bien de Marta, espero que no sea el caso de su novio, porque se pasa realmente mal.

Y puestos a pensarlo, puede ser cualquier cosa. Vete tú a saber, una vez me dijeron que cuando los tíos ven mucho porno y se masturban con ello, se les quitan las ganas. Quizá sea eso. ¡Qué complicados son los tíos! Para lo que tienen que aportar, no merecen la pena.

Solo espero que, cuando se despierte, Marta no se acuerde de nuestra conversación o, en su defecto, haya recapacitado durante la noche y decidido que es una estupidez ponernos a seguir a su novio.

Tras un largo bostezo, decido hacer un esfuerzo y levantarme de la cama. Los viernes son los días que menos horas tengo en la facultad y puedo holgazanear y recargar las pilas para el fin de semana.

—Buenos días, dormilona—saluda Marta cuando entro en la cocina.

Le dedico una mirada fugaz, asintiendo con la cabeza a modo de saludo. Todavía es temprano, en condiciones normales, un viernes estaría aún durmiendo.

—Tendríamos que hablar de cómo vamos a organizar el seguimiento de mi novio—insiste mi compañera de piso, haciendo realidad el peor de mis temores.

—¿Estás segura de que quieres hacerlo?—contesto sin ganas mientras coloco una cápsula de café fuerte en la cafetera.

—Claudia, no me puedes dejar tirada ahora, por favor, para mí es muy importante.

—No te voy a dejar tirada, tranquila, solo te pregunto—miento, dejando escapar un pequeño suspiro de resignación que espero que no se me haya notado demasiado.

—Voy a cogerme toda la semana de vacaciones para el seguimiento, ¿crees que será suficiente?—pregunta Marta, muy metida en su papel, como si estuviese viviendo en una película de espías.

Solamente puedo encogerme de hombros y explicarle que todo depende de los riesgos que su novio esté asumiendo y las veces que esté quedando con su supuesta amante. Eso, dando por sentado que realmente la esté engañando, que está por ver. Lo que yo tengo muy claro, aunque no se lo digo, es que no puedo dedicar más de una semana a la chorrada esta del juego de los espías, aunque haya sido idea mía.

—¿Por dónde quieres empezar?—pregunta mi compañera de piso como si yo fuese una experta detective.

—En algún sitio he leído que la mayor parte de las infidelidades se cometen en el lugar de trabajo, podríamos empezar por ahí—contesto sin saber muy bien qué decir.

—Me parece muy buena idea—replica Marta—. Andrés casi nunca habla de su trabajo y nunca hemos quedado con sus compañeros. Eso me mosquea bastante. Lo único que me dice es que le va muy bien y que pronto le ascenderán, pero es como si tuviese miedo de presentarme a sus compañeros. Seguro que se está viendo a escondidas con alguna chica en el despacho de abogados donde trabaja. Alguna secretaria o una pasante jovencita que se quiere aprovechar del próximo socio del despacho.

—Vale, pues empezamos por ahí, si quieres—respondo encogiéndome de hombros.

—Podríamos seguirle desde su casa. Una vez me dijo que entra a trabajar a las nueve, podemos ir a su casa sobre las ocho o un poco antes y seguirle desde ahí, no vaya a ser que quede con alguna chica antes de entrar a trabajar—propone mi compañera de piso arqueando las cejas y con los ojos encendidos.

—No sé si yo tendría muchas ganas de follar antes de entrar a trabajar, pero quizá es que voy siempre con el tiempo justo—admito, poniendo los ojos en blanco al pensar en el madrugón que me espera toda esta semana para nada.

Para estar en casa de su novio a esas horas tendremos que levantarnos antes de las siete de la mañana, posiblemente sobre las seis y media para que nos dé tiempo a ducharnos a ambas y desayunar algo, aunque sea un café bebido. Joder, qué cruz con la chica esta, no sé para qué le he dicho nada.

—Acuérdate de que yo solamente te puedo acompañar por las mañanas, quizá hasta la hora de comer si vemos que podríamos descubrir algo, pero por las tardes debo ir a trabajar—le recuerdo elevando las cejas y decidiendo sobre la marcha no pedir ningún día libre en el trabajo.

—¿No te pueden sustituir durante una semana poniendo copas en ese bar?—insiste ella.

—Ni en broma. Mi jefa es muy seria con los preavisos y los turnos de descanso. Puedo estar contigo de ocho de la mañana a cuatro de la tarde como mucho, a partir de esa hora, te las tienes que arreglar tú sola—le advierto abriendo las manos en señal de disculpa.

Marta inspira profundo y deja escapar el aire poco a poco, quedándose callada durante unos instantes antes de aceptar mis condiciones y recordarme que tenemos que hacer el seguimiento en mi coche para que no nos descubran. Otra complicación adicional por la chorrada esta. Prefiero no pensar en lo que me espera a partir del próximo lunes.

Menos mal que llega el fin de semana y he quedado de nuevo con Candela. No soy muy de repetir, mi hermana tiene un poco de razón cuando me dice que me da pánico comprometerme con alguien, pero es que no quiero que me vuelvan a hacer daño. Duele demasiado y aún me da miedo.

Normalmente, sigo dos reglas con mis relaciones, al menos desde que mi ex me puso los cuernos después de tres años saliendo. La primera es no repetir pareja siempre que sea posible. Les dejo muy claro desde el minuto uno que no quiero nada serio. Yo no sé qué problema tienen parte de las lesbianas con las que he salido que a la segunda cita ya se quieren mudar a tu casa o que te mudes tú a la suya. Pasará un tiempo hasta que esté preparada para ese tipo de cosas.

La segunda regla es que me saquen al menos cinco años de edad. Prefiero tías un poco más maduras, que sepan lo que quieren, eso ayuda también a que no se cuelguen tan fácilmente de la relación. Sin embargo, en el caso de Candela, bien merece una excepción y me estoy saltando ambas reglas porque el sexo con ella es espectacular. Un poco ruidosa, bueno, mucho, pero espectacular en cualquier caso.  

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