Día 97. Sábado 20 de junio de 2020

Día 97. Sábado 20 de junio de 2020


Primero las efemérides: hoy es el Día de la Bandera Argentina. Del grupo de Whatsapp de la salita amarilla, el salón del jardín al cual pertenece mi hijo, la señorita nos envió un video collage con las fotos de los alumnitos posando con su trabajo de la bandera.

Video que ni siquiera abrí, a sabiendas que mi hijo no aparecería, ya que adrede me abstuve de enviar foto alguna. Aparte de que no cumplimos con esa actividad, ni con muchas otras, desde que las clases se volvieron insoportablemente virtuales a raíz de la maldita cuarentena.

Y aunque hubiésemos realizado la actividad, de todas formas no habría enviado foto de mi hijo. No ahora que estoy peleada a muerte con las políticas de la app. ¿Una foto de mi hijo para su base de datos? No, gracias.

Mi marido también ha protestado en voz baja, alegando el poco cuidado que se tuvo al exponer los rostros de los menores en un video que puede ir a parar a cualquier mano con una sola y simple acción: reenviar.

Aunque en el mundo de hoy, hablar de privacidad ya está pasado de moda, ya que en el momento mismo que se utiliza internet se está expuesto a cualquier cosa, no es mala idea elevarles la dificultad a los hurgadores.

También he manifestado esta inquietud a la maestra que básicamente no me dio ni cinco de artículo. Le he dicho que no era buena idea enviar fotos de menores por Whatsapp. También le expliqué qué otras alternativas habían. Y aunque comprendo que su preocupación es hacer pasar las actividades de las clases, teniendo en cuenta el medio masivo al cual todos los tutores pueden acceder, me mantuve firme en mi postura de no enviarle fotos de mi hijo hasta que cambiemos de app.

Sí, sí. La soledad de ser la única tutora en el jardín que se resiste a cumplir con el mandato. Esa soy yo.

Respecto a las actividades, no siempre las soslayo por este motivo. Aunque con retraso, me encargo de que mi hijo las haga. Y entonces, dibujamos, pintamos, recortamos papelitos o jugamos a las escondidas como nos pide la maestra.

Cuando se trata de fechas históricas, me encargo de explicarle a mi niño que no se crea nada, porque la historia también es mentira.

Para mantener la fachada nos vienen con ese cuento de que Manuel Belgrano creó la bandera en 1812, y en honor a su fallecimiento, un 20 de junio celebramos el día del emblema patrio.

Esa es la historia oficial, la verdad de la milanesa es que la única bandera que flamea en este bendito país del orificio anal del mundo es la del Fondo Monetario Internacional, que nos mantiene arrodillados a sus políticas económicas gracias a la deuda externa que contrajeron nuestros amados gobernantes. Esa deuda y la de los fondos buitres, pero estos últimos no tienen bandera. Y si la tuvieran se leería profits en ella.

La del Día de la Bandera es la historia que se enseña en las escuelas. Así de ingenuos somos. Sí, haremos la actividad de la bandera mi niño y yo, pero me aseguraré también de contarle acerca de la otra historia, la apócrifa.

¿Qué estoy condenando a mi hijo a una futura y perpetua soledad? Tal vez. O tal vez, no. Quizás él tenga el buen tino de hacer algo de provecho con toda la información que le proporcionamos su padre y yo. Quizás pueda encargarse de trocar la fachada de la historia, por los hechos auténticos. Quizás encuentre aliados con el paso del tiempo. Aliados alienados igual que él y que piensan diferente de la masa. Tengo fe de que así será. La mentira tiene patas cortas y ya llevamos demasiados siglos viviendo en una. Tengo fe de que su generación cambiará las cosas.

Y volviendo hechos…

Hoy, Pueblada en al menos cinco ciudades del país. Ciudadanos autoconvocados manifestándose en las calles. Un auténtico espectáculo cubierto por los medios de comunicación.

Desconozco los detalles. Mirando por encima del hombro de mi marido hacia su teléfono celular alcancé a escuchar a alguien reclamando: ¡queremos que nos dejen trabajar! Tengo entendido que también protestaban por la expropiación de la empresa de aceites.

En fin. Hasta aquí mi contacto con el mundo externo.

Y hasta aquí llega mi contacto con este escrito. Me encontré un juego nuevo, más divertido que la estúpida y sensual granjita.

Sí, no hay que ser adivino para saber que me quiero desentender de estas líneas para despuntar el vicio lúdico.

Y bueno. Prometí ser auténtica. Y lo estoy siendo ahora al demostrar mi debilidad por los jueguitos. Me gustan demasiado.

Me voy a jugar. 



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