Curiosidades de la historia con El Ministerio del Tiempo

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13 MISTERIOS CONTEMPORÁNEOS

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MISTERIOS CONTEMPORÁNEOS

UN DESTRIPADOR, UN LICÁNTROPO Y UNA VAMPIRESA

Con el nacimiento de la criminología y de las técnicas forenses, comienzan a atribuirse los asesinatos ya no a las obras del diablo o a las posesiones demoníacas, sino a gente de carne y hueso. Eso sí, gente mentalmente perturbada. Así, en estos momentos, la policía comienza a buscar a los asesinos en serie.

Entre los más famosos podemos destacar a Jack el Destripador que asesinaba prostitutas en el Londres victoriano de finales del siglo XIX —cinco oficiales, aunque podrían ser más sus víctimas— y cuya identidad nunca se tuvo clara. Es un tema que aún sigue a vueltas entre los amantes del misterio.

Su apodo se le dio debido a una serie de misivas que por la época de los asesinatos recibió la policía de Scotland Yard en las cuales, el asesino, de su puño y letra, se adjudicaba los crímenes y dejaba este peculiar nombre.

Sus víctimas fueron mujeres de los suburbios de Londres que aparecieron estranguladas, degolladas y con mutilaciones abdominales y genitales, extirpándoles algunos órganos. La policía supo que el asesino tenía conocimientos anatómicos y quirúrgicos, sin embargo, algo debió de suceder. En menos de un mes cesaron los asesinatos y no se supo más. ¿Fue detenido por algún motivo, sin saber quién era y lo que había hecho? ¿Fue internado en algún sitio por enfermedad u otros motivos? ¿Emigró y se convirtió allí en otro famoso asesino? Sin embargo, el Destripador no es ni mucho menos el primer asesino histórico reconocido, pero sí el primero al que la prensa dedicó páginas y más páginas, especulando sobre su identidad y atribuyéndole otra serie de asesinatos cometidos en el mismo distrito de Londres —a pesar de que no siguiesen el mismo modus operandi—.

Otro asesino del siglo XIX famoso fue Martin Dumollard, conocido como el asesino de las criadas. Conseguía a sus víctimas prometiéndoles trabajo de sirvienta, especialmente a chicas jóvenes. En el campo las estrangulaba y sus ropas las vendía en el mercado. Lo cazaron gracias al testimonio de su esposa y a otras declaraciones que dieron pie a que se hallasen los cuerpos de varias jóvenes. Fue ejecutado en público, como venía siendo la costumbre de la época. El espectáculo de la pena de muerte, que se le llamó.

La centuria decimonónica nos trajo también a los conocidos como «profanadores de tumbas», William Hare y William Burke. Todo comenzó cuando uno de los inquilinos de la pensión que regentaba Hare murió de forma natural y ambos decidieron vender el cadáver a un anatomista. Hay que pensar que en aquella época las autopsias no estaban a la orden del día y el conocimiento médico avanzaba lentamente debido a ello. Los cuerpos a los que poder meter mano estaban muy demandados y no siempre de forma legal. Ante el pico que ganaron con la acción decidieron darle una vuelta al negocio de posadero y convertirlo en algo un pelín más lucrativo; a partir de aquel momento comenzar a atraer a viandantes a la casa a los que asfixiaban y vendían al anatomista. Se sabe de unas quince víctimas. Finalmente, Burke y Hare fueron detenidos, denunciados por una pareja que se hospedaba en la pensión de Hare; el primero confesó los crímenes y fue condenado a la horca mientras que el segundo, misteriosamente, fue puesto en libertad sin cargos.

Ya en España también se conocen personajes que pusieron en jaque a las autoridades del momento. Uno de ellos fue Juan Díaz de Garayo, conocido como el Sacamantecas, quien asesinó a seis prostitutas estrangulándolas y mutilándolas en algunos casos. Fue atrapado y condenado a garrote vil.

Tras su estudio forense, Bernardo de Quirós dijo de él: «Su cráneo, su frente parece la de un neandertal. Mandíbulas prominentes. Es un macho brutal, un monstruo. Su rostro está lleno de asimetrías. Un enigma de la moderna antropología. Y en los crímenes algo extraño le ha obligado actuar. Él dice que ha sido el demonio».

El pueblo español se hizo eco de este caso y el sobrenombre de Sacamantecas fue empleado por numerosas madres para amedrentar a sus hijos —como hoy sería la expresión «que viene el coco» o «el hombre del saco»—.

Otro asesino español fue Manuel Blanco Romasanta, el hombre lobo de Allariz. Decían de él que tenía rasgos afeminados y que no llegaba al metro y medio de estatura. De profesión sastre, estaba casado y era considerado una persona culta para los estándares de la media. Sin embargo, las tragedias todo lo cambian y parece ser que a Romasanta lo cambió la muerte de su mujer por causas naturales. Dejó su trabajo y se convirtió en vendedor ambulante de un ungüento que decían que estaba realizado a base de grasa humana. Ante las habladurías, las autoridades lo apresaron, pero logró huir y desapareció de la faz de la tierra.

Reapareció en la localidad de Rebordechao. Poco a poco fue entablando amistad con las gentes del lugar, en especial con las mujeres. Llegó a trabajar como tejedor, un oficio considerado exclusivo de mujeres. Sería en este pueblo donde comenzarían los asesinatos y los crímenes, siempre mujeres y niños. Se sabe que fueron un total de nueve y que luego huyó con un pasaporte falso, hasta que las autoridades lo capturaron en Toledo. Según la confesión del propio licántropo fueron trece víctimas a las cuales mató y devoró, porque —según sus propias palabras— estaba bajo un maleficio que lo transformaba en lobo las noches de luna llena. Fue sentenciado a garrote vil y a indemnizar a las familias de sus víctimas; sin embargo, la reina Isabel II cambió su sentencia por cadena perpetua. Romasanta murió en prisión, nadie sabe en cuál, ni cuándo ni cómo.

En Barcelona sucedió uno de los casos más llamativos que se recuerden; la vampira de la calle de Ponent, una mujer que en realidad se llamada Enriqueta Martí y que empezó trabajando de niñera hasta que comenzó a ejercer la prostitución.

A la edad de veintisiete años se casó con un pintor, pero su matrimonio hizo aguas desde el principio, ya que Enriqueta tenía un carácter extraño e impredecible. Además, seguía prostituyéndose por los bajos fondos de la ciudad condal. En el momento de su detención, hacía más de un año que marido y mujer no vivían juntos.

Enriqueta llevaba una doble vida; por la mañana se dedicaba a mendigar por las calles, vestida con harapos y con niños que no eran suyos; y por las noches se vestía elegantemente y paseaba por los teatros y casinos a los que acudía la burguesía más acomodada de Barcelona, buscando clientes para el burdel que regentaba en un piso de la calle Minerva, y en el que explotaba a niños de entre tres y catorce años. Además de explotar a los niños, los asesinaba y los restos los convertía en ungüentos medicinales que vendía a las clases altas.

Enriqueta Martí o Marina —apellido que utilizaba para alquilar inmuebles que nunca llegaba a pagar— fue detenida gracias a una vecina que vio a dos niñas que tenía retenidas en el piso de la calle de Ponent. La vampiresa fue arrestada y las niñas devueltas con sus familias. Durante el registro del piso la policía encontró restos humanos de pequeño tamaño. Estas evidencias y el testimonio de una de las niñas que vio cómo la vampiresa mataba a otro infante, fue clave para sentenciarla. A pesar de ser condenada, Enriqueta Martí pagó antes por lo que había hecho. La versión oficial es que murió de cáncer de útero antes de cumplirse la sentencia, pero se cree que la realidad es que las otras presas de la cárcel la mataron de una paliza.

¡A BUENAS HORAS, MANGAS VERDES!

¿Y quiénes eran los encargados de perseguir y atrapar a todos los criminales, maleantes y otros especímenes que alteraban el orden público?

El origen de las fuerzas del orden y la seguridad es muy antiguo, ya en la Antigua Roma existía la guardia pretoriana, un cuerpo de élite que protegía al emperador y a otras familias nobles. Con la caída del Imperio romano esto desapareció y no será hasta la Edad Media cuando surge, como tal, el primer cuerpo dedicado a mantener el orden en un territorio… ¡Y nada menos que en España!

Nos referimos, por supuesto, a la Santa Hermandad. A partir del siglo XIII aparecieron en Castilla distintas hermandades cuyo objetivo era el de defender el orden público, perseguir malhechores y criminales e impedir el bandolerismo y los saqueos, que muchas veces causaban los propios nobles. Se ocupaban de patrullar las calles, evitar broncas en tabernas, rencillas entre vecinos y de cualquier cosa que pudiese alterar el orden de cada comunidad.

La Santa Hermandad se creó como tal en las Cortes de Madrigal de 1476, donde se unificaron las distintas hermandades. Se instauró oficialmente no solo en Castilla, sino también en la Corona de Aragón, consiguiendo que la nobleza perdiera parte de su poder y controlando los caminos, cosa que benefició el comercio.

Los costes de manutención de la Santa Hermandad eran elevadísimos, y debían pagarlos los propios municipios —muchos no podían hacer frente a los pagos— que quisiesen poseer este cuerpo de seguridad. Fue disuelta oficial y definitivamente en 1834.

Tras la disolución de la Santa Hermandad y tan solo diez años después apareció un nuevo cuerpo de seguridad, la actual Guardia Civil, en 1844. Entre sus funciones estaban tanto las de detener a vagos y maleantes, como las de vigilar a los criados desacomodados o la de impedir que se colocaran objetos como cajas y macetas en los tejados para evitar que cayeran sobre los transeúntes. También realizaban padrones y expedían todo tipo de permisos, como los de mercancías o pasaportes. Otro de sus quehaceres era el vigilar que la censura del gobierno se produjese tal y como este mandaba, controlando panfletos, octavillas, obras publicadas…

El régimen franquista impuso sus propias fuerzas de seguridad: el Cuerpo de Policía Armada y de Tráfico o la Policía Armada —conocidas popularmente como «la social» y «los grises»—. Su misión era la de la vigilancia total y permanente, así como de represión cuando fuera necesario. El CNP o Cuerpo Nacional de Policía se creó oficialmente en 1978.

LOS GRISES

A los policías del franquismo se les llamó los grises por el color de su uniforme. Si bien esto lo sabe mucha gente, lo que pocos conocen es que esta policía fue prácticamente una imitación de la policía nazi, que Franco conoció cuando Heinrich Himmler y Hitler visitaron España en el año 1940. Se dijo que el objetivo oficial de la visita era que Alemania explicase a España el funcionamiento de su policía aunque la realidad expresa es que se quería tantear a Franco para que participase del lado de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, cosa que no pasó. Lo que sí pasó es que en 1941 se publicó la Ley de Policía, cuya misión era la de asegurar lavida de la nación, que en los Estados totalitarios se logra merced a una acertada combinación de técnica perfecta y de lealtad y se otorgaba el rango de Orden Público a la Milicia de las FET y de las JONS, creando así el Cuerpo de Policía Armada y de Tráfico.

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