Curiosidades de la historia con El Ministerio del Tiempo

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4 TIEMPOS DE CONQUISTAS Y RECONQUISTAS

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TIEMPOS DE
CONQUISTAS Y RECONQUISTAS

Prácticamente desde el momento de la conquista se inició la Reconquista. El inicio oficial de esta fue la batalla de Covadonga, en Asturias, entre los ejércitos del cristiano don Pelayo y de los musulmanes de al-Ándalus. Se originó entonces un lento avance de norte a sur que se saldaría con la creación, en un primer momento, de los reinos cristianos de Asturias, León, Navarra, Portugal, Castillas, Aragón, los condados catalanes, etc. Progresivamente se irán formando los dos grandes reinos de la España medieval y Moderna: la Corona de Castilla y la Corona de Aragón, que se unirían —no de forma institucional, pero sí bajo la figura del mismo monarca— a partir del reinado de los Reyes Católicos a finales del siglo XV. Por otro lado, a lo largo de los siglos, al-Ándalus iría perdiendo territorio en favor de los reinos cristianos para ver reducido su dominio al reino Nazarí de Granada.

ETAPAS DE LA RECONQUISTA

—Primera etapa (siglos VIII-X). El esfuerzo se centra en consolidar las nuevas estructuras político sociales de los nuevos reinos cristianos. Se inicia el feudalismo con mayor incidencia en la zona pirenaica. Hacia el oeste se forma el reino asturiano y hasta el este se forma la Marca Hispánica que, posteriormente, se disgregará en varios núcleos distintos. La zona de la Marca Hispánica será durante un tiempo tributaria de Abd al-Rahman III (912-961).

—Segunda etapa (siglos XI y XII). Derrumbe del califato y establecimiento de los reinos de taifas. Se produce el avance cristiano por la zona de la meseta y del valle del Ebro. Los reinos cristianos cobrarán parias a los reinos musulmanes (un impuesto para que estos no les atacasen y para ser protegidos de otros reinos de taifas y otros cristianos), que se convertirán en una suerte de protectorado. Los reinos de taifas eran militarmente inferiores a los cristianos pero más prósperos económica y culturalmente. Será la época en la que comience la repoblación de los territorios conquistados a los musulmanes.

—Tercera etapa (siglos XII y XIV). Se producirá la alianza de la mayoría de los reyes cristianos con importantes batallas, como la de las Navas de Tolosa, en el año 1212. El reducto musulmán quedará circunscrito al reino nazarí de Granada. Será la época de la expansión y consolidación de las Coronas de Castilla y Aragón, y una época de auge para el poder de la nobleza, frente a los reyes.

—Cuarta etapa (siglo XVI). En 1492 los Reyes Católicos, aunando fuerzas de la Corona de Castilla y la de Aragón, pondrán fin al poder musulmán en la Península con la Toma de Granada. Se producirá la unión dinástica (que no institucional) de los reinos de Castilla y Aragón. Aumentará el poder de los reyes en detrimento del poder de la nobleza que se verá disminuido y acotado. Los Reyes Católicos promoverán la expulsión o conversión forzosa de todos los no cristianos de la Península; muchos judíos y musulmanes abandonarán el territorio.

EL CID, ¿LEYENDA O REALIDAD?

El título de cid proviene de la palabra de origen árabe sidi, que significa «señor», ya que así le llamaban sus propios súbditos. Campeador significa, literalmente, «el que ejerce en el campo», es decir, donde se batalla, el lugar donde don Rodrigo se encontraba como pez en el agua. Los motes no siempre aciertan, pero no podremos negar que en este caso el Cid se ganó un merecido pseudónimo.

Y, ahora, la pregunta del millón, ¿fue el Cid Campeador real? Pues si nos referimos a que si fue una persona de carne y hueso, sí, fue una persona real. Si nos referimos a si todo lo que nos ha llegado sobre él —su historia, sus hazañas y toda su aura heroica y gloriosa—, ahí entra en juego el Cid de la leyenda, del Cantar de Mio Cid.

Rodrigo Díaz de Vivar, el de carne y hueso, nació hacia el año 1048-1050, durante el reinado de Fernando I de León, y murió en 1099, con el reinado de Alfonso VI. Sabemos mucho de su vida gracias a su propia crónica: Historia Roderici, aparte de las crónicas cristianas y musulmanas.

Pudo haber nacido en Vivar —hoy Vivar del Cid, aunque nada nos prueba tal cosa—, pero pronto se fue a Burgos a servir en la corte del infante primogénito Sancho II, donde despuntará enseguida como un gran guerrero.

Cuando Sancho murió heredó el trono Alfonso VI de León, con el que se enemistó hasta tal punto que el rey le dejó de hablar, le desterró y expulsó, confiscó sus bienes y encerró a su familia. Cuenta la leyenda que entonces, enfadado, el Cid se dedicó a hacer la guerra a los infieles por su cuenta tomando parte considerable de la taifa de Valencia y luchando contra los almorávides. Su legado no perduró demasiado y a su muerte los almorávides reconquistaron Valencia.

Ese guerrero que la leyenda nos ha vendido como alto y fuerte, pero que en realidad —según Menéndez Pidal— no llegaba apenas al metro y medio de estatura, se casó con Jimena, sobrina del rey Alfonso VI, e hija del conde de Oviedo. Aunque como la historia no es tan divertida ni romántica, los juglares se inventaron a una tal Jimena Gómez, hija de un imaginario Gómez, conde de Gormaz, al que Rodrigo dio muerte en un duelo.

Con Jimena tuvo tres hijos, dos hijas que aparecen en el Cantar de Mio Cid, mientras que su único hijo es ignorado por la leyenda. Se llamaba, sin embargo, don Diego Rodríguez de Vivar, y falleció muy jovencito, con apenas veintidós años, en agosto de 1097 en la batalla de Consuegra, donde se enfrentaron las tropas castellano-leonesas de Alfonso VI contra los almorávides —como curiosidad, desde 1997, la localidad de Consuegra conmemora su fallecimiento con una ceremonia funeraria anual—.

Se dice que el Cid estuvo luchando durante treinta y cinco años y que nunca conoció una derrota, y que por ello sus hombres confiaban ciegamente en él. Murió en Valencia, entre mayo y julio de 1099, y sus restos inhumados en el monasterio trapense burgalés de San Pedro de Cardeña. Sin embargo, durante la guerra de la Independencia, los soldados de Napoleón profanaron la tumba, y los restos no fueron recuperados hasta 1842, momento en el que se trasladaron a la capilla de la Casa Consistorial de Burgos. Desde 1921 sus restos reposan junto a los de su esposa, doña Jimena, en un emplazamiento privilegiado de la catedral de Burgos.

Ni el mismísimo Cid podría haberse imaginado la trascendencia de su vida tras su muerte, ni que todos los juglares de los siglos posteriores contarían en forma de cantares de gesta su vida y sus hazañas. Y que inventarían su leyenda.

Tenemos varios escritos sobre el Cid y su vida, pero destaca el Cantar de Mio Cid. ¿Y por qué cantar? Ni más ni menos porque estaba ideado para ser tomado como la letra de una canción y no como un poema. Lamentablemente, la partitura no nos ha llegado. Al principio fue transmitida oralmente, hasta que tiempo después fue puesta por escrito.

Es una de las obras más importantes y extensas de nuestra literatura, y la primera escrita en romance, pero ¡está incompleta! De las setenta y cinco páginas de las que consta —guardadas a buen recaudo en la Biblioteca Nacional en Madrid— falta el comienzo y alguna página de en medio, aunque fue reconstruido por el célebre medievalista Menéndez Pidal con ayuda de otros textos medievales.

Para más inri, se desconoce el autor de la obra. Muchos investigadores opinan que el autor fue Per Abbat, pero otros dicen que solo fue el copista. Otros creen que la obra fue escrita por varios, o incluso que lo hizo un musulmán. Tampoco hay acuerdo sobre si fue escrito por alguien culto o derivado de la tradición oral de los juglares.

El Cantar de Mio Cid se ha querido ver como una obra con un héroe moderno, que llora al ser desterrado y contempla su casa vacía, que lucha contra el maltrato que sufren sus hijas y contra su propia suerte, quizá, este, uno de los primeros episodios de violencia machista que aparece registrado en la literatura.

Quién le iba a decir al Cid que su vida, obra y milagros no solo llenarían páginas y más páginas, sino que llegaría al mismísimo cine. La película basada en su vida se estrenó el día 5 de diciembre en Londres y el 27 de diciembre de 1961 en el cine Capitol de Madrid. El rodaje se había iniciado un año antes, en 1960, aunque la idea llevaba tiempo fraguándose, desde los años cincuenta. Un primer guion se empezó a gestar por entonces, asesorado por Gonzalo Menéndez Pidal, hijo del medievalista experto en el Cid, don Ramón Menéndez Pidal. Esta primera idea no prosperó, el guion se desechó y el proyecto se aparcó para, tiempo después, volver a retomarse centrando la idea en el actor Charlton Heston en el papel del Cid. El director de la película, Anthony Mann, quiso colar a su mujer —una jovencísima por entonces Sara Montiel— en el papel de doña Jimena, sin embargo, el papel se lo llevó Sofía Loren. De un pequeño proyecto se había pasado en unos años a una superproducción hollywoodiense, tremendamente ambiciosa y de proyección internacional. ¡El Cid iba a dar el salto mundial! El rodaje se produjo sobre todo en España, en lugares como Ávila, el castillo de Belmonte, León, Ripoll o Peñíscola, donde la producción aquí supuso un importantísimo empujón económico. A los vecinos de la localidad que participaron en el rodaje les pagaron veinte duros al día y les dieron un bocadillo de tortilla.

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