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3 HISTORIA DEL FUTURO » A través del tiempo y el espacio con Ferdinand Feghoot

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A través del tiempo y el espacio con Ferdinand Feghoot

Grendel Briarton

A pesar del éxito de LA MÁQUINA DEL TIEMPO, Wells nunca volvió al tema del viaje en el tiempo. Sin embargo, varios de sus sucesores han creado una serie alrededor de tales hombres y sus máquinas, incluyendo a Poul Anderson con sus aclamadas historias de «La patrulla del tiempo» sobre un grupo de futuros custodios de la ley intergaláctica; Larry Niven, con su serie similar de Hanville Svetz, un intrépido viajero temporal; y Reginald Bretnor; firmando como Grendel Briarton, cuyas joyas cómicas tienen como protagonista al maestro del espacio, el tiempo y la frase ingeniosa, Ferdinand Feghoot. Desde mediados de los cincuenta hasta justo antes de su muerte, el autor encantó a los lectores de revistas de ciencia ficción —especialmente a los de Fantasy and Science Fiction— con sus viñetas sobre un ingenioso viajero temporal cuya misión es desplazarse sin esfuerzo por la galaxia resolviendo problemas. Esas historias que invariablemente terminan con un final cómico, se recuerdan universal y afectuosamente como «Feghoots».

Reginald Bretnor (1911-1992), como Isaac Asimov, nació en Rusia pero emigró a Estados Unidos con su familia cuando era niño. Como escritor; poseía tanto un lado serio como otro humorístico, produciendo algunos ensayos sobre el desarrollo de la ciencia ficción conocidos colectivamente como THE CRAFT OF SCIENCE FICTION (1976), así como dos importantes series cómicas, las historias de fantasía «Papa Schimmelhorn» y los relatos de Ferdinand Feghoot. El siguiente episodio —escrito en 1961— en el que Ferdinand lleva al compositor Richard Wagner al lejano futuro para responder a la acusación de plagio es uno de los más hilarantes de toda la serie. ¡Es, como Grendel Briarton declaraba orgulloso para presentarlo, un «Súper-Feghoot»!

Fue debido a una discusión con Ferdinand Feghoot que Richard Wagner fue condenado por plagio en el año 2867. Durante una visita a Bayreuth, Feghoot le había hablado del planeta Madamebutterfry en el siglo veintinueve, y de como sus nativos creían que les habían robado todas las grandes óperas y como invariablemente eran capaces de demostrarlo. Instantáneamente, Wagner se enfureció.

—¡Zólo las ideaz teutónicaz son adecuadaz para laz grandez óperaz! —aulló—. ¡El rezto es bazura! Traiga su máquina del espasio-tiempo. Iremoz a eze planeta. ¡Ze lo demoztraré!

En Madamebutterfry el agente de aduanas le preguntó a Wagner si tenía algo que declarar —alguna ópera, acto, escena o aria— y él sarcásticamente le dio una lista. En cuestión de minutos, le arrestaron y un agente de policía se le ofreció para mostrarle los temas que había saqueado.

Justo en el mismo espaciopuerto les llevaron a un vasto y antiguo árbol con ojos de brote y zarcillos tentaculares. Todas las hojas caídas; el tronco apagado, seco y escamoso; crujió desesperado hacia ellos. Cerca de él había un montón de piezas usadas de naves espaciales y un cartel que anunciaba:

¡ROOTBOTTOM STANLEY,

EL AMIGO DE LOS TERRESTRES!

¡¡LA MEJOR OFERTA DE LA GALAXIA!!

¡¡¡NINGÚN SER VENDE MÁS BARATO QUE YO!!!

¡GARFINKLES, ALTA CALIDAD 17,95! ¡HOY SÓLO 8,95!

¡NUNCA MÁS! ¡¡¡1,97!!!

Cerca había una pequeña cabina ocupada por personitas como topos; el cartel simplemente decía:

GARFINKLES, SEIS POR DIEZ CENTAVOS

—Qué trágico —murmuró el policía—, un tema tan valioso.

—¿Pero cómo podría yo haber ezcrito zobre ezto? —rugió Wagner.

—Es evidente —dijo Feghoot—. Árbol Stan malvendido[2].

A continuación fueron a una cocina, donde su escolta les mostró un enorme frasco lleno de confitura. Estirado sobre la parte alta había un organismo plano y correoso con dos ojos tristes y una boca en medio.

—Qué tristeza —lamentó el policía limpiándose una lágrima—. Con hambre se agarra al frasco, y así realiza su trabajo. Pero si se alimenta, entonces se quedaría dormido y caería.

—Por favor, ¿podría tomar un poco de confitura? —dijo una débil voz—. Sólo un poquitín, sólo un mordisco. ¡Oh, cómo la deseo!

—Sospecho —comentó Feghoot antes de que Wagner pudiese hablar— que ésta es la Tapa mordisqueante[3].

Finalmente, les llevaron al borde de un apestoso cenagal, donde una persona enorme con aspecto de rana ataba con tristeza ostras a unas cuerdas y las arrojaba al agua para marinarlas. Su parte alta relucía a rachas con una tenue luz enfermiza.

—Éste es el más trágico de todos —dijo el policía—. Muy artístico, bueno para robar. Ahora ya nadie compra sus bivalvos. Es por eso que la luz que tiene en la cabeza no puede brillar.

¡Un ultraje! —gritó Wagner, saltando, escupiendo espuma y tirándose del pelo—. ¡Ezto es ridículo! ¿Qué tiene que ver conmigo?

Apagado sumerge ostras [4] —dijo Ferdinand Feghoot.

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