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1 REGRESO AL PRESENTE » Nellie tiró de la punta

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Nellie tiró de la punta

Richard Hughes

El tiempo imaginado como un objeto simple, como un calcetín reversible, es el tema de esta curiosa historia de un escritor cuyo nombre puede que los lectores no relacionen de inmediato con los relatos de fantasía.

Richard Hughes es, por supuesto, famoso por su tour de force, HURACÁN EN JAMAICA (1929), en el que unos niños interpretan el papel central en un tenso y emocionante viaje por mar; y su obra THE SISTER’S TRAGEDY (1922) fue descrita por George Bernard Shaw como «la mejor obra de un solo acto en la historia de la literatura». Sin embargo, también tiene buena consideración entre los amantes de la ficción sobrenatural por su recopilación de historias de fantasmas, A MOMENT OF TIME (1926), que incluía dos clásicos menores, «A Night at a Cottage», sobre una casa encantada, y «Locomotive», la historia de un tren fantasma que recorre la frontera galesa.

Richard Hughes (1900-1976) se educó en Oxford y después de un periodo que pasó viajando por Estados Unidos, Canadá y las Indias Orientales, comenzó a escribir la poesía y la prosa que le convertirían en uno de los escritores más importantes de su generación. Su habilidad única como narrador trabajando con una prosa enjuta y elegante puede apreciarse en su mejor condición en «Nellie tiró de la punta», escrita en 1925, en la que una niña se encuentra inadvertidamente invirtiendo el flujo del tiempo…

Joseph tenía ocho años, Nellie siete.

Nellie se encontró al Tiempo colgando de una rama de haya en el bosque tras la casa. Lo confundió con un calcetín y metió la mano para ver qué había dentro. No había nada: agarró la punta y le dio la vuelta.

Justo en ese momento Joseph se le acercó corriendo. Se sentaron en el tronco de un árbol. Joseph estaba muy serio.

—Nellie —dijo—, ahora somos muy jóvenes, y sólo hay unos pocos años de pasado tras nosotros; no sé lo que nos deparan, pero una cosa es segura, al otro extremo está el Nacimiento.

Nellie se estremeció ligeramente.

—¡Cómo puedes recordármelo! —dijo—. Te juro que no me siento ni un poco más joven de lo que me sentiré a los cuarenta años. ¿Y qué se gana meditando sobre el Nacimiento? No se puede alterar lo inevitable.

Joseph sonrió.

—¡Vamos, Nellie, te juro que me pareces tan vieja como te veré por última vez! Ah, recuerdo con tanta claridad como si fuese mañana el día de tu funeral: un día ventoso y lluvioso… ¡Señor, vaya un resfriado voy a pillar!

»Yo mismo moriré poco después… ¡ah, cómo lo recuerdo todo! ¡Cariño, cariño! ¡Ah, yo! ¡Cuarenta años de feliz matrimonio! Ahora hay poco tras nosotros, mi amor; ¡pero cómo conforta a los jóvenes el recuerdo de un futuro feliz!

—Olvidas los tiempos de hace veinte años. ¡Qué agonía para pagar las facturas!

—Bien, sí; supongo que es un síntoma de la juventud, pero el recuerdo es siempre más claro de aquello que está más lejano: vamos, puedo recordar hasta el último detalle del día que me harán Lord Mayor. Recuerdo…

Y siguió hablando.

—Pero el pasado, el misterioso pasado…

—¡No hables del pasado, me asusta! —dijo Nellie—. ¿Quién puede decir, incluso jóvenes como somos, qué le ha pasado a él? ¿Qué infortunio yace tras él?

—Debemos confiar en Dios —dijo Joseph con tranquilidad—. Si él cree adecuado que suframos una calamidad, entonces todo estará bien en el comienzo.

—Amén, cariño; y sin embargo, si al menos los ojos pudiesen ver un poco en el misterioso pasado, incluso de un momento al inmediatamente anterior… creo que me sentiría menos temerosa del nacimiento si supiese cuándo había sucedido, que podría postpararme para cuando llegue.

—Cariño, se supone que no debemos conocer el pasado: debemos aceptarlo humildemente, tal como es. Es suficiente por hoy… ¿por qué preocuparnos por un ayer que una vez incluso fue mañana?

Nellie se levantó y caminó hacia el árbol del que colgaba el Tiempo.

—¿Qué haces con ese calcetín?

—Lo estoy poniendo derecho —dijo Nellie.

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