Colgante Gotitas

Cecy Gauna-Aramela Artesanías

A este acuático colgante que en principio no era un colgante, solo le tomé una foto...

¡Sí! Solo una. Pero eso no quita que tenga una historia por demás interesante.

Hace dos años atrás, en 2019, por el Día de Tejer en Público que se celebra en junio, dos amigas colombianas, Raquel de Amaru Love y Marcela de Mar y Arena Handmade lanzaron una propuesta de tejer gotitas a crochet para llamar la atención sobre una problemática con mineras que intentaban intervenir el Páramo de Santurbán, fuente de agua potable de la ciudad de Bucaramanga.

Justo por aquella época en mi ciudad, Resistencia, también se estaba hablando de otra cuestión ecológica relacionada con la tala indiscriminada de árboles en la región del Impenetrable chaqueño.

A veces es por demás difícil lidiar con la activista que llevo dentro, y aunque entiendo bastante poco de ecología y no se me da por salvar ballenas, hay oportunidades en que me siento tocada con las cosas que acontecen.

Y aunque lo mío es bastante humilde como reciclar cartón o botellas de plástico, no dejo de observar lo irracional de ciertas medidas políticas como dejar que mineras contaminen el agua que bebe la gente, o cortar árboles que provocan inundaciones y sequías, sin mencionar cómo afecta a la fauna y flora del lugar intervenido.

Necesariamente tengo que preguntarme si los que llevan las riendas políticas son tontos o se hacen.

Yo creo que se hacen. Pero, en fin.

La cuestión es que me sumé a la propuesta de mis amigas. Tejí las gotitas. Saqué dos fotitos en esa oportunidad y escribí un texto muy sentido hablando del agua, del tejido que trasciende geografías y de la unión de las personas que persiguen un fin común. Se puede leer AQUI.

No fue sino hasta hace unos meses atrás que un día (¡cómo no!) revisando esa caja plástica de la que hablo a menudo en mis post, la caja de los proyectos pendientes, esa que cada vez que se destapa exhibe hilos de colores, muestras de tejido, flores, proyectos inconclusos, dinosaurios, hadas, duendes, y quién sabe cuántas cosas más... que ¡encontré las gotitas!

Con éstas tengo que hacer algo, me dije para mis adentros y las puse arriba de la mesa para observarlas con infinita concentración, poniendo esa cara que mi marido llama "uy, tu mamá está pensando" y codea a mi hijo para llamar su atención al hecho de que estoy abstraída, perdida en el limbo de mi propia cabeza.

Una gotita grande y tres pequeñitas, y las volví a mirar. La primera podía usarse para aplique en alguna prenda. Pero ¿y las otras tres tridimensionales? ¿Qué tal un colgante para adorno o para el picaporte de la puerta?

Cuando me quise dar cuenta, ya había tejido veinte cadenetas para enganchar la gota del medio, y quince cadenetas para las de los laterales. Tejí el enganche superior con más cadenetas forradas en puntos bajos, escondí los hilos y ¡listo! Colgante gotitas, valga la redundancia, colgado en la pared al lado de mi cuadro preferido de la casa.

Tan simple y sin embargo tan significativo... Somos noventa por ciento agua. El agua es la vitalidad del ser. El agua purifica. El agua es símbolo de las emociones por antonomasia... y tantas cosas más que podría decir...

Como anécdota al pie de página puedo contar que todas las noches antes de dormir me sirvo un vaso un agua, lo bendigo, le irradio energía con mis manos, doy las gracias y bebo con placer.

Es curioso, porque aunque había leído más de una vez que es una buena práctica hidratarse a la mañana al levantarse y a la noche antes de acostarse, el vaso de agua matutino siempre me lo olvido, pero el de la noche se me hizo hábito, sin ningún esfuerzo consciente por mi parte. La verdad, no sé como ocurrió. Es como que mi cuerpo se manda solo a la cocina antes de apagar las luces de la casa. Raras veces se me olvida. Es loco.