Breve historia de Roma

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Capítulo 15. Los Valentinianos y Teodosio

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15 Los Valentinianos y Teodosio

INTRODUCCIÓN

Los altos mandos de la Administración y del Ejército se reunieron en Nicea tras la muerte de Joviano para designar a un nuevo emperador. Buscando un militar con facultades, el cargo recayó en Valentiniano, un cristiano moderado de origen panonio. Paralelamente, y ante la manifiesta voluntad militar de forzar la elección de un segundo emperador, Valentiniano presentó a su hermano Valente, el cual fue igualmente aclamado por el Ejército como emperador, quedando igualado en poderes a su hermano. Ambos hermanos diferían en cuanto al credo religioso: mientras Valentiniano era cristiano, Valente era arriano, lo que evidenciaba las diferencias existentes entre la parte occidental y oriental del Imperio.

Desde el 364, Valentiniano se responsabilizó de la parte occidental del Imperio y Valente de la oriental, cada uno con su propia corte, su aparato administrativo autónomo y su propio ejército, aunque ambos estaban dispuestos a un colaboracionismo cuando las circunstancias militares así lo exigieran. De esta manera, se había logrado por vez primera y sin ningún problema un verdadero reparto del Imperio.

LA DINASTÍA DE TEODOSIO

Cuadro genealógico de la dinastía de Teodosio.

VALENTINIANO Y EL IMPERIO OCCIDENTAL (364-375)

La valoración que de Valentiniano ofrecen los autores paganos y cristianos del momento, como Amiano Marcelino (330-400), cuya obra, Historias, relata los sucesos acontecidos en el Imperio desde la ascensión al trono de Nerva en el 96 hasta la muerte de Valente en la batalla de Adrianópolis en el 378, es la de un emperador claramente autoritario. Sin embargo, es comprensible que este emperador no pudiera satisfacer simultáneamente las aspiraciones de la comunidad pagana y de la comunidad cristiana. Por ende, no hay razones de peso que permitan tildar a Valentiniano de ser un emperador más despótico que el propio Constantino, sobre el que no pesan juicios tan negativos.

Una de sus primeras medidas consistió en la reestructuración del sistema defensivo con la construcción de nuevos fuertes, el reforzamiento de las murallas urbanas, el incremento de los efectivos militares mediante la barbarización del Ejército y la aprobación de leyes que permitieran garantizar el servicio militar de todo individuo. Además, las propias circunstancias lo llevaron a fijar su residencia en ciudades próximas a las fronteras: primeramente en Milán, después en París y en Reims, luego en Tréveris desde el 367 y finalmente en Panonia desde el 374.

Valentiniano comenzó su gobierno guardando buenas relaciones con el Senado de Roma mediante la plena consolidación del régimen del funcionariado imperial. Paralelamente, procuró mejorar la situación de las bajas capas sociales y conseguir la revitalización de la vida municipal. En este sentido, en el 368 sus medidas contra los abusos de los poderosos alcanzaron sus máximos resultados con la creación de la figura del defensor de la plebe, es decir, el defensor plebis, un hombre elegido por el prefecto del pretorio entre los hombres de probado prestigio social y honradez de cada ciudad.

Siguiendo la línea abierta por Constantino, potenció el colonato correspondiendo a los propietarios el cobro de los impuestos que los colonos debían abonar a la curia.

Por otro lado, no interfirió en los asuntos religiosos y mostró el mismo respeto tanto por las diversas corrientes cristianas como por las comunidades paganas y judías —la libertad de culto permitió que la recuperación del paganismo se consolidara en los medios cultos de Occidente—. No obstante, y como sus predecesores, aplicó persecuciones contra los maniqueos, sospechosos de ser colaboradores de los persas, y, necesitado de recursos, aplicó sobre el clero cristiano varias medidas con objeto de impedir el crecimiento de su patrimonio.

El mayor logro por el que fue recordado Valentiniano fue infligir, tras cruzar el Rin en el 368, una grave derrota en su propio territorio a los alamanes, los cuales no cesaban en su propósito de penetrar en la Galia y en Britania. No obstante, en el 374 Valentiniano tuvo que firmar un acuerdo con Macriano, el rey de los alamanes, para lograr la pacificación de la frontera renana y dirigir a parte de su ejército a Panonia, donde los cuados y los sármatas habían cruzado ya el Danubio. Sin embargo, y a pesar de conseguir la sumisión, una emboscada acabó con la vida del emperador en el 375.

Por esas mismas fechas, un general de Cauca (hoy Coca, en la provincia castellano-leonesa de Segovia), Flavio Teodosio, padre del posterior emperador Teodosio y hombre de máxima confianza de Valentiniano, tomó las riendas para resolver las dificultades de los diferentes frentes de batalla. Así, su primera medida consistió en lograr la pacificación de Britania, donde los pictos y escotos impedían el correcto funcionamiento de la Administración. En este sentido, fijó militarmente la autoridad romana, restauró el muro de Adriano y creó una flota capaz de acabar con las incursiones de los piratas sajones en el canal de la Mancha. Como general de máxima confianza de Valentiniano, en el 373 recibió la misión de pacificar las provincias del norte de África, donde existían tensiones entre donatistas y cristianos nicenos, así como manifestaciones de corrupción administrativa. Combinando las armas con la diplomacia, Flavio Teodosio logró la pacificación de la Mauritania Cesariense, de Numidia y de África en el 376. En ese momento se encontraba en Cartago cuando Graciano, hijo de Valentiniano asociado al trono el 367, alertado por falsas informaciones de sus consejeros, ordenó que fuera detenido y decapitado.

VALENTE Y EL IMPERIO ORIENTAL (364-378)

Valente, que distaba mucho de poseer las mismas dotes políticas y militares que su hermano, mantuvo una actitud religiosa radicalmente opuesta al practicar un intervencionismo constante en los asuntos religiosos con objeto de garantizar la uniformidad. Además, su apoyo al arrianismo se llevó a cabo sin ninguna sutileza.

Los inicios de su gobierno estuvieron marcados por la usurpación de Procopio, comandante de una sección del Ejército que había dirigido Juliano contra los persas, el cual aprovechó el descontento producido por la política fiscal del emperador y la circunstancia de que Valente se encontraba en Antioquía para proclamarse emperador con el apoyo de las tropas de Constantinopla. Empero, su condena y muerte en el 367 frente a las tropas de Arbetio, uno de los mejores generales de Valente, fue seguida de brutales persecuciones entre los partidarios de Procopio y de Juliano que se habían pronunciado en favor del paganismo. Muerto Procopio, los intentos del general Marcelino por continuar la lucha con las tropas supervivientes y otras nuevas reclutadas entre los godos no significó más que una breve prolongación simbólica que finalizó igualmente en fracaso.

Años más tarde, Valente selló con los persas un acuerdo de colaboración para tratar de poner freno a la nueva y más peligrosa amenaza que se cernía sobre ambos: los primeros ataques de las tribus de hunos procedentes del Cáucaso. En su expansión, los hunos habían comenzado a presionar a los visigodos y ostrogodos asentados al otro lado de la frontera danubiana. Ese panorama y la consideración de que gran parte de los godos eran ya cristianos y estaban asentados en el interior del Imperio empujaron a Valente a pactar con ellos y permitir que desde el 376 se instalaran en el interior del Imperio con la condición de federados, esto es, respetando su autonomía y sus tradiciones pero con la obligación de contribuir con tropas militares. Pero el asentamiento de más de doscientos mil godos contó con retrasos que llevaron a que estos buscasen por sus propios medios las soluciones con la organización de bandas armadas para arrasar las ciudades de Tracia y de los Balcanes. Por ello, Valente respondió militarmente con el propósito de acabar con el problema. Sin embargo, sus medidas no fueron las correctas: en agosto del 378, él mismo y sus tropas fueron aniquiladas en Adrianópolis —muchos pensadores, entre ellos el citado Amiano Marcelino, consideraron que con el desastre de Adrianópolis el Imperio estaba herido de muerte.

UN NUEVO REPARTO DEL IMPERIO: GRACIANO, VALENTINIANO II Y TEODOSIO

En el 367, Valentiniano había tomado la decisión de elegir a su primogénito, Graciano, como futuro sucesor en el trono imperial. Por otro lado, a la muerte de Valentiniano en el 375, el ejército de Panonia proclamó augusto al hijo menor, Valentiniano II, de apenas cuatro años, aprovechando la ausencia de Graciano. Lo que parecía un grave problema sucesorio se resolvió como un asunto menor de familia: se desgajó Iliria de la prefectura de Italia y ese pequeño dominio fue el ámbito imperial de Valentiniano II, mientras el área occidental del Imperio quedó bajo la autoridad de Graciano.

Entre los años 375 y 379, Graciano consolidó su posición en el Imperio y, tras la muerte de Valente, no encontró oposición en su decisión de nombrar emperador para el área oriental del Imperio a Teodosio, hijo de Flavio Teodosio. En lo sucesivo, la figura de Teodosio destacaría por la enorme trascendencia histórica de sus decisiones: la consolidación del catolicismo como religión oficial del Estado y la división política del Imperio. Con el nombramiento de Teodosio, el Imperio quedaba repartido en términos casi idénticos a los decididos por Valentiniano: Graciano debía gobernar el área occidental y Teodosio el área oriental, quedando sólo una pequeña parte encomendada a Valentiniano II. Además, tras el reparto del Imperio se seguía respetando el principio de colaboracionismo entre los emperadores.

Descubierto en 1847 en la localidad extremeña de Almendralejo y conservado en el Museo de la Real Academia de la Historia, el Disco de Teodosio, fundido en plata y repasado con cincel y punzón, presenta una inscripción con el nombre del emperador y la fecha del 19 de enero del 388. Los personajes que aparecen son Teodosio, flanqueado por Arcadio y Honorio o Valentiniano II.

Graciano se alejó de la neutralidad defendida por su progenitor en materia religiosa y se comprometió en la defensa del cristianismo, por lo que en el 379 publicó un edicto por el que condenaba las doctrinas heréticas.

La política de acercamiento a los godos practicada por Teodosio le llevó a firmar un pacto el 3 de octubre del 382 por el que permitía su establecimiento en territorio romano como nación independiente y exenta de tributos a cambio de aportar tropas al Ejército, lo que representaba un síntoma de evidente debilidad política.

Mientras que en la línea del Éufrates se abría una etapa de coexistencia pacífica tras la muerte en el 379 del gobernante del Imperio sasánida, Sapor II, en Occidente Graciano se encontraba demasiado ocupado en los asuntos religiosos como para atender a los problemas de las fronteras. Britania fue nuevamente víctima de las incursiones de los pictos y de los escotos. En las eficaces operaciones de represión contra dichos pueblos, el Ejército romano tuvo ocasión de valorar la destreza de su general, el hispano Magno Máximo, a quien las tropas proclamaron emperador en el 383. El nuevo usurpador se trasladó a las Galias para asumir contra los bárbaros la defensa de la romanidad y reunir la ayuda del ejército del Rin. Por su parte, Graciano, abandonado por sus tropas, fue detenido y asesinado en Lugdunum (Lyon). A partir de ese momento, el usurpador Máximo se convirtió en el emperador de Occidente ante la incapacidad de Valentiniano II y la pasividad de Teodosio.

En el 384 se llegó a un pacto por el que Máximo era reconocido emperador con autoridad sobre Britania, Galia e Hispania. Justina, madre de Valentiniano II, logró para su hijo el gobierno de la prefectura que incluía a Italia, el Ilírico y África, mientras Teodosio conservaba la parte más extensa constituida por el área oriental del Imperio. De esta manera, por la vía de los pronunciamientos, el Imperio contó a la vez con tres emperadores. No obstante, se trataba de un pacto demasiado frágil, pues Máximo ansiaba unir todo el Occidente bajo su autoridad y Teodosio tampoco había renunciado a sumar a su Imperio la prefectura concedida a Valentiniano II. Máximo puso en práctica sus aspiraciones en el 387 con la invasión de Italia y el control de la prefectura de Valentiniano II, que se había marchado con su madre a Tesalónica con el fin de buscar la protección de Teodosio. La intervención de Máximo tampoco fue del agrado de Teodosio al haberse roto las ventajosas condiciones de desequilibro político. Además, por medio había una mujer, Gala, hermana de Valentiniano II, de la que Teodosio quedó prendado. Justina permitió a Teodosio el matrimonio con Gala bajo la condición de que se comprometiera a destituir a Máximo. Esto último se cumplió en el 388, cuando las tropas teodosianas vencieron y dieron muerte a las de Máximo cerca de Aquilea.

La victoria sobre Máximo permitió una real unificación del Imperio. Cuando en el 391 Teodosio volvió a Oriente, Valentiniano II tuvo como protector a Arbogasto, un general franco a las órdenes de Teodosio. La breve y forzada coexistencia entre Valentiniano II y Arbogasto finalizó en el 392, cuando el primero apareció ahorcado una mañana —nadie quiso saber si Valentiniano se suicidó, como terminó aceptándose, o si realmente fue víctima de un asesinato.

La legislación romana impedía a Arbogasto ocupar el trono imperial a consecuencia de sus orígenes bárbaros. Además, Teodosio tardaba en decidirse a enviar a su hijo Arcadio aun habiendo sido este nombrado augusto. Tal indefinición llevó a Arbogasto a tomar la iniciativa de proclamar un emperador a su medida a fines del 392, el profesor de retórica Eugenio, hombre que volvió a favorecer a la comunidad pagana. Por otro lado, en Oriente Teodosio había dejado el mando de las tropas en manos de fieles generales, en su mayoría bárbaros, como Bacurio, Gainas y Estilicón, cuyo origen les imposibilitaba ser proclamados emperadores.

El apoyo de Eugenio al paganismo y la brutal represión de Teodosio hacia los cultos paganos eran la instrumentalización de un enfrentamiento que las armas debían resolver. Así pues, en el 394 las tropas de Teodosio vencieron en la batalla del río Frígido a las tropas de Eugenio, quien junto a su mentor Arbogasto encontró la muerte. Esta victoria fue interpretada desde entonces como la victoria del cristianismo sobre el paganismo.

A partir de ese momento Teodosio quedaba como único emperador de todo el Imperio. Sin embargo, lo sería por poco tiempo, pues el 17 de enero del 395 moría repentinamente en Milán. La cuestión sucesoria se resolvió muy fácilmente, siendo el Imperio repartido entre sus dos hijos: Arcadio, de dieciocho años, se convertiría en la máxima autoridad en Oriente y Honorio, de diez años, en Occidente, si bien ambos quedaban bajo la tutela del semibárbaro Estilicón.

En materia religiosa, Teodosio, fuertemente influenciado por el obispo Ambrosio de Milán, partidario de una alianza abierta con el poder político que permitiese el fortalecimiento de los vínculos jerárquicos en el interior de la comunidad cristiana, había aprobado años antes de fallecer, en el 380, el llamado Edicto de Tesalónica, por el que se prohibía toda religión que no fuera el cristianismo basado en el credo de Nicea que reconocía la Santa Trinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Un año después, el Concilio de Aquilea implantaba definitivamente el credo de Nicea en Occidente y prohibía categóricamente la versión arriana del cristianismo.

Durante la segunda mitad del siglo IV se produjo una fusión entre el poder político, el cristianismo y la cultura clásica. En estos procesos de simbiosis destacaron varios obispos como Ambrosio de Milán, que representó la unión de la Iglesia y el poder temporal. Mosaico con imagen de Ambrosio de Milán. Capilla de San Víctor, Milán.

Con ello, Teodosio emprendió una activa política religiosa antipagana por la que todo aquel que no aceptase el credo niceno sería considerado hereje en cuanto que no reconocía la ortodoxia. Así, en el 391 promulgó una ley por la que se prohibía y se castigaba duramente todo culto —incluso los juegos olímpicos— o sacrificio pagano. Con estas medidas, el paganismo oficial desapareció y sólo quedaron restos del mismo en algunas escuelas filosóficas y en los medios rurales. Atrás quedaba la tolerancia religiosa constantiniana, pues el cristianismo era ahora la religión dominante.

Desde que en el siglo I comenzase su difusión de manos de san Pablo y de otros discípulos de Jesucristo, el cristianismo se extendió por todo el Imperio romano. Hasta que se celebrase el Edicto de Milán del 313, la comunidad cristiana representó un pequeño grupo entre una sociedad pagana. A partir de entonces, el cristianismo salió del medio urbano y arraigó en el rural. Mapa de la expansión del cristianismo.

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