Breve historia de Roma

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Capítulo 9. Los emperadores julio-claudios y el año de los cuatro emperadores

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9 Los emperadores julio-claudios y el año de los cuatro emperadores

INTRODUCCIÓN

Los emperadores que gobernaron el Imperio romano desde la muerte de Augusto hasta la crisis del 68-69 son conocidos como los emperadores de la dinastía julio-claudia. Tales emperadores guardaron estrechas relaciones de parentesco entre sí: Tiberio Claudio Nerón (42 a. C.-37), hijo de Livia, la esposa de Augusto, fue adoptado por este como hijo; Julio César Germánico (15 a. C.-19), sobrino de Tiberio adoptado por este, fue padre de Cayo Julio César Germánico (12-41), el emperador Calígula, y de Agripina, enlazada en segundas nupcias con Tiberio Claudio Nerón (10 a. C.-54), tío suyo y hermano de Germánico, y Tiberio Claudio Nerón César (37-68), el último emperador de la dinastía, era hijo de Domicio Ahenobarbo y de Agripina.

Si exceptuamos a Tiberio, que fue nombrado sucesor por el propio Augusto, los tres restantes emperadores de la dinastía asumieron el poder entre la violencia de la guardia imperial y las intrigas de palacio.

LA DINASTÍA JULIO-CLAUDIA

Dado que la historiografía imperial fue dependiente de los círculos senatoriales, y por consiguiente la imagen que nos ha sido transmitida de cada gobernante responde a la actitud que cada uno de ellos mostró frente al Senado, la historia del Imperio no es sino una historia de buenos y malos emperadores.

TIBERIO (14-37)

Miembro de la familia Claudia por vía paterna y de la familia Julia por parte de su padre adoptivo, Tiberio Claudio Nerón, hombre prematuramente anciano y desilusionado, inició la dinastía julio-claudia con cincuenta y seis años de edad. Convertido en el heredero principal de Augusto, ejerció su gobierno desde la muerte del fundador del Imperio en el verano del 14 hasta el año 37, en que se produjo su propio fallecimiento. La segunda parte de su gobierno, es decir, la comprendida desde el año 23 hasta su muerte, cuyo inicio coincide con el nombramiento de Lucio Elio Sejano como director de las tropas imperiales, fue negativamente juzgada por el historiador Tácito (54-120), si bien la tradición historiográfica reconoce sus exitosas campañas militares en Germania y en el Ilírico, así como sus buenas gestiones en la administración y en el gobierno de las Galias.

Tiberio buscó desarrollar y consolidar las instituciones creadas por Augusto, especialmente en la estructura burocrática, el sistema financiero y la organización provincial. En este sentido, el problema más inmediato al que Tiberio tuvo que poner freno fue el financiero, a consecuencia de los ingentes gastos que exigía el pago de las fuerzas armadas. Ello le obligó a emprender una política de ahorro que, repercutiendo sobre la plebe urbana, le provocó la impopularidad y el odio en Roma desde el principio de su gobierno.

Los primeros años de su poder estuvieron marcados por varios problemas: los últimos años del Gobierno de Augusto no fueron propicios ni para la economía de muchos provinciales y de la propia Italia ni para las arcas del Estado. La revuelta de Tacfarinas en África (17-24), así como la iniciada paralelamente en las Galias, se correspondieron con episodios consistentes en intensos problemas sociales en la ciudad de Roma. Asimismo, con la muerte de Augusto, Tiberio se vio obligado a tener que poner solución a los problemas derivados de las revueltas de las legiones del Rin y de Panonia a consecuencia del largo servicio militar y de las penosas condiciones económicas que atravesaban.

Hasta el año 19, Tiberio contó con la colaboración de su sobrino Germánico, a quien adoptó, para sofocar a las legiones y resolver las situaciones más delicadas existentes en las fronteras.

Si por algo destacó Tiberio entre sus contemporáneos fue por haber dejado un Tesoro público saneado y con superávit y por el estado de mejora general en la administración y en la economía provincial. Algunas de sus medidas contra los senadores sacaron a la luz sus deseos de sanear las finanzas, pues llegó a promulgar leyes contra el lujo junto con una política de ahorro, que fue en detrimento de la organización de espectáculos públicos y del reparto de donativos a la plebe.

Durante los primeros años de su gobierno, Tiberio mantuvo una actitud colaboracionista con el Senado hasta el punto de llegar a someterse a sus opiniones. No modificó la relación establecida por Augusto entre las provincias imperiales y senatoriales. Más aún, dicha continuidad condujo a que, a la muerte de Tiberio, las provincias imperiales fueran aumentando en número por la incorporación de otras nuevas que exigían tropas militares a consecuencia de la inestabilidad existente.

Según Suetonio, Tiberio prohibió intercambiar regalos una vez pasada la fiesta de las calendas de enero, día tradicional para hacer regalos, tradición que se ha conservado en el cristianismo en el día de Reyes. Anverso de un áureo de Tiberio con su efigie.

Tiberio continuó la política de defensa de la dignidad iniciada por Augusto. Durante su gobierno, ser miembro del orden senatorial o del ecuestre no siempre equivalió a disfrutar de unas condiciones económicas más que desahogadas, pues tuvo que auxiliar en numerosas ocasiones a senadores arruinados para que pudieran seguir manteniendo su rango.

Según Suetonio, Tiberio aseguró la tranquilidad pública contra robos, desórdenes y actos vandálicos, elevó en sumo grado el número de soldados asentados en la península itálica y mandó construir varios cuarteles en Roma para albergar a las tropas pretorianas. Asimismo, en el 19 estableció un precio para el trigo y subvencionó a los vendedores para que no sufrieran pérdidas, y procuró asegurar en todo momento el abastecimiento de productos con el fin de evitar los disturbios sociales provocados por las carestías.

En lo que afecta a la política religiosa, Tiberio frecuentó en numerosas ocasiones importantes centros oraculares a la par que se rodeó de adivinos y arúspices, si bien veló en todo momento por mantener la religión tradicional rehusando ser divinizado en vida. Por otro lado, destinó escasos fondos a la restauración o a la construcción de templos y mantuvo una actitud muy severa con las religiones extranjeras como la egipcia o la judaica.

En el año 27, Tiberio abandonó la ciudad de Roma para retirarse a la isla de Capri, y Sejano, prefecto del pretorio, comenzó a actuar desde entonces como su representante. Según los historiadores Tácito y Dión Casio, Sejano inició un verdadero régimen de terror en el que acusó y condenó a todos aquellos que pudiesen impedir su proyecto personal de convertirse en el único sucesor de Tiberio. No obstante, la madre de Germánico, Antonia, logró informar al emperador de las intenciones del prefecto del pretorio y del descontento del pueblo de Roma contra él. De esta manera, Sejano fue condenado a muerte en el 31 y Macro ocupó desde entonces su cargo. A pesar de tales acontecimientos, Tiberio no abandonó en ningún momento su residencia en Capri, donde moriría asfixiado en el año 37 por orden del nuevo prefecto del pretorio.

Por lo que respecta a la política exterior y a la defensa del Imperio, Tiberio continuó la línea política ya abierta por Augusto, procurando que las provincias fuesen gobernadas de manera eficaz. Sofocó las revueltas de las legiones asentadas en Panonia y Germania por medio de su hijo Druso y su sobrino Germánico, respectivamente. Consciente de la precaria situación del Tesoro público, continuó la política augustea de mantener la frontera romana en el Rin, si bien Germánico buscó extenderla hasta el Elba.

A diferencia de Augusto, Tiberio mostró una actitud muy severa con los judíos decretando su expulsión de Roma. Sin embargo, no existen argumentos suficientes que permitan atribuirle una política de persecución contra los judíos de Palestina o contra la predicación de Jesús o Pablo. Escultura de Tiberio divinizado. Museo Gregoriano Profano, Roma.

Como ya hiciera Augusto, Tiberio fue partidario de mantener los dominios orientales por medio de reyes vasallos y clientes asentados en las fronteras. De esta manera, en el caso de Armenia, Germánico, en nombre de Roma, coronó a Zenón como rey de Capadocia en el año 18 y acto seguido renovó la alianza con los partos. Además, y siguiendo la tradición augustea, si un senador quería entrar en Egipto, debía contar con el permiso expreso del emperador.

En el año 19, Germánico murió misteriosamente en Antioquía y la rivalidad personal que mantenía con el gobernador de Siria, Cneo Calpurnio Pisón, provocó que este y su esposa, Plancina, fueran acusados de haberlo envenenado.

Finalmente, durante el retiro de Tiberio en Capri, existió una gran tranquilidad en las fronteras, si bien se produjeron pequeños levantamientos en Tracia en el 26 y en Frisia en el 28.

En suma, las gestiones tiberianas no estuvieron destinadas a la consecución de la popularidad, sino sólo a garantizar la estabilidad iniciada por Augusto, pues de hecho la búsqueda de una buena gestión de las finanzas públicas y del saneamiento de la economía no estuvo acompañada de medidas populistas.

CALÍGULA (37-41)

A la muerte de Tiberio, se volvió a plantear nuevamente el problema de la sucesión. Calígula, hijo menor de Germánico y de Agripina, asumió el poder a los veintitrés años de edad tras el juramento de las tropas pretorianas y el posterior reconocimiento del Senado. Desde el principio, puso énfasis en su descendencia de la familia Julia, lo que le permitió una gran popularidad en todo el Imperio. Como emperador, y a diferencia de su antecesor en el poder, se hizo conceder de una sola vez todos los títulos imperiales: imperator, Caesar, pater patriae, potestas tribunicia, pontifex maximus y consul vitalis.

La biografía que Suetonio realizó sobre Calígula en Vida de los césares es probablemente la versión que más ha influido en la historiografía posterior. Según la tradición historiográfica, en su gobierno se pueden distinguir dos fases: una primera en la que Calígula se presentó como restaurador de la libertad y prosenatorial, y una segunda, iniciada a raíz de una grave enfermedad, posiblemente la epilepsia, caracterizada por su comportamiento tiránico y su obsesión por la acumulación de riquezas sin importarle los procedimientos para conseguirlo —así por ejemplo ejecutó a Ptolomeo de Mauritania para poder confiscar el tesoro de su país.

Calígula apoyó su poder en los caballeros, en los libertos imperiales y en la plebe de Roma, a la que repartió ayudas con gran prodigalidad siempre y cuando existiesen reservas suficientes en las arcas del Estado.

Influido por los modelos políticos orientales, concretamente por la monarquía del Egipto helenístico, dotó a su gobierno de una base religiosa a través de su presentación como reencarnación o representación de la divinidad en la tierra, o mediante la introducción de una serie de cultos y prácticas de clara tradición egipcia: reintroducción del culto a la diosa Isis, matrimonio con su hermana Drusila, mantenimiento como invitados a hijos de reyes de pueblos vasallos o aliados, etcétera.

Cayo Julio César Germánico, conocido como Calígula, sobrenombre que los soldados de su padre le dieron cuando de niño frecuentaba los campamentos con sandalias militares (caligae), procuró ganarse el favor de la plebe y del ejército mediante la puesta en práctica de una política de donaciones, celebración de juegos y construcción de obras públicas que agotó las reservas financieras. Anverso de un áureo de Calígula con su efigie.

En lo que se refiere a la política de fronteras, pretendió conseguir importantes logros militares con los que poder igualarse a sus antecesores. Sin embargo, las expediciones a Germania y a Britania no fueron sino un auténtico desastre donde no se obtuvieron las expectativas deseadas.

La progresiva enemistad existente contra el Senado y contra determinados sectores del Ejército provocó la aparición de varios complots contra el emperador. El dirigido por Casio Querea, tribuno de las tropas pretorianas, a comienzos del 41 acabó con la vida del emperador, su mujer Cesonia y su hija Drusila. Serían estos soldados pretorianos quienes acto seguido y en un contexto dominado por la violencia y las intrigas de palacio eligiesen a Claudio como el nuevo emperador.

CLAUDIO (41-54)

Generalmente, la imagen transmitida por la historiografía antigua nos presenta a Claudio como un emperador falto de las virtudes propias de un buen gobernante. Ni Augusto ni Tiberio tuvieron confianza en las capacidades de Claudio para ejercer como emperador. Además, sus defectos físicos, como la cojera o el tartamudeo, eran los típicos de un niño deforme cuyo sacrificio se aconsejaba por ser considerado una señal de malos auspicios.

Claudio llegó al Gobierno concediendo importantes recompensas a los pretorianos, defendiendo la vuelta a la legalidad, amnistiando a todos los exiliados por Calígula y rechazando en todo momento ser divinizado en vida. Según el relato de Suetonio, Claudio accedió por casualidad al trono imperial cuando contaba con cincuenta años de edad: cuando los pretorianos recorrían las estancias de la casa imperial encontraron a Claudio, asustado y escondido tras unas cortinas. Lo rescataron y lo proclamaron emperador —a partir de esta versión de los hechos, son varios los investigadores que han interpretado que, en realidad, Claudio tuvo conocimiento de los acontecimientos que se sucedieron en la corte imperial y que en todo momento fue consciente de que terminaría siendo elegido nuevo señor del Imperio—. Claudio habría tomado posesión de la casa imperial y tal suceso le permitió una serie de derechos. Si bien no pertenecía a la familia Julia, su hermano Germánico y su tío Tiberio entraron en ella a través de la adopción; y Claudio figuraba entre los herederos de Tiberio.

La tercera mujer de Claudio y madre de Germánico, Valeria Mesalina, aprovechó la debilidad de carácter de su esposo para conseguir sus ambiciones. Dio al emperador dos hijos, Británico y Octavia, pero su promiscuidad pronto se hizo notoria. En el año 48, celebró nupcias con el cónsul designado Cayo Silio. Con motivo de este escándalo, Narciso, el secretario del emperador, decidió que Mesalina debía ser ejecutada.

Si bien es cierto que Claudio no emprendió grandes reformas administrativas, gracias a las gestiones llevadas a cabo por sus libertos imperiales fue capaz de confirmar una administración muy eficiente. Por otro lado, defendió la religión tradicional, se mostró proclive a mejorar la aplicación de la justicia, amplió el número de ciudadanos romanos concediendo dicha ciudadanía a las poblaciones alpinas y a otras comunidades provinciales, perfeccionó el sistema de las distribuciones gratuitas de alimentos y emprendió la construcción de varias obras como el puerto de Ostia o un nuevo acueducto. Los fines de esta política se centraban fundamentalmente en desarrollar la romanización de las provincias, ampliar la base social del poder imperial e ir equiparando jurídicamente las provincias con Italia. Además, para acabar con las excentricidades de su antecesor, procuró rehabilitar la imagen del Senado devolviendo a los senadores o a sus familias las propiedades confiscadas.

Por lo que respecta a la política provincial, Claudio inició una estrategia de mayor integración de la población oriental y permitió que la población provincial mantuviese la devoción a sus dioses tradicionales. En este sentido, libró a los judíos de Palestina y a los judíos de Alejandría de la obligación de aceptar el culto imperial. Las provincias de Macedonia y Acaya se convirtieron en senatoriales, Crimea fue separada del Ponto y Tracia fue completamente anexionada.

Los planes iniciados por Calígula con el asesinato de Ptolomeo, rey de Mauritania, los completó Claudio en el 42 con la represión de las protestas locales y la conversión de Mauritania en dos nuevas provincias romanas: la Mauritania Cesariense, con capital en Caesarea (Cherchel), y la Mauritania Tingitana, con capital en Tingis (Tánger).

Pero sin duda alguna, el mayor logro de Claudio consistió en la conquista de Britania y su conversión en provincia romana. Aprovechando las enemistades internas de las distintas tribus allí radicadas y con el pretexto de proteger a los comerciantes romanos que actuaban en la isla, Claudio dirigió su invasión al mando de cuatro legiones. Tras confirmar el dominio en el sur de la isla, Claudio pudo celebrar este triunfo en Roma y convertir a Britania en una provincia imperial.

Agripina la Menor, sobrina y cuarta esposa de Claudio, a pesar de que el derecho romano no reconocía relaciones matrimoniales entre parientes tan próximos, influyó en muchas de las decisiones que su marido tomó al final de su gobierno. Se la considera la responsable de haber preparado la sucesión al trono imperial a Nerón aconsejando el asesinato de cualquier oponente, e incluso es sospechosa de haber envenenado a Claudio.

En los últimos años de su gobierno, Agripina la Menor, la cuarta y última esposa de Claudio, quien desde el primer momento quiso situarse como la cabeza dirigente del Imperio, contó con una ambición desmedida que la llevó a convencer al emperador para que adoptase a Nerón, hijo de su primer matrimonio. Los consejeros de Claudio lo alertaron haciéndole ver que con tal adopción afectaba a las aspiraciones de su propio hijo Británico, más joven que Nerón. Sin embargo, cuando Claudio quiso reaccionar fue demasiado tarde, pues su propio médico lo envenenó cumpliendo órdenes de Agripina.

NERÓN (54-68)

El acceso de Nerón al trono imperial, preparado tanto por su madre, Agripina la Menor, como por los libertos de la casa imperial, fue muy similar al de su antecesor, pues los pretorianos lo nombraron emperador y, seguidamente, el Senado le concedió todos los títulos imperiales salvo el de padre de la patria. Como Claudio, Nerón procedió a la concesión de un donativo de quince mil sestercios a cada pretoriano en gratitud por su fidelidad.

Como en el caso de Calígula, la tradición historiográfica distingue dos fases radicalmente distintas en su gobierno: la primera, conocida como el gobierno tutelado, se prolongó entre los años 54 al 62 y la segunda, conocida como la etapa del gobierno tiránico, concluyó con su muerte en el 68.

Durante la primera etapa, Nerón, a instancias de Agripina, su tutor Séneca y el prefecto del pretorio, Afranio Burro, adoptó una política prosenatorial, de buenas relaciones con la clase ecuestre y de continuidad ideológica con la línea que habían mostrado sus predecesores. Gracias a estas medidas no existieron conflictos armados en las fronteras y la Administración del Estado funcionó con regularidad.

Durante los cinco primeros años de su gobierno, el llamado Quinquenio áureo, Nerón, unido en matrimonio con Claudia, hija de Mesalina y Claudio, mantuvo la estabilidad de unas buenas relaciones familiares con Británico, su hermano adoptivo, mandado envenenar en el 55, con Agripina, con sus preceptores y con la clase senatorial y ecuestre. Sin embargo, el amor que sentía por Popea Sabina, mujer ya dos veces casada, provocó que su actitud virase a partir del 58, pues sus más cercanos consejeros fueron progresivamente apartados o eliminados y, de la misma manera, Agripina, que rechazaba el matrimonio de su hijo con Popea, fue asesinada en el mar en el 59. Al año siguiente, Pedanio Secundo, prefecto de la ciudad de Roma, fue condenado a muerte, y en el 62 Nerón ordenó asesinar a su ex mujer Octavia, al liberto Palas, colaborador de Agripina, y al prefecto del pretorio Burro. Desde entonces, y tras haber repudiado a Octavia alegando esterilidad, Popea y Tigelino, el nuevo prefecto del pretorio, se convirtieron en sus más cercanos consejeros.

La segunda etapa del gobierno de Nerón, período en el que se acentuó el ejercicio de un poder monárquico y despótico por parte del emperador, vino caracterizada por una política destinada a embellecer la casa imperial y la capital del Imperio, la renovación cultural y de las artes y la exaltación de sus dotes artísticas. Durante esta época, Nerón pretendió basar su poder sobre el principio de que el emperador era un ser de naturaleza divina.

Según relata Suetonio, los mejores arquitectos, escultores y pintores del momento participaron en la construcción y monumentalización de la nueva residencia imperial en el monte Esquilino, la Domus Aurea o «Casa Dorada». Planta de la Domus Aurea realizada por Filippo Coarelli e imagen de una de sus estancias.

Apasionado por la cultura griega, anunció la definitiva libertad de toda Grecia concediendo la ciudadanía romana a muchos miembros de las élites locales, comportamiento que le permitió ser divinizado en vida por el pueblo griego.

Para sanear las arcas del Estado, debilitadas a consecuencia de los despilfarros de los últimos años, Nerón recurrió a una serie de medidas extraordinarias como el incremento de algunos de los impuestos indirectos, la reforma monetaria en la que se redujo el peso de las monedas de oro y de plata, si bien respetó la equivalencia entre ambas, o el despojar de bienes a algunos templos.

A raíz del gran incendio del 64 que acabó con tres barrios enteros de la ciudad, y del que el rumor popular hizo responsables a los cristianos provocando la primera persecución de estos en el Imperio romano, Nerón pudo modificar el trazado y las construcciones de Roma que exigieron grandes desembolsos. En la imagen, anverso de un áureo de Nerón con su efigie.

Por lo que respecta a la política de fronteras, las campañas del general Cneo Domicio Corbulón en Oriente y la política de alianzas con los pequeños reinos de las fronteras permitieron a Nerón consolidar los dominios romanos. Sin embargo, no todo fue estabilidad en política exterior, pues en el 67 Nerón se vio en la obligación de acabar con la revuelta protagonizada por los judíos, quienes ansiaban librarse del dominio romano. En este sentido, el entonces general Tito Flavio Vespasiano recibió la orden de acabar con dicha revuelta. Además, y de forma paralela, Nerón tuvo que sofocar la inestabilidad existente en algunas provincias occidentales como en Britania o Germania.

La línea política mostrada por Nerón durante sus últimos años de gobierno provocó la reacción senatorial mediante la aparición de conjuras destinadas a acabar con su régimen. Entre las más significativas se encontró la de Calpurnio Pisón en el año 65. Descubierta, los conjurados, entre los que se encontraban hombres muy representativos de la cultura romana del momento como el poeta Lucano o el filósofo estoico Séneca, el mentor del emperador, fueron condenados a muerte.

Tres años más tarde, en el 68, se produjo una nueva conspiración dirigida por Vindex, el legado imperial de la Galia Lugdunense.

Si bien las tropas imperiales lograron acabar con Vindex, el Senado logró convencer a Galba, gobernador de la Tarraconense, para que asumiera la sucesión imperial. Aclamado por los pretorianos, el Senado proclamó a Nerón enemigo público y ordenó su muerte. Sin embargo, y antes de ser capturado por sus oponentes, Nerón optó por el suicidio en el verano del 68.

Fue Claudio quien tomó la decisión de que Nerón fuese educado por el filósofo estoico Lucio Anneo Séneca, el cual se vio obligado a apartarse de la vida pública después de que Nerón se librase de su tutela. En el 65, Séneca acabó siendo condenado a muerte por su participación en una conjura que pretendía acabar con el régimen neroniano. Pedro Pablo Rubens, La muerte de Séneca, 1636. Museo del Prado, Madrid.

EL AÑO DE LOS CUATRO EMPERADORES (68-69)

La desaparición de la dinastía julio-claudia originó una guerra civil en la que diferentes ejércitos provinciales lucharon con el propósito de colocar en el poder a un jefe militar perteneciente a la nobleza romana.

Con el fin de elevar el número de sus tropas, Galba, quien para entonces contaba con setenta y tres años de edad, reclutó en la península ibérica una nueva legión, la VII Gemina. Contaba con el apoyo de Otón, el gobernador de la Lusitania, así como de las más notables familias de la Bética. Sin embargo, la actitud de los senadores, de las tropas pretorianas y de la plebe romana hacia Galba era progresivamente menos amistosa.

Galba buscó el apoyo de las legiones asentadas en las provincias para confirmar su poder. De esta manera, reemplazó al legado Verginio Rufo por Vitelio en la dirección de las legiones de Germania. Sin embargo, la elección de Pisón como su sucesor no fue en absoluto un acierto al no contar con el suficiente prestigio entre los jefes militares de las provincias.

La elección de Galba llevó al entonces marginado Otón a emprender un acercamiento a los senadores neronianos y a los pretorianos. Así, en enero del 69, Galba moría asesinado por los seguidores de Otón, quien a partir de ese momento se hizo proclamar dueño del trono imperial siguiendo una línea política proneroniana.

Pero ni Vitelio ni sus legiones en Germania aceptaron al nuevo emperador, por lo que en abril del 69 se enfrentó a las tropas pretorianas de Otón al norte del río Po con el único propósito de desalojarlo del poder. Ante la incapacidad de sus tropas, Otón decidió suicidarse y Vitelio pudo ocupar Roma al frente de un enorme ejército al que nadie se atrevía a mostrar oposición. Asentado en el poder, Vitelio comenzó un régimen de terror y una política de aproximación a los círculos neronianos que despertó la oposición de un gran número de senadores y el malestar de la plebe.

Para poner fin a esta tesitura, las tropas provinciales asentadas en la frontera danubiana iniciaron la marcha sobre Italia a las órdenes del general Vespasiano. Al mismo tiempo, las tropas mandadas por Mucio, el gobernador de Siria, y las de Tito Julio Alejandro, prefecto de Egipto, proclamaron a Vespasiano emperador a la edad de setenta años en julio del 69. Por su parte Vitelio incrementó la represión. Finalmente, las tropas danubianas dirigidas por Antonio Primo entraron en Roma logrando derrotar a las tropas de Vitelio, quien fue aniquilado en diciembre del 69. Desde ese momento el Senado reconoció a Vespasiano como emperador, si bien este no entró en Roma hasta el otoño del año siguiente.

A partir de entonces, fue evidente que el emperador debía contar no sólo con el apoyo de los pretorianos sino también con el de las legiones provinciales.

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