Baby doll

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48. Lily

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48.LILY

Cinco meses. Habían pasado cinco meses exactos desde la muerte de Rick y Lily seguía aborreciendo tener que ir a visitar a Abby al Oakwood Behavioral Center. Llegó al centro para la visita semanal, pasó el control de seguridad y tomó asiento detrás de la mesa asignada, intentando ignorar el olor a desinfectante mientras iban entrando los pacientes, drogados y con la mirada vacía y vaga como consecuencia de la medicación.

Después del apuñalamiento de Rick, el frenesí de los medios de comunicación había llegado a su punto álgido. El ciclo de las noticias era insaciable y había alcanzado su máximo cuando había salido a la luz que Rick tenía un nuevo amor. Su prometida, una celadora de la cárcel, había exigido justicia para su amante asesinado. Las autoridades habían iniciado una investigación y habían descubierto que la mujer no era una chiflada como al principio se imaginaban y que Rick estaba planeando una fuga con ella. Las cartas de amor entre Rick y la mujer revelaron que él lo había orquestado todo.

La mujer, cuya cara aparecía en todos los programas de la mañana, imploraba al público que se sumara a su causa. Pero lo suyo era un chiste, una auténtica bufonada. Lily agradecía que nadie se la tomara en serio, que la gente se limitara a disfrutar con sus delirios. De hecho, el público estaba mayoritariamente del lado de Abby. Pero la ley era la ley. Abby había cometido un crimen y tendría que enfrentarse a las consecuencias.

Elijah, el fiscal del distrito, aceptó el alegato de enajenación mental temporal de Abby y esta fue trasladada por tiempo indeterminado a un centro de tratamiento de enfermos psiquiátricos de carácter moderado. Había personas que habían cometido crímenes violentos que pasaban un par de años en aquel tipo de instituciones mentales y luego eran puestas en libertad. Otras nunca llegaban a estar en condiciones para reincorporarse a la sociedad.

Lily estaba rabiosa por el hecho de que Abby tuviera que estar recluida. Se había impuesto como misión anular la sentencia y conseguir que su hermana volviera a casa. Se reunía continuamente con médicos y abogados y había llegado a hacerlo con cargos electos. Lo que fuera. Había salido incluso en las noticias y el gobernador había accedido finalmente a reunirse con ella.

—¿No te parece una gran noticia, Abby? Estoy prácticamente segura de que se mostrará receptivo con mis argumentos. Hubo un caso en California en el que una mujer mató al hombre que abusaba de ella y…

Abby le cogió las manos.

—Necesito que pares, Lil. Por favor.

Lily se quedó perpleja.

—¿Que pare qué?

—Con todo esto. Con las reuniones, con las entrevistas. Esto tiene que parar —le exigió Abby.

—Pero si puedo sentarme con el gobernador y explicarle que estás bien, podrás volver a casa.

—No quiero volver a casa.

Lily movió la cabeza.

—Esto es ridículo. En cuanto estés de nuevo en casa con todos nosotros, con David y con Wes…

—Mierda, Lily. No voy a salir de aquí —dijo Abby, levantado la voz y dando un puñetazo en la mesa.

Lily conocía muy bien aquella mirada de Abby. Era la mirada que había ocupado su cara durante ocho largos años. Una mirada de terror, total y absoluto.

Abby respiró hondo.

—Durante mucho tiempo, Lil, tenía miedo de todo. Del instituto y del trabajo, incluso ir al supermercado era una pesadilla. Todo lo que hacía me provocaba una sensación de miedo inexplicable. Estaba tan rabiosa y tan sola y tan…, tan perdida. Creía que tu vuelta a casa lo solucionaría, pero sigue ahí. Hirviendo en mi interior. Revoloteando. Quiero librarme de él. Quiero ser fuerte y estoy llegando a ello. Hay días que me despierto y casi me siento como mi antiguo yo, como la Abby que era antes de que desaparecieras. Quiero volver a reír. Quiero ser capaz de abrazar a mi hijo y de dormir al lado de Wes sin tener que preocuparme por que todo vaya a desaparecer de nuevo. Estoy aprendiendo a gestionar las cosas. Estoy haciendo las paces con lo que hice. Maté a una persona y tengo que vivir con eso. No puedo joder mi recuperación. Tengo que estar al cien por cien. Por Wes. Por David. Pero muy especialmente por ti, Lilypad.

Lily se quedó sentada sin saber ni qué decir ni qué hacer. Desde aquel día en la cárcel, cuando Abby la abrazó, cuando comprendió lo que había hecho su hermana, lo único que había deseado Lily era recomponer la situación. Pero si eso era lo que Abby quería, Lily estaba obligada a acatar sus deseos.

—En este caso, abandonaré mi lucha. Por el momento. Pero no puedes rendirte. Prométeme que harás todo lo posible para volver con todos nosotros.

—Sabes que lo haré.

Lily respiró hondo y se obligó a no llorar.

—Ya basta de esto —dijo Abby—. Mamá me mencionó por teléfono que tenías buenas noticias.

Lily se quedó dudando.

—Le dije que no te comentara nada.

—Vamos, Lil, no me estarás escondiendo algo, ¿verdad?

Lily sonrió, hurgó en el interior del bolso y extrajo una carta. Abby examinó rápidamente el papel con la mirada.

—¿Entras en Bucknell?

—Una beca completa. ¿A que es increíble?

—¡La hostia! Mi hermana es un genio —dijo Abby, resplandeciente.

Cogió la carta de aceptación y se la enseñó al ordenanza que tenía más cerca.

—Reuben, mi hermana entrará en la universidad. ¿No te parece estupendo?

El ordenanza sonrió y levantó el pulgar para felicitarla. Lily recuperó la carta y le costó no ruborizarse. Abby se quedó mirándola. La sonrisa se esfumó con rapidez.

—Veamos, ¿a qué viene esa cara de asco? Es una gran noticia. Tendrías que estar dando saltos de alegría.

Lily rara vez hablaba de sus problemas. Lo último que quería era desperdiciar el tiempo limitado que tenía con Abby hablando de sus problemas.

—Pero no sé si estoy preparada.

—Estás preparadísima. Sería una locura no ir. Y todo el mundo sabe que aquí la experta en locos soy yo —dijo Abby, con una carcajada burlona.

Pero Lily no tenía todavía clara su decisión.

—Seré mayor que los demás estudiantes.

—¿Y eso qué más da? Hay gente que vuelve a la universidad con más de cincuenta años. Es tu oportunidad de hacer algo normal. De ser normal. ¿No es eso lo que quieres?

Sí, eso era lo que quería Lily, casi tanto como poder sacar a Abby de aquel lugar. Lo había estado hablando con la doctora Amari, que insistía en que sería un paso enorme en su recuperación. El dinero no era problema. Lily tenía dinero de sobra para la matricula. Había pensado en la Universidad de Nueva York o en la Universidad de California en Los Ángeles, los lugares donde había soñado estudiar cuando tenía dieciséis años y creía que todo era posible. Pero tenía que estar cerca de Abby y de Eve, y Sky necesitaba estabilidad y un entorno familiar. Lily había mirado en otras universidades, pero la Universidad Bucknell era la más cercana y ofrecían un programa de diseño sostenible muy bueno. Lily había empezado a ocuparse del jardín como una manera de recordar a su padre, como una afición para estar al aire libre, pero había evolucionado hasta convertirse en una pasión. Pensar en crear belleza a partir del caos y trabajar como paisajista le atraía mucho.

—Lilypad, escúchame bien. No podemos volver atrás ni cambiar nada. Ni el día en que Rick te robó y te alejó de todo. Ni los ocho años que hemos perdido. Ni el día que… —Abby nunca hablaba de lo que pasó en los juzgados, o al menos no lo hablaba con Lily—. Pero el futuro…, el futuro es todo tuyo.

Lily le prometió a Abby que se lo pensaría. Siempre había tantas cosas de que hablar pero las horas de visita se le hacían cortas. Lily abrazó a su hermana y le dijo adiós al oído. Lily aborrecía aquel momento, el momento de la despedida. Por mucho que viera a Abby una vez a la semana y hablaran a diario por teléfono, nunca tenía suficiente. Aún debían recuperar todo el tiempo perdido.

Abby le dio un beso en la frente a Lily y la miró a los ojos.

—No permitas que te robe ni una cosa más, Lilypad. Ni una cosa más.

El ordenanza se llevó a Abby y Lily empezó a sentirse insegura. Si no iba a la universidad, si rechazaba aquella oportunidad, todos los sacrificios de Abby no habrían valido para nada. Pero seguir adelante significaría aceptar que la vida de Abby se había convertido en aquello. ¿Podía hacerlo? ¿Podía dejar atrás a Abby? ¿Dejarla allí? Lily se dejó caer de nuevo en la silla, paralizada por la indecisión. Después de todo lo que habían pasado, de todo lo que habían logrado superar, eran más idénticas que nunca y, a la vez, dos mundos distintos.

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