Baby doll

Baby doll


16. Eve

Página 18 de 55

1

6

.

E

V

E

En cuanto las chicas estuvieron instaladas, Eve se reunió con la doctora Amari, que quería discutir con ella el plan de tratamiento. Ambas llevaban cerca de doce años trabajando en el hospital. La doctora Amari fue sincera y alertó a Eve de que no sería fácil.

—Las chicas serán las que tendrán que tomar las riendas, Eve. Tendrán que hacerlo ellas. Pero tú jugarás un papel importante en su recuperación.

Eve le prometió que haría todo lo que estuviera en sus manos para reconstruir su familia. De vuelta a la habitación de Lily, vio a Wes sentado en la sala de espera, la cabeza entre las manos. Nunca lo había visto tan triste, y eso era decir mucho.

Eve se frotó la nuca al percibir aquel dolor tan familiar, el dolor que se iniciaba cuando su vida entraba en una espiral que se escapaba de su control. Había hecho yoga, había visitado montones de quiroprácticos, había probado con acupuntura, pero nada le había funcionado. Al final, uno de los muchos terapeutas que había visitado le había recomendado «amor duro».

«El estrés tiene que descargarse por algún lado, Eve. Es un organismo vivo que está en tu interior. Y no se marchará hasta que exorcices todos tus demonios», le había dicho.

Eve había dejado de visitar a aquel terapeuta ese mismo día. ¿Por qué pagar ciento cincuenta dólares la hora para oír a alguien hablar sin parar sobre cómo ella tenía en su interior el poder necesario para solucionar su propia vida? De haber tenido ese tipo de poder, ya la habría solucionado. Pero, chico, ahora sí que tenía poder. Eve ya estaba pensando en la demanda que iba a interponer contra el instituto. Eso lo daba por hecho. Demandaría al instituto, al distrito escolar. Incluso se planteaba demandar a la ciudad de Lancaster. Todos iban a pagar por no haber protegido a su pequeña. Pero eso sería más adelante. Ahora, lo importante era asegurarse de que Wes estaba bien. Por mucho que quisiera aliviar sus preocupaciones, Eve sabía que cuanto más presionara Wes a Abby, más empeoraría las cosas. Wes levantó la vista cuando Eve se acercó, sus ojos inyectados en sangre como consecuencia del agotamiento y la preocupación.

—¿Has visto a Abby? Ya sé que es una locura. Pero está desquiciándose. Se ha convencido de que Lily la odiará si averigua lo nuestro.

—Ya sabes cómo es Abby —contestó Eve.

—¿Una loca? —replicó él. Frustrado, Wes se interrumpió—. No quería decir eso. Pero vamos a tener un hijo. Y eso cuenta para algo, creo.

—Abby necesita un poco de tiempo. Las dos lo necesitan.

Wes estaba cabreado. Se notaba, por mucho que intentara disimularlo. Eve siempre había admirado aquel rasgo, que había visto en acción una y otra vez a lo largo de los años. Sabía que era un mecanismo de defensa, una forma de protegerse. Wes era un buen chico a pesar de la mala suerte que siempre le había acompañado. Su madre había muerto cuando él estaba en secundaria y lo había criado su padre. Joe no era un borracho malo, pero no estaba preparado para ser padre soltero. Era un inútil tanto para criar a su hijo como para encontrar un trabajo estable. Eve sabía que esa era en parte la razón por la cual Wes pasaba tanto tiempo en su casa, un lugar con apariencia de orden y normalidad. A menudo pensaba que Lily era la salvación de Wes, que ella le había ayudado a llenar el vacío de su vida. Al principio le preocupaba que Lily y Wes fueran tan en serio. Eran demasiado jóvenes, le comentaba a Dave. Pero Wes era tan buen chico que era imposible poner objeciones a la relación.

Después de la desaparición de Lily, Wes había seguido allí. Eve había observado la transformación de Abby en alguien prácticamente irreconocible. Un día, la arrestaban por hurtar pintura en una tienda después de haberse saltado las clases. Al día siguiente, se quedaba catatónica, se negaba a salir de la habitación y no quería hablar con nadie. Abby estaba enfadada con Eve por muchísimas cosas. Por la muerte de Dave. Por las terribles decisiones de Eve con respecto a los hombres…, y había habido muchos. Wes fue el salvador de Abby y la había rescatado del borde del abismo una y otra vez.

Cuando Abby y Wes empezaron a salir —o comoquiera que le llamaran a eso hoy en día—, Eve se sintió agradecida y desistió voluntariamente de cualquier responsabilidad. Una gemela nunca tenía que estar sola. Los gemelos llegaban a este mundo con pareja. Si Wes estaba dispuesto a llenar el vacío de Lily, Eve no pensaba impedírselo. Había permitido que la relación continuase y entonces, justo antes de la ceremonia de graduación del instituto, Wes se había plantado en el hospital y había llamado a la puerta del despacho de Eve. Habían ido a tomar un café a la cantina, se habían sentado en la misma mesa donde Dave y ella habían compartido innumerables comidas: Dave el atractivo médico de urgencias, Eve la burócrata directora del hospital. Wes estaba nervioso y había empezado a jugar con un sobre de azúcar vacío, sin levantar la vista de la mesa.

—Voy a ir a la Universidad de Pensilvania. Me han concedido una beca completa —le había dicho.

Eve esbozó una sonrisa radiante, de madre orgullosa.

—Es fabuloso, Wesley. Felicidades.

Pero Wes no estaba para celebraciones. De hecho, daba la sensación de que aquella oportunidad lo atormentaba.

—No estoy seguro de si debería ir. Me refiero a que Abby se quedará aquí y…, no sé.

Su consideración conmovió a Eve. Aunque también se sintió avergonzada. Ella le había fallado. Aquel chico tan bondadoso y tan dulce había hecho su parte. Evitar que Abby se derrumbara no era su responsabilidad. Era el trabajo de Eve.

—Para, Wes. Sé lo duro que has trabajado para lograr esto. Lo mucho que has conseguido a pesar de tus circunstancias.

—Lo sé. Pero Abby…

—Estará bien. Sé que la quieres, pero escúchame. No puedes renunciar a tu futuro por ella. Te lo mereces. Vas a aceptar esa beca. ¿Me estás escuchando?

Wes se había marchado, atormentado por el peso de la decisión. Eve estaba segura de que se quedaría, de que su sentido de la obligación podría con él, pero en otoño se marchó a la universidad. Al principio, Abby se había tambaleado, pero al final había logrado serenarse, había retomado los estudios y se había sacado el título de enfermería. Había empezado a visitar a un terapeuta. Pero las grietas seguían allí. Las borracheras. Las pastillas. El sexo ocasional. Los ingresos hospitalarios.

Cuando Wes volvió, cuando lo vieron en el T. G. I. Friday’s, Eve supo al instante que las cosas entre ellos dos no estaban resueltas. Lo del embarazo no la había emocionado especialmente. Eran aún muy jóvenes y el estado de sobriedad de Abby era precario. Pero una pequeña parte de Eve confiaba en que aquel bebé le diera a Abby un motivo para serenarse. Aunque no estaba siendo así.

Wes tosió para aclararse la garganta y esperó a que Eve le dijera qué hacer.

—Eve, me alegro más que nadie del regreso de Lily. Pero Abby no puede borrarme del mapa.

Eve sabía que eso era justo lo que pensaba hacer Abby para proteger a Lily de la verdad. Pero no pensaba decírselo a Wes.

—Dale un par de días. Pensaremos en cómo solucionar este tema.

—De acuerdo, esperaré. De momento. Pero no puedo quedarme sentado sin hacer nada. ¿Necesitáis alguna cosa?

Eso era lo que admiraba de Wes. No se hundía. Siempre iba hacia delante.

Eve tenía un millón de tareas acechándola, pero la más apremiante era ir a recoger al resto de la familia al aeropuerto.

—Mis padres y la madre de Dave llegan mañana al mediodía. ¿Podrías ir a recogerlos al aeropuerto?

—Hecho. Pásame un mensaje con los datos del vuelo. Cualquier cosa que necesites, Eve, sabes que puedes contar conmigo.

—Eres un buen hombre, Wes.

Nunca se le había dado bien aceptar cumplidos, de modo que Wes ignoró el comentario.

—Hazme un favor y dile a Abby que la quiero.

Eve estaba segura de que eso era lo último que Abby quería oír en aquel momento, pero le debía a Wes cierta paz mental.

—Lo haré. Sé fuerte, cariño —dijo.

Wes se marchó y dejó a Eve sola en el vestíbulo desierto. Se dejó caer al instante en una de aquellas sillas de respaldo duro. Tenía ganas de ver a las chicas, pero necesitaba un minuto. Lo siguiente que percibió Eve fue que estaban zarandeándola. Levantó la vista y descubrió a Tommy, mirándola. Se pasó la mano por el pelo, consciente de que estaba hecha un desastre. Pero Tommy no pareció darle importancia. Sombrero en mano, se movió arrastrando los pies. Eve reconoció la expresión tensa de sus facciones.

—¿Qué sucede?

—He querido que lo sepas por mí. Han enviado al FBI para que supervise el caso. No están muy contentos por cómo se desarrolló todo en el instituto. Intenté decirles que no tuve otra elección, que lo hicimos todo tal como quería Lily, pero existen bastantes probabilidades de que me manden al banquillo.

—Eso es una mierda. Sabes que es una mierda. —Eve no pudo contener la rabia. Tommy había estado allí todos esos años, trabajando infatigablemente en el caso, y ahora el FBI quería inmiscuirse—. Es tu caso. Pelearé. Pienso protestar.

Tommy levantó las manos.

—Necesitas a alguien imparcial. Odio a ese tipo, y seguramente lo saben. Seguiré estando involucrado. Lo único distinto será que no llevaré la batuta.

Eve iba a estrecharle la mano pero, sin darse cuenta, se encontró entre sus brazos. Él la abrazó con fuerza y ella aspiró el aroma masculino a colonia y sudor. Se quedó allí más tiempo de lo que debería, hasta que él por fin se retiró. Había algo más que no estaba contándole.

—¿Qué hay? ¿Qué pasa? —preguntó Eve—. Puedo soportar lo que sea. Pero dímelo.

—Hasta el momento, hay media docena de vídeos en la red del arresto de Rick y el derrumbe de Abby. Se ha vuelto oficialmente viral. Perdona el lenguaje, pero es un puto

show de mierda en toda la regla. Tienes que estar preparada.

Eve se sujetó a la silla para mantener el equilibrio.

—Con eso sí que no voy a poder, Tommy. Y tampoco las chicas.

—Lo sé. Haré todo lo que esté en mis manos para protegeros de esto.

Eve vio la bondad en sus ojos, esa bondad que había detectado aquel primer día en la cocina cuando le juró que encontraría a su hija.

—Tengo que reunirme con los federales en la cabaña de Hanson, pero si necesitas cualquier cosa, Eve, supongo que sigues teniendo mi número.

—Por supuesto.

Se quedaron mirándose, el silencio hablando mucho más que las palabras. Tommy se marchó finalmente y Eve volvió a quedarse sola. Profundamente sola. Siguió pensando en qué pasaría con Lily y Sky. ¿Cómo sortearían lo de Wes y Abby? Racionalmente, Eve sabía que el futuro le aportaría muchos más retos de los que jamás podría haberse imaginado. Pero de momento, pensaba centrarse en lo positivo. Estaba de nuevo con Abby y Lily, y también con Sky. Tenía una nieta. El resto carecía de importancia. Su vida, y también la vida de sus hijas, sería perfecta de ahora en adelante. Tenía que serlo.

Ir a la siguiente página

Report Page