Baby doll

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24. Lily

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Wes conducía su todoterreno, las manos sujetando con fuerza el volante, los ojos clavados en la carretera de camino hacia la cárcel del condado. Lily iba sentada a su lado e intentaba mantener la calma y acordarse de que Abby lo había hecho por ella, que lo había hecho porque la quería.

Nadie ponía en duda que Lily haría cualquier cosa por Abby. Lily quería lo bastante a su hermana como para dejar en casa a su hija. Había dejado a Sky con su madre y había subido al coche de Wes para acompañarlo a comisaría. No le gustaba nada la idea de no estar con Sky, pero no quedaba otro remedio. No, si quería asegurarse de que Abby estuviera bien. Confiaba además en que sus sacrificios aminoraran el golpe cuando Wes y ella volvieran a estar juntos.

Solo que llevaban diez minutos en el coche y Wes no la había mirado ni una sola vez. De hecho, era casi como si ella no estuviera.

«Mírame —quería gritar Lily—. A la que quieres es a mí. ¡A mí!». Ella era más guapa que Abby, más delgada… Lily contaba con que su nuevo peinado y su ropa nueva la transformaran en alguien deseable, en una mujer que los hombres pudieran querer, en una mujer que Wes pudiera querer. Pero ni siquiera se había dado cuenta.

Lily sabía que no estaba actuando con honestidad. Que debería haberle contado a Abby que aún albergaba sentimientos hacia Wes. Había habido tiempo suficiente para tratar esa cuestión. Lily no estaba haciendo nada malo. Wes había sido su primer amor. Abby tendría que entenderlo. En cuanto Wes y ella volvieran a estar juntos y Abby viera lo felices que eran, tendría que perdonarla. ¿Cómo no hacerlo?

Wes tamborileó con nerviosismo en el volante y miró de reojo el paquete de tabaco que tenía en la guantera abierta del todoterreno.

—Si quieres fumar, adelante. No me molesta —dijo Lily.

—¿En serio? Abby se pone como loca. Aunque fume solo uno de vez en cuando, se comporta como si fuese el fin del mundo.

—Fuma todo lo que te apetezca —insistió Lily, prometiéndose que cuando estuvieran juntos nunca le impondría ni reglas ni normas. Ambos serían libres para hacer lo que quisieran. Ella se convertiría en la novia perfecta.

Wes esbozó una breve sonrisa, cogió el paquete de Marlboro y encendió un cigarrillo. Le dio una buena calada y exhaló el humo.

—Siempre es igual. Nunca piensa antes de actuar. Es una temeraria.

—Lo hizo por mí.

Wes meneó la cabeza con énfasis.

—Hace mierdas de este estilo constantemente.

Le cogió una mano a Lily y se la apretó. La ternura de aquel contacto transportó a Lily a la chica inocente que había sido, cuando ocupaba el asiento del acompañante del coche del chico que tanto amaba. Cuando Wes devolvió la mano al volante, Lily experimentó una intensa sensación de vacío.

—Abby es condenadamente emocional y testaruda. Me vuelve loco.

Lily contuvo la irritación que le producía el hecho de que Wes siguiese hablando de Abby. Extendió el brazo para acariciarle con cuidado la mano.

—Todo saldrá bien —dijo.

Necesitaba recordarle cómo se sentía cuando estaban juntos. Wes necesitaba recordar. Wes sonrió y esta vez no apartó la mano. Lo sabía. Aún la quería. Lily sabía que no era un gesto grandioso, pero se lo tomaría con calma y reconstruiría lo que fueron en su día. Por el momento, ya era suficiente. Lily quería a Abby. Haría cualquier cosa por su hermana. Pero en todo lo referente a Wes, la suerte estaba echada.

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