Baby doll

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25. Abby

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Abby contuvo la respiración en un intento de mantener la calma mientras deambulaba de un lado a otro de la celda provisional donde la habían encerrado. ¿Cómo podía haber sido tan imbécil? Esto era lo último que Lily necesitaba. Era lo último que cualquiera de ellas necesitaba.

Habían pasado casi cinco años desde la última vez que se había enfrentado a problemas con la justicia, pero era como si nada hubiera cambiado. Aquel olor metálico a orines seguía allí, junto con los gritos y la desesperanza, junto con la interminable riada de criminales locos y de policías agobiados que trataban con ellos. De adolescente, Abby había hecho todo lo que había estado en sus manos para castigar a su madre, para castigar al mundo por la desaparición de Lily. Recordaba perfectamente la cara de decepción de su madre cada vez que la reclamaban en comisaría y aparecía, talonario en mano, dispuesta a pagar la fianza para sacarla de líos. Recordaba los sermones y las amenazas, que no habían logrado nunca disuadirla de nada. Pero se había recuperado. Abby no tenía nada que ver con un lugar como ese. La que debería estar encerrada era Missy Hanson. Tuvo que contenerse para no gritar o montar una escena.

«Sé buena —se dijo—. No te metas en más problemas».

Le tomaron las huellas dactilares y la foto de la ficha. Se reunió con el abogado que había contratado Wes, Dan o Doug algo. Enseguida le había dicho que aquello era una treta desesperada y que Missy Hanson intentaba ganarse las simpatías de la gente. Pero Abby había proferido amenazas contra Missy Hanson y lo había hecho, además, delante de testigos. Estaba acusada de acoso y allanamiento de morada, ambos delitos menores, pero Abby estaba decidida a luchar.

Le resultaba increíble haber sido tan tonta como para pensar que Missy las dejaría en paz. Nadie se pasa la vida al lado de un hombre capaz de hacer cosas como las que había hecho el señor Hanson sin ser también una persona retorcida.

Cuando llegaron Lily y Wes, lo único que tuvo que hacer Abby fue presentar la fianza. Wes insistió en pagarla y, por una vez, Abby no le llevó la contraria. Sus náuseas matutinas habían sido interminables y le habían recortado las guardias en el hospital. Necesitaría hasta el último céntimo para cuando el invasor alienígena llegara.

Abby tuvo que prometer también que se mantendría a una distancia mínima de ciento cincuenta metros de Missy Hanson y su familia; un trago amargo, la verdad, pero accedió a ello. Por el momento, al menos.

Quedó en libertad. Wes escoltó a las chicas, intentando protegerlas de los reporteros, que se habían reproducido como cucarachas y revoloteaban por todas partes, lanzando preguntas a gritos.

«¿Es verdad que amenazaste a Missy Hanson?».

«¿Qué le dijiste?».

«Lily, ¿piensas matar a la criatura de Rick Hanson?», gritó una de las reporteras, con la potencia suficiente como para sofocar las voces de los demás, la pregunta cayendo con todo su peso sobre el silencio que siguió.

De entrada, Abby se quedó confusa. ¿Por qué demonios querría Lily matar a Sky? Pero Lily se quedó inmóvil. Los reporteros, que intuyeron enseguida que habían dado con una noticia aún más escabrosa, se pegaron a ellos. A pesar del silencio de Lily, la misma reportera disparó otra pregunta.

—Estás embarazada de otro hijo de Rick Hanson, ¿verdad? ¿Piensas abortar?

Nadie dijo nada. Abby no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Que Lily estaba embarazada? ¿De un hijo de Rick? ¿De otro bebé? No había mencionado nada. Abby examinó el mar de caras curiosas y su rabia fue en aumento. ¿Por qué tenían que humillar a su hermana? ¿Por qué tenían que hacerle pasar a Lily aquel mal trago? ¿Por qué no la emprendían con Rick? Necesitaban llegar al todoterreno de Wes. Enseguida. Tenía que alejar a Lily de allí. Wes estaba intentando abrir la puerta, apartando a los reporteros de su camino.

—¡Parad! ¡Parad ya con tantas preguntas! ¡Dejadnos en paz! —gritó Abby.

Uno de los reporteros consiguió llegar hasta ellos. Abby tropezó, en un intento de protegerse. Se giró rápidamente, buscando al causante del empujón.

—Pero ¿qué os pasa, tíos?

La situación empezaba a desmadrarse cuando Lily, de repente, cobró vida. Tiró de Abby, la abrazó y se enfrentó a las cámaras, su mirada serena y directa.

—¿Queréis conocer la verdad? Sí, estoy embarazada y sí, es un hijo de Rick Hanson. Lo que haga a partir de ahora es mi decisión, única y exclusivamente mía. Podéis formular todas las preguntas que os venga en gana, pero no vamos a responderlas. —Lily enarcó las cejas y miró a Abby. Se giró de nuevo hacia los reporteros—. Y ahora, idos a la mierda.

A pesar de la sorpresa, Abby jamás se había sentido más orgullosa de Lily. Segundos más tarde, estaban en el todoterreno. Lily se sentó en el medio, al lado de Wes. Abby en el otro lado, junto a la ventanilla. El peso del secreto de Lily consumía cualquier espacio restante que pudiera quedar en el vehículo.

Wes se puso en marcha, lanzando de vez en cuando miradas a las dos chicas, deseoso de decir algo, aunque, por una vez, supo comprender que debía mantener la boca cerrada.

—Lily, con respecto a lo de la criatura… —comenzó Abby.

—No quiero hablar del tema.

—Pero, Lil, tienes que decidir…

—Abby, que no quiero hablarlo —replicó Lily, dejándolo muy claro.

—No diré nada más —zanjó Abby.

Lily dejó caer los hombros, como si hubiera encontrado un instante de alivio, y fijó la vista en la carretera. Wes le dio unos golpecitos en la mano. Agotada, Lily suspiró y recostó la cabeza en el hombro de Wes. A Abby se le revolvió el estómago. Otra vez el invasor alienígena y las hormonas. Tenía que ser eso. «Deja de ser una imbécil. Lily necesita un amigo, alguien que le haga sentirse segura». Wes era estupendo para eso. Y además a ella le daba igual. Wes le importaba una mierda. No le importaba en absoluto.

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