Baby doll

Baby doll


27. Rick

Página 31 de 55

2

7

.

R

I

C

K

Missy lo había hecho. Había hecho todo lo necesario. No solo había contratado a uno de los mejores abogados defensores del país, sino que además había salido en las noticias a nivel nacional y había proclamado la fe que tenía depositada en él. Le costaba creer la buena suerte que había tenido. Missy no era solo buena. Era fantástica. Flanqueada por reporteros, perfectamente arreglada con su vestido azul marino y sus ondas de peluquería, se había mostrado como una mujer joven, dulce y tremendamente confiada. Había vuelto a visitarle y él le había contado lo de la foto, le había revelado la existencia de la caja fuerte donde la había escondido. Pero ella no se había mostrado dispuesta a darle carta blanca.

—Creo que necesitas ayuda, Rick. Ayuda psiquiátrica. Pero hemos estado casados quince años. No puedo marcharme sin más.

De modo que, aunque la historia que le había contado sobre Lily no había resultado del todo creíble, empezaba a tener buenas sensaciones con Missy y con sus posibilidades para salir de aquel lugar. Pasaron varios días y Missy acudió de nuevo a visitarlo, temblorosa, nerviosa, mirando a su alrededor como si tuviera miedo de que la hubieran seguido.

—¿Qué pasa, Missy?

—Creo que tienes razón, Rick. Creo que esas chicas están desequilibradas.

Rick se recostó en la silla. Aquello parecía prometedor.

—¿Qué ha pasado?

—Abby Riser se presentó en casa. Me amenazó. Me amenazó con…, con matarme.

Era perfecto. Ni él mismo podría haberlo planificado mejor.

—Te lo dije. Te dije que no están bien. Pero escúchame con atención: nada de todo esto es culpa tuya. Tú eres completamente inocente. Tendrás que protegerte —le había dicho.

—No sé qué hacer. Todo el mundo anda por ahí como si fueran los grandes portadores de la verdad. Nadie te creerá.

—¿Había testigos cuando te amenazó?

—Mis padres. Y los reporteros seguían también allí.

—Eso es perfecto, Missy. Solo tienes que contárselo al abogado. Cuéntale que te preocupa tu seguridad y que quieres una orden de alejamiento. Esa chica es una desequilibrada, y lo sabes. Es posible que mucha gente intente hacerte daño por lo que hice. No puedo cargar con ese peso en mi conciencia.

Cuando terminó la visita, había convencido a Missy de que tenía que plantarse y luchar. Se preguntaba qué más habría dicho aquella mala puta de Abby. Intuía que las dudas de Missy acerca de él iban en aumento, pero no lo había presionado para obtener más información. Rick había visto que Missy quería creerle. Que quería que todo fuese culpa de Lily para de ese modo poder seguir adelante con su rutinaria vida y vivir en la bendita ignorancia. La verdad es que había elegido muy bien.

Rick se llevó una decepción cuando no consiguió ver cómo arrestaban a Abby, cuando no consiguió ver la reacción de Lily. Pero, independientemente de eso, había sido una buena noticia. Había pasado la mayor parte del día animado. Incluso había logrado quedarse unos momentos a solas con aquella carcelera a la que le había echado el ojo. Se llamaba Angela, pero no sabía mucho más. Había intentado formularle un par de preguntas, confiando en obtener alguna pista sobre su persona, pero se había mostrado asustadiza.

«Mejor que mantengas la boca cerrada —le había dicho—. Si vuelven a venir a por ti otra vez, a lo mejor no podré detenerlos».

Rick había obedecido, pero la respuesta le había gustado. Angela estaba preocupada por su bienestar. Y eso quería decir algo. Lo consideró otra victoria. Estaba cenando, o comiendo lo que se consideraba cena en aquel agujero de mierda, cuando llegó Fred. Rick se preparó para lo que pudiera pasar y se preguntó si las palizas se convertirían en un ritual nocturno. Pero Fred no abrió la celda, sino que se limitó a apoyarse lánguidamente en los barrotes.

—Creo que toca darte la enhorabuena —dijo, con un tono jocoso en la voz.

Rick se quedó mirándolo. Era evidente que Fred había sido acosado en el instituto. Elegido el último para formar parte de los equipos deportivos. Hostigado en las taquillas. Por eso le importaba tanto el éxito de sus hijos. Era un debilucho y ahora estaba ahí, haciendo gala del único poder que había tenido en su vida. «Muy triste —pensó Rick—. Muy triste». Se planteó la posibilidad de ignorarlo, pero de hacerlo sabía que acabaría sufriendo otra paliza y tenía aún las costillas tan doloridas que le costaba respirar.

—No me digas. ¿Qué tengo que celebrar? —preguntó Rick, siguiéndole la corriente.

—Me han dicho que la semilla del diablo ha engendrado otro hijo.

Rick se quedó helado.

—¿Lily está embarazada?

—Confiemos en que la chica sea lo bastante inteligente como para quitárselo de encima. ¿Cómo te sientes, aquí encerrado y sabiendo que ella a buen seguro va a asesinar a tu hijo? Supongo que es justo, ya que tú le robaste a ella la infancia. —Fred rio entre dientes y se fue—. Buenas noches, hijo de la gran puta.

Rick se apartó de los barrotes. No quería que nadie, y mucho menos aquel gilipollas, viera lo rabioso que estaba, el gran esfuerzo que le estaba costando no perder por completo los nervios. No podía dejar de pensar en Lily, en cómo lo había engañado. Lily le decía que era feliz. Por eso le había permitido conservar a la niña.

Y así se lo compensaba. ¡Asesinando a aquella criatura, a su hijo! Rick estaba furioso y empezó a deambular de un lado a otro de la minúscula celda, crujiéndose los nudillos, su cabeza funcionando a mil por hora. Sabía qué tenía que hacer. Había tomado una decisión pero era desafortunada. Su decisión pondría en riesgo el plan con Missy, pero no pasaba nada. Ya había cumplido su objetivo. De ninguna manera podía permitir que Lily matara a su hijo. Se acercó a los barrotes y empezó a aporrearlos y a gritar.

—¡Carcelero! ¡Carcelero! ¡Es una emergencia! ¡Carcelero!

Siguió aporreando los barrotes hasta que Fred reapareció, su rostro crispado por la irritación.

—¿Qué cojones quieres ahora? —preguntó Fred.

—Necesito hablar con el responsable —contestó Rick.

—Ah, ¿sí? ¿Y qué demonios quieres decirle?

—Quiero confesar —replicó Rick.

Fred se quedó mirándolo, ya sin rastro de broma o burla en su actitud. Pasó la mano entre los barrotes y agarró a Rick por el cuello. Se lo apretó.

—¿Piensas contarle todo lo que le hiciste a la chica Riser?

Rick permaneció sin decir nada unos instantes. Negó entonces con la cabeza, disfrutando del poder que podía llegar a ejercer sobre aquel don nadie de mierda.

—No. Quiero hablarle sobre las demás.

Ir a la siguiente página

Report Page