Baby doll

Baby doll


33. Lily

Página 37 de 55

3

3

.

L

I

L

Y

«Dejadme en paz, por favor».

La frase se había convertido en el mantra de Lily. Hacía veintidós días que había instalado el campamento en su habitación y se sentía satisfecha allí encerrada, satisfecha de poder aislarse de Rick, de los medios de comunicación, de las demás víctimas y de cualquier otra cosa que se interpusiera en su camino. O eso, al menos, era lo que le decía a su familia. Pero la verdad era que, después de la conducta que había tenido en el hospital, Lily se sentía tan avergonzada que se veía incapaz de enfrentarse a nadie. Había redactado en el ordenador de Eve un largo mensaje de disculpa para Wes, explicándole lo que había significado para ella, explicándole que quería que Abby y él fueran felices. Al final, lo había borrado y había escrito únicamente: «Lo siento, Lily».

Había intentado hablar sobre el tema con Abby, pero su hermana no había querido.

«Ya está olvidado, Lil».

Pero Lily no podía olvidar aquella noche. No podía olvidar cuánto había deseado castigar a su hermana. ¿Y si volvía a hacerlo? ¿Y si Rick la había destruido? No, era más fácil permanecer encerrada en su habitación. Tenía a Sky para acurrucarse a su lado, para hacerla sentirse normal. Su madre le traía la comida por la mañana, al mediodía y a la noche. En el televisor de pantalla plana había una cantidad inaudita de canales. Lily llevaba años sin ver la televisión por cable. Allí solo tenían un televisor en blanco y negro con canales básicos que funcionaban esporádicamente. Lily estaba sorprendida con la enorme cantidad de entretenimiento estúpido que había. Estaba obsesionada con los programas de telerrealidad y con los problemas necios de la gente necia. Le gustaba ver cómo se peleaban por tonterías. ¿Quién conseguía una rosa? ¿Quién la lucía luego mejor? ¿Qué ama de casa era la más real? Era todo tan ridículo que no podía despegar la vista de la pantalla. Era mucho más fácil ver aquella mierda inútil que pensar en Rick y en las otras chicas o pensar en la cosa que estaba creciendo en su interior. Había encontrado el lugar perfecto para esconderse del mundo y del terror que acechaba en su subconsciente.

Y luego, un día, se despertó. La casa aún estaba oscura y Sky se había ido. La sacudió una oleada de terror. ¿Dónde estaba? A lo mejor Rick había enviado a alguien a por ella. Era posible. Con Rick cualquier cosa era posible.

Lily reprimió un grito e inspeccionó la habitación con la mirada, intentando mantener un ritmo de respiración pausado. Sky nunca se alejaba de Lily sin pedir permiso. Sky nunca hacía nada sin que antes Lily le diera su aprobación. Esperaba con paciencia a que Lily le dijera que sí y a menudo trataba de convencerla para que saliese de la habitación. Pero ahora se había ido.

Se levantó y ya estaba casi saliendo de la habitación cuando vio la punta de la colcha de ganchillo azul que había tejido su abuela asomando por el armario. Abrió la puerta rápidamente y descubrió a Sky, hecha un ovillo y profundamente dormida. Aliviada, Lily se arrodilló y cogió a su hija en brazos. La metió de nuevo en la cama, diciéndose que no había sido más que un hecho aislado. Aunque pronto pasó a convertirse en rutina, noche tras noche. Lily se despertaba de un sueño profundo y descubría a Sky durmiendo en el armario. Lily intentó ignorar lo que estaba pasando, intentó decirse que Sky mejoraría a medida que fuera pasando el tiempo.

Cuando llevaban cuarenta días de encierro, Lily se despertó con dolor de estómago y calambres en todo el cuerpo. Encontró a Sky en el armario, la cogió y la metió corriendo en la cama. Notó algo húmedo en las piernas y, al bajar la vista, vio que era sangre.

Fue corriendo al cuarto de baño. No necesitaba ni pruebas ni médicos para saber que el bebé se había ido. Le habría gustado lamentar la pérdida, pero aquel bebé nunca había sido algo real para ella. No podía serlo. Contempló su cuerpo flaco y anguloso, inspeccionó las cicatrices, los recuerdos que él le había dejado. Pero su cuerpo volvía a ser suyo. Completamente suyo. Lily rompió a llorar, un llanto intenso, potente, desgarrador. Rick había dejado de controlar sus emociones. Se dejó caer en la alfombra del baño, su llanto aumentando de volumen. No sabía cuánto tiempo permaneció allí hasta que oyó gritos y vio a su madre y a Abby, que estaban mirándola.

Su madre cogió una toalla, se agachó al lado de Lily y le ordenó a Abby que pidiera ayuda.

—Llama a emergencias. Corre.

Pero Lily la detuvo.

—No. No llames. Por favor. Espera.

Abrazó a su madre y a Abby, y siguieron las tres así hasta que se le agotaron las lágrimas. Cuando por fin pudo volver a hablar, Abby le apartó el pelo de la cara.

—Lil, dinos, ¿qué quieres que hagamos? ¿Qué necesitas?

Lily pensó en Sky, en la intensidad de los recuerdos que día a día la invadían, y se obligó a pronunciar las palabras que tanto temía decir desde que había vuelto a su casa.

—Necesito…, necesito ayuda.

Ir a la siguiente página

Report Page