Baby doll

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40. Lily

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—Contratemos un pelotón de fusilamiento y acabemos de una puta vez con el tema —declaró Abby.

Lily lanzó una mirada furibunda a su hermana. «Calla». Pero a Abby le traía sin cuidado mostrarse moderada. Por lo que a Rick Hanson se refería, se negaba a morderse la lengua.

Estaban en el despacho de Elijah Foster, el fiscal del distrito; Lily tenía a Eve a un lado y Abby en el otro. Wes se había quedado al cuidado de los niños, pero Lily empezaba a pensar que había sido un error.

—Tranquila, Abs, déjale hablar.

Frustrada, Abby se removió en la silla, pero mantuvo la boca cerrada.

Elijah era un hombre tranquilo con una presencia imponente. Casi un metro noventa y con la cabeza rapada, a Lily le recordaba un poco a Don Limpio. Había jugado como defensa en el Notre Dame en la liga nacional universitaria. Sus tiempos como jugador le habían inculcado un encendido deseo de victoria. Pero su carácter moderado y sus modales delicados tranquilizaban a Lily cada vez que se reunía con él. Había hablado mucho con Elijah a lo largo de los seis últimos meses. Decía que era de vital importancia que Lily estuviera al corriente de cómo iba avanzando el caso de Rick. Los abogados de Rick seguían presentando peticiones ridículas. Tácticas para ralentizar el proceso, le había garantizado Elijah, pero que conseguían que el caso fuera alargándose. Hoy, sin embargo, Elijah las había citado en su despacho porque tenía una noticia importante.

—Después de mucho tira y afloja, Rick Hanson ha accedido a renunciar al juicio y ha aceptado una condena perpetua sin libertad condicional. Ha aceptado el veredicto de culpabilidad, lo que significa que no hay necesidad de juicio. Incluso con la cantidad de pruebas que existen, ir a juicio conlleva sus riesgos. Eso sin mencionar que Rick tiene sus seguidores y que los medios de comunicación están obsesionados con el caso. Pero no soy yo quien debe cerrar el tema, Lily. La decisión es tuya. Ya he hablado con los familiares de Bree y de Shaina, pero no pienso aceptar el veredicto a menos que la decisión sea unánime.

—Que le jodan. ¿Por qué tiene que llevar él la batuta? ¿A nadie le parece extraño que finalmente haya decidido declararse culpable? ¿Por qué? No tiene sentido.

Lily ignoró la explosión de Abby y se concentró en considerar qué significaría aceptar el acuerdo. Cómo se sentiría sabiendo que Rick estaba encerrado de por vida.

—No saldría nunca, ¿verdad? —preguntó.

—No, hasta que exhale su último suspiro.

Lily se volvió hacia Eve.

—¿Qué opinas, mamá?

—Opino que tienes que hacer lo que a ti te parezca correcto, Lily. Te apoyaremos, pase lo que pase.

—¿Tendría que testificar? —preguntó Lily—. ¿Tendría que subir al estrado y hablar de todo lo que me hizo?

—No. Si lo deseas, podrías realizar una declaración de impacto sobre la víctima para acompañar la sentencia, pero no es un requisito obligatorio.

Lily tomó su decisión.

—La cadena perpetua me parece bien.

Abby soltó el aire con exageración y Lily le cogió la mano.

—Está bien, Abby. Pasará el resto de su vida en una celda. Es justo lo que se merece. —Lily se volvió hacia Elijah—. ¿Y luego qué más tenemos que hacer?

—Me reuniré con el abogado de Hanson y le comunicaremos que aceptamos el trato. Entonces el juez programará la fecha para la sentencia. Esperemos que a partir de ahora las cosas se muevan con más rapidez.

Salieron las tres de los juzgados. Eve conducía y cada una se perdió en sus propios pensamientos. Estaban ya casi en la bifurcación.

—Mamá, ¿puedes encargarte de los niños esta tarde? Quiero llevar a Abby a un sitio.

—Ningún problema, Lily. Lo que necesites.

—¿Dónde vamos? —preguntó Abby.

—Ya verás.

Regresaron a casa. Lily cogió en brazos a Sky, que ya pesaba tanto que casi no podía con ella. Había cumplido siete años el mes pasado y había engordado, su menudo cuerpo transformado en el de una atleta en ciernes. A Sky le encantaba el deporte, sobre todo el fútbol. Había tardes en las que le costaba más de media hora hacerla entrar en casa. Cuando Wes iba a visitarlas, pasaba horas en el jardín jugando a la pelota con ella. Era evidente que la niña tenía dotes innatas. Lily llenó de besos a Sky hasta que la pequeña se soltó. Últimamente, Sky mostraba más interés por jugar que por estar pegada a su madre. No era fácil separarse de ella, pero era la única manera de seguir adelante.

Abby estaba sentada en una manta con Wes y David, llenando de besos al sonriente bebé. David reía y Wes observaba a Abby con descarada emoción. Lily apartó la vista y se concentró en Sky. Es lo que llevaba obligándose a hacer estos últimos meses. Después de horas y horas de interminables sesiones introspectivas con la doctora Amari, Lily había comprendido que no quería a Wes. No lo conocía; no conocía al hombre en quien se había convertido. No, lo que Lily quería era recuperar a su amor del instituto, el optimismo y la simplicidad que lo hacía todo tan especial. Pero el anhelo y la decepción que se había llevado con Wes y lo que podía haber sido estaban siempre presentes. Confiaba en que, con el tiempo, se le fuera pasando.

Por lo que ella sabía, Abby y Wes no estaban oficialmente «juntos». No había besos ni abrazos, no había muestras externas de cariño, pero el lenguaje de sus cuerpos y las miradas no mentían. Siempre que le preguntaba a Abby acerca del estado de la relación, su hermana cambiaba de tema. Lily a veces quería presionarla para sonsacarle información, pero imaginaba que acabarían juntos cuando ambos estuvieran preparados para ello.

Lily sabía que estaba haciéndose tarde y no quería estar lejos de casa después de que anocheciera. Dio unas palmadas.

—Vamos, Abs. Mueve el culo.

Abby le dio otro beso baboso a David y le dijo a Wes que llegarían tarde. Wes le estrechó cariñosamente la mano a Abby y siguió prestando atención al bebé.

Lily se puso al volante del coche y Abby ocupó el asiento del acompañante. Se incorporaron a la autopista 12. Abby, algo rígida, enderezó la espalda.

—Lil, me parece que no es muy buena idea —dijo en tono de protesta, intuyendo cuál era el destino.

Pero Lily quería ver la cabaña a plena luz del día, ver el lugar que había sido su hogar durante tanto tiempo. La cabaña no era más que un espacio, se decía. Un edificio que no podía ejercer ningún control sobre ella. Había oído decir que se había convertido en una especie de atracción turística, que llamaba la atención de gente rara y morbosa deseosa de echar un vistazo al famoso «sótano del sexo». Quería verla una última vez y luego no regresar allí nunca jamás.

Se desvió por el camino de acceso, apagó el motor y salió del coche. No podría entrar. Nunca sería tan fuerte como para hacer eso. Así que se sentó sobre el capó, apoyó los codos en las rodillas y contempló la cabaña. Abby tomó asiento a su lado.

—Estabas tan cerca. Tan cerca y yo sin saberlo… —dijo Abby.

—Yo tampoco lo sabía, Abby.

Ojalá Abby lo hubiese sabido. Ojalá el vínculo que las unía hubiese servido para reunirlas antes. Pero eso eran tonterías. Ilusiones. Lily cerró los ojos y se vio transportada a aquel día espectacular en que aprobaron el examen de conducir y se sentaron sobre el capó del coche en Dairy Queen y se regalaron unos batidos de banana split.

—¿Cómo sería ahora un día espectacular, Lilypad?

Lily sonrió. La conexión entre ellas era cada vez más fuerte. Había sido como si Abby le hubiera leído el pensamiento. Lily reflexionó sobre la pregunta de Abby. Cada día que pasaba y se sentía libre de Rick podía calificarse de espectacular. Pero había estado también reflexionando sobre el futuro, pensando en todas las posibilidades que tenía a su alcance.

—En un mundo perfecto, Sky sería una niña sana y feliz y sin recuerdo alguno de Rick o de sus primeros años. Mamá habría encontrado algo que la llenara. Wes y tú estarías casados y…

—Lily…

—No me interrumpas. Se trata de mi día espectacular. Vosotros dos estaríais casados y David tendría un hermanito o una hermanita. Yo reanudaría mis estudios y empezaría a correr en competiciones. Y Rick Hanson habría desaparecido. ¡Puf! —Lily chasqueó los dedos—. Sería como si nunca hubiese existido. Creo que eso sería un día bastante espectacular.

—Quiero todo eso para ti, Lil. Más que cualquier otra cosa.

Lily sabía que no tenía escapatoria de Rick. Sabía también que estaba cansada de renunciar a su poder.

—Voy a hablar durante la sesión en que se dicte sentencia. No por mí. Sino por Shaina y por Bree.

—Estaré allí contigo, Lil. Estaré allí a tu lado.

Lily le cogió la mano a Abby y se la apretó con mucha fuerza. No podía dejar de mirar la cabaña. Alguien había tapiado con madera las ventanas. El perímetro estaba todavía rodeado con la cinta de la policía y prácticamente todas las superficies estaban cubiertas con grafitis.

—Todo saldrá bien, ¿verdad, Abby?

Era un comentario raro, teniendo en cuenta lo lejos que habían llegado, pero Lily tenía una sensación de mal presagio que no podía quitarse de encima.

—Escúchame bien, Lil. A las gemelas Riser no les espera otra cosa que días espectaculares.

Abby saltó del capó del coche.

—¿Has oído eso, mundo? ¿Me estás escuchando? —La voz de Abby resonó en la distancia—. Vamos, Lily. ¡Quiero oírte! ¡Atención, mundo, allá vamos!

Lily lanzó un grito de alegría. Y siguieron gritando, elevando sus deseos al cielo, como oraciones.

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