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Capítulo 17

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Sabino se hallaba en una sala del cuartel de la Guardia Civil de Jaén. Llevaba cerca de dos horas leyendo los documentos que le había entregado Bernardo Zafra y confrontando datos. Estaba solo, ensimismado en sus pensamientos cuando alguien llamó a la puerta, todo y que se encontraba abierta de par en par. Era Álvaro.

– ¡Buenos días madrugador! ¿Aquí te tienen encerrado? – dijo Álvaro riéndose mientras se acercaba y lo abrazaba. – ¿Qué tal ha ido el viaje?

– Bien, todo bien, gracias por preguntar. ¿Y tú? ¿Dónde están Diego y Eva? ¿No estabais juntos? – respondió con preguntas Sabino, ejercitando la espalda.

Suspiró y propuso a Álvaro ir a tomar un café. Necesitaba despejarse. Se encaminaron hacia la calle. A unos doscientos metros, en la acera de enfrente vieron un bar. Sabino aprovechó el corto trayecto para encender un cigarrillo.

– Pues aún no los he visto esta mañana, a lo mejor se han quedado dormidos. – respondió Álvaro, mientras sacaba el enorme móvil del bolsillo delantero derecho de su pantalón tejano. – A las ocho tenemos que hablar con los dos cazadores, ya te lo habrán dicho, ¿no?

Mandó un mensaje y recibió la respuesta segundos después. Diego y Eva estaban llegando. Les envió la ubicación del bar en el que entraban.

Álvaro estaba escuchando el relato de Sabino con los ojos abiertos de par en par cuando Diego apareció en el bar. Saludó a sus compañeros desde la barra, donde había parado a pedir un café. Eva estaba fuera, hablando por teléfono.

– Como no quiero tener que repetir la historia más veces, si no os importa, esperamos a Eva. – dijo Sabino.

Álvaro, mediante gestos, le preguntó a Eva si quería un café desde la ventana. Un café corto, fue la expresiva respuesta de Eva, que acompañó el movimiento de sus dedos con los labios.

– ¿Qué historia? – preguntó Diego, ya sentado.

Álvaro observó la cara de cansancio de Diego. Tenía ojeras, barba de dos días y el pelo algo revuelto. Aquellos tejanos desgastados y la camiseta color caqui arrugada no mejoraban su aspecto.

– Sabino, que ha hecho un amigo mientras venía. – respondió Álvaro guiñando el ojo derecho a Diego, que seguía sin entender nada.

Diego sacó su móvil del bolsillo y aprovechó la tardanza de Eva para echar un vistazo a los mensajes. Seguían los preparativos de la despedida de Ramón. También tenía unos cuantos mensajes de Olga, así que le respondió.

– Buenos días, señorita Morales. ¡Vaya careto! Si no fuese porque estamos por lo que estamos, pensaría que anoche te corriste una juerga de escándalo… – comentó Álvaro en tono jocoso cuando entró Eva.

– ¡Buenos días! ¿Qué tal Sabino? – dijo Eva, ignorando por completo el comentario de su compañero.

– Buenos días. Pues aquí me tienes de nuevo. A las ocho tenemos que hablar con dos posibles sospechosos, ¿no? – dijo Sabino.

– Bueno, será más bien a y media, me estaban comentando ahora mismo que se retrasarán un poco. ¿Me pasas el azúcar, por favor? – pidió Eva a Álvaro, llevando la mano derecha su boca para disimular un bostezo. – Tenemos poco más de media hora para coordinarnos un poco. Diego y yo hablaremos con los cazadores. Mientras tanto, Álvaro y Sabino que repasen toda la información que tenemos y que preparen la reunión de las doce. ¿Qué os parece?

Todos asintieron, Álvaro insistió a Sabino para que les contara con detalle lo ocurrido en el vuelo hasta Granada.

– Venga pues. Resulta que el hermano del muerto me ha llegado a insinuar que nos da una recompensa por encontrar a los asesinos de su hermano. Ha resultado muy violento, la verdad. – comentó Sabino.

– ¿Cómo? ¡No me lo puedo creer! – exclamó Eva soltando una sonora risotada. – ¿Qué clase de policías piensa que somos? Pero cuéntanos todo, los detalles, por favor.

– Pues eso, primero me ha empezado a contar la vida de su padre, lo buen empresario y persona que había sido. Después me ha hablado de su hermano, más de lo mismo. A ese hombre le falta un hervor, o le sobra, no estoy seguro… Después de un discurso del que Franco se habría sentido orgulloso, me ha pasado una carpeta con información de presuntos enemigos de su familia y varias copias de cartas con amenazas que había recibido su padre. – dijo Sabino.

– ¿Esas amenazas iban dirigidas a su padre o a su hermano? – pregunto Álvaro.

– Por lo que he entendido mientras las leía, a su padre. – respondió Sabino, que hizo la pausa de la coma bostezando. ¿Por?

– Porque habíamos buscado amenazas al muerto sin éxito. Eso sí, en las redes hemos encontrado de todo, como era de esperar. Los hashtags #BACMataZafra y #BACGolpeaDeNuevo han sido trending topic en las últimas horas. Hay mensajes de todo tipo, de apoyo a la familia, de tono fascistoide, humor negro, gente recordando el oscuro pasado de la familia de la víctima y otros que hemos detectado como sospechosos por comentar algunos temas más serios, como datos de la muerte o los reincidentes que ya habían hecho comentarios sobre la muerte de Castro. – contestó Álvaro.

– ¿Y habéis encontrado algo? – preguntó Eva, jugueteando con el mechero y un cigarro.

– ¿Sabino, ya has terminado tu relato? Lo digo porque cuando Álvaro comienza a hablar no para… – dijo Diego, mofándose de la locuacidad de su compañero.

– Sí, básicamente era lo que he contado. Eso y lo de la recompensa. Porque íbamos en avión, si llega a ser un coche le digo que pare y me bajo… – añadió Sabino, bostezando nuevamente. – Continúa Álvaro, continúa, que lo tuyo tiene más chicha.

– Gracias. Como iba diciendo, hemos buscado posibles coincidencias o patrones y tenemos varios usuarios que están siendo investigados. Se trata de personas muy activas en las redes sociales, que suelen hacer comentarios acerca de la corrupción. Algunos pertenecen a asociaciones vecinales o partidos políticos. Llegan a justificar los asesinatos. – continúo Álvaro, metiendo las manos en los bolsillos.

Diego había notado que Álvaro tenía esa costumbre. Cuando hablaba de trabajo, si estaba de pie, colocaba las manos en los bolsillos delanteros y andaba de un lado a otro. Si estaba sentado, cogía un boli y lo hacía girar con la mano derecha.

– ¡Hostias, casi se me pasa! – exclamó de pronto Álvaro, mirando hacia al cielo y poniéndose las manos en la cabeza. – Ayer por la noche me llamó mi jefe para explicarme que habían estado hablando con Asúa, el periodista que hizo correr la noticia del asesinato de Castro. También con Vinyes, el secretario de Castro.

Eva miró contrariada su reloj y propuso entrar de nuevo en el bar. Estaba molesta. Otra vez. Necesitaba otra dosis de cafeína. Diego notó que era la primera noticia que recibía sobre el tema. Nadie se opuso a la idea de Eva, así que Álvaro comenzó el relato mientras esperaban que el camarero les sirviera de nuevo.

– Fue ayer por la tarde. Unos compañeros hablaron con esos dos pájaros. Los interrogatorios están grabados y los han subido al servidor. Después os digo donde están. – explicó Álvaro, mientras miraba hacia la barra del bar. – Os hago un resumen. Primero hablaron con Vinyes, quien negó su implicación en los hechos. Mis colegas le enseñaron las pruebas y reconoció de inmediato que había contactado con Asúa, pero negó categóricamente que tuviese algo que ver con el asesinato. Según dijo, estaba muy nervioso cuando le comunicaron la noticia y llamó a Asúa para pedirle consejo. Son amigos desde que estudiaron juntos en la universidad.

Tuvo que interrumpir el relato para dejar al camarero servir los cafés y continuó, mientras edulcoraba su café y lo removía ruidosamente con la cucharilla. Diego, sentado frente a él, estaba poniéndose nervioso con aquel tintineo.

– Vinyes explicó que le sorprendió que Asúa antepusiera su faceta de periodista a su amistad, que estaba dolido porque había difundido la noticia. A mis compañeros les sonó un poco raro y le mostraron el registro de llamadas realizadas ese día desde su móvil. Media hora después de ser informado del asesinato de Castro, había efectuado varias llamadas de teléfono. Al periodista, a un banco para ordenar unas transferencias y a la esposa del difunto para que recomendarle que pasase a firmar unos papeles al despacho de un notario de Ibiza. Habló hasta cuatro veces con Asúa. Un total de sesenta y cinco minutos de conversación. Todo apunta a que Vinyes, el secretario, tenía órdenes de Castro de realizar una serie de operaciones bancarias en el momento de su muerte. Por lo visto, Julio Castro había delegado en Vinyes toda su actividad financiera. Tenemos a una brigada experta en delitos económicos analizando las operaciones realizadas ese día. – dijo Álvaro.

– ¡Joder, es casi la hora! – dijo Eva mirando el reloj del bar, una enorme esfera roja con publicidad de una marca de refrescos. – Continúa, por favor, que esperen los cazadores…

– Como veáis. – dijo Álvaro, mirando uno a uno a sus compañeros de investigación.

Al ver que los tres investigadores estaban esperando, dio el último sorbo a su café, dejó la taza sobre la mesa suavemente y prosiguió. Diego admiraba como Álvaro administraba el tempo de la conversación para atraer la atención de la gente.

– Como de Vinyes no han obtenido mucha cosa, han solicitado su detención por revelación de pruebas y obstrucción a la justicia. Seguro que mañana está en un calabozo. – explicó Álvaro. – Creen que privándolo de libertad y presionándole con publicar alguna información de carácter sensible, no tardará en hablar. Otro tema es Asúa...

– Perdona Álvaro, ¿qué tipo de información sensible tienen de Vinyes? – intervino Sabino, totalmente concentrado en la explicación de su colega.

– Bueno, me han dicho que tienen algo más personal, de carácter sexual. Ya sabes como es este país, si alguien hace un desfalco a hacienda por millones de euros puede salir con la cabeza bien alta del juzgado, incluso le aplauden al salir, como a aquel futbolista. En cambio, si tienes un lío de faldas o pantalones… ¡Duele más que salga a la luz! – respondió Álvaro guiñándole el ojo a Sabino.

Eva recibió una llamada de teléfono, era de la comisaría. Le avisaban de la llegada de los dos cazadores para declarar. Le dijo a su interlocutor que estarían ocupados durante unos minutos más, así que le pidió que los mantuviesen entretenidos tomándoles los datos y las huellas. Sabía que eso los pondría nerviosos.

– Y de Asúa, ¿que sabemos? – preguntó Eva a Álvaro, invitándole a seguir.

– Pfff, os recomiendo que veáis la grabación del interrogatorio. ¡Vaya personaje! Os hago un resumen… – dijo Álvaro ganándose de nuevo la atención del grupo de investigadores. – Según Asúa, Vinyes lo llamó para pedirle consejo sobre cómo hacer el comunicado oficial de la muerte de Castro. Parece ser que le aconsejó hacer lo normal en estos casos, anunciar su muerte, pero sin dar ninguna explicación del cómo había sucedido. La policía le mostró entonces los mensajes de correo electrónico donde Asúa contaba a varios amigos la noticia. Aun así, continuó negando haberlo hecho. Sabemos que los receptores de dichos emails son gente relacionada con la extrema derecha, pero los que los interrogaron se abstuvieron de usar esa información de momento, lo mantienen en la recámara, por si lo necesitan más adelante. Después le mostraron la edición digital del diario que dirige, que curiosamente fue el que publicó la primicia, que incluía detalles que tan solo conocía la policía. Dijo que no podía revelar la fuente de la información, que era secreto profesional. Ya os digo que es un resumen, porque el interrogatorio son poco más de dos horas que pondrían nervioso al más templado de los policías. Ese hombre es, bajo mi opinión, un caradura mentiroso, se ríe en la cara de los agentes que lo estaban interrogando varias veces. Incluso llega a decir que si le siguen atosigando tendrá que hablar con sus superiores para que les lean la cartilla. Sí, palabras textuales. El muy arrogante se vanagloria de tener contactos en las altas esferas de la política…

– Lo peor de todo es que es cierto. – interrumpió Sabino. – Asúa ha sido denunciado varias veces por temas similares, pero siempre ha salido impune. Sea por falta de pruebas, denuncias retiradas o defectos de forma. Lo más cerca que ha estado de una condena formal fue cuando lo obligaron a retractarse públicamente de la acusación de que aquel dirigente político de izquierdas mantenía contactos con la dictadura venezolana. ¿Lo recordáis? Tuvo bastante repercusión, fue muy comentado, ya que pidió perdón tras la emisión del telediario nocturno de una cadena privada, mezclado entre los anuncios de la tele tienda.

– Sí, lo recuerdo. – dijo Diego. – Y también que en los noventa estuvo amenazado de muerte por ETA. De hecho, fue el primer civil que tuvo guardaespaldas, con coche oficial y chofer. Es evidente que goza de la simpatía y protección de un grupo de dirigentes de derechas. Es casi intocable, pese a quien le pese. Muy gorda la tiene que hacer para que le podamos meter mano.

– Es lo que tiene este jodido país, que si tienes amigos es más difícil que la justicia actúe, y eso debe cambiar. – dijo Eva en tono pesimista, mirando el reloj de nuevo. – ¿Hay algo más que nos quieras contar, Álvaro?

– Bueno, solamente remarcar que hemos puesto a dos agentes a buscar cualquier desliz de Asúa, ya sabéis, encontrar una excusa que justifique un registro. Entrar en su red de contactos nos ayudaría a saber quiénes son sus protectores y los motivos para publicar los detalles del asesinato de Castro. – respondió Álvaro, levantándose. – Cuando queráis, ¿vamos tirando?

– Sí, vamos. Tampoco hay que descartar que el interés fuese meramente periodístico. Publicar una noticia de ese alcance, dando la primicia con esa serie de detalles debe ser muy apetecible para cualquier periodista, ¿no creéis? – dijo Diego, siguiendo a Álvaro.

– Totalmente de acuerdo, si yo fuese periodista sería una noticia que me gustaría publicar, ¡con padrinos o sin ellos! – comentó Sabino.

Eva los siguió hasta la calle, una vez fuera, se encendió un cigarrillo y mirando hacia Diego, exhaló el humo.

– Bueno, supongo que, si consiguen que Vinyes hable, Asúa no podrá negar la evidencia. Mantennos informados de todo, por favor. Vamos a hablar con los cazadores a ver que nos cuentan. – dijo Eva.

– Sí, por supuesto. Por cierto, también me comunicaron ayer lo de la ceniza. No es un método para evitar la sudoración, así que tenemos que descartar que los restos que encontraron fuesen por ese motivo. – explicó Álvaro.

Los cuatro investigadores continuaron andando a paso ligero hacia la comisaría. Faltaban cinco minutos para las nueve de la mañana cuando entraron por la puerta. Eva y Diego subieron al primer piso, donde les esperaban los cazadores. Sabino y Álvaro se quedaron en la puerta, hablando sobre el dossier de Zafra.

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