Azul

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—Es mejor que la acompañe hasta aquí, no sería prudente que nos vean juntos, despertaríamos sospechas y chismorreos y sin duda desataríamos la furia de su tía. Y no queremos que eso suceda, ¿verdad Fátima?.

—Desde luego que no sir Henry.

—Con su permiso milady.

—Gracias señor Gobernador.

Sir Henry hizo una caravana y se retiró de inmediato. Fátima subió los peldaños lentamente, mientras sacudía el polvo de su vestido e intentaba verificar y componer los daños en su peinado, unos pasos antes de alcanzar la puerta de la terraza, Amelia acompañada de varios hombres y mujeres que Fátima había conocido esa noche, salieron al balcón.

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