Aura

Aura


Capítulo 6

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Ray no soportaba el olor de la sangre, y en aquella habitación creía sentirla incluso en la boca. El hermano pequeño de Darwin se encontraba tumbado sobre una litera, inconsciente y con la camiseta rajada y encharcada. Aidan procedió a cortar la tela y Ray tuvo que apartar la mirada para no desmayarse ante aquella imagen de piel desgarrada.

—¿Estás bien? —le preguntó Dorian—. Te veo un poco pálido.

—Sí, es solo que... la sangre y yo no nos llevamos bien —explicó, mientras intentaba serenarse.

Eden apareció en ese instante junto a Madame Battery con varios paños limpios y una botella de whisky en la mano. Darwin le quitó el alcohol de las manos, sacó el corcho con la boca y vertió el contenido sobre la espalda del chico. En cuanto el líquido tocó su piel, Jake se despertó con un grito desolador y Aidan tuvo que agarrarlo de los brazos para que se mantuviera quieto mientras terminaban de desinfectarle las heridas.

—Tranquilo, Jake, aguanta... —le decía Darwin para calmarlo.

A pesar de la serenidad que intentaba aparentar, la preocupación y la culpabilidad se reflejaban en sus ojos con una claridad dolorosa.

Madame Battery procedió entonces a colocar paños impregnados en un ungüento verdoso sobre las heridas. Cada vez que uno de ellos tocaba la piel del chico, este apretaba los dientes y gruñía para suspirar de alivio casi al instante.

—En una hora retírale los paños —ordenó Madame Battery a Aidan—. La buena noticia es que hemos llegado a tiempo y dudo que se infecten, la mala es que va a tardar en recuperarse. Así que os podéis olvidar de Jake durante los próximos días, al menos.

—Dar... —susurró el herido desde la camilla.

Su hermano se acercó a él, se acuclilló y le acarició la cabeza para infundirle ánimos.

—Descansa, campeón, ya hablaremos cuando estés recuperado.

—Lo he encontrado... —dijo Jake—. El complejo... Bolsillo....

Y antes de que pudiera añadir nada más, volvió a desmayarse.

—¿Ha dicho que ha encontrado el complejo? —preguntó Aidan.

El líder rebelde se acuclilló junto a su hermano y rebuscó en los bolsillos del pantalón hasta que dio con algo. Los demás observaron cómo desdoblaba una hoja de papel y contemplaba el dibujo.

—Es un símbolo —dijo Darwin, recorriendo con los dedos los surcos de la paloma y los tres edificios. Después miró a Aidan—. Puede que sí, que lo haya encontrado.

—Estupendo. Buenas noticias, pero ahora tiene que descansar —insistió Madame Battery—. Ya nos lo contará todo cuando despierte.

La mujer los acompañó de vuelta a su despacho y dejó a Aidan encargado del cuidado de Jake. Una vez allí, ella se sentó en el diván y Darwin, tras guardarse el papel en el pantalón, procedió a limpiarse la sangre en una palangana que había junto a la pared.

—Si realmente ha encontrado el segundo complejo, es posible que los vigilantes le hayan atacado —dijo el líder rebelde—. Pero ¿qué clase de látigo puede desgarrar la carne de esa manera?

—No son latigazos —respondió la mujer.

—Son arañazos —añadió con seguridad Eden—. Tu hermano se ha metido en un nido de infantes.

Ray sintió un escalofrío al recordar la ferocidad de aquellas criaturas

—No... No puede ser —dijo Darwin—. Jake no es un novato. Sabe dónde están casi todos los nidos de esas bestias.

—¿Y si no fuera un nido? —intervino Ray—. ¿Y si Jake se topó con esos bichos al intentar entrar en el complejo? A lo mejor llegó hasta allí y no pudo avanzar más por ellos.

Darwin se quedó meditando durante unos segundos la hipótesis de Ray, mientras se rascaba el mentón.

—¿Sugieres que los están usando como perros guardianes?

—Tampoco sería tan extraño —comentó Madame Battery—. Habrá que esperar a que Jake mejore para que nos lo confirme, pero puede que el chico tenga razón y que los estemos poniendo nerviosos.

—Os lo estamos diciendo —intervino Eden—. En el exterior hicimos más cosas que proteger a los refugiados. Las baterías con energía ilimitada estaban a punto de ser una realidad para todo el mundo. Por eso enviaron a los centinelas y se llevaron a Logan. Quieren información, tanto de los rebeldes, como del proyecto.

—¿Y cómo sabían lo que estabais haciendo? —preguntó Darwin—. ¿Teníais un topo?

Eden guardó silencio antes de proceder a contarles cómo Ferguson los había traicionado para después sacrificar su vida y acabar con el capitán de los centinelas.

—Pobre desgraciado... —comentó Madame Battery, muy poco afligida—. Ahora entiendo por qué el gobierno ejecutó a su familia hace unos días. Al menos antes de morir se cargó a Bob. Nunca hay mal que por bien no venga.

—Te pido por favor que no hables así de quien me sacó de aquí —le espetó Eden, y Madame Battery puso los ojos en blanco.

—¿Y Ferguson sabía algo más? —intervino Darwin—. ¿Lo de Ray, quizás?

—No, lo de su corazón solo lo sabíamos Logan y yo —respondió la chica.

Las palabras fueron calando en Darwin y Madame Battery hasta que, finalmente, el hombre suspiró resignado y dijo:

—Está bien. Intentaremos salvar a Logan, pero si sale algo mal, no quiero quejas.

—No las tendrás —dijo Eden.

Madame Battery chasqueó la lengua y se levantó del diván con pereza.

—Y yo que pensaba que esta iba a ser una noche tranquilita... Voy a avisar a Aidan y a Kore.

—¿Crees que va a querer ayudarnos estando yo? —preguntó Eden.

—Mirad, vuestros problemas personales me traen sin cuidado. Esto es trabajo. Y ella trabaja para mí. Y ahora vosotros también.

Cuando la mujer se percató de que aquella última afirmación no les había hecho ninguna gracia a los chicos, añadió:

—No me miréis así. Si queréis que esto siga adelante, vais a tener que aceptar que yo soy quien da las órdenes. Si os digo que no salgáis a la calle, no salís. Si os digo que os calléis, os calláis. Si os digo que os retiréis, os retiráis. Es fácil. Hasta vuestra vejiga necesitará de mi aprobación para que podáis vaciarla. ¿Os queda claro?

No hizo falta ni que lo hablaran entre ellos. Tampoco tenían más opciones. Como les había dicho la mujer, si querían liberar a Logan tendrían que guardarse su orgullo y confiar en ella.

Los tres asintieron, conformes, y Madame Battery salió a buscar a los otros rebeldes. Como era de esperar, cuando Kore apareció acompañada de Aidan lo hizo con la misma cara de odio que les había dedicado antes de marcharse. Era evidente que si estaba allí era porque la mujer se lo había exigido.

—¿Cómo está Jake? —preguntó Darwin.

—Lo he sedado para que descanse. Se ha desvelado varias veces por culpa del dolor. ¿Qué ocurre?

—Vamos a ir a por Logan —contestó el líder rebelde.

Aidan y Kore se miraron extrañados.

—¡Pero si ni siquiera sabemos dónde lo tienen! —exclamó Kore.

—Por eso os he traído —dijo la mujer—: tenemos que averiguar dónde lo han encarcelado.

—Sabéis que como esté en la Torre nos podemos olvidar de él, ¿verdad? —intervino Aidan.

La mirada de Darwin fue suficientemente expresiva como para que Aidan comprendiera sus intenciones.

—Estás loco. Es imposible —le dijo.

—Hay que valorar todas las posibilidades, y si lo tienen ahí dentro, te necesitaremos para infiltrarnos.

—Battery, dile algo, por favor.

Ella se encogió de hombros.

—Lo siento, querido. Parece que al final Logan nos va a ser más útil vivo que muerto.

El centinela se apoyó en la pared sin dejar de negar con la cabeza. Lo que le estaban pidiendo pondría en peligro la coartada que había estado construyendo a espaldas del gobierno desde hacía años, supuso Ray. Cuando pareció terminar de valorar todos los riesgos, Battery se dirigió a él:

—Antes de ponernos en el peor de los casos, tenemos que saber dónde está. Tú y Eden iréis al mercado a buscar información. Kore, tú acompañarás a Ray y a Dorian. Hazles un pequeño tour para que se sitúen y después ve a hablar con Randall. Nos hará falta algo de dinero... Quiero que me traigáis cualquier información que se haya filtrado sobre la llegada de un rebelde al interior de estos muros. Me da igual que sea solo un rumor o una noticia oficial, ¿entendido?

—Estás de coña, ¿no? No pienso hacer de niñera.

—¡Kore, basta! —le advirtió Madame Battery.

—¿Y dejas que ellos dos vayan juntos? ¿En serio? —replicó la chica, señalando a Aidan y a Eden. Y cuando el chico fue a agarrarle la mano para calmarla, ella se apartó con rabia—. Podéis iros todos a la mierda.

Kore abandonó el despacho de Madame Battery hecha una furia y Ray tuvo que contenerse para no hacer ningún comentario al respecto. ¿A qué había venido ese último arrebato? Le resultaba fascinante lo delicada que le había parecido mientras bailaba entre las telas y la rabia interna que arrastraba consigo en cuanto se bajaba del escenario.

—Dejadla, mañana estará bien —dijo Madame Battery.

—Sí, lo mejor es que os vayáis todos a descansar —añadió Darwin—. Tenemos camas libres, así que podéis pasar la noche aquí. Aidan os acompañará a vuestras habitaciones.

Se despidieron de los adultos y siguieron al centinela por un pasillo diferente hasta el sótano del cabaret. Allí se encontraron con varias habitaciones sin ventanas, con un par de literas cada una y un baño con lavabos, letrinas y duchas compartidas. Fue fácil imaginar que, además de hacer las veces de camerinos improvisados para las bailarinas del club, aquellas habitaciones también habían servido de escondite para muchos rebeldes antes que ellos.

Eden se metió en la primera habitación que encontró y dejó sus cosas sobre la cama con la confianza de quien regresa a casa.

—Te avisaré a las seis para que te prepares —le dijo Aidan, antes de que cerrara la puerta—. Cualquier cosa, ya sabes dónde encontrarme.

«Ya sabes dónde encontrarme».

Ray no tenía motivos para sentir celos de Eden, pero aquella frase le recordó que en el fondo apenas conocía a la chica y que antes que él también había tenido una vida, una historia, de la que Aidan, probablemente, había formado parte.

Había intentado ignorar la tensión patente entre el centinela y la rebelde desde que se habían reencontrado, pero aquel último comentario por parte de Aidan había activado algo dentro de él y ahora no podía parar de compararse con aquel tipo robusto, alto, fuerte e infinitamente más atractivo. Así que, en un arranque desesperado, antes de que la chica cerrara la puerta de su cuarto, Ray se acercó, le agarró de las manos y le dio un repentino beso en los labios. Pero inmediatamente la chica se apartó y bajó la mirada.

Aunque aquella reacción le descolocó, cruzó una última mirada con Aidan para asegurarse de que le había quedado claro el mensaje y les dio las buenas noches. Fuera lo que fuese que hubiera pasado entre los dos rebeldes, se había terminado. Ahora existía algo entre él y Eden. Algo especial. Algo de verdad. Aunque fuera incapaz de concretar el qué o cómo afectaría el hecho de haber llegado a la Ciudadela.

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