Aura

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Capítulo 14

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Eden apenas pudo contener un grito de emoción cuando, al entrar en el Batterie, reconoció la melena pelirroja y el rostro del hombre que descansaba sobre uno de los taburetes de la barra del bar.

—¡Logan! —exclamó mientras corría a abrazarle.

El ingeniero soltó del susto el vaso de agua del que estaba bebiendo y el líquido se derramó por el suelo. La chica ralentizó el paso hasta llegar a él y esperó a que la reconociera antes de avanzar más.

—¿Eden? —preguntó el hombre, con la voz rota.

No había advertido hasta entonces lo demacrado que estaba. Tenía los pómulos amoratados y el labio partido con una herida cubierta de sangre seca. Las ojeras enmarcaban una mirada consumida por el cansancio y el sufrimiento al que debían de haberle sometido en la Torre.

—Dios mío, ¿qué te han hecho? —preguntó la chica, conteniendo las lagrimas, mientras le acariciaba el rostro con cuidado, como si fuera a romperse.

Cuando se separaron, Ray se acercó a su lado.

—Hola, Logan —dijo.

—¿Ray?

—Me alegro de verte —le dijo, estrechándole la mano.

En ese momento, las puertas del cabaret volvieron a abrirse y Kore apareció seguida de Dorian. La chica se detuvo un instante delante del grupo y después siguió caminando hacia la parte trasera del local sin tan siquiera dirigirle una palabra al hombre que acababan de rescatar. Pero Logan no fue consciente de ello, ya que sus ojos estaban clavados en Dorian.

El clon amagó una sonrisa y levantó la mano para saludar, incómodo, mientras el otro se volvía hacia Ray, y de nuevo hacia el chico que acababa de entrar.

—¿Es... tu hermano? —empezó a balbucear, sorprendido—. Entonces, ¿conseguiste encontrar a tu familia?

Ray fue a contestar, pero Eden lo agarró del brazo y negó con la cabeza para que guardara silencio.

—Es una larga historia... —dijo la chica—. Te acompañaré al piso de abajo. Podrás ducharte y descansar en...

—¡Aquí nadie va a descansar!

Madame Battery apareció por detrás de la barra del bar junto a Darwin y se acercó a ellos.

—Bienvenido —dijo al ingeniero, y Logan la saludó con un gesto de cabeza.

—Battery, está agotado —le dijo Eden.

—Lo sé. Hemos sido nosotros quienes hemos arriesgado todo para que esté agotado y no muerto. Así que ahora quiero comprobar que ha merecido la pena.

Eden golpeó la barra con la palma de la mano abierta, enfadada. Al hacerlo, el hombre dio un respingo y la miró asustado.

—¿No ves que lo han machacado por dentro?

—Eden... —Logan alargó el brazo y le puso la mano en el hombro—, tiene razón, es mejor que os cuente todo lo antes posible. Por lo que pueda pasar.

La rebelde fue a replicar, pero se contuvo al ver lo convencido que parecía su amigo. Entre ella y Ray lo llevaron hasta el despacho de la directora y le ayudaron a recostarse en el diván. Antes de que empezara a hablar, Kore entró también en el cuarto, cerró la puerta y se apoyó en la pared con los brazos cruzados y la ceja alzada, expectante.

—En primer lugar... —comenzó a decir Logan con voz rasposa—, quería agradeceros lo que habéis hecho por mí.

Eden le sonrió y él le devolvió el gesto. Por el rabillo del ojo, Ray advirtió el gesto de impaciencia de Kore y tuvo que contenerse para no girarse y decirle algo.

—No sé cuánto tiempo he pasado ahí dentro —prosiguió el ingeniero—, pero no dejéis que os echen el guante nunca.

—¿Erais muchos los que estabais prisioneros? —preguntó Madame Battery.

—Sí... Había hombres y mujeres. No reconocí a nadie, quizás hubiera algún rebelde entre ellos. Estaban tan demacrados... —añadió—. Todos los días nos daban... un trozo de pan duro y un poco de agua, además de una pequeña dosis de energía para que nuestros corazones aguantasen hasta el día siguiente. Pasé un par de noches allí, puede que tres, no lo sé... Vi cómo morían cinco prisioneros sencillamente porque el centinela encargado de sus cuidados se retrasaba.

Eden suspiró, angustiada, y Ray se acercó a ella para colocar un brazo sobre sus hombros. Por un instante creyó que se apartaría, pero en lugar de eso, la chica apoyó la cabeza contra él y siguió escuchando, atenta.

—Ya os digo que no sé cuánto tiempo me retuvieron allí, pero cuando me llevaron al otro lugar deseé haber corrido la misma suerte que los otros —Logan se encogió sobre el diván por culpa de los recuerdos.

Eden se separó de Ray y se acuclilló junto al hombre.

—No hace falta que...

—Por supuesto que hace falta —la interrumpió Madame Battery, que había sacado un abanico con el que intentaba refrescarse sin mucho éxito—. Prosigue.

Logan tenía la mirada perdida en la pared de enfrente mientras describía las múltiples torturas a las que le habían sometido los centinelas para que desvelara algún secreto de los rebeldes.

—Lo que más les preocupaba era saber qué hacíamos en el campamento exterior —dijo—. El nuevo general, un tal Kurtzman, estuvo a punto de matarme durante uno de sus interrogatorios.

—Pero no hablaste, ¿verdad? —preguntó Darwin. Aunque su tono intentaba ser compasivo, la amenaza brillaba en sus pupilas.

—No, no hablé —contestó el otro, y por primera vez se olvidó del cansancio para volverse y mirarle—. Pero tampoco hacía falta.

—¿A qué te refieres? —preguntó Madame Battery, deteniendo de golpe el movimiento del abanico.

—Estábamos en lo cierto: los miembros del gobierno no utilizan las mismas baterías que nosotros. De hecho, no necesitan baterías: utilizan placas solares en sus brazaletes.

—¿Las mismas que intentábamos construir allí fuera? —intervino Eden.

Logan asintió y todos se miraron entre sí.

—Eso es ridículo —espetó Battery, acariciándose la muñeca cubierta—. Todos hemos visto el brazalete de Bloodworth y de los demás directivos del gobierno, y son idénticos a los nuestros.

—Solo en apariencia: las placas están camufladas. Ellos no dependen de la energía como nosotros. Se lo descubrí a uno de los segundos de Kurtzman cuando estaba dándome la última paliza y la placa solar se desprendió.

—¿Y dices que no tienen baterías? —preguntó Battery.

—El brazalete es la batería. Al estar expuesto al sol, se está cargando constantemente. Incluso pude ver la conexión para los electrodos.

Darwin y Madame Battery cruzaron una mirada significativa antes de dirigirse a Logan:

—Eden me ha dicho que conoces el funcionamiento de esas placas.

—No sé exactamente cuál es el mecanismo que utilizan los dispositivos, pero sí... Se asemejan bastante a lo que intentaba crear fuera, en el campamento. La única diferencia es que nosotros teníamos que construir las placas solares desde cero, mientras que ellos ya las tienen hechas...

—¿Serías capaz de crear brazaletes como los que tiene el gobierno?

—Podría, pero me harían falta las células fotovoltaicas y, como sabéis, el gobierno se ha encargado de que no podamos acceder a ellas... Y para construirlas me harían falta bastantes herramientas y tiempo...

—¿Y dices que ellos ya tienen las placas listas?

Logan asintió y la sonrisa se extendió por los labios de Darwin.

—Pues entonces habrá que conseguir esas placas.

Kore se rio por la nariz y preguntó con desdén:

—¿Y cómo piensas hacerlo?

—Atacando la Torre. Entraremos y cogeremos lo que nos haga falta. Si esa gente tiene ese tipo de brazaletes, estoy seguro de que debe de haber más. Guardarán los componentes en los laboratorios de la Torre. Habrá que conquistarla.

—Claro que sí... —murmuró Kore con ironía. Después se separó de la pared negando con la cabeza—. ¡Entremos en la Torre! Seguro que organizan tours y no nos hemos enterado —se puso seria—. Nadie entra allí así como así, y vosotros habláis de invadirla. ¡Para eso se necesita un maldito ejército! Y nosotros no tenemos nada.

—Por ahora —intervino Ray, y todos se volvieron para mirarlo. Darwin, desde su posición, esgrimió una sonrisa—. Darwin compartió conmigo un plan hace unos días que, dada esta nueva información, puede que funcione.

—¿Puede?

—¡Kore, cierra el pico! —le ordenó Madame Battery.

Ray se aclaró la garganta y prosiguió.

—Está claro que no tenéis..., no tenemos, un ejército como tal, pero sí a un pueblo lleno de gente que se cabrearía mucho si se enterase de que el gobierno se burla de ellos mientras juega con sus vidas. Logan, si tú me construyeras un prototipo falso de ese brazalete que has visto, yo podría fingir que funciona realmente y que no necesito recargar mi corazón. Aparecería delante de todos y les contaría la verdad: que el gobierno esconde esta tecnología y que si se revuelven contra ellos podría llegar a ser suya.

—Te tomarían por loco, Ray —rechazó Eden—. Además, es peligroso, te colocarías en el punto de mira del gobierno.

—No si lo hace poco a poco —intervino Darwin—. Creemos el rumor, que se extienda lentamente y, cuando esté en boca de todos, que cobre vida. Tampoco será tan difícil: ¡algo bueno ha de tener trabajar en uno de los locales más concurridos de la Ciudadela!

Kore bufó, incrédula.

—¿Qué pretendes? ¿Que entre baile y baile susurre a los clientes que me he enterado de que existe un brazalete que da energía ilimitada?

—¡Exacto!

Los demás se quedaron un rato en silencio mientras la idea de Darwin y Ray iba calando en ellos.

—¿Y luego qué? —preguntó Eden—. ¿Cómo confirmamos que el rumor es cierto?

—Es evidente... —dijo Darwin mientras se giraba hacia Ray.

Y antes de que ella pudiera añadir nada más, el chico dijo:

—Es un buen plan. Peligroso, pero bueno. Y es lo único que tenemos.

—¿Y qué pasará cuando el rumor llegue a oídos del gobierno? —dijo Battery.

—Rezad para que en ese momento tengamos al pueblo de nuestro lado —concluyó Darwin.

—¿Tú cómo lo ves, Logan? —preguntó Ray.

El ingeniero tardó unos segundos en responder, pero finalmente asintió, conforme.

—Intentaré reconstruir una réplica, aunque no creo que sea capaz de recordar todos los detalles y lo más importante: necesitaré algo que simule una placa solar, para que puedas mostrarla.

—Yo puedo encargarme de encontrar eso en el Zoco.

—¿Y después qué? —intervino Kore—. Sé que todos me veis como a la aguafiestas, pero os recuerdo que hoy ha muerto un hombre inocente en esa plaza. Y que si seguimos con este plan, detrás vendrán muchísimos más.

Madame Battery comenzó a abanicarse de nuevo.

—Daños colaterales, querida. El fin justificará los medios.

Darwin se acercó a la rebelde, que no daba crédito a lo que escuchaba.

—Kore, no entraremos en la Torre a pecho descubierto. Iremos armados y lo haremos cuando estemos listos. No vamos a precipitarnos.

—En realidad, me temo que sí que habrá que darse prisa.

Logan se incorporó con un gesto de dolor mientras todos volvían a prestarle atención:

—Va a suceder algo el día de Acción de Gracias. No sé lo que han preparado, pero será algo gordo.

—¿En Acción de Gracias? ¿Estás seguro? —preguntó Battery.

—En una de las sesiones de tortura, Kurtzman se me encaró y me dijo «veremos quién ríe más el día de Acción de Gracias».

—No podemos arriesgarnos —intervino Darwin—. Habrá que estar listos para entonces.

—¡Pero si solo quedan unos días!

—Más razón para dejar de gritar obviedades y ponerse en marcha —le respondió el líder rebelde.

—¿Y por dónde empezamos? —preguntó Ray.

—Mañana tendrás los materiales para crear ese prototipo falso —dijo Eden a Logan.

El ingeniero, que parecía estar haciendo un esfuerzo titánico para mantenerse despierto, asintió justo cuando llamaban a la puerta.

—Soy yo, Aidan.

El centinela entró en el despacho y Kore corrió para abrazarle.

—¿Estáis todos bien? —preguntó el joven, y después se acercó a Logan para saludarle—. Me alegro de que estés vivo.

—Lo mismo digo.

El centinela sonrió y se volvió hacia los demás.

—¿Hay alguna novedad?

—Tenemos un plan —dijo Darwin—, pero antes necesito hablar contigo en privado.

La fugaz mirada que cruzó con Ray fue suficiente para que el clon supiera que le iban a contar lo que los demás ya sabían sobre su corazón y el de Dorian. Con ellos también se fue Kore.

—Voy a ir abriendo el bar, que ya vamos tarde —dijo Madame Battery—. Vosotros acompañad a Logan a su habitación. Avisaré a Berta para que le baje algo de comer.

Los chicos obedecieron a la mujer y ayudaron al hombre a bajar las escaleras y a llegar hasta las duchas. Una vez allí, esperaron hasta que salió, cojeando, con una camiseta y un pantalón holgados que le dejó Eden como pijama. Al verle así, Ray supuso que tardaría mucho en volver a ver al hombre jovial que había conocido en el campamento rebelde semanas atrás.

Una vez en la cama, Berta llegó con un vaso de agua y un plato con salchichas humeantes. Era la primera vez desde hacía muchísimo tiempo que Ray olía algo así y sus tripas rugieron de frustración al recordar el potaje que tenían que tragarse ellos siempre. Aun así, no dijo nada. Se sentó con Dorian y Eden en el borde de la cama y esperó, como les había pedido el ingeniero mientras bajaban a ese piso.

—Sé que de no haber sido por vosotros, ellos habrían dejado que me mataran —dijo en un susurro cuando terminó de comer.

—Logan... —se quejó Eden, pero él la interrumpió con un gesto de la mano.

—Una de las razones por las que quise marcharme de la Ciudadela fue por ellos. Por esta misión. Por Darwin y por Battery. No me fiaba de ellos, y sigo sin hacerlo. Y vosotros también deberíais tener cuidado.

Los chicos se miraron entre sí.

—Ellos solo miran por su propio bien. Aunque a veces parezca que no, Battery asesinaría a su propia madre si así pudiera conseguir algo a cambio. Por eso tenemos que ser precavidos. ¿Me entendéis?

—Nosotros estamos contigo, Logan —le aseguró Eden—. Y estaremos atentos. ¿Necesitas algo más antes de que nos marchemos?

El ingeniero asintió, y clavó sus ojos en Dorian antes de mirar a Ray.

—Quiero saber qué sois.

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