Anatomía del amor

Anatomía del amor


Notas

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[208] EL RIESGO DE DIVORCIO POR NÚMERO DE NIÑOS DEPENDIENTES: UN PROBLEMA IMPORTANTE: para determinar el riesgo de divorcio en casos con cantidades específicas de niños en la familia se necesitaría información que los anuarios de las Naciones Unidas no proporcionan. Por ejemplo, para determinar el riesgo de divorcio de una pareja con un solo hijo dependiente, es necesario dividir el número de parejas que se divorcian con un hijo dependiente por el número de parejas con un solo hijo que no lo hacen. Me fue imposible obtener los datos de correlaciones adecuadas entre censos que me habrían permitido determinar el riesgo de divorcio por número de hijos dependientes, correspondientes a un año y a un país extranjero determinado, o para un año cualquiera dentro de los Estados Unidos. Por lo tanto, los datos sobre divorcio con hijos dependientes que se mencionan sugieren que la presencia de hijos estabiliza el matrimonio, pero no lo demuestran. <<

[209] London y Wilson, 1988. <<

[210] Glick, 1975. <<

[211] Levitan, Belous y Gallo, 1988. <<

[212] Cherlin, 1981. <<

[213] Naciones Unidas, 1984. <<

[214] RELACIÓN ENTRE ESTOS PERFILES DE DIVORCIO: estos datos acerca de la duración de los matrimonios que terminan en divorcio, de las edades a las que el divorcio se produce y de los casos de divorcio con hijos dependientes, fueron extractados de los anuarios demográficos de las Naciones Unidas y no están disponibles en forma polivalente. Por lo tanto, no pueden reflejar las relaciones existentes entre estos tres perfiles de divorcio. El pico de divorcio en las parejas con uno o ningún hijo, por ejemplo, puede ser un motivo del pico de divorcio durante o alrededor del cuarto año de matrimonio. <<

[215] Chute, 1949. <<

[216] Chagnon, 1982. <<

[217] Barnes, 1967. <<

[218] Murdock, 1965. <<

[219] Betzig, 1989. <<

[220] Beardsley y otros, 1959. <<

[221] Radcliffe-Brown, 1922. <<

[222] East, 1939. <<

[223] PATRONES MUNDIALES DE TENENCIA DE HIJOS Y DISTRIBUCIÓN DEL PATRIMONIO TRAS EL DIVORCIO: los motivos más frecuentes de inhibición del divorcio surgen en las parejas a raíz de la indecisión acerca de la tenencia de los hijos y la distribución del patrimonio y otros recursos. El estudio de 41 culturas reveló que el 44% resolvían la tenencia de los hijos en función de las circunstancias que habían precipitado la separación, o según las preferencias o edades de los niños «en litigio». En el 22% de las 41 sociedades analizadas, la tenencia de los niños se dio al esposo; en el 20% de los casos los niños se convirtieron en propiedad de la esposa. Las circunstancias del divorcio determinaron la asignación de bienes en el 41% de 39 sociedades. En el 29% de las 39 culturas los recursos económicos se repartieron equitativamente entre los cónyuges; en el 23% de los casos, la esposa sufrió una pérdida financiera mayor, y el esposo y sus parientes sufrieron una mayor devastación económica en el 15% de los casos (Frayser, 1985). <<

[224] Henry, 1941. <<

[225] Cohen, 1971, 135. <<

[226] Howell, 1979. <<

[227] La fauna y flora mencionados aquí y en capítulos posteriores del libro son variedades antiguas de antiguas especies y familias que en la actualidad están extinguidas. <<

[228] Chesters, 1957; Andrews y Van Couvering, 1975; Bonnefille, 1985; Van Couvering, 1980. <<

[229] Corruccini, Ciochon y McHenry, 1976; Rose, 1983. <<

[230] Sibley y Ahlquist, 1984; Simons, 1985. <<

[231] Corruccini, Ciochon y McHenry, 1976; Rose, 1983. <<

[232] Andrews, 1981. <<

[233] Smuts, 1985, 16. <<

[234] Nadler, 1988. <<

[235] Goodall, 1986; Fossey, 1983; Galdikas, 1979. <<

[236] Tutin y McGinnis, 1981; Fossey, 1979; Veit, 1982; Galdikas, 1979. <<

[237] COMPORTAMIENTO SEXUAL DE LOS CHIMPANCÉS PIGMEOS: en los chimpancés pigmeos, también conocidos como bonobos, se observan conductas y hábitos sexuales bastante diferentes de los observados en otros simios. Aparece un índice alto de homosexualidad, y si bien la actividad homosexual alcanza su punto más alto durante el celo, dichos contactos se presentan también en otros momentos del ciclo menstrual (De Waal, 1987; Thompson-Handler, Malenky y Badrian, 1984). La actividad heterosexual de los bonobos es asimismo observable durante todo el ciclo menstrual (ibid.). Y las hembras bonobo vuelven a la actividad heterosexual dentro del año posterior al parto (Badrian y Badrian, 1984). Debido a que en los chimpancés pigmeos se observan estos extremos de la sexualidad de los simios, y debido a que los datos bioquímicos sugieren que los chimpancés pigmeos aparecieron sobre la Tierra no más de dos millones de años atrás (Zihlman y otros, 1987), no me inclino a considerarlos un modelo adecuado de la vida de los hominoideos hace veinte millones de años. <<

[238] Hrdy, 1981; Goodall, 1986; De Waal, 1982. <<

[239] Conoway y Koford, 1964; Goodall, 1986; Rowell, 1972; Harcourt, 1979; Veit, 1982; Fossey, 1983. <<

[240] Goodall, 1986; MacKinnon, 1979. <<

[241] Fossey, 1983. <<

[242] Veit, 1982; Fossey, 1983; De Waal, 1982, 1987. <<

[243] LA VIOLACIÓN EN OTRAS ESPECIES: en diversas pruebas de libre acceso (PLA), una hembra de chimpancé, de gorila o de orangután fue alojada con un macho de la misma especie dentro de una jaula compartida; cada uno de los animales tenía acceso constante al otro. Algunos de los machos de las tres especies dominaban a la hembra y forzaban la cópula, al margen del estado sexual de la hembra o de sus preferencias (Nadler, 1988). Los ejemplos más frecuentes y conspicuos de violación los dieron los machos de orangután. La violación se producía en cada ocasión en que una hembra y un macho eran encerrados juntos, independientemente del momento del ciclo menstrual en que la hembra se encontrara o de su disposición a la cópula. En una segunda prueba se instaló una puerta que dividía la jaula en dos mitades iguales. El diseño de la puerta permitía que la hembra ingresara libremente en el sector del macho, pero el macho no podía entrar libremente en el sector de la hembra. En estas condiciones, las hembras de las tres especies sólo buscaron la cópula solamente durante un período restringido, asociado al momento central del celo (ibid). Por lo tanto, cuando las hembras podían controlar el apareamiento, la actividad sexual se volvió marcadamente periódica (ibid.). La violación también se produce en los simios en libertad. Existen informes de dos ocasiones en que se observaron cópulas forzadas entre chimpancés (Tutin y McGinnis, 1981). En ambos casos, un macho atrapó a una hembra en un árbol y forzó el apareamiento. En algunas ocasiones se observó que el gorila macho dirigía gestos agresivos a la hembra durante el cortejo, pero en ninguno de los casos la cópula fue forzada (Harcourt, 1979). La violación tal vez sea una de las estrategias reproductoras primarias de los orangutanes macho subadultos. Los machos dominantes y plenamente desarrollados entablan el cortejo de la hembra durante su período receptivo; no fuerzan a la hembra a copular (Galdikas, 1979). Pero los subadultos a menudo abordan a la hembra e intentan copular por la fuerza (MacKinnon, 1979). Estas «violaciones furtivas» son ahora consideradas como una «estrategia reproductora alternativa estable» de los orangutanes (Rodman, 1988). La violación también se ha observado en otras especies como patos, gaviotas, garzas, albatros y golondrinas de ribera. El macho de golondrina de ribera, por ejemplo, una especie monógama que anida en colonias, intentará derribar en pleno vuelo a otras hembras apareadas con otros machos para forzar la cópula (véase Daly y Wilson, 1983). <<

[244] Van Couvering, 1980. <<

[245] Berggren y Hollister, 1977. <<

[246] Van Couvering y Van Couvering, 1975; Berggren y Hollister, 1977; Thomas, 1985. <<

[247] Axelrod y Raven, 1977. <<

[248] Andrews y Van Couvering, 1975, 65. <<

[249] Van Couvering, 1980; Axelrod y Raven, 1977. <<

[250] Andrews y Van Couvering, 1975. <<

[251] La sabana es un terreno tapizado de hierbas con adecuado drenaje y cubierto de un 10% a un 40% de árboles (Retallack, Dugas, y Bestland, 1990). <<

[252] Andrews y Van Couvering, 1975; Van Couvering, 1980; Retallack, Dugas y Bestland, 1990. <<

[253] Andrews y Van Couvering, 1975; Van Couvering, 1980; Axelrod y Raven, 1977; Maglio, 1978; Bernor, 1985; Vrba, 1985. <<

[254] Kay, 1981; Pilbeam, 1985. <<

[255] Greenfield, 1980, 1983; Andrews y Cronin, 1982; Conroy y otros, 1990. <<

[256] Wolpoff, 1982; Ciochon y Fleagle, 1987. <<

[257] LA DIVERSIFICACIÓN HUMANA EN EL TIEMPO: la información proveniente del ADN y de las diferencias entre la humanidad y los simios Áfricanos determinadas por medio de análisis bioquímicos, anatómicos y genéticos sugiere épocas para la diversificación de la línea humana que varían un poco. Los cálculos van de los 10 a los 4 millones de años antes de la época presente. (Véanse Sarich y Wilson, 1967a, 1967b; Cronin, 1983; Sibley y Ahlquist, 1984; Andrews y Cronin, 1982). Información más reciente señala que los seres humanos están más íntimamente relacionados con los chimpancés, y que los gorilas se diversificaron más temprano (Miyamoto, Slightom y Goodman, 1987). Partes de esta investigación, sin embargo, se han puesto en duda (Lewin, 1987b). <<

[258] Veit, 1982. <<

[259] Nadler, 1975. <<

[260] Veit, 1982. <<

[261] Fossey, 1983. <<

[262] Darwin, 1871; Freud, 1918; Engels [1884], 1954. <<

[263] Lucrecio, 1965, 162-63. <<

[264] Kano, 1979; Kano y Mulavwa, 1984. <<

[265] Kano, 1979; Badrian y Malenky, 1984. <<

[266] De Waal, 1987; Thompson-Handier, Malenky y Badrian, 1984; Kano y Mulavwa, 1984. <<

[267] Kuroda, 1984; De Waal, 1987; Savage-Rumbaugh y Wilkerson, 1978. <<

[268] De Waal, 1987. <<

[269] Ford y Beach, 1951. <<

[270] De Waal, 1987. <<

[271] Kano, 1980. <<

[272] EL COITO CARA A CARA EN LA NATURALEZA: diversos animales copulan cara a cara algunas veces, incluso los gorilas (Nadler, 1975), los orangutanes (Galdikas, 1979), las siamangas (Chivers, 1978) y las ballenas y marsopas (Harrison, 1969). <<

[273] Coolidge, 1933; Zihlman y otros, 1987; Zihlman, 1979; Susman, 1984. <<

[274] Ellen Ingmanson, antropóloga, comunicación personal. <<

[275] McGinnis, 1979; Goodall, 1986. <<

[276] Tutin, 1979; McGinnis, 1979; McGrew, 1981; Goodall, 1986. <<

[277] McGrew, 1981; Goodall, 1986; De Waal, 1982; McGinnis, 1979. <<

[278] McGinnis, 1979; Tutin, 1979; Goodall, 1986; McGrew, 1981. <<

[279] Pusey, 1980. <<

[280] McGinnis, 1979; Tutin, 1979; Goodall, 1986. <<

[281] Tutin y McGinnis, 1981. <<

[282] Bygott, 1979; Goodall y otros, 1979; Wrangham, 1979b; Goodall, 1986. <<

[283] Goodall y otros, 1979. <<

[284] Bygott, 1974, 1979; Goodall y otros, 1979; Goodall, 1986. <<

[285] Teleki, 1973a, 1973b; Goodall, 1986. <<

[286] Teleki, 1973a; McGrew, 1981. <<

[287] Plooij, 1978. <<

[288] Goodall, 1968, 1970, 1986; McGrew, 1981. <<

[289] De Waal, 1989. <<

[290] McGrew, 1979, 1981; véase también Boesch y Boesch, 1984. <<

[291] Goodall, 1970, 1986; McGrew, 1974, 1981. <<

[292] Goodall, 1986. <<

[293] Fouts, 1983. <<

[294] Moss, 1988. <<

[295] Tanner, 1981; McGrew, 1981; Fisher, 1982; Mansperger, 1990; Foley y Lee, 1989. <<

[296] Hay y Leakey, 1982. <<

[297] LOS TÉRMINOS HOMINOIDEO Y HOMÍNIDA: tradicionalmente los antropólogos usaban el término hominoideo para designar a los antepasados de los grandes simios y de la humanidad. El término homínida lo empleaban para designar exclusivamente a los antepasados de los seres humanos. Desde entonces la ciencia de las cladísticas ha evolucionado. Esta escuela de pensamiento afirma que las especies deberían agruparse según lo reciente de sus antepasados comunes, y a causa de las remotas relaciones bioquímicas entre los humanos y los orangutanes y de la íntima relación entre humanos, chimpancés y gorilas, algunos de estos científicos aspiran a cambiar estos términos en función de ello. Personalmente, empleo el término tradicional hominoideo para designar a todos los antepasados de los simios y de los seres humanos, y homínida lo reservo exclusivamente para los antepasados de la humanidad (véase Marks, 1989). <<

[298] Leakey y Hay, 1979; Hay y Leakey, 1982. <<

[299] Leakey y otros, 1976; White, 1977, 1980. <<

[300] Johanson y Edey, 1981; Johnston, 1982; Lewin, 1983a. <<

[301] Johanson y White, 1970; véanse Johnston, 1982; Susman, Stern y Jungers, 1985; Jungers, 1988; McHenry, 1986. <<

[302] Johanson y White, 1979; White, 1985; Tuttle, 1990. <<

[303] Van Couvering, 1980. <<

[304] Ibid.\ Vrba, 1985; Axelrod y Raven, 1977; Bernor, 1985. <<

[305] Pilbeam, 1985. <<

[306] Binford, 1981, 1985; Blumenschine, 1986, 1987, 1989; Shipman, 1986; Potts, 1988; Sinclair, Leakey y Norton-Griffiths, 1986; Lewin, 1987b. <<

[307] Tunnell, 1990; Schaller y Lowther, 1969; Blumenschine, 1986. <<

[308] EL ROBO DE LA CAZA AJENA ENTRE LOS PRIMATES NO HUMANOS: Goodall informó de robos de la caza ajena observados entre los chimpancés de la Reserva Gombe Stream, de Tanzania, en diez ocasiones. En la mayoría de los casos se trataba de un chimpancé que volvía para comer carne abandonada por un grupo de chimpancés que habían capturado y matado una presa más temprano ese mismo día. En uno de los casos, un chimpancé robó el cuerpo exánime de un mono en el mismo momento en que Goodall lo enfocaba con la cámara fotográfica. Los chimpancés de Gombe no prestaban la menor atención a la carne fresca de un cervatillo muerto ni de una gallina. Pero en cuatro oportunidades chimpancés procedentes del territorio de investigación de las Montañas Mahale, ubicado en las inmediaciones, robaron restos de antílopes azules o de ciervos (Goodall, 1986). Los babuinos de sabana también realizan robos de presas ajenas (Strum, 1990; Cavallo y Blumenschine, 1989). <<

[309] Cavallo, 1990; Cavallo y Blumenschine, 1989. <<

[310] McHenry, 1986; Ryan y Johanson, 1989. <<

[311] Gaulin y Konner, 1977. <<

[312] LOS PUEBLOS CAZADORES-RECOLECTORES MODERNOS COMO MODELO DE LA EVOLUCIÓN HOMÍNIDA: en la década de 1960 se puso de moda entre los antropólogos emplear a los !kung como modelo para reconstruir la vida como habría sido durante nuestro pasado de cazadores-recolectores (Lee, 1968). Actualmente la tendencia cayó en desuso. Wilmsen (1989) argumenta que los !kung tienen contacto con pueblos pastores vecinos desde hace varios siglos y que sus aparentes costumbres de pueblo recolector de alimentos son el resultado de acontecimientos históricos recientes (ibid.). Por lo tanto, los !kung no representan la prístina sociedad cazadora-recolectora que en un momento los antropólogos creyeron haber descubierto; tampoco ofrecen un modelo adecuado para la comprensión de la vida en el pasado. Recientemente, los antropólogos comenzaron a analizar las actividades de caza y recolección de los pueblos tradicionales en términos de «ESTRATEGIAS ÓPTIMAS PARA ALIMENTARSE». Esta línea de investigación afirma que una sociedad modificará su forma cotidiana de obtener alimento según las dificultades para conseguirlo y procesarlo, la constancia de la fuente y la cantidad y calidad del alimento obtenido, así como varios factores más, a fin de optimizar su incorporación de nutrientes y minimizar el gasto de energía, tiempo y riesgo requeridos (Hawkes y otros, 1982; Torrence, 1989). Por lo tanto, como desconocemos las características del microentorno específico del África oriental en los milenios pasados, no podemos estar seguros de que los actuales cazadores-recolectores sean modelos aceptables para la reconstrucción de la vida de las poblaciones antiguas. Tras estas advertencias, aún consideramos justificado afirmar que el pueblo !kung tradicional vivió en un medio ambiente básicamente semejante al de los primeros homínidos y que desplegaron una organización social notablemente poco contaminada por las influencias exteriores. Por lo tanto, en mi intento de comprender nuestro pasado continuaré recurriendo a los !kung como modelo. Véanse Schrire, 1984; Solway y Lee, 1990; Wilmsen y Denbow, 1990. <<

[313] Sahlins, 1972. <<

[314] Darwin, 1871, 434. <<

[315] Tanner y Zihlman, 1976; Zihlman y Tanner, 1978; Zihlman, 1981; Tanner, 1981. <<

[316] Potts, 1988; Watanabe, 1985. <<

[317] LA PATERNIDAD EN LAS DIVERSAS ESPECIES: en los machos de numerosas especies se observan conductas paternales, a pesar de que muchos no son monogámicos. La manifestación paternal del macho se presenta de dos maneras: a) cuidados directos, como por ejemplo la alimentación y/o la carga de las crías, su custodia en ausencia de la madre, dormir en contacto con las crías, su higienización, los juegos y/o el entrenamiento para captura y devolución de objetos; b) cuidados indirectos, como la defensa de los recursos, el almacenamiento de alimentos o la construcción de guaridas para las crías, la colaboración con las hembras preñadas o que amamantan, el marcado y/o mantenimiento del territorio, la defensa y patrullaje de los límites del propio territorio, la expulsión de intrusos y/o los gritos para espantarlos (Kleiman y Malcolm, 1981; véase también Hewlett, 1992). <<

[318] Wittenberger y Tilson, 1980; Kleiman, 1977; Orians, 1969; Lack, 1968; Mock y Fujioka, 1990. <<

[319] UNA PERSPECTIVA TRANSVERSAL DE LA MONOGAMIA EN LAS DIVERSAS ESPECIES: varias circunstancias deben concurrir para que se produzca la monogamia, y los investigadores proponen explicaciones alternativas para la evolución de la monogamia en las diferentes criaturas. El trabajo de Devra Kleiman es el que mayor influencia ejerció sobre mi punto de vista; específicamente, su opinión de que la monogamia se manifiesta «cuando más de un único individuo (la hembra) es necesario para criar a los hijos» (Kleiman, 1977, 51). Esto mismo afirmaron con otras palabras Ember y Ember (1979): «Las parejas heterosexuales aparecen siempre que la necesidad de la madre de satisfacer sus necesidades de nutrición entran en conflicto con el cuidado de las crías. La duración del vínculo depende de cuánto tiempo necesiten los cuidados de los padres». Creo que este factor fue decisivo en la evolución de la monogamia en el Homo sapiens. Para el estudio de la monogamia en aves y mamíferos, véanse Kleiman, 1977; Wittenberger y Tilson, 1980; Lack, 1968; Orians, 1969; Rutberg, 1983; Peck y Feldman, 1988; Mock y Fujioka, 1990. <<

[320] CRÍAS PRECOCES: las criaturas cuyas crías nacen en un estado de relativa madurez, a diferencia de la inmadurez, se dice que dan a luz crías precoces. Los caballos proporcionan un buen ejemplo: el potrillo puede ver y caminar pocas horas después de nacer. <<

[321] Kleiman, 1977; Henry, 1985; Lloyd, 1980; Zimen, 1980; Gage, 1979; Rué, 1969. <<

[322] Trivers, 1972; Emlen y Oring, 1977. <<

[323] Henry, 1985; Lloyd, 1980; Zimen, 1980; Gage, 1979; Rué, 1969. <<

[324] Orians, 1969; Mock y Fujioka, 1990. <<

[325] Eugene Morton, Departamento de Ornitología, Smithsonian Institution, comunicación personal. <<

[326] EL DIMORFISMO SEXUAL, LA POLIGINIA Y LA MONOGAMIA: en numerosas especies poliginias los machos se disputan físicamente el privilegio de convertirse en jefe del harén. Los más débiles y pequeños son ahuyentados, los machos grandes se aparean, y se produce de este modo la selección de los machos grandes. Como los huesos desenterrados en Hadar y Laetoli eran de diferentes tamaños, algunos antropólogos sostienen que estos individuos tenían un sistema de apareamiento poliginio. Dicho argumento presenta varios problemas, a) La correlación entre machos grandes, hembras pequeñas y poliginia no es una constante en la naturaleza. Las excepciones son tan numerosas que los antropólogos ahora postulan que no existe ninguna conexión necesaria entre el grado del dimorfismo sexual y las estrategias de apareamiento (Frayer y Wolpoff, 1985; Mock y Fujioka, 1990). b) Muy pocos huesos fósiles se encuentran en Hadar y Laetoli y las muestras poco abundantes a menudo no expresan nada acerca de poblaciones enteras (Gaulin y Boster, 1985). c) La diferencia de tamaño en estos huesos se puede explicar por otras fuerzas ecológicas. El robo de la presa ajena y la caza (así como la monogamia en serie) pueden haber provocado la selección de los machos grandes, mientras que el diminuto esqueleto de Lucy podría deberse a una compensación de las exigencias en la crianza de los hijos. A causa del embarazo y la lactancia, los mamíferos hembra necesitan calorías adicionales, deben comer por dos y luego amamantar a la criatura, de modo que mientras más pequeña fuera Lucy, menos alimento necesitaría para ella misma.

Para más datos sobre dimorfismos sexuales, véase Hall, 1982. <<

[327] Cohen, 1980; Hassan, 1980; Lee, 1980; Short, 1976, 1984; Konner y Worthman, 1980; Simpson-Hebert y Huffman, 1981; Lancaster y Lancaster, 1983; Frisch, 1978. <<

[328] Birdsell, 1979. <<

[329] Galdikas y Wood, 1990. <<

[330] Raymond Hames, Departamento de Antropología, Universidad de Nebraska, comunicación personal. <<

[331] Briggs, 1970. <<

[332] Gorer, 1938. <<

[333] Heider, 1976. <<

[334] Lancaster y Lancaster, 1983. <<

[335] EL CICLO DE CUATRO AÑOS PARA LA RECUPERACIÓN DE LA FECUNDIDAD: VARIACIONES MODERNAS, ORIGEN DE LOS SIMIOS: la vida moderna ha modificado este ciclo general de cuatro años para la recuperación de la fecundidad humana. Incluso las mujeres que practican la lactancia constante en la India, Bangladesh, los Estados Unidos y Escocia comienzan a ovular tras un período de cinco a dieciocho meses a contar desde el parto (Simpson-Hebert y Huffman, 1981; Short, 1984). De modo que los intervalos entre nacimientos pueden durar apenas dos años o menos. Este fenómeno se explica actualmente por medio de la HIPÓTESIS DEL NIVEL «ESENCIAL DE GRASA». En los años setenta Rose Frisch y sus colegas propusieron la hipótesis de que para disparar el mecanismo de la ovulación la mujer necesita disponer de los niveles adecuados de grasa (Frisch y Revelle, 1970; Frisch, 1978, 1989). A causa de la dieta hipercalórica moderna, de la falta de ejercicio y de la frecuencia limitada de la lactancia, las mujeres a menudo ovulan y quedan embarazadas pocos meses después del parto. Sin embargo, los ciclos modernos de espaciamiento de los nacimientos no se ajustan a los patrones tradicionales. Cuando nuestros antepasados caminaban kilómetros para encontrar qué comer ese día, cuando se alimentaban de fruta y carne magra y las mujeres amamantaban a sus crías continuamente, las reservas de grasa eran inferiores y es muy probable que las mujeres dieran a luz a intervalos de aproximadamente cuatro años (Lancaster y Lancaster, 1983). La información sobre intervalos entre nacimientos de los simios confirma la antigüedad de este patrón reproductor. Entre los chimpancés y los gorilas los intervalos entre nacimientos son en general de aproximadamente cuatro a cinco años, mientras que los intervalos entre nacimientos de los orangutanes son casi siempre de ocho años (Alien y otros, 1982; Galdikas y Wood, 1990). <<

[336] Tanner, 1981; McGrew, 1981; Fisher, 1982; Foley y Lee, 1989; Mansperger, 1990. <<

[337] Strum, 1990; Smuts, 1985, 1992. <<

[338] COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS homínidos PRIMITIVOS: Birdsell (1968) propuso que los grupos primitivos de homínidos estaban compuestos por aproximadamente veinticinco individuos, la mitad de los cuales eran adultos. Este modelo estándar de los grupos sociales primitivos de homínidos me parece razonable. Véase también Foley y Lee, 1989. <<

[339] Laura Betzig, Programa de Evolución y Conducta Humana, Universidad de Michigan, comunicación personal. <<

[340] RAZONES ADAPTATIVAS PARA QUE LOS MACHOS VUELVAN A CONTRAER «MATRIMONIO»; entre los simios, los machos prefieren copular con hembras de más edad y más maduras en lugar de con adolescentes, presumiblemente porque las hembras con hijos ofrecen el antecedente de una buena trayectoria reproductora. Esto plantea el interrogante de por qué los machos homínidos ancestrales habrían de buscar el apareamiento con hembras jóvenes en lugar de con las más maduras. Considero que la respuesta reside en la ecología de la monogamia. En las especies monógamas los machos invierten tiempo y esfuerzo en la crianza de sus propias crías. Por lo tanto, los valores adscritos a la juventud —como por ejemplo óvulos frescos, cuerpo elástico, personalidad adaptable y futuro reproductor más prolongado— pueden resultar más importantes para un macho que los antecedentes de una buena trayectoria reproductora. <<

[341] RAZONES ADAPTATIVAS PARA QUE LAS HEMBRAS VUELVAN A CONTRAER «MATRIMONIO»: el psicólogo David Buss (Departamento de Psicología, Universidad de Michigan, comunicación personal) destaca que una vez que una mujer ha dado a luz a un niño, su valor reproductor desciende, lo cual la vuelve menos atractiva para los machos que están en su plenitud. Por lo tanto, a medida que una mujer envejecía, sus apareamientos posteriores eran con hombres de menor valor reproductor. En consecuencia, la monogamia en serie no era una estrategia adaptativa en el caso de las hembras ancestrales. Este argumento es lógico. No obstante, debemos considerar diversas variables prácticas, a) El tamaño del grupo y la escasa frecuencia de los contactos intergrupales pueden haber reducido las oportunidades de las hembras para conseguir machos potentes en sus primeros apareamientos, lo cual significaba buenas posibilidades de subir en la escala en los apareamientos sucesivos, b) El valor reproductor del primer cónyuge de una hembra podía bajar repentinamente a causa de una lesión, por lo tanto, aunque la segunda pareja pudiera no estar en la flor de la edad, resultaría de mayor valor reproductor que la primera, c) Es probable que los machos jóvenes fuesen fuertes y rápidos para cazar y proteger, aunque también fueran inexpertos, mientras que los machos maduros indudablemente tenían más experiencia en la caza, el robo de la caza ajena y la paternidad (aunque también tenían la carga económica de esposas e hijos anteriores). Por consiguiente, el valor reproductor de los machos probablemente variaba muchísimo a causa de factores independientes de la edad, d) El valor reproductor de la hembra puede haber aumentado con la edad en el caso de que se volviera una recolectora más eficaz y a la vez permaneciera fértil, con lo cual atraería a más machos potentes en sus apareamientos posteriores. Sospecho que el valor reproductor de cada macho y cada hembra subía o bajaba de acuerdo con diversas variables. Seguramente, las vicisitudes del medio ambiente también agregaban sus propias variables. Por consiguiente, que las hembras temieran una estrategia reproductora de monogamia en serie, flexible y «oportunista» habría sido adaptativo. <<

[342] Bertram, 1975; Schaller, 1972; Hausfater y Hrdy, 1984. <<

[343] Daly y Wilson, 1988. <<

[344] Tylor, 1889, 267-68. <<

[345] Friedl, 1975. <<

[346] Liebowitz, 1983. <<

[347] Tennov, 1979; Money, 1980. <<

[348] Shostak, 1981, 268. <<

[349] Jankowiak y Fischer, 1992. <<

[350] Liebowitz, 1983, 90. <<

[351] Bischof, 1975; Wickler, 1976. <<

[352] LOCALIZACIONES DEL AFECTO: los etólogos observan que los animales se encariñan (buscan y mantienen el contacto) con diferentes cosas: objetos, por ejemplo un árbol o una cerca; lugares, por ejemplo una porción de terreno o de playa; individuos o grupos de la misma especié, por ejemplo infantes, parejas, o agrupaciones de compañeros. Las personas se encariñan con los mismos objetos mencionados: el hogar, ciertas porciones de terreno, niños, parientes y amigos. Varios científicos han confirmado que la motivación del cariño es instintiva. Véanse Wickler, 1976; Bowlby, 1969. <<

[353] EL CARIÑO EN LOS ANIMALES: los cachorros pequeños, los bebés de mono, los pollitos y los cobayos lloran cuando la madre los deja solos, aunque estén abrigados, cómodos y no tengan hambre. El pulso cardíaco se acelera, la presión arterial aumenta y la temperatura del cuerpo se eleva en la medida en que la «angustia de la separación» se intensifica hasta alcanzar el pánico. Sin embargo, si se les administran endorfinas u otros opiáceos naturales, estas criaturas se calman. El locus ceruleus, un área del tronco cerebral, y otros loci del cerebro también desempeñan un papel en el pánico episódico y en los ataques de angustia. Véase Liebowitz, 1983. <<

[354] Michael Trupp, psiquiatra de la ciudad de Nueva York, comunicación personal. <<

[355] Bowlby, 1969. <<

[356] Bieber y otros, 1962; Ruse, 1988. <<

[357] Bell y Weinberg, 1978. <<

[358] Ruse, 1988. <<

[359] Merry Ratliff Muraskin, terapeuta y antropólogo de Nueva York, comunicación personal. <<

[360] Kinsey, Pomeroy y Martin, 1948; Kinsey y otros, 1953; Silverstein, 1981; Ruse, 1988. <<

[361] Adams, 1980. <<

[362] Daly y Wilson, 1988. <<

[363] Stephens, 1963. <<

[364] Hiatt, 1989. <<

[365] Goodall, 1986. <<

[366] Hiatt, 1989. <<

[367] David Buss, Departamento de Psicología, Universidad de Michigan, comunicación personal. <<

[368] Weiss, 1975. <<

[369] Zuckerman, Buchsbaum y Murphy, 1980; Zuckerman, 1971; Weiss, 1987. <<

[370] Sostek y Wyatt, 1981; Weiss, 1987. <<

[371] Kagan, Reznick y Snidman, 1988. <<

[372] Donaldson, 1971. <<

[373] Mellen, 1981; Donaldson, 1971. <<

[374] Darwin [1872], 1965. <<

[375] SELECCIÓN NATURAL VERSUS SELECCIÓN SEXUAL: en términos de transmisión de genes, no existe ninguna diferencia entre selección natural y selección sexual. La distinción se refiere al tipo de selección y al tipo de resultados adaptativos. La selección sexual se define como selección en función de características que están específicamente conectadas con el aumento de las propias posibilidades de éxito en la atracción y obtención de parejas. Los resultados son la evolución de rasgos útiles a la sexualidad y la reproducción más bien que adaptaciones al entorno general. De acuerdo con Darwin, es habitual distinguir dos tipos de selección sexual: a) LA SELECCIÓN INTRASEXUAL es la selección basada en los rasgos que permitirán la competencia con miembros del mismo sexo por parejas del sexo opuesto; b) LA SELECCIÓN IN-TERSEXUAL es la selección basada en las características que volverán al sujeto atractivo para el sexo opuesto. Véanse Darwin, 1871; Campbell, 1972; Gould y Gould, 1989. <<

[376] Eberhard, 1987, 1990. <<

[377] Smith, 1984: Eberhard, 1985, 1990. <<

[378] Daly y Wilson, 1983. <<

[379] Smith, 1984. <<

[380] Short, 1977; Moller, 1988; Lewin, 1988d. <<

[381] Smith, 1984. <<

[382] Darwin, 1871; Bateman, 1948; Trivers, 1972. <<

[383] Morris, 1967. <<

[384] Gallup, 1982. <<

[385] Lancaster, 1986. <<

[386] Low, Alexander y Noonan, 1987. <<

[387] Mascia-Lees, Relethford y Sorger, 1986. <<

[388] Darwin, 1871, 907. <<

[389] Ibid. 881. <<

[390] Alexander, 1990. <<

[391] Ford y Beach, 1951. <<

[392] NEOTENIA: Ashley Montagu (1981) propone la hipótesis de que la curvatura hacia abajo del canal vaginal de la hembra humana y el coito cara a cara evolucionaron como subproducto de la «neotenia», o fenómeno de irse «volviendo joven». El término neotenia alude al notable fenómeno de la continuidad de rasgos infantiles en la vida adulta; tenemos varios rasgos neoténicos, incluso los rostros planos, los cráneos redondeados, la capacidad lúdica, la curiosidad, así como otros rasgos emocionales y físicos observables en los primates no humanos durante la infancia, pero ausentes en los adultos. La vagina curvada hacia abajo está presente en los embriones de todos los mamíferos, pero después del nacimiento el canal vaginal gira hacia atrás y queda alineado paralelamente con la columna vertebral. Las mujeres retienen esta orientación embrionaria de la vagina toda la vida. Montagu (1981) formuló la hipótesis de que el emplazamiento inmaduro de la vagina humana (así como los demás rasgos neoténicos humanos) evolucionaron en conjunto cuando la evolución favoreció el desarrollo del cerebro milenios atrás. El cerebro fetal en expansión requirió que la madre diera a luz a sus criaturas en una etapa anterior del desarrollo. Montagu sostiene que, junto con el parto prematuro, los seres humanos experimentaron una maduración más lenta, una niñez más prolongada y retuvieron numerosos rasgos infantiles que perduran en la vida adulta, entre ellos la vagina curvada hacia abajo. Información obtenida posteriormente se contradice con la teoría de Montagu. Diversos rasgos neoténicos del cráneo homínida pueden haber evolucionado en diferentes momentos, lo cual indica que cada uno estuvo sujeto a una selección directa (Lewin, 1985). <<

[393] Symons, 1979. <<

[394] Rancourt-Laferriere, 1983. <<

[395] EL ORGASMO COMO UNA FORMA DE ESTIMULAR LAS SENSACIONES FISIOLÓGICAS DEL APEGO: la oxitocina, un péptido originado en el cerebro por la glándula pituitaria, es secretada (al menos en los hombres) durante el orgasmo y cumple la función de producir sensaciones de placer y plenitud sexual (Angier, 1991). Ello significa que el orgasmo podría producir respuestas químicas que aumentan los sentimientos de apego. <<

[396] Smith, 1984; Alcock, 1987. <<

[397] Burton, 1971; De Waal, 1982; Whitten, 1982; Lancaster, 1979; Hrdy, 1981; Savage-Rumbaugh y Wilkerson, 1978. <<

[398] LA INESTABILIDAD DEL ORGASMO FEMENINO HUMANO: a partir de datos relacionados con la forma en que las personas aprenden, actualmente se ha podido demostrar que las recompensas parciales o no constantes las estimulan a realizar esfuerzos más persistentes que las recompensas totales y constantes. Por eso hay quien afirma que la frustración sexual provocada por la irregular respuesta del orgasmo femenino cumplió la función de estimular a las hembras ancestrales a buscar nuevas relaciones sexuales (Diamond, 1980). <<

[399] LAS RELACIONES SEXUALES FUERA DEL CELO EN OTROS ANIMALES: las hembras de chimpancé pigmeo tienen relaciones sexuales con otras hembras de forma cotidiana. Las cópulas heterosexuales también se observan durante la mayor parte del ciclo menstrual, si bien no todo (Thompson-Handler, Malenky y Badrian, 1984). Los informes indican que las hembras de delfín se masturban y copulan regularmente, con escasos signos de periodicidad (Diamond, 1980). En las hembras de varias especies de primates se observan conductas sexuales fuera del pico central del celo, como por ejemplo durante las revueltas en la manada, cuando viven en cautiverio o durante la preñez. Podrían mencionarse numerosas excepciones, pero en términos generales la mayoría de las relaciones heterosexuales entre las hembras de primate ocurren en el momento pico del celo. Véanse Fedigan, 1982; Lancaster, 1979; Hrdy, 1981. <<

[400] Kinsey y otros, 1953; Ford y Beach, 1959; Wolfe, 1981. <<

[401] Ford y Beach, 1951. <<

[402] LA MENOPAUSIA: el complejo cese programado de la ovulación conocido como menopausia, que ocurre en todas las mujeres de edad madura, no parece presentarse en otros primates ni en otros mamíferos, si bien en las hembras de elefante, en las ballenas piloto y en algunas hembras de primates se observan algunos signos de menopausia cuando llegan a la vejez (Alexander, 1990, Pavelka y Fedigan, 1991). En la actualidad, algunos científicos piensan que la menopausia evolucionó en las homínidos ancestrales como una estrategia adaptativa destinada a favorecer la supervivencia de las crías existentes y de otros parientes genéticos, en lugar de generar nuevas crías que requerirían muchos años de cuidados. En consecuencia, la madre posmenopáusica podía desempeñar los papeles de ABUELA y NIÑERA de los nietos. La menopausia también podría ser un efecto secundario de la prolongación de la vida, o efecto pleiotrópico (Pavelka y Fedigan, 1991). Tal vez el alto nivel de libido de la hembra homínida posmenopáusica evolucionó para favorecer el mantenimiento de los apareamientos (y las coaliciones político-sociales a las cuales servían de base), así como para permitir a las hembras que continuaran obteniendo recursos adicionales a cambio de las cópulas «extramaritales». Véanse Alexander, 1990; Dawkins, 1976; Pavelka y Fedigan, 1991. <<

[403] Strassman, 1981; Alexander y Noonan, 1979; Turke, 1984; Fisher, 1975, 1982; Lovejoy, 1981; Burley, 1979; Small, 1988; Gray y Wolfe, 1983; Benshoof y Thornhill, 1979; Daniels, 1983; Burleson y Trevathan, 1990; Hrdy, 1983. <<

[404] Teleki, 1973a; Goodall, 1986. <<

[405] Fisher, 1975, 1982. <<

[406] Rosenblum, 1976. <<

[407] PICOS NATURALES EN EL IMPULSO SEXUAL FEMENINO HUMANO: los estudios indican que el pico de la sexualidad femenina se manifiesta en la mitad de su ciclo menstrual (Hrdy, 1981). Las mujeres casadas a las que se les suministró una amplia variedad de dispositivos anticonceptivos manifestaron, durante la ovulación y prácticamente en cualquier condición, un incremento en la actividad sexual por ellas iniciada; esto desapareció con la administración de anticonceptivos orales (Adams, Gold y Burt, 1978). Sin embargo, en una muestra de mujeres norteamericanas casadas la intensidad de la actividad sexual alcanzó su punto máximo inmediatamente después de terminada la menstruación (Udry y Morris, 1977). Otros estudios indican que las esposas norteamericanas (así como las mujeres de otras culturas) experimentan un alza de la excitabilidad inmediatamente antes o después de la menstruación (Ford y Beach, 1951; Kinsey y otros, 1953). Esta información me lleva a proponer que las mujeres tienen dos picos naturales del impulso sexual: uno durante y alrededor de la ovulación, y otro justo antes o durante la menstruación. El pico que se produce durante la ovulación puede ser un remanente del celo. El pico en la menstruación puede haber evolucionado como consecuencia de convertirse en bípedas. Antes de la menstruación la sangre se acumula naturalmente en la región pelviana, y a esas alturas del ciclo el hecho de ser bípedas podría elevar la tensión en los tejidos genitales. <<

[408] Daniels, 1983. <<

[409] Gould, 1981; Russett, 1989. <<

[410] Mead, 1935, 280. <<

[411] DETERMINISMO CULTURAL: el marcado viraje hacia el «determinismo cultural» que tuvo lugar en los años veinte y treinta no se concentró solamente en las diferencias de sexo, sino que fue una reacción intelectual ante el movimiento eugenésico de aquel momento, y también subrayó los aspectos raciales y étnicos comunes. Para una mejor comprensión de la historia del debate naturaleza-educación y de los acontecimientos a comienzos del siglo XX que influyeron en la polémica, véase Degler, 1991. <<

[412] Jost, 1972; Otten, 1985. <<

[413] Maccoby y Jacklin, 1974; McGuinness, 1976, 1979, 1985. <<

[414] Benderly, 1987, 1989. <<

[415] Sherman, 1978. <<

[416] Benderly, 1987. <<

[417] McGuinness, 1985, 89. <<

[418] Kimura, 1989; Weiss, 1988. <<

[419] Fennema y Leder, 1990. <<

[420] Maccoby y Jacklin, 1974; McGuinness, 1979; Fennema y Leder, 1990. <<

[421] Benbow y Stanley, 1980, 1983. <<

[422] Leder, 1990; Benderly, 1987. <<

[423] Kimura, 1989; Moir y Jessel, 1989. <<

[424] Silverman y Beals, 1990. <<

[425] Fennema y Leder, 1990; Sherman, 1978; Benderly, 1987; Bower, 1986. <<

[426] Darwin, 1871. <<

[427] McGuinness, 1979; McGuinness y Pribram, 1979; Hall y otros, 1978, 1977; Zuckerman y otros, 1976; Hall, 1984. <<

[428] De Lacoste-Utamsing y Holloway, 1982. <<

[429] Kimura, 1983; McGuinness, 1985. <<

[430] Geschwind, 1974; Springer y Deutsch, 1985. <<

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