Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 37

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TREINTA Y SIETE

Pero fue el tercer hermano, al ordenarle al cielo que le entregara su vasto

poder, quien al fin derrotó a su hermano celoso a un precio altísimo y

terrible.

—«EL ORIGEN», LAS FÁBULAS DEL PÁRAMO

Me doy la vuelta en la silla y veo a una venin, la que mató a Soleil, con las venas distendidas ramificándose de sus ojos rojos, agarrando la espada que enterró entre las escamas de Tairn en el área detrás de las alas.

—¡Tienes una venin en la espalda! —le grito a Tairn mientras la venin lanza una bola de fuego hacia mi cabeza. Pasa tan cerca de mí que siento cómo me quema la mejilla.

Tairn rueda y luego se eleva con tanta fuerza que mi peso se aplasta contra la silla, pero la venin sigue ahí, aferrándose a la espada grabada mientras sus pies vuelan detrás de ella. En cuanto Tairn se pone en horizontal, la venin me lanza una mirada que me dice que seré su próxima comida y viene hacia acá con absoluta determinación en la mirada y unas dagas serradas con puntas vedes en las manos.

—¡Otros tres sin jinete detrás de mí! —grita Tairn.

Mierda. Hay algo que no estoy viendo. Lo siento en las orillas de mi mente, como la respuesta de un examen para el que sé que estudié.

—¿No eres algo pequeña para ser jinete de dragón? —sisea la venin.

—Soy suficientemente grande para matarte. —Tairn y yo estamos muertos si no hago algo.

—Necesito que te mantengas en horizontal —le digo a mi dragón, desabrochándome las bandas de los muslos.

—¡No te vas a soltar de la silla! —gruñe Tairn.

—¡No voy a permitir que te mate! —me pongo de pie y desenvaino las dos dagas que Xaden me dio hoy. Cada reto, cada obstáculo, cada hora que pasé con Imogen en el cuarto de pesas, cada vez que Xaden me llevó a la colchoneta tienen que servir de algo, ¿no?

Esto es solo un reto… con un ser oscuro no tan ficticio… en el parapeto.

Un parapeto que se mueve y vuela.

—¡Vuelve a tu silla! —me ordena Tairn.

—No te la puedes quitar de encima. Te atacará de nuevo. Tengo que matarla. —Hago a un lado el miedo. No hay espacio para eso aquí.

Entre la luz del sol en agonía y el escalofriante brillo de la ciudad que arde allá abajo, esquivo la primera embestida de su cuchillo, luego la segunda, me agacho y uso el antebrazo para bloquear un ataque desde arriba y evito así que el metal se entierre en mi cara. La fuerza del impacto tiene como resultado un crujido que sé que fue de uno de mis huesos.

Un dolor insoportable me paraliza por un instante y la daga se me escapa de la mano. Solo me queda una. El corazón me late sin control cuando me tropiezo con uno de los picos de Tairn y me tambaleo.

Ni siquiera puedo agarrarme el brazo adolorido y destrozado porque ella viene hacia mí, acercándose con enormes zancadas y blandiendo sus dagas de punta verde. Es como si esa mujer supiera con exactitud qué voy a hacer antes de que lo haga. Responde cada uno de mis ataques con uno igual, pero más rápido, como si se estuviera adaptando a mi estilo de pelea tras solo unos momentos de combate. Es imposiblemente rápida. Nunca he visto que Xaden o Imogen se muevan así de rápido.

Logro bloquear cada uno de sus ataques, pero no hay duda de que estoy en la defensiva. Ni siquiera trae ropa de combate, solo una túnica que ondea con el viento, y sin embargo…

Siento un dolor fuerte y agudo en el costado y retrocedo por la sorpresa de encontrarme una de sus dagas hundida en mi cuerpo, justo donde termina la armadura de escamas de dragón.

Tairn ruge y Andarna chilla.

—¡Violet! —grita Xaden.

—¡Es demasiado rápida! —Por su posición, dudo que la daga haya perforado algo vital, y lucho contra la náusea, que ya me está llenando la boca de saliva, para sostener la única arma contra venin que me queda y sacar la suya. Pero algo no está bien. La herida me quema y de inmediato me cuesta más trabajo mantener el equilibrio porque algo ácido me está corriendo por las venas. La punta del cuchillo ya no es verde cuando cae de mi mano.

—Cuánto poder desperdiciado. Con razón nos hicieron venir aquí. Podrías ordenarle al cielo que te entregue todo su poder, y apuesto a que ni siquiera sabes qué hacer con eso, ¿verdad? Los jinetes nunca saben. Te voy a abrir para ver de dónde vienen esos impresionantes rayos. —Ondea su otra daga frente a mí y de pronto me doy cuenta de que está jugando conmigo—. O quizá dejaré que él lo haga. Vas a preferir la muerte si te entrego a mi Sabio.

¿Tiene un maestro?

Es una estudiante igual que yo, y no puedo competir con ella. Ni siquiera logro saber en qué mano trae la daga mientras se la pasa de una a otra. Mi brazo tiene su propio pulso y el costado me está matando.

—Equilibra las cosas —me ordena Xaden. Dividió su poder y las sombras vienen de los acantilados a mi izquierda para cubrir mi mundo, y el de la venin, con una nube de la más profunda oscuridad.

Y yo tengo el poder de la luz.

Ahora yo tengo el control y conozco el terreno del lomo de Tairn como la palma de mi mano. Me muevo a la derecha, donde puedo sentir la cuesta de su hombro, me pongo en posición de pelea, tomo la daga con la mano sana y dejo que mi poder estalle en la oscuridad, iluminando el cielo por un crepitante y valiosísimo segundo.

La venin está desorientada, de espaldas a mí. Le clavo la daga con las runas entre las costillas, justo donde Xaden me enseñó hace tantos meses, y la saco para no perderla. Ella se va hacia atrás y el rostro se le pone gris cenizo antes de caerse del lomo de Tairn.

Yo me tambaleo porque el ácido en mis venas cada vez arde más y me está quemando desde adentro.

—Está muerta —le digo como puedo a Tairn, Xaden, Andarna, Sgaeyl… a quien sea que esté escuchando.

Las sombras desaparecen y vuelve la luz del crepúsculo mientras avanzo a tropezones hacia la silla, apretándome el costado para contener la sangre que me corre de la herida.

—Te lastimó —dice Tairn.

—Estoy bien —miento, viendo con los ojos desorbitados la sangre negra y viscosa que corre entre mis dedos. Esto no es bueno. No es nada bueno.

No podré pelear en otro mano a mano, no con esta herida en mi costado, y pronto voy a estar demasiado débil para llamar a los rayos. La fuerza me abandona junto con mi sangre. Envaino la daga. Ahora la mejor arma que tengo es mi cabeza.

Tomo aire, intentando calmar mi pulso y pensar.

—Están cayendo —anuncia Tairn, y giro hacia un lado para ver cómo tres guivernos caen del cielo para ir a estrellarse en la tierra.

Guivernos sin jinete.

Creados por los venin.

Y todos murieron porque maté a un venin.

Eso era lo que Liam intentaba decirme. Cuando un dragón muere, también se va su jinete. Pero, aparentemente, cuando muere un venin, también se van los guivernos que creó. Todos. Así podemos salvar a todos en este lugar.

Hay dos jinetes entre la horda que Xaden está deteniendo.

—Tenemos que acabar con los jinetes —susurro.

—Sí —me responde Tairn, que ha estado siguiendo mis pensamientos—. Excelente idea.

—¿Estás dispuesto a apostar tu vida por esto? —Si me equivoco, ambos estamos muertos y también Xaden y Sgaeyl.

—Apuesto mi vida por ti como lo hice desde el primer día —dice, dando la vuelta para volver al valle. Los demás dragones vienen también para acá, seguramente siguiendo las órdenes de Tairn. Solo Garrick y su Café Cola de Escorpión van adelante de nosotros, volando bajo y rápido hacia Xaden.

—Tres de los venin están muertos, pero uno está…

Veo con horror cómo un venin con un bastón tan alto como él sale de entre la oscuridad con su amenazante mirada puesta sobre Xaden.

—¡A la izquierda! —le grito a Xaden.

Sgaeyl gira y le lanza una ráfaga de fuego, pero el venin apenas si se detiene.

Garrick se acomoda en su asiento y lanza una daga, pero antes de que pueda llegar al venin, la silueta de la túnica azota su báculo contra el suelo y desaparece como si nunca hubiera estado ahí.

Se fue, pero ¿adónde?

—¿Qué diablos? —grito al viento.

—Un general puede reconocer a otro general, y ese es su líder —me informa Tairn.

¿El Sabio?

—¡No puedo detenerlos por mucho más! —avisa Xaden, y los brazos le tiemblan tanto que parece como si su cuerpo estuviera por destruirse mientras nos apresuramos hacia la entrada del valle.

—Nuevo plan —le digo a Xaden mientras Tairn se lleva al límite—. Necesito que quites tus sombras.

—¿Qué?

Ya se está debilitando. Lo sé por cómo los guivernos logran estirar sus sombras en el intento de atravesarlas.

—Es demasiado sufrimiento. —El dolor en la voz de Andarna me destruye.

Giro hacia el puesto de comercio y veo un destello dorado que hace que se me detenga el corazón.

—¡No! ¡Este lugar no es seguro para ti!

—¡Me necesitas! —grita ella.

—Por favor, escóndete. Alguno de nosotros tiene que sobrevivir a esto —le digo mientras Tairn pasa volando sobre Xaden y Sgaeyl.

—Xaden, tienes que quitar las sombras. Es la única manera.

—¡Tairn! —grita Sgaeyl con un tono de miedo que nunca le había escuchado.

—No me pidas eso. —Hasta la voz le tiembla a Xaden. Esas sombras se van a ir quiera o no. Está a punto de consumirse.

—Si tienes algo de confianza en mí, Xaden, necesito que lo hagas. —Utilizo las mismas palabras que él me dijo antes, aunque apenas puedo respirar por el intenso dolor en mi costado. Xaden se va a consumir si no confía en mí.

—¡Mierda! —En un instante, el muro de sombras desaparece y los guivernos vienen hacia nosotros a una velocidad aterradora. Si no puedo hacer esto, nadie va a sobrevivir. Son demasiados.

—Encuentra al jinete más poderoso, Tairn. —Es nuestra mejor apuesta. La única.

Estamos a un minuto del choque.

—Cuando acabe con ese jinete, solo quedará uno, Xaden. Mata a ese y el resto de los guivernos caerá.

—Ya voy.

Pero yo llegaré primero. Tairn es más rápido que Sgaeyl.

—Nos salvaste con todo ese tiempo que los estuviste deteniendo.

Cuando comienza a responder, pongo mi escudo para bloquearlo y poder concentrarme.

Tairn mira de izquierda a derecha, buscando, y yo derribo el último muro de mis Archivos mientras mantengo un pie firmemente plantado en el suelo de mármol.

—Ahí —dice Tairn, apuntando con la cabeza hacia la derecha—. Es ese.

En una orilla de la horda voladora está un venin con venas color carmín que corren sobre su frente y le bajan por las mejillas.

—¿Estás seguro? —pregunto.

—Totalmente.

Un fuego azul sale de entre la horda y apenas alcanzo a tomar aire antes de que un torrente de sombras salga de un extremo del valle y apague la llama.

El poder me sacude los huesos, vibrando en lo más profundo de mi ser por la cantidad de energía que estoy haciendo que mi cuerpo contenga.

—Dime que tu plan no es intentar lanzarle al lomo del guiverno —me dice Tairn. En unos segundos más estaremos lo suficientemente cerca.

—No hace falta —le aclaro—. ¿No escuchaste lo que dijo la venin? Puedo ordenarle al cielo que me entregue todo su poder, pero voy a necesitar hasta la última gota del tuyo para lograrlo. —Suelto mi sello y lanzo un rayo que no le da al guiverno, y luego otro, que tampoco.

Ya casi están sobre nosotros mientras sigo lanzándoles rayos, llevándome al límite mientras Xaden apaga las llamas antes de que me quemen viva.

No puedo apuntar. No estoy lista. Quizá si me dieran un año o dos más de práctica, pero ahora no.

—¡Necesito más, Tairn!

—¡Te vas a consumir, Plateada! —me responde con un gruñido mientras esquiva una flama que Xaden no alcanzó a ahogar—. Ya estás al límite.

Los brazos me tiemblan cuando vuelvo a levantarlos.

—Esta es la única manera en que puedo salvarlos. Puedo salvar a Sgaeyl. Solo tienes que decidir que vivirás, Tairn. Aunque yo no lo logre.

—No voy a ver cómo muere otro jinete porque no conoce sus propios límites. El próximo rayo podría ser el último. Siento cómo se está acabando tu poder.

—Sé exactamente de lo que soy capaz —le prometo mientas la energía me llena el cuerpo una vez más y mi corazón no logra encontrar el ritmo correcto. Qué calor, carajo. Tengo tanto calor que siento que estoy a punto de incendiarme. Tomé demasiado poder—. No soy Naolin.

El miedo amenaza con acabar conmigo cuando el venin viene hacia nosotros y está tan cerca que puedo ver su boca rabiosa, pero no es mi terror. Es el de Tairn.

—¡Déjame ayudar! —grita Andarna, y el corazón se me esponja, aunque sigue afectado por la energía que corre por mis venas. No tengo tiempo para voltear a ver dónde está. Solo espero que siga en el puesto.

—Solamente lo que necesito —le digo.

Trago saliva con dificultad y mi mano buena aprieta la daga manchada de sangre mientras volamos hacia el muro de guivernos. Busco el poder dorado de Andarna y me corre por la columna hasta explotar dentro de mí. El tiempo se detiene a nuestro alrededor.

Tairn abre las alas y nos quedamos suspendidos en el aire por un momento. Los guivernos se nos acercan centímetro a centímetro, combatiendo la magia de Andarna con la suya propia.

Necesito querer matar a ese venin y, que los dioses me perdonen, claro que quiero.

—¡Ahora! —Extiendo los brazos hacia el venin y le ordeno a los rayos que partan el cielo. Me obedecen, ramificándose hacia todas partes, pero solo necesito controlar una sola de sus venas de plata azulada. Me concentro en la que está más cerca del venin y la hago descender en ráfagas lentas que desafían al tiempo. Mis brazos vibran y siento cómo el poder de Tairn sobrepasa los límites de mi cuerpo mientras jalo la rama hacia un lado centímetro a centímetro en su descenso con lo último que me queda de fuerza hasta posicionarla sobre el venin—. ¡Más, Tairn!

Él ruge y el relámpago me atraviesa, y provoca que me hiervan los pulmones y se chamusque mi aliento mientras el don de Andarna empieza a perder potencia. No necesito estar cerca de ella para sentir su fatiga, su fuerza que rápidamente se va consumiendo. Pero solo tomo lo que necesito. Andarna va a sobrevivir hoy, aunque sea la única.

Solo me quedan unos segundos o todo este poder me va a quemar completa y va a acabar conmigo.

Los gritos de Xaden atraviesan mi barrera mental y los sonidos de su angustia y miedo casi son más de lo que puedo soportar. Pero no hay tiempo para pensar en él, para preguntarme qué pasará si no lo logro. Porque en este momento mi cabeza está enfocada en la venganza con una frialdad de la que hasta mi madre se sentiría orgullosa.

Cuando al fin termino de poner el rayo en su lugar, y con la piel ardiendo, libero el tiempo y me mantengo en pie apenas lo suficiente para ver cómo cae y mata al venin en cuanto lo toca. Como si el tiempo aún siguiera congelado, su cuerpo lentamente se cae del lomo del guiverno.

Al segundo siguiente, más de la mitad de los monstruos cae del cielo, como si les hubiera caído un rayo también a ellos. Y pareciera que mi herida estaba esperando a que lograra mi objetivo, porque en ese mismo momento amenaza con quemarme viva.

—¡A la izquierda! —ruge Tairn, girando hacia el guiverno y su jinete que vienen a nosotros con gesto asesino.

Una cuerda de sombra se amarra al cuello del venin mientras Tairn da la vuelta a la izquierda para evitar el golpe y apenas logro mantenerme en mi asiento.

Xaden baja al venin del lomo del guiverno y lo jala hacia abajo, directo a la daga que tiene en su mano estirada.

A veces se me olvida lo hermosamente letal que es ese hombre, carajo.

Sabiendo que van a vivir, dejo que la gravedad tome mi cuerpo y me resbalo del lomo de Tairn.

—¡Violet! —grita Xaden mientras caigo.

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