Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 4

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CUATRO

El ring de lucha es donde se crean o se quiebran los jinetes. Después de

todo, ningún dragón que se respete elegiría a un jinete que no puede

defenderse solo, y ningún cadete que se respete permitiría que una

amenaza como esa para su ala siguiera entrenando.

—GUÍA DEL COMANDANTE AFENDRA PARA EL CUADRANTE

DE JINETES (EDICIÓN NO AUTORIZADA)

—Elena Sosa, Brayden Blackburn. —El capitán Fitzgibbons está leyendo la lista de muertos, flanqueado por otros dos escribas en la tarima mientras los demás esperamos silenciosamente en formación en el patio, con los ojos entrecerrados para protegerlos del sol matutino.

Esta mañana todos estamos vestidos con el negro de los jinetes y tengo una sola estrella plateada de cuatro puntas en el cuello, la marca de alguien de primero, y un parche del Ala Cuatro en el hombro. Ayer nos dieron uniformes estándar, túnicas veraniegas entalladas, pantalones y accesorios cuando se terminó lo del parapeto, pero no nos dieron ropa de cuero para volar. No tiene caso darnos los uniformes de combate, que son más gruesos y ofrecen más protección, cuando la mitad de nosotros no llegaremos a la Trilla en octubre. El corsé de armadura que Mira me hizo no es lo normal, pero se pierde entre los cientos de uniformes modificados que me rodean.

Tras las últimas veinticuatro horas y una noche en las barracas del primer piso, he comenzado a darme cuenta de que este cuadrante es una extraña mezcla de un hedonismo del tipo podríamos-morir-mañana y una eficiencia brutal por la misma razón.

—Jace Sutherland —continúa el capitán Fitzgibbons, y los escribas a sus lados se reacomodan en su lugar—. Dougal Luperco.

Creo que ya vamos por los cincuenta, pero perdí la cuenta cuando leyó el nombre de Dylan hace unos minutos. Este es el único homenaje que tendrán esos nombres, la única vez que se pronunciarán dentro de la ciudadela, así que intento concentrarme, aprenderme cada nombre, pero son demasiados.

Tengo la piel maltratada por usar la armadura toda la noche como Mira me sugirió y me duele la rodilla, pero contengo el impulso de inclinarme y ajustarme la venda que logré ponerme en la inexistente privacidad de mi catre en las barracas de primero antes de que alguien más se despertara.

Somos ciento cincuenta y seis en el primer piso del edificio de dormitorios y nuestros catres están acomodados en prolijas filas en el espacio abierto. Aunque a Jack Barlowe lo pusieron en los dormitorios del tercer piso, no voy a dejar que nadie vea mis debilidades. No hasta que sepa en quién confiar. Las habitaciones privadas son como la ropa de cuero para el vuelo: no te dan una hasta que sobrevives a la Trilla.

—Simone Casteneda. —El capitán Fitzgibbons cierra la lista—. Que sus almas estén con Malek. —El dios de la muerte.

Esto me sorprende. Supongo que estábamos más cerca del final de lo que pensé.

No hay una conclusión formal a la ceremonia ni un último momento de silencio. Los nombres en la lista se bajan de la tarima con los escribas y la paz se rompe mientras los líderes de pelotón se dan la vuelta y comienzan a hablar con sus grupos.

—Espero que todos hayan desayunado, porque no van a poder comer nada hasta la hora del almuerzo —dice Dain, mirándome a los ojos por un breve instante para luego fingir indiferencia.

—Es un experto en fingir muy bien que no te conoce —susurra Rhiannon junto a mí.

—Sí lo es —respondo con el mismo tono. Una sonrisa se quiere asomar en mis labios, pero mantengo una expresión lo más neutral posible mientras lo miro sin recato. El sol juega con su cabello del color de la arena, y cuando gira la cabeza, veo que una cicatriz que no noté ayer se asoma entre su barba por el mentón.

—Asumo que los de segundo y tercero ya saben adónde ir —continúa Dain mientras los escribas siguen caminando hacia la orilla del patio a mi derecha con dirección a su cuadrante. Ignoro la vocecita en mi cabeza que se queja de que ese debería ser mi cuadrante. Obsesionarme con lo que pudo ser no me ayudará a sobrevivir para ver otro amanecer.

Los cadetes mayores, que están adelante de nosotros, hacen unos sonidos de confirmación. Los que somos de primero estamos en las últimas dos filas del pequeño cuadro que conforma el Segundo Pelotón.

—Para los de primer año, al menos uno de ustedes debería haberse aprendido de memoria su horario de clases desde que se los entregaron ayer. —La voz de Dain retruena sobre nosotros, y es difícil pensar en este líder serio y de gesto severo como el tipo sonriente y divertido que siempre ha sido para mí—. Manténganse juntos. Espero que todos sigan vivos para cuando nos reunamos por la tarde en el gimnasio de lucha.

Carajo, casi se me había olvidado que hoy íbamos a entrenar lucha. Solo iremos al gimnasio dos veces a la semana así que, mientras pueda salir ilesa de la sesión de hoy, estaré a salvo por un par de días más. Al menos tendré algo de tiempo para recuperarme antes de tener que enfrentar el Guantelete, que es la aterradora pista vertical de obstáculos que nos dijeron que tendremos que dominar en dos meses, cuando las hojas cambien de color.

Si logramos llegar a lo alto del Guantelete, cruzaremos el cañón semicerrado que está arriba y que lleva al campo de vuelo para la Presentación, donde los dragones de este año que están dispuestos a crear vínculos verán por primera vez a los cadetes que quedan. Dos días después de eso, la Trilla tendrá lugar en el valle bajo la ciudadela.

Miro a mi alrededor para ver a mis nuevos compañeros de pelotón, y no puedo evitar preguntarme cuáles de nosotros, si es que alguno, llegará a ese campo de vuelo, ya ni siquiera al valle.

«No busques los problemas de mañana».

—¿Y si no lo hacemos? —pregunta el graciosito de primero que está detrás de mí.

Ni siquiera me molesto en voltear a verlo, pero Rhiannon sí lo hace y pone un gesto de fastidio cuando vuelve a mirar hacia el frente.

—En ese caso, no tendré que molestarme en aprenderme su nombre, porque mañana en la mañana estará en la lista de muertos —responde Dain, encogiéndose de hombros.

Una de segundo año que está adelante de mí suelta una risotada y el movimiento le sacude las pequeñas arracadas que trae en el lóbulo derecho, pero la de cabello rosa que está a su lado permanece en silencio.

—¿Sawyer? —Dain mira al de primero que está a mi izquierda.

—Yo los llevo —dice el cadete alto y enjuto cuyo delgado cuerpo está cubierto de pecas, y asiente una sola vez. Su quijada pecosa da un saltito, y siento mucha compasión por él. Es uno de los que están repitiendo, un cadete que no consiguió vínculo en la Trilla y ahora tiene que empezar todo el año desde cero.

—Váyanse ya —ordena Dain, y nuestro pelotón se dispersa al mismo tiempo que los demás, transformando el patio de una formación ordenada a una multitud de cadetes parlanchines. Los de segundo y tercero se van en otra dirección, incluyendo a Dain.

—Tenemos unos veinticinco minutos para llegar a clase —nos grita Sawyer a los cuarenta y ocho que somos—. Cuarto piso, segunda aula a la izquierda en el ala académica. Vayan por sus tiliches y no lleguen tarde. —No se molesta en confirmar que lo escuchamos antes de comenzar a caminar hacia el dormitorio.

—Debe ser difícil —dice Rhiannon mientras seguimos a la gente hacia los dormitorios—. Quedarte atrás y tener que repetir todo esto.

—Es mejor que estar muerto —comenta el graciosito, que va pasando junto a nosotras por la derecha, con su cabello rebotando sobre la piel morena de su frente con cada paso que da el bajito cadete. Se llama Ridoc, si mal no recuerdo de las breves presentaciones que hicimos anoche antes de la cena.

—Es cierto —respondo mientras entramos al embotellamiento que se formó en la puerta.

—Escuché a uno de tercero diciendo que cuando alguien de primero sobrevive a la Trilla sin un vínculo, el cuadrante le permite repetir el año e intentarlo de nuevo si quiere —agrega Rhiannon, y no puedo dejar de pensar en cuánta determinación se necesitará para sobrevivir a tu primer año y estar dispuesto a repetirlo solo por la posibilidad de convertirte en jinete algún día. Fácilmente podrías morir en el segundo intento.

Un pájaro trina a la izquierda y miro sobre la multitud con el corazón acelerado, porque inmediatamente reconozco el tono. Es Dain.

El sonido se repite y lo ubico cerca de la puerta de la rotonda. Está parado sobre la ancha escalera y, en cuanto nuestros ojos se encuentran, señala hacia la puerta con un sutil movimiento de cabeza.

—Voy a… —empiezo a decirle a Rhiannon, pero ya se dio cuenta de lo que estoy viendo.

—Yo me llevo tus cosas y te veo allá. Están bajo tu catre, ¿verdad? —pregunta.

—¿No te molesta?

—Tu catre está junto al mío, Violet. No es problema. ¡Ve! —Me ofrece una sonrisa cómplice y choca su hombro contra el mío.

—¡Gracias! —Sonrío y de inmediato me abro paso entre la gente hasta que salgo por la orilla. Por suerte, no hay muchos cadetes yendo al área común, lo que significa que no hay muchos ojos sobre mí cuando me cuelo por una de las cuatro puertas gigantes de la rotonda.

Los pulmones se me llenan de aire ante mi expresión sorprendida. Es como las representaciones que he visto en los Archivos, pero no hay dibujo ni medio artístico que pueda capturar lo impactante que es este lugar, lo exquisito de cada uno de sus detalles. Es posible que la rotonda sea la pieza más hermosa de arquitectura no solo en la ciudadela, sino en todo Basgiath. El lugar tiene tres pisos, desde sus lustrosos pisos de mármol hasta el domo de cristal por el que se cuela la suave luz de la mañana. A la izquierda están dos enormes puertas de arco que llevan al ala académica, las cuales se repiten a la derecha, pero estas llevan a los dormitorios. Al subir media docena de escalones, frente a mí aparecen cuatro puertas que llevan al salón de reuniones.

En puntos equidistantes alrededor de la rotonda y brillando en distintos colores, rojo, verde, café, naranja, azul y negro, están seis abrumadores pilares de mármol con forma de dragón, tallados de manera que parece que estuvieran bajando a toda velocidad desde el techo. Hay espacio suficiente entre las fauces en la base de cada uno para meter al menos cuatro escuadrones, pero en este momento está vacío.

Paso junto al primer dragón, esculpido en mármol rojo oscuro, y una mano me toma por el codo y me jala detrás del pilar, donde hay un hueco entre la garra y la pared.

—Soy yo —dice Dain en voz muy baja mientras se da la vuelta para quedar de frente a mí. Cada parte de su cuerpo irradia tensión.

—Ya sabía, porque me lo dijo un pajarito. —Sonrío y niego con la cabeza—. Ha usado ese trino desde que éramos niños y vivíamos cerca de la frontera de Krovla mientras nuestros padres estaban ahí con el Ala Sur.

Su ceño se frunce mientras me recorre con la mirada, claramente buscando nuevas heridas.

—Solo tenemos unos minutos antes de que este lugar se llene. ¿Cómo va tu rodilla?

—Me duele, pero sobreviviré. —He tenido heridas mucho peores y ambos lo sabemos, pero no tiene caso pedirle que se relaje cuando obviamente no lo va a hacer.

—¿Nadie intentó hacerte nada anoche? —La preocupación le arruga la frente y yo me tengo que cruzar de brazos para no estirar la mano y suavizar esas líneas con mis dedos. Su angustia me aplasta el corazón.

—¿Es malo si me hicieron algo? —pregunto con tono pícaro, obligándome a sonreír.

Dain baja los brazos hacia sus costados y suspira tan fuerte que el sonido hace eco por toda la rotonda.

—Ya sabes que no me refiero a eso, Violet.

—Nadie intentó matarme anoche, Dain, ni siquiera lastimarme. —Me recargo en la pared para quitar un poco del peso de mi rodilla—. Estoy bastante segura de que todos estábamos demasiado cansados y aliviados de estar vivos como para empezar a matarnos entre nosotros. —Las barracas se quedaron en silencio casi inmediatamente después de que se apagaron las luces, prueba del agotamiento emocional del día.

—Y comiste, ¿verdad? Sé que los hacen salir a toda prisa del dormitorio cuando suenan las campanas de las seis.

—Comí con los demás de primero, y antes de que se te ocurra sermonearme, me acomodé los vendajes de la rodilla bajo la sábana y me trencé el cabello antes de que sonaran las campanas. Llevo años viviendo con horarios de escriba, Dain. Se levantan una hora antes. De hecho, me dan ganas de ofrecerme como voluntaria para hacer el desayuno.

Observa la apretada trenza con puntas plateadas que amarré en un chongo contra el cabello más oscuro cerca de la parte alta de mi cabeza.

—Deberías cortártelo.

—No empieces con eso. —Niego con la cabeza.

—Hay una razón por la que las mujeres aquí lo llevan corto, Vi. En cuanto alguien te agarre el cabello en el ring de lucha…

—El cabello es la última de mis preocupaciones en el ring —le respondo.

Esto lo hace abrir exageradamente los ojos.

—Solo quiero que estés a salvo. Tienes suerte de que no te haya echado con el capitán Fitzgibbons esta mañana para rogarle que te saque de aquí.

Ignoro su tono de amenaza. Estamos perdiendo tiempo, y necesito que Dain me dé cierta información.

—¿Por qué ayer pasaron a nuestro pelotón del Ala Dos a la Cuatro?

Él se tensa y desvía la mirada.

—Dime. —Necesito saber si estoy viendo cosas donde no las hay.

—Carajo —masculla, pasándose las manos por el cabello—. Xaden Riorson te quiere muerta. Después de ayer, ya todos los líderes lo saben.

No. No estaba exagerando.

—Cambió al pelotón para tratar directamente conmigo para poder hacer lo que se le dé la gana sin que nadie lo cuestione. Soy su venganza contra mi madre. —Mi corazón ni siquiera se altera al confirmar lo que ya sabía—. Eso pensé. Solo necesitaba asegurarme de que mi mente no estaba inventando cosas.

—No voy a permitir que te pase nada. —Dain da un paso al frente y toma mi cara entre sus manos, acariciándome el pómulo en suaves círculos con el pulgar.

—No hay mucho que puedas hacer. —Me alejo de la pared y me separo de él—. Tengo que ir a clases. —Ya se escuchan algunas voces haciendo eco en la rotonda de los cadetes que van cruzando.

Su quijada se tensa por un segundo y vuelven los surcos entre sus cejas.

—Solo te pido que mantengas un perfil bajo, especialmente en Informe de Batalla. Aunque los colores de tu cabello te delatan, esa es la única clase que toma todo el cuadrante. Veré si alguien de segundo puede hacer guardia…

—Nadie me va a asesinar en la clase de historia. —Hago un gesto de fastidio—. La parte teórica es lo único de lo que no tengo que preocuparme. ¿Qué me puede hacer Xaden? ¿Sacarme de la clase para apuñalarme con una espada en el pasillo? O ¿en serio crees que me mataría a medio Informe de Batalla?

—Sí lo creo capaz. Es un tipo despiadado, Violet. ¿Por qué crees que lo escogió su dragón?

—¿El azul marino que se paró detrás de él en la plataforma ayer? —Se me revuelve el estómago al recordar la manera en que me examinaban esos ojos dorados…

Dain asiente.

—Sgaeyl es una hembra Azul Cola de Daga, y es… feroz. —Traga saliva—. Y no es que los demás no lo sean. Cath es terrible cuando se enfurece, todos los Rojo Cola de Espada lo son, pero incluso la mayoría de los dragones se mantiene lejos de Sgaeyl.

Miro a Dain, a la cicatriz que define su mentón y la severidad en sus ojos que me parecen tan conocidos y a la vez no.

—¿Qué? —me pregunta. Las voces van subiendo de volumen a nuestro alrededor y cada vez se escuchan más pasos que van y vienen.

—Te vinculaste con un dragón. Tienes poderes que no conozco. Abres puertas con magia. Eres líder de pelotón. —Digo las frases con lentitud, esperando comprenderlas, entender realmente lo mucho que ha cambiado—. Es difícil para mí hacerme a la idea de que sigues siendo… Dain.

—Sigo siendo yo. —Su postura se suaviza y levanta la manga corta de su túnica para mostrarme la reliquia de un dragón rojo sobre su hombro—. La única diferencia es que ahora tengo esto. Y en cuanto a los poderes, Cath canaliza mucha magia en comparación con otros dragones, pero aún no soy ni de cerca un experto. No he cambiado mucho. De la magia menor que me da el vínculo de mi reliquia, puedo hacer cosas típicas como abrir puertas, moverme más rápido y crear plumas de tinta en vez de andar con la monserga de mojar la punta de las de las aves.

—¿Cuál es tu sello? —Todos los jinetes pueden hacer magia menor cuando su dragón comienza a canalizarles poder, pero el sello es una capacidad especial, la habilidad más fuerte que se da como resultado del vínculo entre el dragón y su jinete.

Algunos jinetes tienen los mismos sellos. Manipular el fuego, manipular el hielo y manipular el agua son solo algunos de los sellos más comunes, y todos son muy útiles en la batalla.

Y luego están los sellos que hacen que un jinete sea extraordinario.

Mi madre puede manipular el poder de las tormentas.

Melgren puede prever el resultado de las batallas.

Me pregunto cuál será el sello de Xaden, y si lo usará para matarme cuando menos me lo espere.

—Yo puedo leer los recuerdos recientes de las personas —admite Dain en voz baja—. No soy como los inntinncistas que pueden leer la mente, yo tengo que poner mis manos sobre las personas, así que no represento un riesgo para la seguridad. Pero mi sello no es muy conocido. Creo que me usarán como arma secreta. —Señala el parche de compás que lleva al hombro bajo el del Ala Cuatro. Ese sigilo indica que un poder es demasiado secreto, y no lo noté ayer.

—No lo puedo creer. —Sonrío y tomo aire para relajarme mientras recuerdo que el uniforme de Xaden no tenía ningún parche.

Él asiente y una sonrisa de emoción le curva la boca.

—Aún estoy aprendiendo, y obviamente lo hago mejor entre más cerca estoy de Cath, pero sí. Solo tengo que poner mis manos en la sien de alguien y puedo ver lo que vio esa persona. Es… increíble.

Ese sello sin duda hará que Dain se destaque. Lo convertirá en una de las herramientas más valiosas que tenemos para los interrogatorios.

—Y dices que no has cambiado —comento, y no lo digo tan en broma.

—Este lugar puede pervertir casi todo en una persona, Vi. Se lleva la falsa cortesía y los modales y revela quién eres en realidad. Quieren que sea así. Quieren romper todos los vínculos que tenías antes para que tu lealtad esté con tu ala. Es una de las muchas razones por las que los de primero no tienen permitido cartearse con su familia y amigos, porque sabes que, de haber podido, te hubiera escrito. Pero un año no cambia que aún te considere mi mejor amiga. Sigo siendo Dain, y para el próximo año, tú seguirás siendo Violet. Seguiremos siendo amigos.

—Si sigo viva —bromeo mientras suena la campana—. Debo irme a clases.

—Sí, y yo voy a llegar tarde al campo de vuelo. —Señala hacia el borde del pilar—. Mira, Riorson sigue siendo líder de ala. Va a ir por ti, pero encontrará la forma de hacerlo dentro de las reglas del Código, al menos cuando haya testigos. Yo era… —Sus mejillas se ruborizan—. Muy buen amigo de Amber Mavis, la actual líder el Ala Tres, el año pasado, y créeme que el Código es sagrado para ellos. Ahora, vete tú primero. Te veo en el gimnasio de lucha. —Me ofrece una reconfortante sonrisa.

—Te veo allá. —Le devuelvo la sonrisa y me doy la vuelta para rodear el enorme pilar y salir hacia la rotonda semillena. Hay un par de docenas de cadetes que van de un edificio a otro, y me toma un momento ubicarme.

Veo las puertas hacia el área académica entre los pilares naranja y negro y voy para allá, perdiéndome entre la multitud.

Los vellos de la nuca se me erizan y un escalofrío me recorre la espalda cuando voy cruzando por el centro de la rotonda. Me detengo de golpe. Los cadetes se siguen moviendo a mi alrededor, pero mis ojos se elevan para ver hacia lo alto de las escaleras que llevan al salón de reuniones.

«Mierda».

Xaden Riorson me está viendo con los ojos entrecerrados, las mangas de su uniforme enrolladas sobre sus enormes brazos que tiene cruzados sobre el pecho, mostrando como advertencia la reliquia que le cubre el brazo mientras uno de tercero que está a su lado le dice algo que él ignora abiertamente.

El corazón me da un vuelco y se me atora en la garganta. Nos separan unos seis metros. Mis dedos se mueven, listos para tomar una de las armas envainadas sobre mis costillas. ¿Lo va a hacer aquí? ¿En medio de la rotonda? El piso de mármol es gris, así que al equipo de intendencia no se le complicaría tanto limpiar la sangre.

Inclina la cabeza y me estudia con esos ojos imposiblemente oscuros, como si estuviera decidiendo dónde soy más vulnerable.

Debería echarme a correr, ¿verdad? Pero, si me quedo aquí, al menos podré ver que se acerca.

Su atención cambia de blanco, se enfoca a mi derecha y vuelve a mirarme con una ceja enarcada.

El estómago se me retuerce al ver que Dain va saliendo de detrás del pilar.

—¿Qué estás ha…? —comienza a decir Dain, con el ceño fruncido en gesto de confusión.

—En lo alto de la escalera. Cuarto piso —susurro, interrumpiéndolo.

La mirada de Dain va subiendo mientras la multitud se disipa a nuestro alrededor y él suelta una maldición entre dientes, acercándose no muy sutilmente a mí. Entre menos personas, menos testigos, pero no soy tan tonta como para creer que Xaden no me mataría frente a todo el cuadrante si se le da la gana.

—Ya sabía que sus padres son cercanos —grita Xaden, y una sonrisa cruel se dibuja sobre sus labios—. Pero ¿es necesario que sean tan estúpidamente obvios?

Los pocos cadetes que siguen en la rotonda voltean a vernos.

—Déjenme adivinar —continúa Xaden, pasando la mirada de Dain a mí—. ¿Amigos de la infancia? ¿Su primer amor, quizá?

—No puede lastimarte sin razón, ¿verdad? —susurro hacia Dain—. Sin razón y sin tener quórum de líderes de ala, porque eres líder de pelotón. Artículo Cuatro, Sección Tres.

—Correcto —me responde, sin molestarse en bajar la voz—. Pero tú no eres líder.

—Esperaba que te esforzaras más en ocultar dónde está tu corazón, Aetos. —Xaden comienza a bajar por la escalera.

Mierda. Mierda. Mierda.

—Corre, Violet —me ordena Dain—. Ya.

Y corro tan rápido como puedo.

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