Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 7

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SIETE

En la búsqueda de preservar la paz dentro de Navarre, no se puede

asignar a más de tres cadetes con reliquias de la rebelión en un pelotón o cuadrante.

—ADDENDUM 5.2, CÓDIGO DE CONDUCTA

DEL COLEGIO DE GUERRA BASGIATH

Además de los cambios hechos el año pasado, que los marcados se

reúnan en grupos de tres, o más, ahora será considerado como un acto de

conspiración sediciosa y por tanto es un delito mayor.

—ADDENDUM 5.3, CÓDIGO DE CONDUCTA

AEL COLEGIO DE GUERRA BASGIATH

—Carajo —exclamo entre dientes cuando la punta del pie se me atora en una piedra y me tropiezo entre la hierba alta que crece junto al río bajo la ciudadela. La luna está llena y bella, e ilumina mi camino, pero eso implica que estoy sudando sin control bajo esta capa para mantenerme escondida, por si acaso alguien más anda aquí afuera después del toque de queda.

Por el río Iakobos corre el agua de las lluvias veraniegas que baja de las montañas, y la corriente es rápida y letal en este momento del año, especialmente al llegar a la enorme picada del barranco. Con razón el de primero murió ayer al caer durante nuestro tiempo libre. Desde el parapeto, nuestro pelotón es el único cuadrante que no ha perdido a nadie, pero sé que es poco probable que eso dure mucho en esta despiadada escuela.

Me acomodo el pesado morral sobre el cabestrillo y me acerco al río, por la ancestral arboleda de robles donde sé que una enredadera de bayas fonilí pronto estará en su punto. Cuando maduran, las bayas moradas son agrias y apenas se pueden comer, pero si se les recoge prematuramente y se les pone a secar, se convierten en una excelente arma en el creciente arsenal que he ido formando durante nueve noches de escabullirme. Esta es exactamente la razón por la que traje mi libro de venenos.

Los retos empiezan la próxima semana, y necesito todas las ventajas posibles.

Al ver la piedra que he utilizado como punto para ubicarme durante los últimos cinco años, empiezo a contar los árboles en la ribera.

—Uno, dos, tres —susurro, y encuentro exactamente el roble que necesito. Sus ramas crecen a lo ancho y largo, algunas incluso se atreven a extenderse sobre el río. Por suerte para mí, la más baja se puede trepar con facilidad, en especial por la hierba que está extrañamente aplastada debajo de ella.

Una ráfaga de dolor me recorre el hombro cuando saco el brazo derecho del cabestrillo y comienzo a trepar a la luz de la luna y de mi memoria. El dolor pronto baja hasta convertirse en solo una molestia, como ha pasado todas las tardes cuando Rhiannon me destruye sobre la colchoneta. Espero que mañana Nolon me deje quitarme al fin el molesto cabestrillo.

La enredadera de fonilí se ve engañosamente parecida a la hiedra venenosa al subir por el tronco, pero he escalado este árbol las veces suficientes para saber que es el que quiero. Es solo que nunca había tenido que treparlo con una maldita capa. Es una monserga. La tela se atora en casi todas las ramas mientras subo con movimientos lentos y firmes, dejando atrás la ancha rama en la que solía pasar horas leyendo.

—¡Mierda! —Un pie se me resbala en la corteza y el corazón se me detiene por un instante en lo que encuentro en qué apoyarme. Esto sería mucho más fácil durante el día, pero no puedo arriesgarme a que me atrapen.

La corteza me araña las palmas entre más alto voy trepando. Las puntas de las hojas de la enredadera son blancas aquí arriba, apenas visibles bajo la luz moteada de la luna que se cuela entre el dosel formado por los árboles, pero sonrío al encontrar exactamente lo que estaba buscando.

—Ahí están. —Las bayas tienen un hermoso color lavanda porque aún no han madurado. Perfecto. Entierro las uñas en la rama que está arriba de mí y logro no tambalearme lo suficiente como para sacar un bote vacío de mi morral y destaparlo con los dientes. Luego arranco unas cuantas bayas de la enredadera hasta llenar el frasco de cristal y le vuelvo a poner la tapa. Entre estas, los hongos que ya recogí esta noche, y otras cosas que he recolectado, debería poder sobrevivir a todos los retos del próximo mes.

Ya casi termino de bajar del árbol, solo me faltan unas ramas, cuando detecto movimiento debajo de mí y me detengo. Espero que solo sea un ciervo.

Pero no lo es.

Dos siluetas con capas negras, que aparentemente es el disfraz de moda esta noche, caminan bajo la protección del árbol. La más pequeña se recarga en una rama baja y se quita la capucha para revelar esa cabeza con cabello rosa y rapada a la mitad que conozco tan bien.

Imogen, la compañera de pelotón que casi me arrancó el brazo hace diez días.

El estómago se me tensa y luego se me revuelve cuando el segundo jinete se quita la capucha.

Xaden Riorson.

«Mierda».

Nos separan apenas unos cuatro metros y aquí no hay nada, ni nadie que evite que me mate. El miedo me agarra por el cuello y aprieta con fuerza mientras me aferro a las ramas que están a mi alrededor, debatiéndome si conviene contener la respiración para que Xaden no me escuche, aunque me caiga del árbol; o si me desmayo por la falta de oxígeno.

Comienzan a hablar, pero no alcanzo a escuchar lo que dicen por el sonido del río. El alivio me llena los pulmones. Si yo no puedo escucharlos, ellos tampoco me pueden escuchar mientras me quede donde estoy. Pero solo se necesita que él levante la vista para que esté frita, literalmente, si decide entregarme como bocadillo para su Azul Cola de Daga. La luz de la luna que hace unos minutos agradecía ahora se ha convertido en mi mayor problema.

Lenta, cuidadosa y silenciosamente, me alejo del espacio iluminado por la luna hacia la rama de más arriba para esconderme entre las sombras. ¿Qué está haciendo aquí con Imogen? ¿Son amantes? ¿Amigos? Por supuesto que no es de mi incumbencia, pero no puedo evitar preguntarme si Imogen es la clase de chica que le gusta, de esas cuya belleza solo es superada por su brutalidad. Se merecen mutuamente.

Xaden se da la vuelta, quedando de espaldas al río, como si estuviera buscando a alguien y, claro, de pronto llegan más jinetes a reunirse bajo el árbol. Todos están vestidos con capas negras y se saludan estrechando sus manos. Y todos tienen reliquias de la rebelión.

Mis ojos se llenan de sorpresa mientras cuento. Son casi dos docenas; unos cuantos de tercero y un par de segundo, pero todos los demás son de primero. Conozco las reglas. Los marcados no pueden reunirse en grupos de más de tres personas. Están cometiendo un delito mayor solo por estar juntos. Obviamente es una especie de junta, y me siento como un gato aferrándose a las ramas llenas de hojas de este árbol mientras los lobos dan vueltas allá abajo.

Su reunión podría ser completamente inocente, ¿no? Quizá extrañan su hogar, como cuando los cadetes de la provincia de Morraine se pasan el domingo en el lago cercano solo porque les recuerda al océano que tanto echan de menos.

O quizá los marcados están haciendo un plan para convertir a Basgiath en cenizas y terminar lo que sus padres comenzaron.

Puedo quedarme aquí e ignorarnos, pero mi autocomplacencia, mi miedo, podría acabar con la vida de muchos, si están planeando algo. Decirle a Dain es lo correcto, pero ni siquiera alcanzo a escuchar qué dicen.

«Mierda. Mierda. Mierda». La náusea me revuelve el estómago. Tengo que acercarme más.

Manteniéndome en el lado opuesto del tronco y sin salir de entre las sombras que me envuelven, bajo una rama con la velocidad de un perezoso, conteniendo la respiración mientras pruebo cada rama con un poco de mi peso antes de bajar por completo. Sus voces siguen ahogadas por el río, pero puedo escuchar al que habla más fuerte, un tipo alto de cabello oscuro y piel pálida, cuyos hombros ocupan el doble del espacio que los de cualquiera de primer año, y que está parado en posición opuesta a Xaden y trae el rango de tercero.

—Ya perdimos a Sutherland y a Luperco —dice, pero no alcanzo a escuchar la respuesta.

Tengo que bajar otras dos ramas para escuchar sus palabras con claridad. El corazón me late como si quisiera escaparse de mis costillas. Estoy tan cerca que cualquiera podría verme si observara con atención; cualquiera menos Xaden, porque está de espaldas a mí.

—Nos guste o no, vamos a tener que mantenernos juntos si quieren llegar vivos a la graduación —dice Imogen. Con un saltito a la derecha podría devolverle esa cruel maniobra que hizo en mi hombro, le daría una patada veloz en la cabeza.

Es solo que en este momento valoro mi vida más de lo que quiero vengarme, así que dejo mis pies donde están.

—¿Y si descubren que nos estamos reuniendo? —pregunta una de primero con la piel oliva, mirando a todos en el círculo.

—Hemos hecho esto desde hace dos años y nadie se ha enterado —responde Xaden, quien se cruza de brazos y se recarga en la rama que está abajo a mi derecha—. No lo sabrán a menos que alguno de ustedes lo diga. Y si dicen, yo lo sabré. —La amenaza es obvia en su tono—. Como dijo Garrick, ya perdimos a dos de primero ante su propia negligencia. Solo quedamos cuarenta y uno en el Cuadrante de Jinetes y no queremos perder a nadie más, pero así será si no se ayudan. Las probabilidades siempre están en nuestra contra y, créanme, todos los navarros del cuadrante buscarán razones para llamarlos traidores o para obligarlos a fallar.

Los demás hacen un sonido de afirmación y la intensidad en la voz de Xaden Riorson me deja sin aliento. Carajo, no quiero encontrar nada admirable en ese tipo, pero ahí está, siendo insoportablemente admirable. Imbécil.

Tengo que reconocer que sería lindo que a algún jinete con un rango alto de mi provincia le importara si los demás que somos de ahí vivimos o morimos.

—¿A cuántos los han estado moliendo en los mano a mano? —pregunta Xaden.

Cuatro manos se elevan, ninguna de las cuales pertenece al rubio de los pelos parados que está con los brazos cruzados y les gana en altura por al menos una cabeza a todos los demás. Liam Mairi. Está en el Segundo Pelotón, Sección Cola de nuestra ala y ya es el mejor cadete del año. Prácticamente cruzó corriendo el parapeto y destruyó a todos sus oponentes el día de evaluación física.

—Mierda —maldice Xaden, y daría cualquier cosa por ver su expresión mientras se lleva una mano a la cara.

El grandote, Garrick, suspira.

—Yo les enseñaré. —Ya lo reconocí. Es el líder de la Sección Llama del Ala Cuatro. Mi superior directo, por encima de Dain.

Xaden niega con la cabeza.

—Eres el mejor para la lucha de todos nosotros…

—Tú eres el mejor para la lucha —replica con una pequeña sonrisa uno de segundo que está cerca de Xaden. Es guapo, con la piel morena y bronceada coronada por una nube de rizos negros y una letanía de parches en lo que alcanzo a ver de su uniforme bajo la capa. Sus facciones son lo suficientemente parecidas a las de Xaden como para que pudieran ser parientes. ¿Primos, quizá? Fen Riorson tenía una hermana, si mal no recuerdo. Mierda, ¿cómo se llamaba el tipo? Han pasado años desde la última vez que leí los registros, pero creo que empezaba con B.

—El más tramposo para la lucha, quizá —comenta Imogen con tono burlón.

Casi todos se ríen, y hasta los de primero muestran sus sonrisas.

—Más bien es un maldito despiadado —aclara Garrick.

Hay consenso general entre las cabezas que asienten, incluyendo la de Liam Mairi.

—Garrick es el mejor para la lucha, pero Imogen está a su nivel, y ella es mucho más paciente —comenta Xaden, lo cual es ridículo teniendo en cuenta que a mí no me pareció tan paciente mientras me rompía el brazo—. Así que ustedes cuatro se van a dividir entre ellos dos para que los entrenen. Un grupo de tres no atraerá ninguna atención indeseada. ¿Qué más les está causando problemas?

—No puedo con esto —dice un tipo desgarbado de primero, encorvándose y llevándose sus delgados dedos a la cara.

—¿Qué quieres decir? —pregunta Xaden, y hay algo áspero en su voz.

—¡No puedo con esto! —El pequeño niega con la cabeza—. Con la muerte. Con la lucha. ¡Con nada de esto! —Su tono se va volviendo más agudo con cada declaración—. ¡Le rompieron el cuello a un tipo frente a mí el día de evaluación física! ¡Quiero irme a casa! ¿Me puedes ayudar con eso?

Todas las cabezas se giran hacia Xaden.

—No —responde este, encogiéndose de hombros—. No vas a sobrevivir. Más vale aceptarlo desde ahora para que ya no me quites el tiempo.

Hago todo lo que puedo por ahogar un grito, y algunos del grupo ni siquiera se molestan en intentarlo. Qué. Idiota.

El tipo pequeño se ve derrotado, y no puedo evitar sentirme mal por él.

—Eso fue un poco duro de tu parte, primo —dice el de segundo que se parece un poco a Xaden, y enarca las cejas.

—¿Qué quieres que diga, Bodhi? —Xaden inclina la cabeza hacia un lado y habla con tono pausado y tranquilo—. No puedo salvarlos a todos, y especialmente no a quien no está dispuesto a trabajar para salvarse a sí mismo.

—Carajo, Xaden. —Garrick se frota el puente de la nariz—. Qué manera de levantar los ánimos.

—Si necesitan que les levante los ánimos, ambos sabemos que no vamos a salir volando del cuadrante el día de la graduación. Sean serios. Puedo tomar su mano y hacerles un montón de promesas estúpidas y vacías sobre cómo todos lo van a lograr si eso los ayuda a dormir por la noche, pero en mi experiencia, la verdad es mucho más valiosa. —Gira la cabeza y supongo que está viendo al de primero, que debe seguir en pánico—. La gente se muere en la guerra. Y no es algo glorioso como en los cantos de los bardos. Son cuellos rotos y caídas de más de sesenta metros. No hay nada romántico en la tierra calcinada o el olor del azufre. Esto… —Señala hacia la ciudadela—. No es una fábula donde todos salen con vida. Es la fría, dura e indiferente realidad. No todos los que estamos aquí vamos a volver a casa… a lo que queda de nuestras casas. Y no se equivoquen, estamos en guerra cada que ponemos un pie en el cuadrante. —Se inclina un poco hacia el frente—. Así que, si no agarras valor y luchas por tu vida, pues no. No vas a sobrevivir.

Solamente los grillos se atreven a romper el silencio.

—Ahora, alguien deme un problema que sí pueda resolver —ordena Xaden.

—Informe de Batalla —dice en voz baja una de primero que reconozco. Su catre está a una fila del de Rhiannon y el mío. Mierda… ¿cómo se llama? Hay demasiadas mujeres en el dormitorio para conocerlas a todas, pero estoy segura de que ella está en el Ala Tres—. No es que no lo entienda, pero la información… —Se encoge de hombros.

—Eso es complicado —responde Imogen, dándose la vuelta para ver a Xaden. Bajo la luz de la luna, su perfil es casi irreconocible como la misma persona que me destrozó el hombro. Aquella Imogen es cruel, hasta salvaje. Pero la forma en que ve a Xaden le suaviza los ojos, la boca, toda la postura, mientras se acomoda un mechón de cabello rosa detrás de la oreja.

—Apréndete lo que te enseñan —le dice Xaden a la de primero con algo de dureza en la voz—. Guárdate lo que sabes y repite lo que te dicen.

Mis cejas se fruncen. ¿Qué diablos quiere decir con eso? Informe de Batalla es una de las clases que imparten los escribas para mantener al cuadrante al día con todos los movimientos no clasificados de las tropas y las líneas de batalla. Lo único que nos piden repetir son eventos recientes y conocimientos generales de lo que está pasando alrededor de las primeras líneas.

—¿Alguien más? —pregunta Xaden—. Más vale que hagan sus preguntas ya. No tenemos toda la noche.

De pronto me doy cuenta de que, fuera de estar reunidos en un grupo de más de tres, no hay nada malo en lo que están haciendo aquí. No hay complot, no hay rebelión, no hay peligro. Es solo un grupo de jinetes mayores aconsejando a los de primero de su provincia. Pero si Dain supiera, estaría obligado a…

—¿Cuándo vamos a poder matar a Violet Sorrengail? —pregunta un tipo que está al fondo.

La sangre se me hiela.

Los sonidos de afirmación entre el grupo detonan una explosión de terror dentro de mi cuerpo.

—Sí, Xaden —dice Imogen con voz dulce, elevando sus ojos verde claro hacia él—. ¿Cuándo vamos a poder vengarnos por fin?

Él se da la vuelta lo suficiente como para que lo alcance a ver de perfil y la cicatriz que le cruza la cara mientras mira a Imogen con los ojos entrecerrados.

—Ya se los dije, la Sorrengail más chica es mía, y yo me encargaré de ella cuando llegue el momento.

Él… ¿se encargará de mí? Mis músculos se descongelan ante el calor de la indignación. No son una molestia de la que alguien se tiene que encargar. Mi breve admiración por Xaden se terminó.

—¿No aprendiste ya esa lección, Imogen? —comenta el que se parece a Xaden desde la mitad del círculo—. Por lo que escuché, Aetos te puso a lavar los trastes de la cena todo el mes por usar tus poderes en la colchoneta.

Imogen voltea a verlo con un movimiento furioso.

—Su madre es responsable por la ejecución de mi madre y mi hermana. Debí haber hecho mucho más que romperle el hombro.

—Su mamá es responsable de la captura de casi todos nuestros padres —aclara Garrick, cruzándose de brazos sobre su ancho pecho—. No la hija. Castigar a los hijos por los pecados de sus padres es lo que hacen los navarros, no los tyrrish.

—O sea que a nosotros nos reclutan por lo que hicieron nuestros padres hace años y nos echan a este colegio que es una sentencia de muerte… —comienza a decir Imogen.

—Por si no lo notaste, ella está en el mismo colegio que es una sentencia de muerte —replica Garrick—. Me parece que ya está sufriendo el mismo destino.

¿En serio los estoy viendo debatir sobre si debo ser castigada por ser hija de Lilith Sorrengail?

—Que no se les olvide que su hermano era Brennan Sorrengail —agrega Xaden—. Tiene tantas razones para odiarnos como nosotros a ella. —Mira directamente a Imogen y a la de primero que hizo la pregunta—. Y no se los voy a decir otra vez. Yo me encargo de ella. ¿Alguien tiene ganas de discutir?

Reina el silencio.

—Bien. Entonces, vuelvan a la cama y váyanse en grupos de tres —dice, haciendo un gesto con la cabeza, y los demás comienzan a dispersarse lentamente, alejándose en grupos de tres tal como les ordenó. Xaden es el último en irse.

Tomo aire muy lentamente. Puede que sí sobreviva a esto, carajo.

Pero tengo que asegurarme de que ya se fueron. No muevo ni un músculo, aunque los muslos se me acalambran y siento dormidos los dedos mientras cuento hasta quinientos en mi cabeza, respirando lo más tranquilamente que puedo para controlar los latidos de mi corazón desbocado.

No es hasta que me aseguro de estar sola, cuando las ardillas pasan corriendo por el suelo, que termino de bajar del árbol y doy un salto de un poco más de un metro hacia el suelo cubierto de hierba. Seguramente le caigo bien a Zihnal, porque soy la mujer más afortunada del continente…

Una sombra se abalanza hacia mí por detrás y abro la boca para gritar, pero me quedo sin aire cuando un brazo me rodea el cuello y me jala hacia un pecho duro.

—Grita y te mueres —susurra él, y siento un hueco en el estómago cuando el brazo es reemplazado por el filo de una daga en mi cuello.

Me congelo. Reconocería el tono ronco de la voz de Xaden en cualquier lugar.

—Maldita Sorrengail. —Su mano me quita la capucha.

—¿Cómo supiste? —Mi tono suena francamente indignado, pero me da igual. Si me va a matar, no me voy a ir como una llorona asustada—. Déjame adivinar: oliste mi perfume. ¿No es eso lo que siempre delata a la heroína en los libros?

Él suelta un resoplido burlón.

—Manejo las sombras, pero claro, fue tu perfume lo que te delató. —Baja el cuchillo y da un paso atrás.

—¿Tu sello es controlar las sombras? —pregunto, sorprendida. Con razón ya alcanzó un rango tan alto. Son increíblemente pocos quienes controlan las sombras y muy codiciados para las batallas, pues son capaces de desorientar a grupos enteros de grifos, y a veces hasta acabar con ellos, dependiendo la fuerza del sello.

—¿Qué? ¿Aetos no te advirtió que no anduvieras en lo oscurito conmigo?

Su voz es como un terciopelo áspero sobre mi piel y me hace estremecer, pero luego saco mi propia arma de la vaina en mi muslo y la blando mientras me doy la vuelta hacia él.

—¿Así es como planeas encargarte de mí?

—O sea que andabas de metiche, ¿verdad? —Enarca una ceja negra y guarda su daga como si yo no pudiera hacerle ningún daño, lo cual solo consigue hacerme enojar más—. Puede que ahora sí tenga que matarte. —Hay algo de verdad entre la burla en sus ojos.

Esto es… una mierda.

—Pues ya, hazlo. —Saco otra daga, esta de debajo de mi capa, donde la traía envainada sobre las costillas, y me alejo un par de metros para tener distancia suficiente para lanzarlas… si no viene hacia mí.

Él solo mira una daga, luego la otra, suspira y se cruza de brazos.

—¿En serio esa postura es la mejor defensa que tienes? Con razón Imogen casi te arranca un brazo.

—Soy más peligrosa de lo que crees —fanfarroneo sin pena.

—Ya veo. No puedo dejar de temblar. —La comisura de su boca se eleva en una sonrisa burlona.

Maldito. Imbécil.

Giro las dagas en mis manos para tomarlas por la punta, doblo las muñecas y las lanzo sobre su cabeza, una a cada lado. Se entierran perfectamente en el tronco del árbol que está detrás de él.

—Fallaste. —Ni siquiera hizo una expresión de temor.

—¿Sí? —Llevo las manos a mis últimas dos armas—. ¿Por qué no das un par de pasos hacia atrás y pones a prueba esa teoría?

La curiosidad se enciende en sus ojos, pero desaparece en un instante, enmascarada por una indiferencia fría y burlona.

Todos mis sentidos están en alerta máxima, pero las sombras a mi alrededor no se mueven mientras él retrocede y me mira fijamente a los ojos. Su espalda choca contra el tronco y los mangos de mis dagas le rozan las orejas.

—Repíteme eso de que fallé —digo con tono amenazante, tomando por la punta la daga de mi mano derecha.

—Fascinante. Te ves toda débil y frágil, pero en realidad eres una cosita violenta, ¿verdad? —Una sonrisa complacida le curva sus perfectos labios mientras las sombras suben por el tronco del roble tomando la forma de unos dedos que sacan las dagas del árbol y las llevan a las manos de Xaden, que ya las estaban esperando.

El aire me abandona en una enorme exhalación. Tiene ese tipo de poder que podría acabar conmigo sin mover ni un dedo, el control de las sombras.

La futilidad de que siquiera intente defenderme de él es risible.

Odio lo hermoso que es, lo letal que lo hacen sus habilidades mientras avanza hacia mí, con las sombras rodeándole los pasos. Es como una de esas flores venenosas de los bosques cygnianos al este sobre las que he leído. Su encanto es una advertencia de que no debes acertarte demasiado, y definitivamente yo estoy demasiado cerca.

Cambio la posición de mis dagas para tomarlas por el mango y me preparo para el ataque.

—Deberías enseñarle ese truquito a Jack Barlowe —dice Xaden, extendiendo las manos para entregarme mis dagas.

—¿Disculpa? —Es una trampa. Tiene que ser una trampa.

Él se acerca más y yo levanto el arma. El corazón me da un vuelco y mi pulso se vuelve irregular por el miedo que me va recorriendo el sistema.

—El tuercecuellos de primero que juró muy públicamente que te va a asesinar —aclara Xaden mientras la punta de mi cuchillo se pega a la tela a la altura del abdomen. Él mete una mano bajo mi capa y acomoda una daga en la vaina de mi muslo, luego abre el costado de mi capa y se detiene. Su mirada se clava en la trenza que cae sobre mi hombro, y podría jurar que se queda sin aliento por un instante antes de meter la otra daga en una de las fundas de mis costillas—. Probablemente se pensaría dos veces eso de planear matarte si le lanzaras algunas dagas a la cabeza.

Esto es… esto es… extraño. Tiene que ser una especie de juego para confundirme, ¿verdad? Y si es eso, lo está jugando muy, pero muy bien.

—¿Porque el honor de matarme te toca a ti? —insto—. Tú me querías muerta desde mucho antes que tu pequeño club eligiera mi árbol para reunirse, así que me imagino que en tu cabeza ya solo te falta enterrarme.

Mira la daga que tengo contra su estómago.

—¿Planeas contarle a alguien sobre mi pequeño club? —Me mira a los ojos y en ellos no encuentro más que muerte fría y calculadora.

—No —le respondo honestamente, intentando no temblar.

—¿Por qué no? —Inclina la cabeza hacia un lado y examina mi rostro como si fuera una rareza—. Es ilegal que los hijos de los oficiales separatistas se reúnan en…

—Grupos de más de tres. Lo sé bien. He vivido en Basgiath mucho más tiempo que tú. —Levanto la barbilla.

—Y ¿no vas a ir corriendo con mamita o con tu adorado Dain a decirles que nos hemos estado reuniendo? —Sus ojos se entrecierran sin dejar de ver los míos.

El estómago me da un vuelco como cuando me subí al parapeto, como si todo mi cuerpo supiera que la acción que elija a continuación determinará mi esperanza de vida.

—Los estabas ayudando. No veo por qué deberían ser castigados por eso. —No sería justo ni para él ni para los demás. ¿Su reunioncita era ilegal? Por supuesto que sí. ¿Deberían morir por eso? Por supuesto que no. Y eso es exactamente lo que pasará si los delato. A los de primero los ejecutarían tan solo por pedir que los entrenen, y los cadetes mayores se irían con ellos porque los ayudaron—. No voy a decir nada.

Me mira como si intentara ver mi interior y siento algo helado sobre mi cabeza.

Mi mano está firme, pero mis nervios están deshechos por lo que podría pasar en los próximos treinta segundos. Puede matarme aquí mismo, echar mi cuerpo al río y nadie sabría que desaparecí hasta que la corriente arrastre mi cadáver río abajo.

Pero no voy a permitir que acabe conmigo sin derramar antes su sangre, eso es seguro.

—Interesante —dice en voz baja—. Ya veremos si cumples tu palabra, y si lo haces, desafortunadamente me parece que te deberé un favor. —Con esto, se aleja, se da la vuelta y se va hacia la escalera en el risco que lleva hacia la ciudadela.

Un momento. ¿Qué?

—¿No te vas a encargar de mí? —le grito, con cara de sorpresa y confusión.

—¡Esta noche no! —dice por encima del hombro.

—¿Qué te detiene?

—No es divertido si ya te lo esperas —me responde mientras se adentra en la oscuridad—. Ahora, vete a la cama antes de que tu líder de ala se dé cuenta de que te saliste después del toque de queda.

—¿Qué? —Estoy boquiabierta—. ¡Tú eres mi líder de ala!

Pero ya desapareció entre las sombras y me dejó hablando sola como una tonta.

Ni siquiera me preguntó qué llevo en el morral.

Una pequeña sonrisa se dibuja en mi cara mientras meto el brazo al cabestrillo, soltando un suspiro de alivio cuando me quito el peso del hombro. «Una tonta con bayas fonilí».

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