Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 12

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DOCE

El Día de Presentación es distinto a cualquier otro. El aire está lleno de

posibilidades, y quizá también del olor a azufre de algún dragón al que

ofendieron. Nunca mires a un rojo a los ojos. Nunca retrocedas ante un

verde. Si le muestras tus dudas a un café… mejor no lo hagas.

—GUÍA DE CAMPO DE LOS DRAGONES DEL CORONEL KAORI

Para cuando termina la mañana, quedamos ciento sesenta y nueve de primero y, con todo y mi penalización por lo de la cuerda, calificamos en onceavo lugar de treinta y séis pelotones para la Presentación, ese aterrador desfile de cadetes frente a los dragones que este año están dispuestos a buscar un vínculo.

La ansiedad me paraliza las piernas solo de imaginarme caminando tan cerca de unos dragones decididos a deshacerse de los débiles antes de la Trilla, y de pronto desearía que hubiéramos quedado en último lugar.

El que subió más rápido el Guantelete fue Liam Mairi, como era de esperarse, y esto le ganó el parche del Guantelete. Estoy bastante segura de que ese tipo no sabe cómo aceptar un segundo lugar, pero yo no fui la más lenta y eso me basta.

El cañón semicerrado que alberga al campo de entrenamiento se ve espectacular en el sol de la tarde, con miles de praderas y colinas en colores otoñales que se elevan por tres lados mientras esperamos en la parte más estrecha, que es la entrada al valle. Al fondo, alcanzo a ver la silueta de la cascada que puede que en este momento sea solo un hilillo, pero cobrará todas sus fuerzas en la temporada de lluvias.

Todas las hojas de los árboles se están volviendo doradas, como si alguien hubiera traído una brocha con un solo color y hubiera dado algunas pinceladas sobre el paisaje.

Y ahí están los dragones.

Con un promedio de siete metros y medio de altura, están en su propia formación, alineados a varios metros del camino, pero lo suficientemente cerca como para juzgarnos mientras desfilamos.

—Vamos, Segundo Pelotón, les toca —dice Garrick, haciéndonos una seña con la mano que hace que brille la reliquia de la rebelión en su brazo.

Dain y los demás líderes de pelotón se quedan atrás. No sé si estará emocionado porque logré subir el Guantelete o decepcionado porque rompí las reglas. Pero yo jamás me había sentido más llena de emoción.

—A sus lugares —ordena Garrick con tono serio, lo cual no me sorprende porque su estilo de liderazgo es más del tipo de que los negocios van antes que la cortesía. Con razón se lleva tan bien con Xaden. Pero, a diferencia de Xaden, el lado derecho de su uniforme tiene una prolija línea de parches que dejan saber que es líder ala además de otros cinco que anuncian sus habilidades con distintas armas.

Hacemos lo que nos dice, y esta vez Rhiannon y yo quedamos casi al final.

En la distancia se escucha un sonido como de ventarrón que se detiene tan rápidamente como comenzó, y sé que alguien más fue considerado inútil.

Los ojos avellana de Garrick nos recorren.

—Espero que Aetos haya hecho su trabajo, para que sepan que hay que caminar derecho hasta la pradera. Recomiendo que se mantengan con una distancia de al menos dos metros de los demás…

—Por si flamean a alguno —masculla Ridoc, que está más adelante.

—Correcto, Ridoc. Júntense si quieren, solo deben saber que si al dragón no le agrada uno de ustedes, probablemente los va a quemar a todos solo para deshacerse de uno —nos advierte Garrick, sosteniéndonos la mirada por un instante—. Además, recuerden que no vienen a acercarse a ellos, y si lo hacen, no van a volver al dormitorio esta noche.

—¿Puedo hacer una pregunta? —dice Luca desde la primera fila.

Garrick asiente, pero la tensión en su quijada dice que está molesto. No lo culpo. Luca también me molesta muchísimo a mí. Es su necesidad de hacer pedazos a los demás lo que hace que la mayoría nos mantengamos alejados de ella.

—El Tercer Pelotón, Sección Cola del Ala Cuatro ya pasó, y hablé con algunos de los cadetes…

—Eso no es una pregunta. —Garrick enarca las cejas.

Sí, está molesto.

—Claro. Es solo que ¿dijeron que hay un Cola de Plumas? —Su voz toma un tono más agudo.

—¿Un C-cola de Plumas? —tartamudea Tynan justo delante de mí—. ¿Quién diablos querría vincularse con un Cola de Plumas?

Pongo los ojos en blanco y Rhiannon niega con la cabeza.

—El profesor Kaori no nos dijo que habría un Cola de Plumas —dice Sawyer—. Lo sé porque me aprendí de memoria todos los dragones que nos mostró. Los cien.

—Pues supongo que ahora son ciento uno —responde Garrick, mirándonos como si fuéramos niños de los que ya quiere deshacerse antes de echar un vistazo sobre su hombro hacia la entrada del valle—. Relájense. Los Cola de Plumas no hacen vínculos. Ni siquiera recuerdo la última vez que se vio uno fuera del Valle. Probablemente solo sintió curiosidad. Les toca. No se salgan del camino. Avanzan, esperan a que pase todo el pelotón y regresan. La verdad no puede ser más fácil que eso, niños, así que si no pueden seguir esas sencillas instrucciones, se merecen lo que les pase allá. —Se da la vuelta y va hacia el camino frente a la pared del cañón, donde están posados los dragones.

Los demás lo seguimos, alejándonos de los demás de primero. La brisa me da en los hombros desnudos de donde arrancamos las mangas para hacerlas vendajes, pero logramos detener la sangre que me estaba saliendo de las manos.

—Son todos tuyos —le dice Garrick a la líder superior de ala del cuadrante, una mujer que he visto un par de veces en Informe de Batalla murmurándole cosas a Xaden. Su uniforme aún tiene sus clásicos picos en los hombros, pero esta vez son dorados y se ven increíblemente afilados, como si hoy hubiera querido darse un toque extra de rudeza.

Ella asiente y lo despide.

—Hagan una sola fila.

Hacemos lo que nos dice. Rhiannon queda detrás de mí y Tynan adelante, lo cual significa que estaré a merced de sus comentarios durante todo el camino. «Genial».

—Hablen —dice la líder superior de ala, cruzándose de brazos.

—Hoy es un buen día para la Presentación —comenta Ridoc en tono de broma.

—No para mí —dice la mujer, que mira a Ridoc con los ojos entrecerrados, y luego señala hacia la fila de cadetes frente a ella—. Hablen con sus compañeros cercanos mientras van en el camino, pues eso ayuda a los dragones a saber quiénes son y qué tan bien se llevan con los demás. Hay una correlación entre cadetes que consiguen vínculos y el nivel de plática.

Y ahora quiero cambiarme de lugar.

—Siéntanse libres de observar a los dragones, especialmente si les muestran sus colas, pero yo evitaría hacer contacto visual si valoran su vida. Si encuentran cenizas, solo asegúrense de que nada siga en llamas antes de continuar. —Hace una pausa para que entendamos ese consejito y luego agrega—: Los veo cuando terminen su paseo.

Con un movimiento de mano, la líder superior de ala se hace a un lado, revelando el camino de tierra que lleva al centro del valle. Más arriba, tan inmóviles que bien podrían ser gárgolas, están los ciento un dragones que decidieron buscar un vínculo este año.

La fila avanza y uno a uno vamos esperando los dos metros recomendados antes de empezar a caminar.

Estoy hiperalerta de cada paso que doy sobre el camino, que se siente duro bajo mis botas y sin duda tiene un olorcito a azufre.

Primero pasamos frente a un trío de dragones rojos. Sus garras miden casi la mitad de todo mi cuerpo.

—¡Ni siquiera puedo ver sus colas! —grita Tynan desde adelante de mí—. ¿Cómo vamos a saber de qué raza son?

Mantengo los ojos al nivel de sus hombros gigantes y musculosos mientras seguimos avanzando.

—No se supone que sepamos de qué raza son —respondo.

—A la mierda con eso —dice él—. Tengo que ver a cuál me voy a acercar durante la Trilla.

—Estoy bastante segura de que este paseíto es para que ellos decidan —le aclaro.

—Espero que uno de ellos decida que no llegarás a la Trilla —dice Rhiannon con una voz tan baja que apenas la escucho.

Me río mientras nos acercamos a un par de cafés, ambos ligeramente más pequeños que Aimsir, el de mi madre, pero no por mucho.

—Son un poco más grandes de lo que esperaba —comenta Rhiannon, subiendo el volumen de su voz—. No es que no haya visto a los del parapeto, pero…

Miro sobre mi hombro para encontrarme con sus ojos muy abiertos que van y vienen entre el camino y los dragones. Está nerviosa.

—Oye, ¿ya sabes si vas a tener sobrino o sobrina? —le pregunto, pasando junto a varios naranjas.

—¿Qué? —responde ella.

—He escuchado que algunos curanderos pueden hacer predicciones bastante acertadas cuando el embarazo de una mujer ya está avanzado.

—Ah, no —dice—. Ni idea. Aunque espero que tenga una niña. Supongo que lo sabré cuando terminemos el año y podamos escribirles a nuestras familias.

—Esa es una regla muy estúpida —comento, bajando la mirada de inmediato tras hacer contacto visual por accidente con uno de los dragones. «Respira con normalidad. Trágate el miedo». El temor y la debilidad harán que me maten, y como ya estoy sangrando, las probabilidades no están exactamente a mi favor.

—¿No crees que ayuda a mantener la lealtad hacia el ala? —me pregunta Rhiannon.

—Creo que le tengo la misma lealtad a mi hermana me escriba o no me escriba —argumento—. Hay vínculos que no se pueden romper.

—Yo también le tendría lealtad a tu hermana —dice Tynan, y se voltea para mostrarme una sonrisa mientras camina de espaldas—. Es una jinete increíble, y qué trasero. La vi antes del parapeto y, carajo, Violet. Está buenísima.

Pasamos frente a otros rojos y luego un café y un par de verdes.

—Date la vuelta. —Hago un gesto de giro con el dedo—. Mira te comería vivo, Tynan.

—Solo me pregunto cómo es que a una de ustedes le tocó todo lo bueno y la otra se ve como si le hubieran echado las sobras. —Su mirada me recorre todo el cuerpo.

Qué cosa más asquerosa.

—Eres un imbécil. —Le pinto dedo.

—Solo digo que quizá yo mismo le escribiré una carta cuando tenga esos privilegios. —Se da la vuelta y sigue caminando.

—Sería bueno tener un sobrino —dice Rhiannon, como si nunca se hubiera interrumpido nuestra conversación—. Los chicos no están tan mal.

—Mi hermano era increíble, pero él y Dain son la única experiencia que tengo de cómo es crecer con niños. —Pasamos frente a otros dragones y mi respiración comienza a tranquilizarse. El olor a azufre desaparece, o quizá es solo que ya me acostumbré a él. Están lo suficientemente cerca como para calcinarnos con un soplido, y como muestra está la media docenas de marcas, pero no los escucho ni los siento bufando—. Aunque probablemente Dain era un poco más apegado a las reglas que la mayoría de los niños. Le gusta el orden y creo que detesta todo lo que no encaje a la perfección en su plan. Supongo que me va a poner una regañina por cómo subí el Guantelete, igual que Amber Mavis.

Pasamos la marca que anuncia que llegamos a la mitad del tramo y continuamos.

¿La forma en la que nos miran los dragones es completamente aterradora? Claro que sí, pero ellos quieren estar aquí tanto como nosotros, así que al menos espero que sean un poco juiciosos para soltar las bocanadas de fuego.

—¿Por qué no me contaste sobre el plan de la cuerda? ¿O el de la daga? —me pregunta Rhiannon con un dejo de dolor en su voz—. ¿No sabes que puedes confiar en mí?

—No lo pensé sino hasta ayer —le respondo, y me tomo el tiempo de mirar sobre mi hombro para verla—. Y, si no salía bien, no quería que fueras cómplice. Tienes un futuro real aquí, y me niego a arrastrarte conmigo si yo no lo logro.

—No necesito que me protejas.

—Lo sé. Pero es lo que hacen las amigas, Rhi. —Me encojo de hombros mientras pasamos frente a un trío de cafés y el suave crujir de nuestras botas sobre la grava oscura es lo único que se escucha durante algunos minutos.

—¿Estás guardando algún otro secreto? —pregunta Rhiannon al fin.

La culpa me revuelve el estómago al pensar en Xaden y su reunión con los otros marcados.

—Creo que es imposible saber todo de la otra persona. —Me siento terrible, pero al menos logro no mentir.

Ella suelta una risita.

—Qué manera de esquivar la pregunta. ¿Qué tal esto? Prométeme que si necesitas ayuda, vas a dejar que yo te la dé.

Una sonrisa me llena la cara pese a los aterradores verdes que nos están observando.

—¿Qué tal esto? —digo sobre mi hombro—. Te prometo que, si necesito ayuda que tú me puedas dar, te lo pediré, pero solo… —Levanto el dedo índice—. Si tú me prometes lo mismo.

—Trato hecho —responde, con una enorme sonrisa.

—¿Ya terminaron de hacerse promesitas? —pregunta Tynan con tono burlón—. Porque, si no se han dado cuenta, ya casi llegamos al final. —Se detiene a medio camino y mira hacia la derecha—. Y aún no sé a cuál voy a elegir.

—Con esa arrogancia, estoy segura de que cualquier dragón estaría feliz de vivir en tu cabeza por el resto de tu vida. —Pobre del dragón que lo elija, si es que alguno lo hace.

El resto del pelotón ya está reunido más adelante, parados de frente a nosotros al final del camino, pero toda su atención está enfocada a la derecha.

Pasamos frente al último dragón café e inhalo profundamente.

—¿Qué diablos? —Tynan se detiene, con la mirada clavada en un dragón.

—Sigue caminando —le ordeno, pero yo tampoco puedo desviar la mirada.

Al final de la fila está un pequeño dragón dorado. La luz del sol se refleja en sus escamas y cuernos cuando se yergue y acomoda la cola emplumada junto a su cuerpo. «El Cola de Plumas».

Me quedo boquiabierta al ver sus dientes afilados y los movimientos rápidos de su cabeza, estudiándonos. Probablemente del suelo a la cabeza es solo unos metros más alto que yo, y es una réplica en miniatura perfecta del café que está a su lado.

Salgo de mi trance al estrellarme con la espalda de Tynan. Ya llegamos al final del camino, donde esperaba el resto del pelotón.

—Quítate, Sorrengail —exclama Tynan, dándome un empujón—. ¿Quién diablos querría unirse a esa cosa?

Sus palabras hacen que se me aplaste el corazón.

—Te pueden escuchar —le recuerdo.

—Es amarillo, carajo. —Luca señala al dragón con un gesto de asco en la cara—. O sea que no solo es demasiado pequeño para cargar un jinete en la batalla, sino que ni siquiera tiene poder suficiente para ser de un color real.

—Quizá es un error —dice Sawyer en voz baja—. Quizá es un naranja bebé.

—Es adulto —aclara Rhiannon—. Es imposible que los otros dragones permitan que un bebé busque vínculo. Ningún humano vivo ha visto siquiera a un bebé.

—Claro que es un error. —Tynan mira al dorado y suelta un resoplido burlón—. Deberías unirte a esa cosa, Sorrengail. Ambos son increíblemente débiles. Los dioses los hacen y ustedes se juntan.

—A mí me parece lo suficientemente poderoso como para calcinarte —le respondo, con las mejillas ruborizadas. Me dijo débil, y no solo frente a todo nuestro pelotón, sino frente a ellos.

Sawyer se mete entre los dos y agarra del cuello de la camisa a Tynan.

—Jamás vuelvas a decir algo así de alguien de tu pelotón, especialmente no enfrente de dragones sin vínculo.

—Suéltalo… Solo está diciendo lo que todos pensamos —masculla Luca.

Me giro lentamente para quedar de frente a ella con la boca un poco abierta. ¿Esto es lo que pasa en cuanto los superiores no pueden escucharnos? Nos ponemos unos contra los otros.

—¿Qué? —Señala mi cabello—. La mitad de tu pelo es plateado y eres… pequeña —termina con una sonrisa falsa—. Dorado y… pequeño. Es para ti.

Trina pone una mano sobre el brazo de Sawyer.

—No cometas un error frente a ellos. No sabemos qué harán —susurra. Y ahora estamos en grupo.

Retrocedo un poco mientras Sawyer suelta a Tynan.

—Alguien debería matarlo antes de que haga un vínculo —comenta Tynan, y por primera vez en mi vida quiero patear a alguien caído… y seguirlo pateando para que se quede en el suelo—. Solo va a hacer que maten a su jinete, y no es como que tengamos opción si quiere unirse a alguno de nosotros.

—Apenas lograste entender eso, ¿verdad? —Ridoc niega con la cabeza.

—Deberíamos regresar —dice Pryor, recorriendo al grupo con la mirada—. O sea… si ustedes lo consideran correcto. No tenemos que hacerlo, claro.

—Por una vez en tu vida… —Tynan empuja a Pryor en su camino para volver al sendero— toma una maldita decisión, Pryor.

Nos vamos uno por uno, dejando el espacio sugerido entre nosotros. Esta vez Rhiannon va adelante de mí y Ridoc atrás, con Luca en la retaguardia.

—Son increíbles, ¿verdad? —dice Ridoc, y la emoción en su voz me hace sonreír.

—Lo son —respondo.

—Honestamente son un poco decepcionantes después de haber visto al azul en el parapeto. —La voz de Luca llega hasta Rhiannon, que se da la vuelta con una expresión de incredulidad.

—Como si esto no fuera lo suficientemente estresante, encima los insultas —dice Rhi.

Necesito detener esto, y rápido.

—Bueno, podría ser peor, podríamos estar desfilando frente a una fila de guivernos, ¿no?

—Ay, por favor, Violet, cuéntanos una de esas historias que balbuceas cuando estás nerviosa —pide Luca con tono sarcástico—. Déjame adivinar. Los guivernos son una élite de jinetes de grifos creados porque algo que hicimos en una batalla que solo tú y tu cerebro de escriba pueden recordar.

—¿No sabes lo que es un guiverno? —le pregunta Rhi, y comienza a caminar de nuevo—. ¿Qué tus padres no te contaban cuentos para dormir, Luca?

—Ilumíname —dice Luca con tono aburrido.

Hago un gesto de fastidio y sigo caminando.

—Son parte del folclor —comento sobre mi hombro—. Como dragones, pero más grandes, con dos patas en vez de cuatro, una melena de plumas afiladísimas que les baja del cuello y aficionados a comer humanos. A diferencia de los dragones, a los que no les gusta mucho nuestro sabor.

—A mi mamá le encantaba contarnos a mi hermana Raegan y a mí que nos iban a robar del porche con sus garras si le contestábamos, y que sus jinetes venin de ojos aterradores nos harían sus prisioneras si comíamos dulces sin permiso —dice Rhi, sonriéndome, y noto que sus pasos se sienten más ligeros.

La mía hacía lo mismo. Noto la presencia de cada dragón mientras pasamos, pero mis latidos se van tranquilizando.

—Mi papá solía leerme esas fábulas todas las noches —le digo—. Y una vez le pregunté en serio si mi mamá se iba a convertir en un venin porque podía canalizar.

Rhiannon se ríe mientras pasamos frente a un par de rojos que nos miran con gesto enojado.

—¿Te dijo que se supone que la gente solo se convierte en venin si canaliza directo de la fuente?

—Sí, pero fue después de que mi mamá tuvo una larga noche cuando estábamos en la frontera este y tenía los ojos muy rojos, así que me asusté y me puse a gritar. —No puedo evitar sonreír ante el recuerdo—. Ella me quitó el libro de fábulas durante un mes porque todos los guardias vinieron corriendo, y yo estaba escondida detrás de mi hermano, que no podía dejar de reírse y… bueno, fue un caos. —Mantengo la mirada fija frente a mí mientras un enorme naranja olfatea el aire al verme pasar.

Los ojos de Rhiannon se sacuden por la risa.

—Me hubiera gustado tener un libro así. La verdad creo que mi mamá alteraba las historias para asustarnos cuando nos portábamos mal.

—Eso suena a puras tonterías de pueblos de la frontera —comenta Luca, burlándose—. ¿Venin? ¿Guivernos? Cualquiera con un poco de educación sabe que nuestras protecciones detienen toda la magia que no se canaliza directamente de los dragones.

—Son cuentos, Luca —dice Rhi, y no puedo evitar darme cuenta de lo mucho que avanzamos ya—. Pryor, puedes caminar un poco más rápido si quieres.

—¿Quizá deberíamos ir un poco más lento y tomarnos nuestro tiempo? —sugiere Pryor, que va adelante de Rhiannon, frotándose las palmas en los costados de su uniforme—. O supongo que podemos ir más rápido si queremos salir de aquí.

Un rojo se separa de la fila, echando una pata hacia nosotros, y el estómago se me aplasta con el peso del miedo que me llena todo el cuerpo.

—No, no, no —susurro, y me detengo, pero es demasiado tarde.

El rojo abre la boca, mostrando sus colmillos brillantes y afilados, y el fuego corre sobre su lengua, cruzando el aire directo a un punto delante de Rhiannon, quien grita horrorizada.

Siento el golpe del calor en la cara.

Y eso es todo.

El olor a azufre y pasto quemado… algo quemado me llena los pulmones y una parte de suelo calcinado frente a Rhiannon que no estaba ahí antes.

—¿Estás bien, Rhi? —le pregunto.

Ella asiente, pero el movimiento se nota nervioso y apresurado.

—Pryor está… está…

«Está muerto». Siento la boca llena de saliva como si fuera a vomitar, pero tomo aire por la nariz y lo suelto por la boca hasta que se me pasa esa sensación.

—¡Sigan caminando! —grita Sawyer desde más adelante.

—Tranquila, Rhi. Solo tienes que… —¿Solo tiene que qué? ¿Pasar sobre el cadáver? ¿Hay un cadáver?

—El fuego ya se apagó —dice Rhiannon sobre su hombro.

Asiento, porque no tengo palabras para consolarla.

Somos tan insignificantes, carajo.

Ella avanza y yo la sigo, rodeando la pila de cenizas que solía ser Pryor.

—Ay, dioses, qué olor —se queja Luca.

—¿Podrías tener un poco de decencia? —Me doy la vuelta para lanzarle una mirada de odio, pero la expresión de Ridoc me hace detenerme.

Tiene los ojos desorbitados y la boca muy abierta.

—Violet.

Es un susurro, y por un momento me pregunto si lo escuché o solo vi la palabra formándose en sus labios.

—Vi…

Siento una exhalación de vapor caliente en la nuca y mi corazón se acelera, latiendo con un ritmo errático mientras tomo aire por lo que podría ser la última vez y me volteo hacia la fila de dragones.

Los ojos dorados de no uno sino dos verdes se encuentran con los míos, consumiendo mi campo de visión.

Ay. Mierda.

«Para acercarte a un dragón verde, baja los ojos con gesto de súplica y espera su aprobación». Eso fue lo que leí, ¿verdad?

Bajo la mirada mientras uno me lanza otra exhalación. Está caliente y asquerosamente húmeda, pero aún no estoy muerta, así que eso es bueno.

El de la derecha hace un sonido como de gorgoteo desde el fondo de la garganta. Un momento, ¿ese es el sonido de aprobación que estoy buscando? Mierda, cómo quisiera poder preguntarle a Mira.

«Mira». Va a quedar deshecha cuando lea las listas.

Levanto la cabeza y tomo aire. Están aún más cerca. El de la izquierda me toca las manos con su enorme nariz, pero de algún modo logro mantenerme de pie, meciéndome sobre mis talones para no irme de espaldas.

«Los verdes son los más razonables».

—Me lastimé las manos trepando por la pista de obstáculos. —Levanto las palmas como si pudieran ver a través de la tela con la que me vendé las heridas.

El de la derecha pone su nariz sobre mis senos y suelta otra exhalación.

Pero. Qué. Demonios.

Luego inhala y hace ese sonidito con su garganta mientras el otro pone su nariz en mis costillas y me hace levantar los brazos por si se les ocurre soltar una mordidita.

—¡Violet! —exclama Rhiannon entre susurro y grito.

—¡Estoy bien! —le respondo, y luego hago un gesto de miedo porque quizá acabo de sellar mi destino gritándoles en las orejas.

Otra exhalación. Otro gorgoteo, como si estuvieran hablando entre ellos mientras me olisquean.

El que está bajo mi brazo lleva su nariz a mi espalda y vuelve a olfatear.

Es aquí donde me doy cuenta y ahogo una carcajada tensa e irreal.

—¿Huelen a Teine, verdad? —les pregunto en voz baja.

Ambos retroceden un poco, apenas lo suficiente para que pueda mirarlos directamente a sus ojos dorados, pero mantienen las fauces cerradas y eso me da el valor para seguir hablando.

—Soy la hermana de Mira, Violet. —Bajo lentamente los brazos y paso las manos sobre mi chaleco cubierto de mocos y la armadura cuidadosamente cosida dentro de él—. Ella guardó las escamas que se le cayeron a Teine el año pasado y las encogió para coserlas en este chaleco y ayudarme a sobrevivir.

El de la derecha parpadea.

El de la izquierda me acerca su nariz de nuevo y olfatea escandalosamente.

—Las escamas me han salvado la vida un par de veces —susurro—. Pero nadie más sabe que las tengo. Solo Mira y Teine.

Ambos me miran y parpadean, y yo desvío los ojos e inclino la cabeza porque siento que es lo correcto. El profesor Kaori nos enseñó todas las formas posibles para acercarse a un dragón y exactamente cero para alejarse de uno.

Paso a paso, se retiran hasta que por el rabillo del ojo los veo tomando sus lugares en la fila, y al fin levanto la cabeza.

Respiro un par de veces e intento tensar mis músculos para no ponerme a temblar.

—Violet. —Rhiannon está unos metros adelante de mí con una expresión de terror en los ojos. Seguramente estaba detrás de las cabezas de los dragones.

—Estoy bien. —Finjo una sonrisa y asiento—. Tengo una armadura de escamas de dragón bajo el chaleco —susurro—. Olieron al dragón de mi hermana. —Si quería confianza, ahí la tiene—. Por favor, no le digas a nadie.

—No lo haré. ¿Estás bien?

—Fuera de que acabo de perder unos cuantos años de vida… —Me río, pero el sonido es tembloroso, casi histérico.

—Vámonos de aquí. —Traga saliva y su mirada pasa por la fila de dragones.

—Buena idea.

Se da la vuelta y vuelve a su lugar. Cuando hay más de cuatro metros entre nosotras, la sigo.

—Creo que me cagué en los pantalones —dice Ridoc, y mi risa solo se vuelve más aguda mientras avanzamos por el camino.

—Honestamente, pensé que te iban a comer —señala Luca.

—Yo también —admito.

—Y no los hubiera culpado —continúa ella.

—Eres insoportable —le dice Ridoc.

Me concentro en el camino y sigo caminando.

—¿Qué? Obviamente es nuestro eslabón más débil después de Pryor, y no los culpo por haber acabado con él —agrega ella—. Nunca fue capaz de tomar una decisión, y nadie quiere a alguien así como su jinete…

Una ráfaga de calor me chamusca la espalda y me detengo.

«Que no sea Ridoc. Que no sea…».

—Supongo que a los dragones también les pareció insoportable —murmura Ridoc.

En nuestro pelotón ya solo quedamos seis de primer año.

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