Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 21

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VEINTIUNO

No entres en pánico si no puedes canalizar de inmediato los poderes de

tu dragón, Mira. Sí, ya sé que tienes que ser la mejor en todo, pero esto

no es algo que puedas controlar. Ellos canalizan cuando sienten que estás

lista. Y, cuando el tuyo lo haga, más te vale que estés preparada para

manifestar un sello. Hasta entonces, no estás lista.

No te presiones.

—PÁGINA 61, EL LIBRO DE BRENNAN

—En serio, esto no es necesario. —Miro a Liam mientras caminamos hacia la puerta de los Archivos. El carrito ya no rechina, él lo arregló el primer día.

—Como me has dicho durante toda la semana. —Me lanza una sonrisa que revela un hoyuelo.

—Y aquí sigues. Todo el día. Todos los días. —No es que me caiga mal. Lo peor es que de hecho es un tipo agradable. Cortés, divertido y ridículamente servicial. Me complica odiar su presencia constante, aunque deja pedacitos de madera a su paso por todos lados, que ahora son todos los lados adonde voy yo. Se la pasa tallando con su pequeño cuchillo. Ayer terminó una figurita de oso.

—Hasta que me den nuevas órdenes —dice.

Niego con la cabeza mientras Pierson se yergue, sobresaltado, en la puerta de los Archivos y se acomoda la túnica.

—Buenos días, cadete Pierson.

—Buenos días, cadete Sorrengail. —Me ofrece una sonrisa amable que muere en cuanto ve a Liam—. Cadete Mairi.

—Cadete Pierson —responde Liam, como si el tono del escriba no hubiera cambiado por completo.

Mis hombros se tensan mientras Pierson abre la puerta con premura. Quizá es solo porque antes no había estado con marcados en Basgiath, pero la hostilidad con la que los tratan se está volviendo exagerada e incómodamente obvia para mí.

Entramos a los Archivos y esperamos junto a la mesa como todas las mañanas.

—¿Cómo lo haces? —le pregunto a Liam en un susurro—. ¿Cómo toleras que la gente sea tan grosera sin reaccionar?

—Tú siempre eres grosera conmigo —responde con tono juguetón, tamborileando sus dedos sobre la agarradera del carrito.

—Porque eres mi niñero, no porque… —Ni siquiera lo puedo decir.

—¿Porque soy hijo del deshonrado coronel Mairi? —Su quijada se tensa y frunce el ceño por un instante, desviando la mirada.

Asiento y se me abre un hoyo en el estómago al pensar en los últimos meses.

—Supongo que yo tampoco me salvo. Odié a Xaden en cuanto lo vi, y no sabía absolutamente nada de él. —Aunque sigo sin saber nada. Es insoportablemente bueno para ser inaccesible.

Liam suelta un resoplido que hace que el escriba que está en una esquina nos lance una mirada molesta.

—Tiene ese efecto en la gente, especialmente en las mujeres. O lo odian por lo que hizo su padre o se lo quieren coger por la misma razón, solo depende de dónde estemos.

—Tú sí lo conoces bien, ¿verdad? —Estiro el cuello para mirarlo a la cara—. No solo te eligió para seguirme porque eres el mejor de nuestro año.

—¿Apenas te das cuenta? —Una sonrisa se aparece en su rostro—. Te lo habría dicho el primer día si no hubieras estado tan ocupada quejándote sobre el placer de mi compañía.

Pongo los ojos en blanco mientras Jesinia se acerca, con la capucha sobre el cabello.

—Hola, Jesinia —le digo a señas.

—Buenos días —me responde igual, y su boca se curva en una ligera sonrisa mientras su mirada va hacia Liam.

—Buenos días —dice él con señas y un guiño. Claramente está coqueteando.

Me sorprendió muchísimo el primer día, cuando vi que sabía hablar en señas, pero honestamente he sido algo juzgona solo porque no quería que alguien me estuviera siguiendo a todas partes.

—¿Hoy solo son estos? —pregunta Jesinia, inspeccionando el carrito.

—Y estos. —Tomo la lista de pedidos entre las obvias miraditas de esos dos y se la entrego.

—Perfecto. —Sus mejillas se ruborizan mientras revisa la lista antes de guardársela en el bolsillo—. Ah, y el profesor Markham se fue antes de que llegara su reporte diario para la clase que les da a ustedes. ¿Podrías llevárselo?

—Con gusto. —Espero hasta que se aleja empujando el carrito y le doy un golpe en el pecho a Liam. —Ya basta —susurro sin mucha discreción.

—¿Ya basta de qué? —La mira hasta que dobla una esquina en la primera hilera de libreros.

—De coquetear con Jesinia. Es una mujer a la que le gustan las relaciones a largo plazo, así que a menos que estés buscando eso… simplemente… no.

Sus cejas se elevan casi hasta tocarle el cabello.

—¿Cómo se puede pensar a largo plazo en este lugar?

—No todos están en un cuadrante donde la muerte no es una posibilidad tanto como una conclusión inevitable. —Inhalo el aroma de los Archivos e intento absorber un poco de la paz que hay aquí.

—O sea que hay gente que aún intenta hacer cositas tiernas como planes.

—Exacto, y esa gente es Jesinia. Créeme, la conozco desde hace años.

—Claro. Porque tú querías ser escriba de grande. —Recorre los Archivos con una mirada tan intensa que casi me hace reír. Como si existiera la posibilidad de que alguien vaya a salir de entre los libreros para atacarme.

—¿Cómo sabes eso? —Bajo la voz porque va pasando un grupo de segundo, debatiendo con expresión sombría los méritos de dos historiadores distintos.

—Me puse a investigarte cuando me… ya sabes… dieron este trabajo. —Niega con la cabeza—. Te he visto esta semana practicando con tus armas, Sorrengail. Riorson tenía razón. Hubiera sido un desperdicio que te convirtieras en escriba.

El pecho se me hincha con más que un poco de orgullo.

—Eso aún está por verse. —Al menos no han regresado los retos. Supongo que ya estamos muriendo suficientes jinetes durante las clases de vuelo como para matar más en los mano a mano—. ¿Tú qué querías ser de grande? —le pregunto, solo para seguir la conversación.

—Quería estar vivo —dice, encogiéndose de hombros.

Pues… bueno.

—Y… ¿de dónde conoces a Xaden? —No soy tan ingenua como para creer que todos conocen a todos en la provincia de Tyrrendor.

—A Riorson y a mí nos mandaron a vivir a casas de acogida en el mismo estado después de la apostasía —me responde, usando el término tyrrish para la rebelión, el cual llevaba siglos sin escuchar.

—¿Estuvieron en hogares de acogida? —Me quedo con la boca abierta. Llevar a otros hogares a los hijos de aristócratas fue una costumbre que murió después de la unificación de Navarre hace más de seiscientos años.

—Pues sí. —Se encoge de hombros otra vez—. ¿Adónde creías que se fueron los hijos de los traidores… —hace un gesto de pesar al decir esa palabra— cuando ejecutaron a nuestros padres?

Miro las enormes estanterías llenas de libros, preguntándome si en alguna de ellas está la respuesta.

—No pensé en eso. —Mi garganta se cierra en la última palabra.

—La mayoría de nuestras casonas les fueron entregadas a los nobles que siguieron siendo leales. —Se aclara la garganta—. Como debe ser.

No me molesto en debatir lo que obviamente es una respuesta condicionada. La reacción del rey Tauri tras la rebelión fue rápida, incluso cruel, pero yo era una quinceañera demasiado perdida en su propio dolor para lamentarme por las personas que provocaron la muerte de mi hermano. Pero el incendio de Aretia, que era la capital de Tyrrendor antes de convertirse en cenizas, nunca me pareció correcto. Liam tenía la misma edad que yo. No fue su culpa que su madre rompiera su relación con Navarre.

—Pero ¿no te fuiste con tu padre a su nuevo hogar?

Sus ojos se posan sobre los míos y frunce el ceño.

—Es difícil vivir con un hombre que fue ejecutado el mismo día que mi madre.

El corazón se me va al suelo.

—No. No, no puede ser. Tu padre era Isaac Mairi, ¿verdad? He estudiado todas las casas nobles de cada provincia, incluyendo Tyrrendor. —¿Entendí algo mal?

—Sí, Isaac era mi padre. —Inclina la cabeza hacia un lado, viendo hacia el área donde desapareció Jesinia, y tengo la clara sensación de que ya no quiere seguir hablando de esto.

—Pero él no fue parte de la rebelión. —Sacudo con la cabeza, intentando entender lo que me está diciendo—. No está en la lista de muertos de las ejecuciones de Calldyr.

—¿Leíste la lista de muertos de las ejecuciones de Calldyr? —me pregunta con los ojos desorbitados.

Tengo que hacer uso de todo mi valor, pero logro sostenerle la mirada.

—Necesitaba ver que alguien estaba ahí.

Se relaja un poco.

—Fen Riorson.

Asiento.

—Él mató a mi hermano en la Batalla de Aretia. —La cabeza me da vueltas, intentando encajar lo que he leído con lo que él me está diciendo—. Pero tu padre no estaba en esa lista. —Pero Liam sí… como testigo. Esto me llena de vergüenza. ¿Qué diablos estoy haciendo?—. Discúlpame. No debí preguntar.

—Lo ejecutaron en nuestra propia casa. —Sus facciones se tensan—. Antes de que se la entregaran a otro noble, obviamente. Y sí, también esa vez vi cómo lo hicieron. Para entonces ya tenía la reliquia de la rebelión, pero el dolor fue el mismo. —Desvía la mirada y veo cómo se mueve su garganta mientras traga saliva—. Luego me enviaron a Tirvainne para vivir con el duque Lindell, igual que Riorson. A mi hermanita la mandaron a otro lado.

—¿Los separaron? —Abro tanto la boca que casi se me zafa la quijada. En ningún libro que haya leído sobre la rebelión se menciona que hayan llevado a los niños con otras familias o que se hayan separado hermanos, y he leído muchísimos.

Él asiente.

—Es solo un año menor que yo, así que la podré ver cuando ella entre al cuadrante, el próximo año. Es fuerte, rápida y tiene buen equilibrio. Lo va a lograr. —El pánico escondido en su voz me recuerda al de Mira.

—O podría elegir otro cuadrante —digo en voz baja, con la esperanza de que eso lo calme.

Pero Liam solo me mira sin entender.

—Todos somos jinetes.

—¿Qué?

—Todos somos jinetes. Fue parte del trato. Nos dejaron vivir, nos dieron la oportunidad de demostrar nuestra lealtad, pero solo si sobrevivimos al Cuadrante de Jinetes. —Me mira con gesto de incredulidad—. ¿No lo sabías?

—Pues… —Niego con la cabeza—. Sé que a todos los hijos de líderes y oficiales los obligaron a reclutarse, pero eso es todo. Gran parte de las adendas de ese tratado son clasificadas.

—Yo personalmente creo que eligieron ese cuadrante para darnos más posibilidades de escalar de rango, pero otros… —Hace un gesto de pesar—. Otros creen que es porque el número de muertes es mucho más alto entre los jinetes, o sea que esperaban matarnos a todos sin tener que hacerlo ellos mismos. Escuché a Imogen diciendo que originalmente creyeron que los dragones tenían un honor intachable, por lo que jamás se unirían a un marcado, y ahora ya no saben qué hacer con nosotros.

—¿Cuántos son? —Pienso en mi madre y no puedo evitar preguntarme cuánto de esto sabe, cuánto aceptó ella misma cuando se convirtió en general comandante de Basgiath tras la muerte de Brennan.

—¿Xaden nunca…? —Se detiene—. Sesenta y ocho oficiales tenían hijos menores de veinte años. Somos ciento siete, todos con reliquias de la rebelión.

—Xaden es el mayor —murmuro.

Liam asiente.

—Y el más joven tiene casi seis actualmente. Se llama Julianne.

Creo que voy a vomitar.

—¿Está marcada?

—Nació con la marca.

Entiendo que lo hizo un dragón, pero ¿qué carajos?

—Y está bien que preguntes. Alguien debería saberlo. Alguien debería recordarlo. —Sus hombros suben y bajan mientras toma y suelta una enorme bocanada de aire—. Pero, bueno, ¿es difícil para ti estar aquí? ¿O más bien te reconforta?

«Cambio de tema, entendido».

Veo las filas de mesas que lentamente se van llenando de escribas que se preparan para trabajar e imagino a mi padre entre ellos.

—Es como volver a casa, pero no. Y no es porque haya cambiado; este lugar jamás cambia. Es más, creo que el cambio es el enemigo mortal de un escriba. Pero he comenzado a darme cuenta de que yo sí cambié. No encajo tan bien aquí. Ya no.

—Sí. Lo entiendo. —Algo en su voz me dice que realmente lo entiende.

Tengo en la punta de la lengua la pregunta de cómo fueron los últimos cinco años para él, pero Jesinia reaparece con todos los libros que le pedí en el carrito.

—Te traje todo —dice con señas, y luego apunta al pergamino que está arriba—. Y eso es para el profesor Markham.

—Nos aseguraremos de que lo reciba —le prometo, estirándome para tomar el carrito. El cuello de mi camisa se mueve y Jesinia ahoga un grito y se lleva la mano a la boca para cubrírsela.

—Ay, dioses, Violet. ¡Tu cuello! —Los movimientos de su mano son tensos y la conmiseración en sus ojos me aplasta el corazón—. Conmiseración no es una palabra que se encuentre en nuestro cuadrante. Hay rabia, ira e indignación… pero conmiseración no.

—No es nada. —Me acomodo el cuello, cubriendo las marcas que ya se están volviendo amarillas, y Liam se cruza frente a mí para tomar el carrito—. Te vemos mañana.

Ella asiente y se frota las manos mientras vamos hacia la puerta. Pierson la cierra cuando salimos al pasillo.

—Riorson me enseñó a pelear durante los años que estuvo en Tirvainne. —Agradezco el cambio de tema de Liam y sé que de nuevo es intencional—. Nunca había visto a alguien que se moviera como él. Es la única razón por la que superé la primera ronda de retos. Puede que no lo demuestre, pero siempre cuida a los suyos.

—¿Estás intentando vendérmelo con sus mejores puntos? —En la subida, noto con algo de satisfacción que mis piernas se sienten fuertes hoy. Me encantan los días en que mi cuerpo coopera.

—Estás un poco atada a él por… —Hace una mueca—. Pues, por siempre.

—O hasta que alguno de los dos se muera —digo en tono de broma, pero veo que no fue gracioso mientras doblamos una esquina y tomamos el camino junto al Cuadrante de Curanderos—. ¿Cómo puedes hacer esto? Proteger a alguien cuya propia madre supervisaba al ala que capturó a la tuya. —Llevaba toda la semana queriendo preguntarle eso.

—¿Quieres saber si puedes confiar en mí? —Me muestra otra sonrisa noble.

—Sí. —La respuesta es simple.

Liam se ríe y el sonido rebota en las paredes del túnel y en las ventanas de cristal de la clínica.

—Buena respuesta. Lo único que puedo decir es que tu supervivencia es esencial para la de Riorson, y a él le debo todo. Todo. —Me mira directamente a los ojos al decir esa última palabra, aunque el carrito se atora en una piedra elevada en el pasillo pavimentado.

El pergamino se cae al suelo y hago un gesto al sentir el dolor en mis costillas mientras me agacho para recoger el papel que se desenrolló por la ligera inclinación hacia abajo del pasaje.

—Lo tengo. —El grueso pergamino se niega a enrollarse de nuevo y veo una frase que me hace detenerme.

«Las condiciones en Sumerton son particularmente preocupantes. Anoche saquearon un pueblo y robaron una caravana de suministros…».

—¿Qué dice? —me pregunta Liam.

—Atacaron Sumerton. —Le doy la vuelta al pergamino para ver si dice que es clasificado, pero no.

—¿En la frontera sur? —Se ve tan confundido como yo me siento.

—Sí. Y es otro ataque en un punto alto, si mal no recuerdo de mis clases de geografía. Dice que robaron una caravana de suministros. —Leo un poco más—. Y saquearon la bodega comunitaria que está en unas cuevas cercanas. Pero eso no tiene sentido. Tenemos un acuerdo comercial con Poromiel.

—Entonces fue un grupo de ataque.

Me encojo de hombros.

—Ni idea. Supongo que ya lo sabremos hoy en Informe de Batalla. —Los ataques en nuestras fronteras sur se están elevando, y todos tienen la misma descripción. Destruyen los pueblos en la montaña cada que las protecciones se debilitan.

De pronto me llega un hambre inmensa e increíble y en mi estómago aparece un vacío que exige satisfacerse con la sangre de…

—¿Sorrengail? —Liam me mira, con un gesto preocupado entre las cejas.

—Tairn está despierto —digo trabajosamente, agarrándome el estómago como si fuera yo quien se muere de ganas por comerse un rebaño de ovejas. O cabras. O lo que se le antoje esta mañana. —Por todos los dioses, come algo.

—Podría sugerirte lo mismo a ti —me contesta, enojado.

—No eres de los que despiertan de buenas, ¿verdad? —El hambre desaparece y sé que es porque él está disminuyendo el vínculo, pues yo no puedo. Sus emociones solo me llegan cuando se le salen de control—. Gracias. ¿Andarna?

—Sigue dormida. Y así seguirá por unos días más tras usar todo ese poder.

—¿Con el tiempo se vuelve más fácil? —le pregunto a Liam—. Lo de que te llegue de golpe por lo que están sintiendo.

Él hace un gesto de pesar.

—Buena pregunta. Deigh se controla bastante bien, pero ¿cuando tiene hambre? —Niega con la cabeza—. Se supone que mejora cuando comienzan a canalizar y tenemos el poder de bloquearlos, pero sabes que Carr no nos va a hacer caso hasta que eso pase.

Ya había supuesto que Liam aún no tiene sus habilidades, pues está conmigo en todas las clases, pero es reconfortante saber que sigue conmigo en la menguante población de jinetes sin poder. Aunque Andarna me dio su don para detener el tiempo, estoy bastante segura de que no lo voy a usar mucho, especialmente si requiere días para recuperarse.

—O sea que Tairn tampoco te ha canalizado, ¿verdad? —me pregunta Liam con una expresión de incertidumbre y vulnerabilidad en el rostro.

Niego con la cabeza.

—Creo que le cuesta trabajo comprometerse —susurro.

—Escuché eso.

—Pues no te metas en mi cabeza.

Me asalta otra oleada de hambre paralizante y casi aplasto el pergamino de Markham en mi mano.

—No seas desgraciado.

Juro que lo escucho soltar una risita como respuesta.

—Más vale que nos demos prisa para no perdernos el desayuno.

—Cierto. —Termino de enrollar el pergamino y lo pongo de vuelta en el carrito.

 

 

—Quiero ser como los chicos cool —refunfuña Rhiannon por la tarde mientras los de primero de las alas Dos y Tres salen a raudales de la escalera del torreón que lleva al aula del profesor Carr, y se crea más caos en el pasillo por el que nos dirigimos hacia Informe de Batalla.

—Lo seremos —le prometo, y la tomo del brazo con el mío. Tengo que admitir que hay algo más que un poquito de celos en mi pecho.

—Puede que sean cool, pero ¡nunca serán tan cool como yo! —Ridoc pasa junto a Liam y me echa un brazo sobre los hombros.

—Se refiere a todos los que ya están canalizando —le explico, malabareando con los libros para que no se me caigan—. Aunque, si no estamos canalizando, al menos no estamos estresados por manifestar un sello antes de que la magia nos mate. —Siento un cosquilleo en la reliquia al centro de la espalda y me pregunto si el don de Andarna echó a andar esa cuenta regresiva.

—Ah, yo creí que estábamos hablado de lo bien que hice ese examen de física. —Sonríe de oreja a oreja—. Definitivamente la mejor calificación del grupo.

Rhiannon hace un gesto de fastidio.

—Por favor. Saqué cinco puntos más que tú.

—Hace meses que dejamos de tener en cuenta tus calificaciones. —Se inclina ligeramente hacia adelante—. Tus calificaciones en esa clase hacen que sea injusta para el resto. —Nos mira a una y luego a otra—. Un momento. ¿Tú cuánto sacaste, Mairi?

—No me voy a meter en esto —responde Liam.

Me río mientras nos separamos para meternos al embotellamiento de cadetes que intentan entrar al salón del informe.

—Perdón, Sorrengail —dice alguien, haciéndose a un lado y jalando a su amigo para que entremos al aula con gradas.

—¡No tienes nada de qué disculparte! —le digo, pero ya van más arriba—. Nunca me voy a acostumbrar a eso.

—Definitivamente hace que sea más fácil conseguir lugares —bromea Rhiannon mientras bajamos los últimos escalones que siguen la forma curva del enorme torreón.

—Te muestran un nivel apropiado de respeto —gruñe Tairn.

—Por lo que creen que seré, no por lo que soy. —Encontramos nuestra fila y vamos a nuestros lugares, y nos sentamos como pelotón entre los de primero.

—Eso demuestra que tienen claridad sobre el futuro.

La habitación se va llenando de energía conforme entran más jinetes, y noto que ya nadie se tiene que quedar parado. Nuestros números han disminuido exponencialmente en los últimos cuatro meses. La cantidad de sillas vacías te obliga a poner los pies en la tierra. Ayer perdimos a uno más de primero cuando se acercó demasiado al Rojo Cola de Escorpión de otro jinete en el campo de vuelo. Estaba ahí y, un instante después, ya solo era un montón de cenizas sobre el suelo. El resto de la sesión me mantuve lo más pegada a Tairn que pude.

Siento un cosquilleo en la cabeza, pero combato el impulso de girarme.

—Riorson acaba de llegar —dice Liam a mi derecha, separando la vista de la figurita de dragón que está tallando para ver hacia las filas de los de tercero.

—Eso pensé. —Levanto el dedo medio y mantengo los ojos hacia enfrente. No es que no me agrade Liam, pero sigo enojada con Xaden por ponérmelo.

Liam suelta una risa por la nariz y sonríe, mostrando su hoyuelo.

—Y ahora te está viendo con coraje. Dime, ¿es divertido molestar al jinete más poderoso de todo el cuadrante?

—Podrías intentarlo y averiguarlo tú mismo —sugiero, abriendo mi cuaderno en la siguiente página vacía. No puedo girarme. No lo haré. Desear a Xaden está bien. Tiene que estar bien. Pero ¿ceder a los impulsos que despierta en mí? Eso sería una idiotez.

—No, gracias, paso.

Pierdo la batalla con mi autocontrol y miro sobre mi hombro. Como era de esperarse, Xaden está sentado en la fila de hasta arriba junto a Garrick, perfeccionando el arte de poner cara de aburrimiento. Saluda a Liam con un movimiento de cabeza y Liam le devuelve el gesto.

Yo solo pongo los ojos en blanco y vuelvo a mirar hacia el frente.

Liam se concentra en su figurita, que se parece mucho a su Rojo Cola de Daga, Deigh.

—De verdad parece que intentaran asesinarme durante todas las clases por cómo hace que me sigas siempre. —Niego con la cabeza.

—En su defensa, sí está de moda querer matarte. —Rhiannon acomoda sus cosas.

—¡Una vez! ¡Ha pasado una vez, Rhi! —Me reacomodo para evitar cargarles peso a mis costillas lastimadas. Están bien vendadas, pero recargarme en el respaldo de mi asiento no es opción.

—Claro. Y ¿cómo le dirías a todo eso que pasó con Tynan? —pregunta Rhiannon.

—La Trilla. —Me encojo de hombros.

—¿Y las constantes amenazas de Barlowe? —Me mira con una ceja enarcada.

—Tiene un punto —comenta Sawyer, asomándose desde el asiento junto a Rhiannon.

—Solo son amenazas. La única vez que en realidad me atacaron directamente fue de noche, y no es como que Liam duerma en mi habitación.

—Pues yo no me opongo a… —comienza a decir, deteniendo su cuchillo sobre el pedazo de madera.

—Ni empieces. —Giro la cabeza para verlo y no puedo evitar reírme—. Eres un donjuán desvergonzado.

—Gracias. —Sonríe y vuelve a su figurita.

—No lo dije como halago.

—No le hagas caso a Violet, es solo que tiene mucha frustración sexual, y eso pone de malas a una chica. —Rhiannon anota la fecha en su página en blanco y yo hago lo mismo, mojo la pluma en mi tintero portátil. Esas plumas sencillas que no causan desastres y que otros ya pueden usar son solo una de las razones por las que me urge canalizar. Adiós a las plumas que dependen de un botecito de tinta.

—Eso no tiene nada que ver. —Dioses, ¿no lo pudo decir un poco más fuerte?

—Pero igual no lo estás negando —dice Rhiannon, y me sonríe con dulzura.

—Lamento no dar el ancho —comenta Liam con tono de broma—. Pero estoy seguro de que Riorson estará de acuerdo con que evalúe a algunos candidatos, especialmente si eso significa que dejarás de pintarle dedo frente a toda su ala.

—Y ¿cómo exactamente vas a evaluar a los candidatos? ¿Qué parámetros usarás? —pregunta Rhiannon con una ceja enarcada sobre su enorme sonrisa—. Esto tengo que escucharlo.

Logro mantener un rostro serio por dos segundos antes de reírme por lo horrorizado que se ve de pronto.

—Gracias por la oferta. Me aseguraré de checar contigo cualquier posible amorío.

—Podrías ver —continúa Rhiannon, que lo mira con gesto inocente—. Solo para asegurarte de que esté totalmente cubierta. Ya sabes, para que nadie… se la meta.

—Ah, ¿estamos haciendo chistes de pitos? —pregunta Ridoc junto a Liam—. Porque me he estado preparando toda mi vida para este momento.

Hasta Sawyer se ríe.

—Me lleva —dice Liam entre dientes—. Solo digo que como ya estás protegida durante la noche… —Nos reímos más y él exhala escandalosamente.

—Espera. —Dejo de reírme—. ¿Cómo que estoy protegida durante la noche? ¿Porque duermes a un lado? —Mi sonrisa desaparece—. Por favor dime que no te está haciendo dormir en el pasillo o una cosa horrible así.

—No. Claro que no. Puso una protección en tu puerta la mañana después del ataque. —Su expresión claramente dice que yo debería saberlo—. ¿Supongo que no te dijo?

—¿Que hizo qué?

—Puso una protección en tu puerta —dice Liam, esta vez más bajo—. Para que solo tú puedas abrirla.

Mierda. No sé cómo me siento al respecto. Es más que ligeramente controlador y está totalmente fuera de lugar, pero también es… adorable.

—Pero si él le puso la protección, también puede entrar, ¿no?

—Pues sí. —Liam se encoge de hombros mientras los profesores Markham y Devera bajan por las escaleras hacia el frente de la habitación—. Pero no es como que Riorson te vaya a matar.

—Claro. Verás, aún me estoy adaptando a ese cambio de parecer. —Juego con mi pluma y se me cae, pero antes de que pueda agacharme a recogerla, las sombras bajo mi mesa levantan el instrumento como una ofrenda. Lo retiro de las sombras y volteo para ver a Xaden.

Está metido en una conversación con Garrick, sin ponerme ni un mínimo de atención.

Salvo porque aparentemente sí está atento a mí.

—¿Podemos comenzar? —dice Markham hacia el auditorio y todos nos quedamos en silencio mientras pone el pergamino que Liam y yo le entregamos antes del desayuno sobre el podio—. Excelente.

Escribo «Sumerton» en la parte de arriba de la página mientras Liam cambia su cuchillo por una pluma.

—Primer anuncio —dice Devera, dando un paso al frente—. Decidimos que los ganadores de este año de la Batalla de Pelotones no solo recibirán el derecho a presumir… —Sonríe como si nos fuera a dar una gran noticia—. Sino que también les daremos un viaje al frente para observar de cerca un ala activa.

La gente a nuestro alrededor se pone a vitorear.

—O sea que ¿si ganamos, tendremos la oportunidad de morir antes? —susurra Rhiannon.

—Quizá están probando eso de la psicología inversa. —Observo a los demás, que claramente están felices, y me preocupa su cordura. Pero, claro, casi todos en este salón pueden mantenerse sobre su dragón.

—Tú también puedes.

—¿No tienes nada mejor que hacer con tu día que escuchar las cosas horribles que pienso de mí misma?

—No realmente. Ahora, pon atención.

—Deja de meterte y quizá podré hacerlo —le respondo.

Tairn resopla. Un día podré traducir ese sonido, pero no es hoy.

—Sé que la Batalla de Pelotones no empieza hasta la primavera —continúa Devera—, pero supuse que esta noticia les daría la motivación necesaria para que se apliquen en todas las áreas que tendrán que ver con los retos.

Suenan más vítores.

—Y ahora que tenemos su atención. —Markham levanta una mano y la habitación se queda en silencio—. Los frentes están relativamente tranquilos hoy, así que aprovecharemos esta oportunidad para analizar la Batalla de Gianfar.

Mi pluma se queda flotando sobre la libreta. No puede haber dicho eso.

Las luces mágicas van hacia los riscos de Dralor que separan a Tyrrendor, y que eleva a toda la provincia a cientos de metros sobre el resto del continente, antes de subir de intensidad iluminando a la antigua fortaleza en la frontera sur.

—Esta batalla fue crucial para la unificación de Navarre, y aunque ocurrió hace más de seis siglos, hubo importantes lecciones que aún impactan en nuestras formaciones de vuelo hasta hoy.

—¿Habla en serio? —le susurro a Liam.

—Sí. —La tensión en la mano de Liam dobla su pluma—. Creo que sí.

—¿Qué hizo única a esta batalla? —pregunta Devera con una ceja enarcada—. ¿Bryant?

—La fortaleza no solo estaba preparada para un sitio —dice el de segundo que está sentado más arriba de nosotros—, sino que además estaba equipada con la primera ballesta de fuego, que demostró ser letal contra los dragones.

—Sí. ¿Y? —Devera quiere escuchar algo más.

—Fue una de las últimas batallas en la que los grifos y los dragones trabajaron lado a lado para aniquilar al ejército del Páramo —continúa el de segundo.

Miro a mi izquierda y a mi derecha, viendo cómo los demás jinetes comienzan a tomar notas. Es irreal. Esto es simplemente… irreal. Hasta Rhiannon está escribiendo con ánimo.

Nadie sabe lo que nosotros sabemos, que atacaron en la frontera a todo un pueblo de navarros anoche y que se robaron los suministros. Y, sin embargo, estamos discutiendo una batalla que pasó antes de que se inventaran las convenientes tuberías dentro de las construcciones.

—Ahora, pongan atención —pide Markham—, porque me van a entregar un reporte detallado en tres días en el que harán comparaciones con las batallas de los últimos veinte años.

—¿El pergamino era clasificado? —pregunta Liam, susurrando.

—No —le respondo en el mismo tono—. Pero ¿quizá no vi bien? —El mapa de batallas ni siquiera muestra actividad cerca de esa cordillera.

—Sí. —Asiente, moviendo su pluma sobre el papel mientras comienza a tomar notas—. Eso debe ser. No viste bien.

Parpadeo y obligo a mi mano a moverse para escribir sobre una batalla que analicé docenas de veces con mi padre. Liam tiene razón. Esa es la única explicación posible. No tenemos el rango suficiente para saber, o quizá aún no han terminado de reunir toda la información que requieren para un informe detallado.

O debió haber estado marcado como clasificado. Simplemente no vi bien.

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