Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 22

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VEINTIDÓS

El primer golpe de poder es inconfundible. La primera vez que

se presenta ante ti, que te envuelve con una fuente de energía

aparentemente inagotable, te volverás adicta a esa sensación, a las

posibilidades de todo lo que puedes hacer con él, al control que tienes

en la palma de tu mano. Pero este es el secreto: ese poder puede darse la

vuelta fácilmente y controlarte.

—PÁGINA 64, EL LIBRO DE BRENNAN

El resto de noviembre transcurre sin mención de lo que pasó en Sumerton, y para cuando los vientos ululantes traen la nieve en diciembre, ya me rendí en esperar que los superiores liberen esa información. Ni Liam ni yo podemos preguntarles directamente a los profesores sin incriminarnos por haber leído lo que obviamente era un reporte clasificado, aunque no estuviera marcado como tal.

Me pregunto qué otras cosas no llegan a Informe de Batalla, pero no lo digo. Entre eso y mi creciente frustración por mi incapacidad de canalizar, a diferencia de tres cuartos de los de mi año, en estos días paso mucho tiempo sola.

—No del todo —refunfuña Tairn.

—No quiero escucharte después de que casi me dejaste estrellarme en la ladera de la montaña hoy. —El estómago se me revuelve solo de pensar lo mucho que me dejó caer.

La de primero del Ala Tres no tuvo tanta suerte. Se cayó de su asiento durante una maniobra y terminó en la lista de muertos esta mañana.

Rhiannon asesta con su vara y echo mi peso hacia atrás, formando un arco con la espalda para escapar, aunque por poco, del golpe. Para mi absoluta sorpresa, mantengo el equilibrio sobre la colchoneta de entrenamiento.

—Pues quédate en el asiento la próxima vez.

—Empieza a canalizar y tal vez podré hacerlo —replico.

—Estás distraída hoy. —Rhiannon retrocede mientras recupero el equilibrio, ofreciéndome una oportunidad que ningún oponente me daría durante un reto. Su mirada pasa de la colchoneta a donde Liam está sentado en una banca, tallando otro dragón, y vuelve a mí, con una expresión que me dice que hablaremos de eso después, en la noche, cuando sea liberada de mi constante compañía—. Pero eres más rápida que antes. Lo que sea que esté haciendo Imogen, está funcionando.

—Aún no estás lista para canalizar, Plateada.

—Como si hubiera lugar a dudas —grita Imogen desde la colchoneta de al lado, donde tiene a Ridoc atrapado en una llave de cabeza como si no fuera nada, esperando a que se rinda.

A mi izquierda, Sawyer y Quinn se están acechando en círculos, preparándose para otro round, y detrás de Rhiannon, Emery y Heaton se esfuerzan por entrenar a los otros de primero que se nos sumaron tras la Trilla mientras Dain observa, evitando cuidadosamente cualquier cosa que tenga que ver conmigo.

Por órdenes recientes, los martes por la noche son para las prácticas de mano a mano de cada pelotón, porque la pesada carga académica que tenemos, además de las clases de vuelo, y ahora las de manejo de poderes para algunos, no nos dejan mucho tiempo para la colchoneta. Algunas colchonetas más allá están ocupadas por otros jinetes con la misma idea, una de las cuales incluye a Jack Barlowe.

Y por eso Liam se negó cuando Ridoc le pidió practicar con él.

—Me estás dando chance —le digo a Rhiannon. Siento el sudor corriendo por mi espalda y mojando la túnica entallada que elegí mientras mi chaleco de escamas de dragón se seca en la banca junto a Liam.

Él no necesita práctica extra. Ya les ganó a todos, menos a Dain en la colchoneta, y una parte de mí cree que es solo porque Dain se niega a ser superado por un jinete más joven.

—Llevamos una hora haciendo esto. —Rhiannon asesta con su vara al aire—. Estás cansada, y lo último que quiero es lastimarte.

—Los retos volverán después del solsticio —le recuerdo—. No me ayudas si no lo das todo.

—Tiene razón —dice una voz profunda detrás de mí.

Por el rabillo del ojo veo que Liam se levanta y maldigo entre dientes.

—Lo sé —comento sobre mi hombro mientras Xaden pasa junto a nuestra colchoneta, acompañado por Garrick como siempre. Pero es imposible dejar de verlo. Dioses, estoy perdida—. Lárgate a menos que tengas algo útil que decir.

—Muévete más rápido. Así será menos probable que mueras. ¿Qué tan útil te parece eso? —responde, acomodándose en una colchoneta cerca del centro del gimnasio.

Rhiannon abre los ojos de par en par y Liam niega con la cabeza.

—¿Qué?

—¿Cómo le hablas así? —murmura Rhiannon.

—¿Qué va a hacer? ¿Matarme? —Ataco sus piernas con mi vara.

Ella la esquiva, se da la vuelta, y el choque de su vara con la mía hace un crujido.

—Probablemente se van a matar entre ustedes —comenta Liam, volviendo a su lugar—. Ya quiero ver cómo les va después de la graduación.

«Después de la graduación».

—No me he permitido pensar más allá de esta semana, mucho menos hasta la graduación. —No cuando hay preguntas muy difíciles que no estoy lista para hacer.

—Mira, sé que estás… indignada por lo mucho que le está tomando a Tairn canalizar —dice Rhiannon mientras vuelve a acecharme en la colchoneta—. Solo digo que esta colchoneta conmigo es un lugar más seguro para que saques tu rabia que el gigante líder de ala capaz de manipular las sombras.

—No quiero sacar mi rabia contigo. Eres mi amiga. —Señalo ligeramente hacia Xaden—. Él es el que me puso un guardaespaldas que no me puedo quitar de encima porque cree que soy su punto débil. Pero ¿me ayuda? —Ataco con la vara y ella responde—. No. ¿Me entrena? —Otro ataque, otro golpe de nuestras varas—. No. Es particularmente bueno para aparecerse cuando estoy a punto de morir y para eliminar las amenazas en ese momento, pero eso es todo. —Por supuesto que él no tiene problemas para quitarme los ojos de encima como yo con él.

—O sea que definitivamente sí hay rabia —comenta Rhiannon mientras gira ágilmente para alejarse.

—Tú también estarías furiosa si alguien te quitara tu libertad. Si tuvieras a Liam en tu puerta cada mañana hasta la noche, por mucho que aparentemente sea un tipo genial. —Esquivo uno de sus ataques.

—Te lo agradezco —dice Liam, demostrando mi punto.

—Sí —reconoce Rhiannon—. Sí lo estaría. Y te acompaño en tu coraje. Ahora, vamos a canalizar esa rabia. —Suelta otra lluvia de movimientos sobre mí y yo le sigo el ritmo, pero solo porque está haciendo exactamente de lo que la acusé y dándome chance.

Cometo el error de mirar sobre su hombro, al centro del gimnasio.

«Qué. Sexy. Es. Carajo».

Xaden y Garrick se quitaron las camisas y están luchando como si sus vidas dependieran de ello entre patadas, golpes y músculos tensos que apenas se alcanzan a ver por la velocidad con la que actúan. Jamás había visto a dos personas moviéndose tan rápido. Es un baile hermoso e hipnótico con una coreografía letal que me deja sin aliento cada que Garrick tira a matar y Xaden lo esquiva.

He visto una infinidad de jinetes luchando sin camisa en los últimos meses. Esto no es nada nuevo. Debería ser completamente inmune al cuerpo masculino, pero nunca lo había visto a él sin camisa.

Cada parte del cuerpo de Xaden es como un arma perfecta, todo en él es fuerza y poder a punto de estallar. Su reliquia de la rebelión le sube por el torso y contrasta con el bronce de su piel, acentuando cada golpe que da, y su estómago… o sea, ¿cuántos músculos tiene el abdomen? Los suyos están tan claramente definidos que quizá podría contarlos de uno en uno si el resto de él no me distrajera tanto. Y tiene la reliquia de dragón más grande que he visto. La mía ocupa la piel entre los omóplatos, pero la marca de Sgaeyl le abarca toda la espalda.

Y sé exactamente cómo se siente ese cuerpo sobre el mío, cuánto poder…

Un golpe en la cadera que me toma por sorpresa me saca de mi trance.

—Te lo mereces —comenta Tairn con tono de regaño.

—¡Pon atención! —grita Rhiannon, retirando su vara—. Pude haberte… Ah. —Claramente ve lo mismo que yo, lo que casi todas las mujeres, y varios de los hombres, están viendo con alegría.

¿Cómo no hacerlo cuando los dos son tan hipnotizantes?

Garrick es más ancho, con más músculo que Xaden, y su reliquia de la rebelión se extiende solo hasta su hombro; es la segunda más grande que he visto. Solamente la de Xaden llega hasta su mandíbula perfecta.

—Eso es… —murmura Rhiannon junto a mí.

—Sí que lo es —reconozco.

—Dejen de cosificar a nuestro líder de ala —dice Liam con tono burlón.

—¿Eso estamos haciendo? —pregunta Rhiannon, sin molestarse en desviar la mirada.

Se me hace agua la boca al ver su musculosa espalda y ese trasero tallado por los dioses.

—Sí, creo que eso estamos haciendo.

Liam suelta una carcajada.

—Podríamos estar observando solo por la técnica.

—Sí. Claro que podríamos. —Pero eso no es lo que estoy haciendo. Yo me estoy preguntando descaradamente cómo se sentirá su piel bajo mis dedos, cómo reaccionaría mi cuerpo a tener cada gramo de esa intensidad puesto sobre mí. El calor me corre por las venas y me enciende las mejillas.

Un sonido repetitivo de golpes lleva mi atención a la derecha, donde Ridoc está rindiéndose con mucho afán. Imogen lo suelta y lo deja jadeando sobre la colchoneta, y siento una ilógica, fea y retorcida puñalada de celos en el pecho al notar el obvio deseo en su expresión al ver a Xaden y Garrick.

—Si se distraen así de fácil, nos va a ir terrible en la Batalla de Pelotones —gruñe Dain—. Pueden irse despidiendo de la idea de ir al frente.

Todos volvemos a la realidad y yo sacudo la cabeza como si con eso pudiera sacarme la abrumadora necesidad que exige que haga algo más que mirar a Xaden, lo cual es simplemente… ridículo. Él solo tolera mi existencia porque nuestros dragones son pareja, y aquí estoy, babeando por su cuerpo semidesnudo.

Aunque es un cuerpo semidesnudo muy hermoso.

—A trabajar. Nos queda otra media hora —ordena Dain, y siento que me está hablando directamente a mí, por lo que sería lo primero que me ha dicho desde que mi recuerdo hizo que mataran a Amber.

—Ella hizo que la mataran al romper el Código —dice Tairn.

Como era de esperarse, cuando volteo para ver a Dain, sus ojos están clavados en mí, pero debo estar malinterpretando su expresión. Seguramente la tensión en su boca no es de traición.

—¿Retomamos? —pregunta Rhiannon, levantando su vara.

—Sí, retomamos. —Giro los hombros y comenzamos de nuevo. Imito cada uno de sus movimientos, usando los patrones que me enseñó, pero ella los cambia en cada ataque.

—¡Deja de defenderte y ataca! —ordena Tairn, y su coraje me llena el cuerpo y me hace fallar una patada.

Rhiannon lanza un ataque bajo y me tira de espaldas. Me quedo sin aliento al chocar con la colchoneta.

Lucho por tomar aire, aunque no hay.

—Mierda. Perdón, Vi. —Rhiannon se hinca junto a mí—. Relájate y espera un poco.

—Y esa es la jinete que eligió Tairn —se burla Jack, hablando con alguien en su pelotón mientras sonríe maliciosamente en la orilla de una colchoneta—. Empiezo a pensar que escogió mal, pero considerando que no he visto que tengas ningún poder, apuesto a que tú también estás pensando lo mismo, ¿verdad, Sorrengail? Con dos dragones, ¿no deberías tener el doble de capacidad de canalizar?

No funciona así con Andarna, pero nadie de ellos sabe eso.

Liam se levanta y viene a ponerse entre Jack y yo mientras el primer hilillo de aire va entrando a mis pulmones.

—Cálmate, Mairi. No voy a atacar a tu carguita, porque puedo retarla en un par de semanas y accidentalmente romperle ese débil cuello frente al público. —Jack se cruza de brazos y ve con cara de placer cómo sufro—. Pero, dime, ya te estás cansando de hacer de niñera, ¿no? —Su amigo del Ala Uno le ofrece algo, un gajo de la naranja que se está comiendo, y Jack le aleja la mano de golpe—. Aleja ese veneno de mí. ¿Quieres que termine en la enfermería?

—Lárgate, Barlowe —le advierte Liam con la daga en mano.

Logro respirar una vez y luego dos mientras la mirada de Jack pasa de mí a alguien que tengo parado atrás. La expresión de su cara, que es mitad envidia, mitad miedo como para cagarse en los pantalones, significa que debe ser Xaden.

—Solo sigue viva por ti —escupe Jack, pero la cara se le pone pálida.

—Claro, porque fui yo quien te enterró una daga en el hombro durante la Trilla.

Ya que al fin estoy respirando de manera más o menos normal, me levanto como puedo y tomo la vara con ambas manos.

—Podríamos resolver esto ahora mismo —dice Jack, moviéndose para que Liam no lo tape y dirigirse directamente a mí. —Si ya terminaste de esconderte detrás de los hombres grandes y fuertes.

Sus palabras me abren un hoyo en el estómago, porque está en lo correcto. La única razón por la que no acepto su reto es porque no estoy segura de que podría ganar, y la única razón por la que él no me ataca es por Liam y Xaden. Si ataco a Jack en este momento, ellos lo matarían. La silueta gigantesca de Garrick aparece a la izquierda y a regañadientes lo agrego a mi lista de protectores. Hasta Imogen se acercó un poco más, carajo, aunque no lo hace por mí.

Solo por él.

—Eso pensé. —Jack me manda un beso.

—Tú te echaste a correr —suelto, con ganas de poder lanzarme hacia él y molerlo a golpes, pero obligando a mis pies a quedarse donde están—. Ese día en el campo, te echaste a correr cuando eran tres contra una, y ambos sabemos que a la hora de la hora, huirás de nuevo. Eso es lo que hacen los cobardes.

Jack se pone rojo y los ojos casi se le salen de las cuencas.

—Ay, por favor, Violet —murmura Dain.

—Ella tiene razón —aclara Xaden sin entusiasmo.

Garrick se ríe y Liam retira de un empujón a Jack de la colchoneta cuando se lanza contra mí. Sus botas rechinan sobre la madera mientras lucha sin éxito por defenderse, y Liam lo saca del gimnasio.

Con un movimiento de mano, Xaden cierra las enormes puertas con su poder y deja a Jack afuera.

—¿Cómo diablos se te ocurre azuzarlo así? —Dain viene hacia mí con gesto de incredulidad.

—Ah, ¿ahora sí se te da la gana hablar conmigo? —Levanto la barbilla, pero es Xaden quien llena mi campo de visión al pararse entre Dain y yo. La furia en sus ojos casi se puede tocar, pero no retrocedo.

—Danos un segundo. —Sus ojos están clavados en los míos, pero ambos sabemos que no me está hablando a mí.

Mi pulso se acelera.

Rhiannon da un paso atrás.

—¿Me quieres decir por qué diablos no traes eso puesto? —Su tono es suave pero mortal mientras señala hacia la banca donde está mi armadura.

—Tengo que lavarlo en algún momento.

—¿Y pensaste que era una buena idea hacerlo durante el entrenamiento de lucha? —Su pecho sube y baja rápidamente como si no lograra mantener el control.

Yo solo intento ignorar su pecho o el calor que emana como si fuera un maldito horno.

—Lo lavé antes del entrenamiento, sabiendo que se puede secar mientras tus perros guardianes me vigilan, en vez de dormir sin él porque ambos sabemos lo que pasa tras las puertas cerradas en este lugar.

—Ya no pasará tras la tuya. —Tensa la quijada—. Me aseguré de eso.

—¿Y se supone que debo confiar en ti?

—Sí. —Se le salta una vena del cuello.

—Me facilitas mucho hacerlo. —Mi voz está llena de sarcasmo.

—Sabes que no puedo matarte. Carajo, Sorrengail, todo el cuadrante sabe que no puedo matarte. —Se inclina para acercarse a mí, eclipsando el resto de la habitación.

—Eso no significa que no puedes hacerme daño.

Con un gesto sorprendido, retrocede un poco y se recompone en menos de un segundo mientras mi corazón sigue desbocado.

—Deja de entrenar con una vara. Es demasiado fácil quitártela de las manos con un golpe. Sigue con las dagas.

Para mi sorpresa, no me quita la vara solo para demostrar que puede.

—Iba bien hasta que Tairn se metió en mi cabeza con toda su furia y me distrajo —discuto, y mis defensas se elevan como los pelos del lomo de un perro.

—Entonces aprende a bloquearlo. —Lo dice como si fuera tan fácil.

—¿Cómo? ¿Con todo este poder que tengo? —Enarco las cejas—. ¿O no sabías que aún no he canalizado? —Quiero ahorcarlo, sacudirlo hasta que se acomode un poco de sentido en su hermosa cabeza.

Él se agacha más hasta que estamos casi nariz con nariz.

—Estoy terriblemente consciente de todo lo que haces.

Gracias a Liam.

Cada centímetro de mi cuerpo vibra de rabia, de molestia, de… lo que sea esta tensión eléctrica entre nosotros mientras estamos aquí, en un enfrentamiento de miradas.

—Líder de ala Riorson —dice Dain—. Es solo que aún no está acostumbrada al vínculo. Ya aprenderá cómo bloquearlo.

Las palabras de Dain me duelen como un golpe. Tomo aire y retrocedo para alejarme de Xaden. Dioses, estamos dando todo un espectáculo. ¿Qué tiene Xaden que hace que el resto del mundo desaparezca para mí?

—Eliges los momentos más extraños para defenderla, Aetos. —Xaden casi hace un gesto de fastidio al mirar a Dain—. Y los más convenientes para no hacerlo.

Dain tensa la quijada y cierra los puños a sus costados.

Está hablando de Amber. Lo sé. Dain lo sabe. Todos en esta enorme e incómoda habitación lo saben. Nuestro pelotón estaba ahí cuando Dain exigió que dijera que Xaden era un mentiroso.

Xaden vuelve sus impenetrables ojos a mí.

—Haznos un favor a los dos y ponte la maldita armadura —concluye.

Antes de que pueda debatirle, se da la vuelta y sale de la colchoneta para encontrarse con Garrick en la orilla.

«Esa espalda».

Mi discreta exclamación de sorpresa es incontrolable, y Xaden se tensa por un segundo antes de tomar la camisa que Garrick le ofrece y ponérsela, cubriendo la reliquia azul marino del dragón que empieza en su cintura y se extiende entre ambos hombros, con intrincada textura de líneas plateadas que no alcanzaba a ver desde el otro lado el gimnasio.

Líneas plateadas que de inmediato reconozco como estrellas.

—Fuiste fuerte y controlaste tu temperamento —dice Tairn, y una enorme oleada de orgullo me llena el pecho.

—Está lista —agrega Andarna con una descarga de alegría que de inmediato me hace sentir mareada.

—Está lista —acepta Tairn.

 

 

Un par de horas después me cepillo el cabello en la privacidad de mi habitación, aún totalmente vestida, con todo y botas y armadura. Aún no puedo creer que haya hecho el ridículo frente a todo mi pelotón solo porque Xaden decidió entrenar sin camisa.

Necesito un acostón.

Me detengo a media cepillada cuando una descarga de energía me corre por la espalda y se disipa en un instante.

Eso estuvo… raro.

Quizá es… No. No puede ser. Se sintió completamente distinto cuando Andarna detuvo el tiempo a través de mí. Eso fue un aluvión por todo mi cuerpo que se expandió hasta los dedos de mis manos y pies, y luego… se fue.

Otra oleada me recorre, esta vez más fuerte, y suelto el cepillo, aferrándome a la orilla del tocador para no caerme cuando mis rodillas amenazan con doblarse. Esta vez la energía no se disipa; se queda, vibrando bajo mi piel, zumbando en mis oídos y abrumando todos mis sentidos.

Algo dentro de mí se expande, demasiado grande para mi cuerpo, demasiado vasto para ser contenido, y siento el dolor en cada nervio mientras me abro entre crujidos, con el sonido como huesos al romperse reverberando en mi cráneo. Es como si se estuvieran rompiendo todas las costuras de mi ser.

Mis rodillas azotan contra el piso y me llevo las manos a la cien, intentando meter todo lo que soy de vuelta en mi cabeza, obligándome a encogerme.

La energía entra a raudales, como una avalancha de poder puro e infinito, destruyendo todo lo que era y creando algo completamente nuevo mientras llena cada poro, cada órgano, cada hueso. Me duele la cabeza y siento como si Tairn hubiera volado demasiado alto, demasiado rápido y no pudiera destaparme los oídos. Lo único que puedo hacer es quedarme tirada en el piso y rezar para que la presión se equilibre.

Miro mi cepillo, con la mejilla aplastada contra el suelo de madera, y respiro.

Inhalo y exhalo.

Inhalo… y exhalo… entregándome al violento ataque.

Al fin el dolor baja, pero la energía, el poder, no. Simplemente… está ahí, merodeando por mis venas, saturando cada célula de mi cuerpo. Es todo lo que soy y todo lo que puedo ser a la vez.

Me incorporo y levanto las manos para observar mis palmas, en las que aún siento un cosquilleo. Creo que deberían verse diferentes, cambiadas, pero no. Siguen siendo mis dedos, mis muñecas delgadas, y sin embargo ahora son mucho más. Tienen la fuerza suficiente para darle forma al torrente en mi interior, para convertirlo en lo que yo quiera.

—Este es tu poder, ¿verdad? —le pregunto a Tairn, pero no me responde—. ¿Andarna?

No hay más que silencio.

Mira nada más. Siempre andan por aquí, metiéndose en mi cabeza cuando me vendría bien un poco de privacidad, pero cuando es al revés no están por ningún lado. Ayer los escuché decir que estaba lista, pero pensé que mi mente se tomaría un día o dos para abrirse por completo cuando Tairn comenzara a canalizar. Supongo que no.

Rhiannon. Tengo que decirle a Rhiannon. Se va a volver loca al saber que al fin podré ir a la clase del profesor Carr con ella. ¿Y Liam? Ya puede dejar de fingir que no puede canalizar solo para que no lo obliguen a dejarme sola por una hora al día.

De pronto me baña un calor que me eriza la piel y se posa en mi estómago.

Estuvo raro, pero bueno.

Probablemente solo es un efecto secundario del poder. Quito el seguro de mi puerta y la abro.

Mi visión se vuelve borrosa y la necesidad me llega de golpe, arrancándome cualquier pensamiento lógico fuera de saciar la insoportable…

—¿Violet? —Veo la silueta borrosa de un hombre en el pasillo y parpadeo hasta que logro enfocar a Liam—. ¿Estás bien?

—¿Duermes en el pasillo? —Me aferro al marco de la puerta mientras una imagen de una caída me llena la cabeza, y siento el chisporroteo de unas brasas al entrar en contacto con mi piel caliente. Desaparece de inmediato, pero el deseo descontrolado y torrencial sigue ahí.

Ay, mierda. Esto es… lujuria.

—No. —Liam niega con la cabeza—. Solo me estaba esperando un rato antes de irme a acostar.

Lo veo. Lo miro de verdad. Es más que guapo, con facciones fuertes y unos ojos sorprendentemente hermosos. No son azul claro como los míos, sino más cercanos al color del cielo.

—¿Por qué me estás viendo así? —Baja su cuchillo y el dragón semitallado.

—¿Así cómo? —Mis dientes se hunden en mi labio inferior y me debato entre frotarme contra él como una gata en celo intentando aminorar este inimaginable anhelo.

«Pero él no es a quien realmente deseas».

No es Xaden.

—Como… —Inclina la cabeza hacia un lado—. Como si pasara algo. No parece que te sientas como… ya sabes… como tú misma.

«Ay, mierda».

Es porque no soy yo misma. Todo esto, el ansia, la lujuria, el deseo de una persona con quien tengo que estar… es Tairn.

Las emociones de Tairn no solo me llenan, sino que me están controlando.

—¡Estoy bien! ¡Vete a la cama! —Me meto a mi cuarto y azoto la puerta mientras aún tengo la capacidad mental para hacerlo.

Luego me pongo a caminar de un lado a otro, pero eso no detiene a la siguiente ráfaga de calor o la compulsión de…

Tengo que salir de aquí antes de que cometa un error gigantesco y saque los deseos de Tairn con Liam.

Tomando mi capa con interior de piel en una mano y recogiéndome el cabello con la otra, me echo la tela sobre los hombros y cierro el broche bajo mi garganta. Un segundo después me asomo por la puerta y, cuando me aseguro de que no hay moros en la costa, salgo corriendo.

Llego hasta la escalera en espiral, esa que lleva al río, antes de tener que recargarme en el muro de piedra y tomar aire para disipar un poco la bruma de las emociones de Tairn.

Cuando pasa la oleada, bajo corriendo los escalones, con una mano en la pared por si viene otro ataque.

Las luces mágicas se encienden cuando me acerco y se vuelven a apagar cuando me voy corriendo, como si este nuevo poder ya estuviera actuando y extendiéndose al mundo.

Lejos. Tengo que irme lejos de todos hasta que Tairn termine… lo que sea que él y Sgaeyl estén haciendo.

Salgo de las escaleras con pasos torpes y llego a los muros que conforman la base de la ciudadela. La nieve llena el cielo y echo la cabeza hacia atrás, saboreando el breve beso de los copos sobre mi piel que está ardiendo por las razones equivocadas.

El aire está limpio y frío y…

Abro los ojos de golpe ante el aroma en el aire y me giro, con mi capa latigueando detrás de mí mientras encuentro la fuente del humo dulce y fácil de identificar.

Xaden está recargado en la pared, con un pie apoyado en la piedra, fumando y viéndome como si no tuviera un solo problema en la vida.

—¿Eso es… churam?

Suelta una bocanada de humo.

—¿Quieres? A menos que hayas venido a seguir con nuestra discusión de hace rato, en ese caso, no te doy.

La quijada casi se me va al suelo.

—¡No! ¡No tenemos permitido fumar eso!

—Bueno, sí, pero la gente que hizo esa regla obviamente no estaba unida a Sgaeyl y Tairn, ¿verdad? —Una sonrisita le curva una orilla de la boca.

Dioses, podría ver esos labios por siempre. Tienen la forma perfecta y sin embargo demasiado deliciosa para la dureza de su mentón.

—Te ayuda a… distanciarte. —Me ofrece el churam liado, mirándome con una ceja enarcada, la de la cicatriz—. Además de lo que se logra bloqueándolos, claro.

Niego con la cabeza y cruzo la nieve recién caída para apoyar mi peso en el muro junto a él, dejando que mi cabeza se recargue en la piedra.

—Como quieras. —Le da una enorme calada al churam y luego lo apaga contra la pared.

—Siento como si me estuviera quemando, carajo. —Y eso es poco decir.

—Sí, así pasa. —Hay algo perverso en su carcajada, y cometo el terrible e imperdonable error de voltear para ver su sonrisa.

Xaden, cuando está siendo taciturno y mandón, peligroso y letal, tiene un aspecto increíble que me acelera el pulso. Pero Xaden riéndose, con la cabeza inclinada hacia atrás y una sonrisa en la boca, es simplemente hermoso. Mi estúpido y tonto corazón siente como si un puño lo envolviera y lo apretara con fuerza.

No hay nada que no sacrificaría, nada que no daría por tener un momento de vulnerabilidad con este hombre al que voy a estar atada por el resto de nuestras vidas.

Todo esto debe ser por Tairn. Debe ser eso.

Pero sé bien que no es así. Aunque me gustó lo que vi en Liam ahí arriba, estoy total y profundamente obsesionada con Xaden.

Sus ojos se encuentran con los míos bajo la luz de la luna.

—Ay, Violencia, vas a tener que aprender a bloquear a Tairn o sus momentos íntimos con Sgaeyl te harán terminar en el manicomio… o en la cama de alguien.

Cierro los ojos solo para poder escapar de su hermoso rostro cuando una oleada de calor me recorre, lo cual hace que arda cada centímetro de mi piel. Estiro una mano para sostenerme en la pared y no perder el equilibrio.

—Ah, lo sé. Tengo miedo de volver a ver a Liam.

—¿A Liam? ¿Por qué? —Se da la vuelta para mirarme de frente, apoyándose en su hombro—. ¿Dónde diablos está tu guardaespaldas?

—Soy mi propio guardaespaldas —le aclaro, descansando mi mejilla en la piedra helada—. Y él está en la cama.

—¿En tu cama? —Su voz es como un trueno.

Abro los ojos para encontrarme con su mirada. La nieve hace que todo se vea más brillante, iluminando el gesto fruncido entre sus cejas y su boca tensa.

—No. Aunque eso no debería importarte.

¿Está celoso? Eso es… extrañamente reconfortante.

Exhala y relaja los hombros.

—No me importa mientras los dos lo hagan con consentimiento, y créeme, no estás en condiciones de consentir.

—No tienes idea de lo que soy capaz de consentir… —Una necesidad innegable e insaciable casi me tira de rodillas.

El brazo de Xaden me toma por la cintura para que no me caiga.

—¿Por qué diablos no lo estás bloqueando?

—¡No nos han dado clases a todos! Acababa de empezar a canalizar cuando pasó… todo esto, y por si se te olvida, solo puedes ir a la clase del profesor Carr si tienes poderes.

—Siempre me pareció una regla ridícula. —Suspira—. Bueno. Clase rápida. Solo porque he pasado por eso y desperté con más de unos cuantos arrepentimientos.

—¿En serio me vas a ayudar?

—Llevo meses ayudándote. —Su mano me aprieta la cintura y juro que puedo sentir el calor de su tacto pese a la capa y la ropa.

—No, enviaste a Liam a ayudarme. Él lleva meses ayudándome. —Arrugo la frente—. Semanas. Casi meses. Lo que sea.

Todavía se atreve a poner gesto de ofendido.

—Fui yo quien llegó corriendo a tu puerta y mató a todos los que te atacaron, y luego retiré a la otra amenaza de tu vida con un despliegue de venganza muy pública y muy polarizadora. Liam no hizo eso. Fui yo.

—El público no estaba dividido. A todos les pareció bien. Yo estaba ahí.

—Tú estabas dividida. De hecho, le rogaste a Tairn que no la matara, sabiendo bien que ella volvería a atacarte.

Ese punto era debatible.

—Bueno. Pero no vamos a fingir que no hiciste la mayor parte de esas cosas por ti. Sería inconveniente para ti que me muriera. —Me encojo de hombros, molestándolo abiertamente para ayudarme a ignorar la creciente oleada de lujuria que estalla dentro de mí.

Él me mira sin poder creerlo.

—¿Sabes qué? Esta noche no vamos a pelear. No si quieres aprender a bloquearlo.

—Está bien. No vamos a pelear. Enséñame. —Levanto la barbilla. Dioses, apenas le llego a la clavícula.

—Pídemelo amablemente. —Se acerca más a mí.

—¿Siempre has sido así de alto? —Suelto lo primero que se me viene a la cabeza.

—No. En algún momento fui niño.

Hago un gesto de fastidio.

—Pídemelo amablemente, Violencia —susurra—. O me voy.

Puedo sentir a Tairn en la orilla de mi mente, sus emociones yendo y viniendo, y sé que la próxima ola va a ser enorme. ¿Cuánto tiempo se pueden tomar esos dos?

—¿Qué tan frecuentemente se ponen así?

—Lo suficiente para que necesites protegerte bien. Nunca podrás bloquearlos por completo, y a veces ellos se olvidan de bloquearnos a nosotros, como esta noche. Por eso ayuda el churam, pero al menos es como pasar junto a un burdel en vez de estar dentro de él, participando.

Mierda.

—Bueno. De acuerdo. ¿Me podrías enseñar cómo bloquearlos?

Una sonrisa curva su boca y mis ojos se plantan en sus labios.

—Di por favor.

—¿Siempre eres así de difícil?

—Solo cuando sé que tengo algo que necesitas. ¿Qué te puedo decir? Me gusta hacer que sientas vergüenza. Es como una dulce rebanada de venganza por todo lo que me has hecho en los últimos meses. —Me quita la nieve del cabello.

—¿Lo que yo te he hecho? —Increíble.

—Me has dado un par de sustos de muerte, así que me parece una buena regla de compensación pedirte que digas «por favor».

Como si él alguna vez hubiera seguido las reglas. Tomo aire y me quito de un golpe un copo de nieve que me cae en la nariz.

—Como desees. ¿Xaden? —Le ofrezco una sonrisa dulce y me acerco un poco más a él—. ¿Podrías, por favorcito, enseñarme a bloquearlos antes de que accidentalmente te trepe como a un árbol y ambos despertemos arrepentidos?

—Ah, yo controlo perfectamente mis habilidades. —Sonríe de nuevo, y lo siento como una caricia.

Peligroso. Esto es jodidamente peligroso. El calor me enciende la piel, tanto que me debato si tirar o no mi capa al suelo solo para sentir un poco de alivio. Notablemente, Xaden no trae una.

—Como lo pediste amablemente… —Acomoda su postura y lleva ambas manos a mis mejillas, acunando mi rostro antes de levantarlas para agarrar mi cabeza—. Cierra los ojos.

—¿Es necesario que me toques? —Mis ojos se cierran al sentir su piel sobre la mía.

—Para nada. Solo es una de las ventajas de no pensar con tanta claridad. Tienes una piel increíblemente tocable.

El cumplido me hace ahogar un grito. Mira qué bien controla sus habilidades.

—Tienes que visualizar un lugar. Cualquiera. Yo prefiero la cima de mi colina favorita cerca de lo que queda de Aretia. Sea donde sea, tienes que sentirlo como tu hogar.

El único lugar en el que puedo pensar son los Archivos.

—Siente cómo tus pies tocan el suelo y haz como si quisieras enterrarlos.

Imagino mis botas sobre el suelo de mármol pulido de los Archivos y las muevo un poco.

—Listo.

—Eso se llama hacer tierra, y es para mantener tu ser mental en algún lugar del que el poder no pueda sacarte. Ahora llama a tu poder. Abre tus sentidos.

Mis palmas comienzan a cosquillear y la energía me rodea de forma tan abrumadora como en mi habitación, pero sin el dolor. Está en todas partes, llena los Archivos y quiere salir por las paredes, hace que se curven y se doblen, amenaza con romperlas.

—Es demasiado.

—Concéntrate en tus pies. Mantente en la tierra. ¿Puedes ver de dónde viene el poder? Si no, simplemente elige un lugar.

Me doy la vuelta en mi cabeza. La descarga de poder está entrando por la puerta.

—Lo veo.

—Perfecto. Tienes el don. A la mayoría de la gente le toma una semana solo para aprender cómo hacer tierra. Ahora, haz lo que necesites para formar una barrera mental que te proteja de esa corriente. Tairn es la fuente. Si bloqueas ese poder, recuperarás un poco de control.

La puerta. Solo tengo que cerrar la puerta y girar la enorme manija circular que sella los Archivos para evitar incendios.

El deseo me acelera el corazón y me aferro a los brazos de Xaden, anclándome en la realidad.

—Tú puedes. —Su voz suena tensa—. Lo que sea que crees en tu mente es real para ti. Cierra la válvula. Construye un muro. Haz lo que tenga sentido.

—Es una puerta. —Mis dedos se clavan en la suave tela de su túnica y mentalmente cargo mi peso contra la puerta, obligándola a cerrarse un centímetro a la vez.

—Eso es. Sigue.

Mi cuerpo físico tiembla por el esfuerzo que requiere cerrar mentalmente la puerta, pero lo consigo.

—Ya la cerré.

—Excelente. Ponle seguro.

Imagino que giro la enorme manija y escucho el «clic» del seguro al ponerse. El alivio es inmediato, como una ráfaga de nieve contra mi piel febril. El poder late y vuelve transparente la puerta.

—Cambió. Ahora puedo ver a través de la puerta.

—Sí. Nunca podrás bloquearlo del todo. ¿Le pusiste el seguro?

Asiento.

—Abre los ojos, pero haz todo lo que puedas por mantener la puerta cerrada. Eso significa que debes mantener un pie en la tierra. No te sorprendas si se te resbala. Solo empezaremos de nuevo.

Abro los ojos y mantengo en mi mente esa imagen mental de la puerta cerrada de los Archivos. Aunque mi cuerpo aún está encendido y lleno de calor, esa necesidad imperiosa e ineludible afortunadamente está… un poco velada.

—Está… —No encuentro las palabras correctas.

Xaden me observa con una intensidad que me hace tambalearme hacia él.

—Eres increíble. —Niega con la cabeza—. Yo pasé semanas sin poder hacer eso.

—Supongo que tuve un mejor maestro. —La emoción que me corre por el cuerpo es más que alegría. Es una euforia que me hace sonreír de oreja a oreja como estúpida. Al fin no solo soy buena en algo, sino increíble.

Su pulgar acaricia la suave piel bajo mis orejas y su mirada se posa sobre mis labios y se enciende. Flexiona las manos y me acerca un poco más a él antes de soltarme de pronto y alejarse.

—Carajo. Fue mala idea tocarte.

—La peor —acepto, pero mi lengua acaricia mi labio inferior.

Él gime y mis entrañas se derriten con ese sonido.

—Besarte sería un error cataclísmico.

—Calamitoso. —¿Qué tendría que hacer para escuchar ese gemido de nuevo?

Los centímetros de nosotros se sienten como yesca, lista para arder ante el primer indicio del calor, y yo soy una llama viva. Esto es todo de lo que debería huir y, sin embargo, negar la atracción animal que siento es completa y absolutamente imposible.

—Los dos nos vamos a arrepentir. —Niega con la cabeza, pero hay más que hambre en sus ojos que se clavan en mi boca.

—Claramente —susurro. Aunque el saber que me voy a arrepentir no evita que desee esto… que lo desee a él. El arrepentimiento es un problema para la Violet del futuro.

—A la mierda.

Un segundo está fuera de mi alcance y al siguiente su boca está sobre la mía, cálida y desesperada.

Dioses, sí. Esto es exactamente lo que necesitaba.

Estoy atrapada entre la piedra inflexible del muro y la dureza del cuerpo de Xaden, y no hay un lugar en el mundo en el que preferiría estar. Darme cuenta de esto debería regresarme a la realidad, pero solo provoca que me acerque pidiendo más.

Xaden me acaricia el cabello con una mano, me toma por la parte de atrás de la cabeza, moviéndome para que el beso sea más profundo, y mis labios se abren, ansiosos. Él aprovecha la invitación y desliza su lengua sobre la mía con movimientos expertos y deliciosos que me hacen aferrarme a su pecho, agarrando con los puños la tela de su camisa para jalarlo hacia mi cuerpo mientras el deseo sube y baja por mi espalda.

Sabe a churam y menta, a todo lo que no debería querer, y sin embargo no puedo evitar necesitarlo. Lo beso con todo mi ser, succionando su labio inferior y raspándolo con los dientes.

—Violencia —gime, y el sonido de ese apodo en sus labios me despierta un deseo voraz.

Más cerca. Lo necesito más cerca.

Como si pudiera escuchar mis pensamientos, me besa con más intensidad, conquistando cada línea y curva de mi boca con un dejo de locura que me enciende todo el cuerpo. Siente tanto deseo como yo, y cuando sus manos me agarran por las nalgas y me levanta, envuelvo su cintura con mis piernas y me aferro a él como si mi vida dependiera de que este beso nunca termine.

La pared se me entierra en la espalda, pero no me importa. Mis manos al fin están en su cabello y es tan suave como imaginé. Me besa hasta que me siento completamente devorada y explorada, y luego succiona mi lengua hacia su boca para que yo pueda hacer lo mismo.

Esto no tiene ningún sentido, pero no puedo detenerme. No me siento satisfecha. Podría vivir por siempre en este instante de locura si con eso pudiera conservar su boca sobre la mía, haciendo que mi mundo se reduzca al calor de su cuerpo y los hábiles movimientos de su lengua.

Sus caderas se mueven contra las mías y ahogo un grito ante la deliciosa fricción. Rompe el beso y va bajando la boca por mi mentón, por mi cuello, y sé que haré cualquier cosa para que se quede aquí conmigo. Quiero sentir su boca en todas partes.

Somos una revoltura de lenguas y dientes, de labios y manos exploradores mientras la nieve cae a nuestro alrededor, y el beso me consume como el poder lo hizo antes, tan profundamente que puedo sentirlo en cada célula de mi cuerpo. El deseo late entre mis muslos y me sobresalto al darme cuenta de que no hay nada que él pudiera hacer que yo no aceptaría. Lo deseo.

Lo deseo solo a él. Aquí. Ahora. En cualquier lugar. En cualquier momento.

Nunca en mi vida había perdido tanto el control por un simple beso. Nunca había deseado a alguien como lo deseo a él. Es excitante y aterrador al mismo tiempo, porque sé que en este momento tiene el poder de hacer lo que quiera conmigo.

Y dejo que lo haga.

Me rindo por completo. Me derrito en él, mi cuerpo se vuelve dócil y pierdo todo el control mental que me enseñó. Un destello de luz arde detrás de mis ojos cerrados, seguido del estallido de un trueno. Las tormentas de nieve con truenos no son poco comunes aquí, pero qué bien resume todo esto, lo salvaje y fuera de control que se siente.

Pero, de pronto, Xaden detiene el beso con un sonido ahogado y su ceño se frunce con algo parecido al pánico antes de cerrar los ojos.

Aún estoy luchando por recuperar la respiración cuando se aleja de golpe de la pared y baja las manos por la parte posterior de mis muslos y pone mis pies sobre el suelo. Se asegura de que esté bien parada antes de alejarse unos metros, como si la distancia le fuera a salvar la vida.

—Tienes que irte. —Sus palabras salen entrecortadas y no encajan con el fuego en sus ojos y lo desesperado de su respiración.

—¿Por qué? —El frío azota mi sistema al ya no tener el calor de su cuerpo.

—Porque no puedo. —Se pasa ambas manos por el cabello y las deja sobre su cabeza—. Y me niego a actuar ante un deseo que no es tuyo. Así que tienes que irte por esas escaleras. Ahora mismo.

Niego con la cabeza.

—Pero quiero… —Todo.

—Esto no es lo que tú quieres. —Eleva la cara hacia el cielo—. Ese es el maldito problema. Y no puedo dejarte aquí sola, así que te pido que tengas un poco de misericordia y te vayas.

El silencio se congela entre nosotros mientras recupero la compostura. Me está diciendo que no.

Y lo horrible no es la frialdad de su caballeroso rechazo. Es que tiene razón. Esto comenzó porque no podía distinguir las emociones de Tairn de las mías. Pero esas emociones ya no están, ¿verdad? Mi puerta está completamente abierta y no siento nada viniendo del dragón.

Asiento como puedo y luego me echo a correr por segunda vez esta noche, subo las escaleras lo más rápido que puedo para volver a la ciudadela. Mis defensas están abiertas, pero ni me molesto en detenerme a cerrar esa puerta mental, porque Tairn no quiere cruzarla.

El sentido común toma el mando para cuando llego al final de las escaleras, y me duelen los muslos por lo mucho que los trabajé. Xaden evitó que cometiéramos un gran error.

Pero yo no me quería detener.

¿Qué diablos me pasa? Y ¿cómo pude haber estado a un segundo de arrancarme la ropa para estar más cerca de alguien que no me agrada y, peor aún, alguien en quien ni siquiera puedo confiar del todo?

Seguir avanzando hacia mi habitación es más difícil de lo que debería, porque todo lo que quiero es volver a bajar por esas malditas y estúpidas escaleras.

Mañana va a ser horrible.

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