Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 23

Página 27 de 47

 

VEINTITRÉS

La imagen más preocupante para cualquier instrucción definitivamente

es cuando los poderes se ponen en contra de quien los posee. Perdimos

nueve cadetes durante mi primer año por sellos que no se pudieron

controlar en su primera manifestación. Una lástima.

—GUÍA DEL COMANDANTE AFENDRA PARA EL CUADRANTE

DE JINETES (EDICIÓN NO AUTORIZADA)

—Ni siquiera sé en qué estaba pensando —le digo a Rhiannon, sentada con las piernas cruzadas en su cama, viéndola echar sus libros en el morral. Hoy me está ardiendo la reliquia en la espalda como si quisiera recordarme que ya puedo canalizar, y giro los hombros en el intento de aliviar la sensación, pero es imposible. Mi reloj ya empezó a avanzar.

—No puedo creer que hayas aguantado tanto tiempo sin contármelo. —Mete la cabeza por la correa de lona y se da la vuelta, recargándose en su escritorio—. Y no te juzgo. Para nada. Me encanta que explores… lo que sea que quieras explorar.

—He estado con Liam desde que crucé la puerta por la mañana, y anoche me sentía demasiado desconcertada como para poder expresarlo. —El nudo entre mis hombros me obliga a mover el cuello en círculos para ver si se mejora un poco. Entre las clases de vuelo y las pesas que Imogen me pone para fortalecer los músculos que rodean mis articulaciones con la esperanza de que no se subluxen tan seguido, lo cual hasta el momento pasa a veces y otras no, soy una maraña de dolores y tensión—. Primero Tairn al fin canalizó y luego todo lo demás, así que fue una noche complicada.

—Buen punto. —Una sonrisa aparece en su boca y sus ojos cafés se iluminan—. ¿Estuvo bueno? Dime que estuvo bueno. Se ve que ese hombre sabe exactamente lo que está haciendo.

—Solo fue un beso. —El calor me enciende las mejillas ante la mentira descarada—. Pero sí. Sabe exactamente lo que está haciendo. —Frunzo el ceño mientras mi imaginación recorre las mil consecuencias distintas de lo que hice anoche, cosa que se ha repetido durante toda la mañana.

—¿Te arrepientes? —Inclina la cabeza hacia un lado, estudiándome—. Me parece que te arrepientes bastante.

—No. —Niego con la cabeza—. Bueno, ¿quizá? Pero solo si hace que las cosas entre nosotros se pongan raras.

—Claro. Porque estás atada a él por el resto de sus carreras. Incluso de sus vidas. ¿Ya han hablado de lo que pasará después de la graduación? —Enarca las cejas—. Ah, apuesto a que podrán elegir en qué estación los pondrán. Los líderes de ala siempre pueden elegir.

—Él podrá elegir —digo, un poco de malas, mientras juego con un hilo suelto de mi morral—. Yo solo voy a seguirlo. Tairn y Sgaeyl no se han separado en años. El último jinete de la dragona murió hace casi cincuenta años y, hasta donde sé, iba adonde se le diera la gana para estar cerca de Tairn antes de que Naolin, el último jinete de él, muriera en Tyrrendor. Son dos días de vuelo hasta esa parte de la frontera, dependiendo de dónde esté, entonces ¿qué vamos a hacer el próximo año y el año después de ese?

Frunce los labios, pensándolo.

—No sé. Feirge dice que no podremos estar lejos de nuestros dragones por más de un par de días, o sea que ¿eso significa que uno de ustedes siempre tendrá que seguir al otro?

—Ni idea. Creo que es por eso que la mayoría de las parejas busca vínculos con personas del mismo año, para no enfrentar estos problemas. ¿Cómo se supone que siga avanzando aquí el próximo año si me la tengo que pasar volando al frente con Tairn? ¿Cómo se supone que Xaden trabaje bien si tiene que regresarse aquí a cada rato? —Hago una mueca—. Es el jinete más poderoso de nuestra generación. Lo van a necesitar en el frente, no aquí.

—Hasta ahora. —Rhiannon me mira con gesto serio y enarca las cejas—. Es el jinete más poderoso de nuestra generación hasta ahora.

—¿Qué…?

Tres toques en la puerta nos hacen voltear hacia allá.

—¿Rhi? —pregunta Liam, y el pánico en su voz es evidente—. ¿Sorrengail está ahí contigo? Porque…

Rhiannon abre la puerta y Liam entra desesperado, tanto que casi se cae antes de que su mirada recorra la habitación hasta encontrarme.

—¡Ahí estás! ¡Fui al baño y desapareciste!

—Nadie la intentará asesinar en mi habitación, Mairi. —Rhiannon pone los ojos en blanco—. No tienes que estar con ella cada maldito segundo de cada día. Danos cinco minutos y nos iremos a clase. —Le da un empujón en el pecho y él retrocede, abriendo y cerrando la boca como si estuviera buscando sin éxito cómo debatirle mientras ella lo saca y le cierra la puerta en la cara.

—Es muy… —Suspiro—. Comprometido.

—Es una forma de decirlo —dice ella entre dientes—. Por la manera en que no se te despega, parecería que el tipo le debe la vida a Riorson o algo así.

Liam ya me dijo que básicamente sí, pero no lo voy a contar. Entre las reuniones de Xaden, lo de detener el tiempo y la edad de Andarna, empiezo a tener demasiados secretos.

—¡Oh! —Sus ojos se iluminan y se sienta junto a mí en la orilla de la cama—. A mí también me pasó algo anoche.

—¿Sí? —Me giro para verla de frente—. Cuéntame.

—Bueno. —Toma aire—. Apenas lo he hecho tres veces. Dos anoche y una esta mañana, así que sé paciente.

—Claro. —Asiento.

—Mira el libro que está en mi escritorio.

—Listo. —Mis ojos se posan en el libro de historia que está en el lado izquierdo del escritorio. Pasa un minuto, pero no desvío la mirada.

Y entonces, la cosa desaparece.

—¿Qué demonios, Rhi? —Me pongo de pie con un salto y me vuelvo para verla—. ¿Qué fue…? —Me quedo con la boca abierta.

Rhiannon tiene el libro entre sus manos y me mira con una enorme sonrisa.

—¿Es el mismo libro? —Me acerco para verlo. Sí, es el mismo.

—Supongo que puedo llamar a las cosas. —Su sonrisa se ensancha aún más.

—¡Carajo! —La tomo por los hombros, emocionada—. ¡Qué maravilla! ¡Es… increíble! ¡Ni siquiera tengo palabras para describirlo! —Mover objetos y cerrar puertas es magia menor, lo mínimo del poder que nos da la constante conexión con nuestros dragones a través de nuestras reliquias cuando comienzan a canalizar. Pero ¿hacer que algo desaparezca y traerlo hacia ti? No he leído sobre un sello como ese en el último siglo. Es un sello tremendo.

—¿Verdad? —Se pega el libro al pecho—. Solo puedo hacerlo a unos metros de distancia, y no puedo atravesar paredes ni nada parecido.

—Todavía… —La corrijo, llena de gozo—. Todavía no puedes atravesar paredes, Rhi. ¡Tienes la clase de sello poco común que será la base de toda tu carrera!

—Eso espero. —Se levanta y devuelve el libro a la mesa—. Solo tengo que desarrollarlo.

—Lo harás. —Lo digo con la misma seguridad que siento.

Los tres vamos hacia el ala académica minutos después, y Sawyer y Ridoc se nos unen en el área común, pues vienen saliendo de la biblioteca.

—Te hice esto —dice Liam, entregándome una figurita mientras subimos por la ancha escalera en espiral que lleva al tercer piso.

Es Tairn. Incluso replicó su gesto al gruñir.

—Está… increíble. Gracias.

—Gracias. —Liam me sonríe y se aparece su hoyuelo—. Quería tallar a Andarna primero, pero no he pasado mucho tiempo con ella, ¿sabes?

—No es muy social. —Salimos de entre la multitud que va al cuarto piso, guardo el dragón en mi bolsa y luego le doy un abrazo a Liam—. En serio, me encanta. Gracias. —El pasillo está lleno de gente, pero se va vaciando conforme seguimos caminando hacia el aula del profesor Carr.

—De nada. —Se gira para ver a Rhiannon—. La siguiente será Feirge.

Rhiannon comenta en broma que espera que pueda capturar toda su rudeza, pero me pierdo el resto de la conversación porque miro por el enorme ventanal de piso a techo que está frente a la entrada de la torre de Informe de Batalla y me quedo sin aliento.

Xaden está con los demás líderes, metido en lo que parece ser una discusión muy tensa, con los brazos cruzados sobre el pecho. Al comandante le tomó exactamente cinco minutos designar a Lamani Zohar como líder de ala del Ala Tres cuando Amber fue ejecutada, pero como ella era ya oficial ejecutiva, tenía sentido que la eligieran.

Nunca voy a superar lo rápido que se superan las cosas aquí, la insensibilidad con la que la muerte se echa bajo el tapete y todos pasan sobre ella poco después.

Dioses, Xaden se ve muy bien hoy, con el ceño ligeramente fruncido mientras escucha con atención algo que está diciendo Lamani, y luego asiente. Es difícil creer que anoche tenía esa boca sobre la mía, esos brazos alrededor de mi cuerpo. Adiós al arrepentimiento. Quiero más.

Como si pudiera sentir mi mirada, Xaden levanta la cabeza y sus ojos se encuentran con los míos desde allá, con el mismo efecto que el del contacto. Mi pulso se acelera y mis labios se separan.

—Vamos a llegar tarde —me recuerda Rhi, mirando sobre su hombro.

Xaden mueve la vista al punto detrás de mí y su boca se tensa.

—Vi, ¿podemos hablar? —pregunta Dain, que está un poco sin aliento, como si hubiera corrido para alcanzarme.

—¿Ahora? —Dejo de ver a Xaden y me doy la vuelta para quedar de frente a la persona que creía que era mi mejor amigo.

Dain hace una mueca, se frota la nuca y asiente.

—Intenté alcanzarte después de la formación, pero desapareciste muy rápido, y después de lo que pasó anoche, creo que lo mejor es no esperar más.

—Puede que sea conveniente para ti querer hablar tras semanas de ignorarme, pero yo tengo clase en este momento. —Agarro la correa de mi morral.

—Tenemos un par de minutos. —La súplica en sus ojos es tan grande que la siento como un peso sobre mí—. Por favor.

Miro de reojo a Rhiannon, que está viendo a Dain con sus sentimientos reales expuestos en lugar del respeto que le debe como líder de nuestro pelotón.

—Entro en un momento.

Ella me ve, asiente y entra al salón de Carr con el resto del pelotón.

Sigo a Dain por la puerta hacia un lugar junto a la pared donde no obstruiremos el tráfico.

—Dejaste que Tairn compartiera tu recuerdo con todos en vez de solo mostrármelo a mí —suelta, y sus manos le caen a los costados.

—¿Disculpa? —¿De qué diablos habla?

—Cuando pasó todo lo de Amber, te pedí que me mostraras lo que pasó, y te negaste. —Se reacomoda en su lugar, que es una de las formas en que sé que está nervioso, y el movimiento me quita un poco de la rabia que siento.

Al final del día, es mi amigo de toda la vida, aunque se esté portando como un imbécil.

—No te creí, y eso tengo que aceptarlo. —Se lleva una mano al corazón—. Debí haberte creído, pero no podía entender que la mujer que conocía fuera la misma que hizo lo que me estabas diciendo, y además no me buscaste tras el ataque. —Hay dolor en su voz—. Tuve que enterarme en la formación, Vi. Pese a la pelea que tuvimos en el campo de vuelo, para mí sigues siendo… tú. Y mi mejor amiga sufrió un ataque violento en el que casi la matan, y no me dijiste nada.

—No me pediste permiso —digo en voz baja—. Me quisiste agarrar la cabeza como si tuvieras derecho a ver mis recuerdos tras decirme abiertamente que no me creías, y me exigiste que te los mostrara. —Requiero todas mis fuerzas para mantener un tono tranquilo.

Entre sus cejas aparecen dos surcos.

—¿No te pedí permiso?

—No me pediste permiso. —Niego con la cabeza—. Y después de que me has dicho infinidad de veces que no tengo lo que se necesita para estar aquí, que no soy lo suficientemente fuerte… lo que pasó en el campo de vuelo era algo que ya se veía venir entre tú y yo. Lo peor es que sabía que no me ibas a creer. También estuve a punto de no decírselo a Xaden, porque estaba segura de que él tampoco me iba a creer.

—Pero sí te creyó. —La voz de Dain se corta y tensa la quijada—. Y fue él quien los mató en tu habitación.

—Porque Tairn le dijo a Sgaeyl. —Me cruzo de brazos—. No porque estuviera ahí desde antes ni nada parecido. Y sé que lo odias…

—Tú también tienes más que suficientes razones para odiarlo —me recuerda, acercándose a mí antes de reconsiderarlo y retirar la mano.

—Lo sé —replico—. Su padre enterró una flecha en el pecho de Brennan, de acuerdo con los reportes de batalla. Vivo con eso todos los días. Pero ¿no crees que él me ve y recuerda que mi madre mató a su papá? Es… —No logro encontrar las palabras—. Las cosas son complicadas entre nosotros. —La cabeza se me llena de imágenes de lo que pasó anoche, desde la primera sonrisa de Xaden hasta el último roce de sus labios, pero las hago a un lado.

Dain se encorva, apesadumbrado.

—Confías más en él que en mí. —No es una acusación, pero igual me duele.

—No es eso. —El estómago se me retuerce. Un momento. ¿Es cierto?—. Es solo que… tengo que confiar en él, Dain. No para todo, claro. —Mierda, me estoy haciendo bolas—. Ninguno de los dos podemos hacer nada respecto a que Sgaeyl y Tairn sean pareja, y créeme, a ninguno nos gusta la situación, pero tenemos que encontrar la manera de sobrellevarla. No tenemos otra opción.

Dain maldice entre dientes, pero no me lo discute.

—Sé que solo quieres que esté a salvo, Dain —susurro—. Pero mantenerme a salvo también evita que crezca. —Él me mira, sorprendido, y algo cambia entre nosotros. Es como si quizá, solo quizá, al fin estuviera listo para escucharme—. Cuando me dijiste que este lugar te quita todo y se revela quién eres en realidad, sentí miedo. ¿Qué tal si, debajo de los huesos frágiles y los ligamentos débiles, solo tenía más debilidad? Y ya no podría culpar de eso a mi cuerpo.

—Para mí nunca has sido débil, Vi… —comienza a decir Dain, pero yo niego con la cabeza.

—¿No entiendes? —Lo interrumpo—. No importa lo que tú pienses, solo importa lo que yo piense. Y, tenías razón, pero el Cuadrante de Jinetes me quitó el miedo e incluso la rabia de obligarme a entrar aquí y reveló quién soy en realidad. En el fondo, Dain, soy una jinete. Tairn lo supo. Andarna lo supo. Por eso me eligieron. Y hasta que logres dejar de buscar formas de tenerme guardada en un escaparate de cristal, no vamos a poder superar esto por muchos años de amistad que haya entre nosotros.

Mira sobre mi hombro.

—Y ¿qué? ¿A Riorson se le perdonan sus problemas de control? Porque lo último que supe fue que pasaron a Liam a nuestro pelotón específicamente para que te siguiera a todas partes.

Es un excelente punto.

—Liam se mantiene cerca de mí porque ni el jinete más fuerte puede cuidarse las espaldas de más de treinta cadetes sin dragón que andan tras él. Y, si me muero, Xaden se muere también. ¿Cuál es tu excusa?

Dain se queda tieso como una estatua, y solo se mueve el músculo de su quijada antes de que se incline hacia mí para susurrarme algo.

—Mira, no sabes todo sobre Xaden, Vi. A mí me permiten tener más información por mi sello, y tienes que andarte con cuidado. Xaden tiene secretos, razones para nunca perdonar a tu madre, y no quiero que te use para su venganza.

Esto me enfurece. Hay algo de verdad en lo que está diciendo, pero no tengo tiempo para enfocarme en la maraña que es Xaden en este momento. Una relación jodida a la vez.

Miro a Dain con los ojos entrecerrados mientras se reacomoda en su lugar y una semilla de sospecha se siembra en mi pecho.

—Un momento, ¿me rogaste tanto que me fuera de Basgiath porque no creías que pudiera sobrevivir… o porque querías alejarme de Xaden? —Niego con la cabeza antes de que pueda responderme—. ¿Sabes qué? Da igual. —Y lo digo en serio—. Solo querías que estuviera a salvo, y te lo agradezco. Pero se acabó, Dain. Xaden está atado a mí por Sgaeyl. Nada más. No necesito protección, y si la necesitara, tengo dos dragones rudísimos de mi lado. ¿Puedes respetar eso?

Lleva una mano a mi mejilla y le sostengo la mirada, decidida a hacer que entienda que o comienza a respetar mis elecciones o no vamos a poder reparar nuestra amistad.

—Está bien, Vi. —Aparecen unas arruguitas en las orillas de sus ojos y su boca se curva en una sonrisa a medias—. ¿Cómo puedo discutir con alguien que tiene «dos dragones rudísimos»?

Siento cómo se me quita un peso del pecho y al fin puedo respirar de nuevo.

—Exactamente —le digo, con una sonrisa juguetona.

—Perdón por no pedirte permiso para ver el recuerdo. —Baja la mano a mi hombro—. Más vale que te vayas a clase. —Y me da un suave apretón en el hombro antes de irse.

Exhalo y voy hacia la puerta del aula de Carr. El pasillo está vacío.

Entro al salón, una habitación increíblemente larga con paredes acolchonadas y sin ventanas. Todo el espacio está iluminado por candelabros con luces mágicas tan brillantes que parece que es la luz del día sobre tres docenas de estudiantes de las alas Tres y Cuatro, que ya están sentados en filas en el suelo, con espacio entre uno y otro para ocupar casi todo el lugar.

Rhiannon y Liam me están esperando en la puerta y el profesor Carr enarca su peluda ceja blanca al verme mientras nos acercamos al frente del salón, donde está él, dominando el espacio sin hacer nada más que estar parado ahí. El hombre no solo impone, sino que además intimida muchísimo.

Trago saliva al recordar cómo le rompió el cuello a Jeremiah.

—¿Al fin lista para acompañarnos, cadete Sorrengail? —No hay amabilidad en su voz, sino pura y dura observación clínica.

—Sí, señor. —Asiento.

Me estudia con la mirada como si fuera un insecto clavado en la pared del salón de biología.

—¿Sello?

—Aún no. —Niego con la cabeza, guardándome lo de detener el tiempo como me sugirió Xaden. «Confías más en él que en mí». En este sentido, Dain tiene razón y siento la culpa como una piedra que cae en mi estómago.

—Ya veo. —Chasca la lengua mientras me recorre con los ojos—. Sabes que tus dos hermanos recibieron sellos extraordinarios. La capacidad de Mira para manifestar una protección alrededor de ella y de su pelotón ha sido fundamental para su ala, y ha recibido muchas condecoraciones por su valor tras las líneas enemigas.

—Sí. Mira es una inspiración. —Me obligo a sonreír, más que consciente de los logros de mi hermana en el campo de batalla.

—Y Brennan… —Desvía la mirada—. Los reparadores son tan poco comunes, y perder a uno tan joven fue una tragedia.

—A mí me parece que haber perdido a Brennan fue la tragedia. —Me acomodo el morral sobre el hombro—. Pero perder su sello sin duda fue un fuerte golpe para las alas.

—Mmm. —Parpadea dos veces y vuelve a posar su mirada gélida sobre mí—. Bueno, pues parece que la estirpe Sorrengail tiene la bendición de los dioses, hasta en una jinete tan… pues, delicada como tú. Como Tairn te eligió, no esperamos menos que un sello descomunal en ti. Siéntate. Al menos puedes empezar a hacer magias menores con tu reliquia. —Hace un gesto desinteresado con la mano para que me vaya a mi lugar.

—Sin presión —murmuro mientras avanzamos hacia los espacios obviamente vacíos en la fila con el resto de nuestro pelotón.

—No te angusties —dice Rhiannon, sentándose en el suelo acolchonado—. Eso era lo que intentaba recordarte hace rato. Eres la jinete de Tairn.

—¿Qué quieres decir? —Acomodo el morral en el piso junto a mí.

—Te preocupa mucho qué va a pasar con el ala porque Riorson quizá tenga que venir para que su dragona esté feliz, pero, Violet, él no es el jinete más poderoso de nuestra generación. Eres tú. —Me sostiene la mirada apenas lo suficiente para dejarme saber que lo dice en serio.

El corazón se me sube a la garganta.

—Ahora ¡comencemos! —anuncia Carr.

 

 

Diciembre se convierte en enero.

Haz tierra. Bloquea. Imagina que cierras tu puerta. Construye tu muralla. Siente qué y quién tiene acceso a tu alrededor. Traza el vínculo con tu dragón. «Dragones» en mi caso. Construyo una segunda entrada, una ventana, en el archivo de mi poder para la energía dorada de Andarna. Bloquea esos vínculos tanto como puedas.

Visualiza.

Imagina un nudo de poder, no demasiado intrincado; nadie está listo para eso aún, frente a ti, y luego desátalo. Quítale el seguro a la puerta.

Visualiza.

Mantén un pie siempre en la tierra. No sirves de nada si no estás conectada con tu poder, y eres un peligro si no puedes contenerlo. Solamente el punto medio te convierte en una gran jinete.

En tu mente, ve el poder como una mano que toma el lápiz y lo lleva hacia ti. Agárralo. No. Así no. Inténtalo de nuevo. No, otra vez.

¡Visualiza!

Estudio para los exámenes. Me preparo para los vuelos. Levanto pesas con Imogen. Me pregunto cuántas horas más me hará pasar Xaden en la colchoneta con Rhiannon. Gano mi primer reto y tengo una nueva daga de una chica del Ala Dos. Pero la tarea más agotadora es pasar infinitas horas en el archivo de mi cabeza, aprendiéndome cuál es la puerta de Tairn y cuál es la de Andarna para luego trabajar diligentemente en separarlas.

Resulta que, aunque mi poder viene de los dragones, la capacidad de controlarlo requiere todo mi esfuerzo, y hay noches en que caigo en la cama y me pierdo en el sueño antes de siquiera quitarme las botas.

Para el final de la segunda semana de enero no solo estoy enojada porque Xaden no se haya molestado en hablar del beso sino además exhausta, y eso es sin que se haya manifestado mi sello, por lo que no se me va toda la energía en controlarlo.

Ridoc puede manipular el hielo, que puede ser un sello más común, pero es un espectáculo impresionante.

Los poderes metalúrgicos de Sawyer crecen día con día.

Liam puede ver un árbol a cinco kilómetros de distancia.

Supongo que yo puedo detener el tiempo, pero no estoy dispuesta a agotar a Andarna solo por volver a intentarlo, no cuando le tomó más de una semana de puro dormir para recuperarse.

Sin un sello, lo único que puedo hacer es magia menor. Al fin estoy usando una pluma que no requiere del tintero, cerrar puertas y abrirlas. Soy perfecta para animar las fiestas.

Para la tercera semana de enero me gano otra daga en un reto contra un chico del Ala Tres, la segunda sin debilitar a mi oponente con veneno. Me dejó con una muñeca lastimada, pero mis articulaciones están intactas.

Y en la cuarta semana, durante el clima más frío que he sentido en Basgiath, me escabullo a medianoche para ver el tablón de retos.

Al fin le dieron a Jack la oportunidad de acabarme en la colchoneta mañana.

—Me va a matar. —Eso es lo único que me viene a la mente mientras me visto para empezar el día, envainado todas mis dagas en los mejores lugares.

—Lo va a intentar. —Tairn despertó temprano.

—¿Algún consejo? —Sé que Liam está esperando para que vayamos a la biblioteca antes del desayuno.

—No se lo permitas.

Suelto un resoplido burlón. Lo dice como si fuera tan fácil.

Ya vamos de regreso de la biblioteca cuando al fin encuentro el valor para hablarlo con Liam.

—Si te cuento algo, ¿se lo reportarás a Xaden?

Su cabeza se gira hacia mí mientras empuja el carrito por el puente entre cuadrantes.

—¿Por qué crees que…?

—Ay, por favor. —Hago un gesto de fastidio—. Ambos sabemos que le reportas todo lo que hago. No soy tonta. —La nieve golpetea en las ventanas con un sonido ahogado y ligeramente metálico.

—Se preocupa, y yo alivio sus preocupaciones. —Me echa otra mirada antes de volver a ver hacia el frente—. Sé que no es justo. Sé que es una violación a tu privacidad. Pero no es nada comparado con lo que le debo.

—Sí. Eso lo entiendo. —Me adelanto y abro la gruesa y pesada puerta hacia la ciudadela para dejarlo pasar—. Quizá debería replantear mi pregunta. Si te contara algo y te pidiera específicamente que se quedara entre nosotros, ¿aceptarías? ¿Somos amigos o solo soy un trabajo para ti?

Se detiene mientras cierro la puerta, y sé que está pensando por la manera en que tamborilea los dedos sobre la agarradera del carrito.

—Si me lo guardo, ¿afectaría tu seguridad de algún modo?

—No. —Lo alcanzo y comenzamos a avanzar por la pendiente que más adelante se separa en dos túneles, uno hacia los dormitorios y otro hacia el área común—. No hay nada que puedas hacer, y ese es el punto.

—Somos amigos. Cuéntame. —Hace un gesto de pesar—. No diré nada.

—Van a dejar que Jack Barlowe me rete hoy.

Deja de caminar, así que hago lo mismo.

—¿Cómo lo sabes?

—Es justo por eso que te pido que no le digas a nadie. Solo… intenta confiar en que lo sé.

—Los instructores no lo pueden permitir. —Niega con la cabeza y sus ojos se van llenando de pánico.

—Lo harán. —Me encojo de hombros y finjo una sonrisa—. Lo ha estado pidiendo desde el primer día, así que no es como que no me lo esperaba. El punto es que Jack me va a retar hoy y, cuando lo haga, no puedes meterte, pase lo que pase.

Sus ojos azules se abren de par en par.

—Vi, si le decimos a Riorson, él podrá detenerlo.

—No. —Busco su mano y le pongo la mía encima—. No puede. —Se me revuelve el estómago, pero al menos no vomito como cuando me enteré—. Lo que Xaden puede hacer para protegerme, tanto aquí como en el frente, tiene un límite. Tú y yo sabemos que si detiene esto, se hará un escándalo en el cuadrante después de lo que le pasó a Amber.

—Y ¿esperas que me quede ahí parado, solo viendo, y que pase… lo que tenga que pasar? —pregunta, incrédulo.

—Como lo has hecho en los últimos dos retos. —Finjo otra sonrisa—. No te preocupes. Voy a usar todo lo que tengo a mi favor. —Y actualmente todo lo que tengo es un frasquito guardado en el pequeño bolsillo junto a mi cintura.

—No me gusta esto. —Niega con la cabeza.

—Pues sí, ya somos dos.

No hay práctica de vuelo hoy, pues toda la semana los dragones han considerado que hace demasiado frío como para volar, así que todos nos vamos al gimnasio de lucha después de la formación. Ni me molesto en desayunar, pero pongo atención a cada cosa que está en la bandeja de Jack cuando paso junto a él, fijándome en lo que hay… y en lo que no.

Mi corazón late con un ritmo caótico y mareador para cuando los ochenta y un sobrevivientes de primero terminan de reunirse en el gimnasio.

El profesor Emetterio llama a los retos de uno por uno, asigna a los pares en sus colchonetas correspondientes. Por lo menos vamos a pelear todos a la vez, lo cual significa que no van a estar viendo absolutamente a todos los jinetes.

Por lo menos Xaden no está aquí, lo que significa que Liam cumplió con su palabra.

—Colchoneta diecisiete, Jack Barlowe del Ala Uno contra… —Enarca una ceja y toma una enorme bocanada de aire—. Violet Sorrengail.

Gracias a los dioses que Rhiannon ya está al otro lado del lugar, lista para enfrentarse a una mujer del Ala Tres, así que no tiene que ver cómo toda la sangre le abandona la cara a Liam. No debería ver nada de esto. También Sawyer ya se fue para acomodarse en la colchoneta nueve.

—Mierda, no puede ser —exclama Ridoc entre dientes, negando con la cabeza.

—¡Al fin! —Jack eleva los brazos como si ya hubiera ganado.

—Allá vamos. —Giro los hombros y voy hacia la colchoneta. Ni Liam ni Ridoc son llamados a la colchoneta hoy, así que caminan a mis costados.

—Dime que puedo romper la promesa —me ruega Liam, y la expresión de súplica en sus ojos me deja saber que lo puse en una posición de mierda.

—Los de tercero están haciendo sus cosas de tercero —le respondo mientras los dedos de mis pies tocan la colchoneta—. No puedes hacer que llegue a tiempo, pero sé lo que implica para ti cumplir con tu palabra. Especialmente cuando se trata de él. Así que, ve.

—Cuídala como si fueras yo —le dice a Ridoc.

—O sea, ¿como si midiera quince centímetros más y tuviera la constitución física de un toro? —Ridoc le hace una seña de confirmación con el pulgar hacia arriba—. Claro. Haré todo lo que pueda. Ahora, corre.

La mirada de Liam se clava en la mía.

—No te mueras.

—Eso intentaré, y no solo por mí. —Le sonrío—. Gracias por ser tan buen guardián.

Sus ojos se abren exageradamente por un segundo antes de que salga corriendo del gimnasio.

—Barlowe y Sorrengail —dice Emetterio desde el otro lado de la colchoneta—. ¿Armas?

Jack está dando saltitos como un niño que acaba de recibir un regalo.

—Lo que sea que pueda sostener con sus manitas enclenques —comenta. La expresión en su mirada me pone la piel de gallina.

Subo a la colchoneta y Jack hace lo mismo, avanzando hasta que ambos estamos al centro, frente a frente.

—No se pueden usar poderes. —Nos recuerda Emetterio—. Si el otro se rinde o queda noqueado, la victoria es suya.

Estoy casi segura de que todos los que están reunidos alrededor de esta colchoneta saben que Jack no va a elegir ninguna de esas dos opciones. Si logra ponerme las manos al cuello, estoy muerta.

—Eso de que si yo me muero, Xaden se muere, en realidad solo es una hipótesis, ¿verdad? —pregunto, desenvainando las dagas que son más difíciles de alcanzar durante una pelea, las que traigo en las botas.

—Una hipótesis que yo preferiría no poner a prueba —me responde Tairn, gruñendo.

Me yergo, apretando con fuerza las empuñaduras de mis dagas, mientras Jack se acomoda frente a mí con un solo cuchillo.

—Es broma, ¿verdad? ¿Solo uno?

—Solo necesito uno —dice, sonriendo con una emoción repugnante.

—Vete directo al gaznate —sugiere Tairn.

—No tengo la energía para bloquearte en este momento, así que voy a necesitar que te calles por unos minutos.

Un gruñido es la única respuesta que recibo.

—Sin trampas —nos advierte Emetterio—. Empiecen.

Mi corazón late tan estruendosamente que lo puedo escuchar en mis oídos mientras comenzamos a acecharnos en círculos.

—A la ofensiva. Ahora. Ataca primero —dice Tairn.

—¡No me ayudas!

Jack se lanza contra mí. Blande su cuchillo, pero yo le hago un corte en el dorso de la mano con mi daga y sale el primer hilito de sangre.

—¡Mierda! —Da un salto hacia atrás con las mejillas enrojecidas.

Eso es lo que yo quería, lo que necesitaba para ganar este enfrentamiento, que su coraje lo hiciera actuar sin pensar y cometiera un error.

Vuelve a avanzar y suelta una patada dirigida al centro de mi cuerpo. Retrocedo torpemente, pero logro, aunque por poco, esquivar el golpe.

—Apuesto a que quisieras lanzar tu arma, ¿verdad? —se burla, sabiendo que no voy a romper una regla si con eso podría lastimar a alguien en los retos que se están llevando a cabo a nuestro alrededor.

—Apuesto a que desearías no saber qué se siente sacarte uno de mis cuchillos, ¿verdad? —replico.

Aprieta los labios en un gesto de rabia antes de lanzarse contra mí con una serie de golpes y ataques con su daga. No lo puedo detener, es demasiado fuerte para mí, y como testigo está la daga que me arranca fácilmente de la mano con una patada, así que hago uso de mi velocidad, agachándome y esquivándolo mientras le hago otro corte, esta vez a lo largo de su antebrazo.

—¡Mierda! —exclama, furioso, y se da la vuelta mientras intento atacarlo por la espalda. Me toma por sorpresa, me agarra del brazo y me gira sobre su espalda para dejarme tirada en la colchoneta.

Recibo el impacto en el hombro y hago un gesto de dolor, pero no escucho rasgaduras ni nada quebrándose. Darle las gracias a Imogen será de lo primero en mi lista si sobrevivo a esto.

Sin soltarme del brazo, Jack asesta su cuchillo directo a mi pecho, pero mi chaleco lo detiene y solo se resbala sobre mis costillas para terminar enterrado en la colchoneta.

—¡Está haciendo ataques mortales! —grita Ridoc—. ¡Eso no está permitido!

—¡Basta, Barlowe! —ordena Emetterio.

—¿Qué opinas, Sorrengail? —Jack me susurra al oído, mientras me mantiene inmovilizada con el brazo detrás de mi espalda—. Admítelo. Ambos sabíamos que así iban a ser las cosas. Rápidas. Vergonzosamente fáciles. Fatales. Tu adorado líder de ala no está aquí para salvarte.

No, pero Xaden va a sufrir… si no es que algo peor si Jack logra su cometido. Pensar en eso me pone en acción. Ignorando el dolor, ruedo mi cuerpo y con esto me subluxo el hombro, pero logro liberarme de su mano cuando él se enreda entre mis piernas.

Luego lo pateo directo en la entrepierna.

Jack cae de rodillas mientras recupero el equilibrio, agarrándose la entrepierna con la boca abierta en un grito silencioso.

—Ríndete —le ordeno, recogiendo la daga que se me cayó—. Puedo tasajearte en cualquier momento. Ambos sabemos que, si esto fuera la vida real, sería tu fin.

—Si fuera la vida real, te habría matado en cuanto entraste a la colchoneta —dice entre dientes con un tono lleno de rabia.

—Ríndete. Ya.

—¡Jódete! —Lanza su daga.

Levanto las manos para bloquearla, pero se entierra en mi maldito antebrazo izquierdo, hace que la sangre se deslice y que el dolor me recorra todos los nervios del brazo con una intensidad alarmante, pero sé que no debo sacarlo. En este momento, el arma es lo único que mantiene la herida más o menos cerrada.

—¡No se pueden lanzar armas! —grita Emetterio desde la orilla, pero Jack ya viene contra mí con una serie de patadas y golpes para los que no estoy preparada. Su mano se estrella en mi mejilla y puedo sentir cómo se me abre la piel.

Su rodilla me saca todo el aire del cuerpo cuando me la clava en el estómago.

Pero me mantengo de pie mientras me agarra de la cara con las manos. La agonía me llena todas las células del cuerpo cuando una energía violenta y vibrante empieza a correr dentro de mí con tal intensidad que siento como si me estuviera arrancando los ligamentos del hueso, los músculos del tendón.

Grito, abrumada por esta fuerza interna que no entiendo, como si Jack estuviera metiendo su poder en mi cuerpo, atacándome con una serie de descargas de energía vibrante.

Ya. Si no lo hago ya, me va a matar. Mi vista ya se está oscureciendo por los bordes.

Llevo una mano temblorosa al bolsillo de mi pantalón y retiro con un dedo el tapón del frasquito.

Su sonrisa sádica y su mirada enrojecida son lo único que puedo ver mientras mete más y más poder a mi cuerpo, pero tiene las manos ocupadas y está demasiado obsesionado con su propia victoria como para escuchar que ya dejé de gritar, como para ver que me estoy moviendo.

—¡Está usando sus poderes! —anuncia Ridoc, furioso, y por el rabillo de mis ojos cada vez más nublados alcanzo a ver movimiento en ambos lados.

Le meto el frasco en la boca a Jack con tanta fuerza que siento cómo se le rompe un diente.

A ambos nos detienen unas manos y escucho que Ridoc y Emetterio gritan y retiran las manos tras el contacto. Lo que sea que Jack esté haciendo, se les transfirió al tocarme.

Los dientes me cascabelean por el dolor que me consume y mi cuerpo lucha por no desmayarse, por escapar de esta tortura insoportable, pero me niego a sucumbir a la oscuridad hasta que Jack exhala con un silbido.

Sus ojos se abren más de lo que se creería posible y baja las manos para agarrarse el cuello mientras se le cierra la tráquea.

Caigo de rodillas y mi cuerpo sigue temblando sobre la colchoneta, pero Jack también se cae y jadea con las manos moviéndose desesperadamente sobre su cuello mientras la cara se le va poniendo morada.

En unos segundos, el rostro de Ridoc aparece frente al mío.

—Respira, Sorrengail. Solo respira.

—¿Qué diablos le está pasando a Barlowe? —pregunta alguien mientras él se retuerce.

—Naranjas —le susurro a Ridoc mientras mi cuerpo al fin se va rindiendo—. Es alérgico a las naranjas. —Y me pierdo en la oscuridad.

Cuando despierto, ya no estoy en la colchoneta, y las ventanas de la enfermería del Cuadrante de Curanderos me dejan saber que ya cayó la noche. Pasé horas inconsciente.

Y no es Ridoc quien está tumbado en la silla junto a mi cama, viéndome como si tuviera ganas de matarme también.

Es Xaden. Tiene el cabello revuelto, como si se lo hubiera estado jaloneando, y juega con una daga, lanzándola y atrapándola por la punta una y otra vez, casi sin verla, antes de guardarla en la funda que trae en un costado.

—¿Naranjas?

Ir a la siguiente página

Report Page