Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 25

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VEINTICINCO

La Batalla de Pelotones es más importante de lo que dicen los líderes

de ala. A ellos les gusta bromear diciendo que es un juego, que solo les

otorga el derecho de presumir a los ganadores, pero no es así. Todos

están observando. Los altos mandos, los profesores, los oficiales… Están

observando para descubrir quiénes serán los mejores. Y están salivando

por ver quiénes van a caer.

—PÁGINA 77, EL LIBRO DE BRENNAN

—¡Ríndete! —grita Rhiannon mientas un jinete del Ala Dos lucha por arrastrarse sobre la colchoneta, con las manos muy abiertas y enterrando las uñas mientras Liam tiene su pierna en una llave, curvando su espalda en un arco que debería ser imposible.

Mi corazón late escandalosamente, pues la emoción de las luchas de hoy está alcanzando su punto más alto.

Es el último reto de esta parte de la Batalla de Pelotones, y la multitud empuja tanto que tengo que esforzarme para no caer sobre la colchoneta. Tras dos eventos, estamos en el séptimo de veinticuatro lugares en el tablero de clasificación, pero si Liam gana, subiremos al tercero de estos puestos.

Mi tiempo de vuelo en la carrera aérea en el guantelete fue el más lento del pelotón, pero es porque me la pasé obligando a Tairn a quitarme sus ataduras mágicas, y luego perdíamos valiosos segundos cuando tenía que lanzarse a atraparme y echarme de nuevo a su lomo. Una y otra y otra vez. Juro que los moretones en mis nalgas por caer sobre el duro asiento duelen menos que el bufido de Tairn porque humillé a toda su estirpe al hacerlo cruzar la meta en último lugar.

Mikael suelta un grito adolorido, un sonido agudo, casi ensordecedor, y hace que mi atención vuelva a lo que está pasando frente a mí. Liam no lo ha soltado y sigue haciendo presión.

—Mierda, se ve que eso duele —murmuro entre los vítores de los de primero.

—Sí, no va a caminar por un tiempo —comenta Ridoc, haciendo un gesto de dolor al ver el arco de la espalda de Mikael, que se ve como una futura columna vertebral rota.

Con otro grito, Mikael azota su palma en la colchoneta tres veces y la multitud enloquece.

—¡Sí! ¡Bien, Liam! —grita Sawyer detrás de mí, y Liam suelta a Mikael sobre la colchoneta, donde este se queda despatarrado y exhausto.

—¡Ganamos! —Liam corre hacia nosotros y quedo atrapada en una maraña de brazos y gritos y compañeros de pelotón felices.

Estoy casi segura de que incluso vi a Imogen en el revoltijo.

Pero no veo a Dain. ¿Dónde diablos está Dain? No se perdería de esto por nada.

—¡Su ganador! —grita el profesor Emetterio y su voz retumba por todo el gimnasio, calmando la energía descontrolada mientras Liam se escapa de nuestro abrazo—. ¡Liam Mairi del Segundo Pelotón, Sección Llama, Ala Cuatro!

Liam levanta ambos brazos en gesto de vitoria, da una pequeña vuelta en su lugar y los gritos de celebración me lastiman los oídos, pero vale la pena.

El comandante Panchek sube a la colchoneta y Liam viene a reunirse con el resto del pelotón mientras el sudor le corre a chorros por la piel.

—Sé que todos esperaban que la última parte de la Batalla de Pelotones fuera mañana, pero les tenemos una sorpresa.

Ahora tiene la atención de absolutamente todos los jinetes.

—En vez de decirles cuál será la última y misteriosa tarea y darles la noche para planearla, ¡su última tarea comenzará ya! —Sonríe, levantando los brazos y dando una vueltita como hizo Liam.

—¿Esta noche? —susurra Ridoc.

El estómago se me va al suelo.

—Dain no está aquí. Y tampoco Cianna.

—Ay, mierda —exclama Imogen en voz baja, mirando hacia la multitud.

—Como quizá hayan notado, sus líderes de pelotón y sus oficiales ejecutivos fueron… digamos, aislados junto con sus líderes de sección y de ala, y no, antes de que alguien pregunte, su tarea no es encontrarlos. —Sigue moviéndose en el pequeño círculo para dirigirse a todos los extremos de la colchoneta—. Están por trabajar en equipo y realizar una misión única esta noche sin la guía y apoyo de sus líderes de pelotón.

—¿Eso no va en contra de la razón por las que tenemos líderes de pelotón? —pregunta alguien.

—La razón por la que tienen líderes de pelotón es para que formen una unidad sólida que pueda completar una misión tras la caída del mismo líder. Consideren a sus líderes… caídos. —Panchek se encoge de hombros con una alegre sonrisa—. Ahora todo está en sus manos, jinetes. Su misión es simple: busquen y traigan, por cualquier medio que sea necesario, lo más útil para nuestros enemigos en el tema de la guerra. Los líderes harán de jueces, y el pelotón ganador recibirá sesenta puntos.

—¡Eso basta para ponernos en primer lugar! —dice Rhiannon, cruzando su brazo con el mío—. ¡Podríamos ganar el honor de ir al frente!

—¿Cuáles son los límites? —pregunta alguien a mi derecha.

—Cualquier cosa que esté dentro de los muros de Basgiath —responde Panchek—. Y no se atrevan a querer traerse un dragón para acá. Los incinerarían solo por haberlos molestado.

Entre el pelotón a nuestra izquierda se escuchan unos murmullos decepcionados.

—Tienen… —Panchek saca su reloj de bolsillo— tres horas, después de las cuales esperamos que presenten sus tesoros robados en el aula de Informe de Batalla.

Todos lo observamos sin decir nada. De todo lo que imaginé que podría ser la tercera y última tarea… esto ni siquiera estuvo cerca de la lista.

—¿Qué están esperando? —Panchek agita la mano, haciendo un gesto para que nos vayamos—. ¡Comiencen!

Y se suelta el pandemónium.

Esto es lo que pasa cuando nos quitan a los líderes. Somos… un desastre absoluto.

—¡Segundo Pelotón! —grita Imogen, levantando las manos—. ¡Síganme!

Sawyer y Heaton se aseguran de que todos sigamos como patitos a Imogen, que va cruzando el gimnasio hacia el área de pesas.

—¡Lo hiciste muy bien! —le digo a Liam mientras caminamos. Aún no logra recuperar el aliento del todo.

—Fue épico. —Ridoc le pasa un odre, del cual Liam se bebe hasta la última gota en un instante.

—Vamos, vamos —dice Imogen, apurándonos para entrar al cuarto de pesas. Hace un conteo rápido y luego cierra la puerta y la asegura con magia.

Me siento en una de las bancas con Rhiannon y Liam a los lados.

—Primero que nada: ¿quién quiere estar al mando? —pregunta Imogen, mirándonos a los diez.

Ridoc levanta la mano.

Rhiannon voltea y se la baja.

—No —dice ella—. Convertirías todo esto en una broma.

—Tienes razón. —Ridoc se encoge de hombros.

—¿Liam? —pregunta Quinn.

Él niega con la cabeza, pero su mirada se posa sobre mí y eso revela sus motivos.

—Nadie intentará matarme esta noche —le aseguro.

Liam vuelve a ver a Imogen y niega con la cabeza una vez más.

Obviamente ella está de acuerdo. Los dos están del lado de Xaden.

—Sigue al mando tú —le sugiere Rhiannon a Imogen—. Ya nos trajiste hasta aquí.

Un murmullo que indica que la mayoría está de acuerdo llena el lugar.

—¿Emery? ¿Heaton? —pregunta Imogen—. Es su derecho por ser los de tercero.

—No, gracias. —Heaton se recarga en la pared.

—No. Hay una razón por la que ninguno de los dos quisimos ser líderes —agrega Emery, que está junto a Nadine—. ¿Alguna razón por la que no estarías de acuerdo con seguir las órdenes de Imogen por unas horas, Nadine?

Todos nos giramos para ver a la de primero que no ha sido ni un poco sutil sobre su odio a los marcados. Ahora que sé que es de un pueblo en la frontera norte de las provincias de Deaconshire y Tyrrendor, entiendo el por qué. Simplemente no estoy de acuerdo, y por eso se podría decir que no somos amigas.

Veo cómo traga saliva y su mirada nerviosa nos recorre a todos.

—No tengo problema con eso.

—Bien. —Imogen se cruza de brazos y la muñeca donde tiene la reliquia de la rebelión se asoma bajo su túnica—. Tenemos un poco menos de tres horas. ¿Ideas?

—¿Qué les parece algún arma? —sugiere Ridoc—. Una ballesta de fuego en manos enemigas sería mortal para cualquiera de nuestros dragones.

—Demasiado grande —dice Quinn sin dudarlo—. Solo hay una en el museo y, honestamente, lo mortal ni siquiera es la flecha, sino el sistema que la lanza.

—¿Siguiente? —Imogen nos mira a todos.

—Podríamos robarnos los calzones de Panch… —comienza a decir Ridoc antes de que Rhiannon le tape la boca con una mano.

—Y por eso no puedes ser nuestro líder. —Lo ve con gesto de regaño.

—¡Vamos, chicos! —dice Liam. Su mirada viene hacia mí—. Violet, ¿qué opinas de robarnos los boletines informativos de los Archivos? Los que vienen del frente.

Niego con la cabeza.

—Pasan de las siete. Los Archivos están cerrados y es la clase de bóveda que no se puede abrir ni con magia. Todo el lugar está cerrado al vacío para evitar incendios.

—Mierda —exclama Imogen con un suspiro—. Era una buena idea.

Toda la habitación se llena de voces, cada una más fuerte que la anterior, mientras se lanzan sugerencias al aire.

«Información». El estómago se me retuerce cuando una idea comienza a tomar forma en mi cabeza. Sería impactante, algo que nadie podría superar. Pero… no. Es demasiado riesgo.

—¿En qué estás pensando, Sorrengail? —me pregunta Imogen, y todos se quedan en silencio—. Puedo ver cómo están girando los engranes en tu cabeza.

—Creo que no es nada. —Me volteo para ver a los miembros de nuestro pelotón. Pero ¿realmente no es nada?

—Ven para acá y sácalo —ordena Imogen.

—En serio, es una locura. O sea, es imposible. Nos echarían a la mazmorra si nos atrapan. —Cierro la boca antes de que se me salga algo más.

Pero es demasiado tarde… los ojos de Imogen ya están ardiendo por la intriga.

—Ven. Para. Acá. Y. Sácalo —repite, dejando claro que es una orden y no una sugerencia.

—Podemos usar poderes, ¿verdad? —Me pongo de pie y paso las manos sobre mis costados y las empuñaduras de las seis dagas que traigo envainadas ahí.

—Por cualquier medio que sea necesario —repite Heaton.

—Bueno. —Meciéndome sobre mis talones, dejo que mi mente dé vueltas y vaya formando un plan—. Sé que Ridoc puede controlar el hielo, Rhiannon puede llamar a las cosas, Sawyer manipula el metal e Imogen puede borrar recuerdos recientes…

—Y soy rápida —agrega.

Es algo que tiene en común con Xaden.

—¿Y tú, Heaton? —pregunto.

—Puedo respirar bajo el agua —responde.

Esto me toma por sorpresa.

—Genial, pero no creo que nos vaya a servir si hacemos esto. ¿Emery?

—Puedo controlar el viento. —Sonríe—. Mucho viento.

Bien, eso sería útil como defensa, pero no es exactamente lo que estoy buscando.

Mis botas rechinan sobre el suelo cuando me muevo para quedar frente a Quinn.

—¿Y tú?

—Puedo hacer viajes astrales. Mi cuerpo se queda en un lugar mientras recorro otro.

Me quedo con la boca abierta, igual que la mitad del pelotón.

—Lo sé, es bastante genial —dice con un guiño, y se recoge los rizos en un chongo.

—Sí. Eso sí que nos sirve. —Asiento y sigo pensando en cuál será la mejor forma de hacerlo.

—¿Qué estás pensando, Sorrengail? —insiste Imogen, acomodándose el cabello corto en un lado de su cabeza rapada detrás de la oreja.

—Me vas a decir que estoy loca, pero si logramos hacerlo, seguro que ganamos. —Quizá no sea lo suficientemente parecida a mi madre para ganarme su aprobación, pero sé dónde guarda la información más valiosa.

—¿Y?

—Nos vamos a colar en la oficina de mi madre.

 

 

—Das miedo, carajo —dice Ridoc dos horas después, alejándose de Quinn, bueno, de la forma astral de Quinn. En este momento su cuerpo está con Heaton, quien lo cuida en el cuarto de pesas.

Los demás vamos a hurtadillas por los pasillos que cruzan por el Cuadrante de Curanderos. Ya nos encontramos a un pelotón del Ala Dos y otro de la Tres, pero ninguno teníamos tiempo para hacer preguntas o retrasar a los otros.

En esta situación, triunfaremos o fallaremos por méritos propios, y ya desperdiciamos dos horas esperando que cayera la noche para poder comenzar con nuestro plan.

—Nunca había pasado de aquí —dice Emery mientras cruzamos la última puerta para salir de la clínica.

—¿Nunca has ido a los Archivos? —le pregunta Imogen.

—He huido de ese trabajo como si fuera la peste —responde Emery—. Los escribas me dan miedo. Son sabelotodo calladitos que se portan como si tuvieran todo el poder para salvar o destruir a alguien con su pluma.

Esto me hace sonreír. Sus palabras son más ciertas de lo que la mayoría podría pensar.

—La infantería aún está en sus campamentos. —Rhiannon señala por la ventana hacia la docena de fogatas que iluminan el campo.

—Debe ser lindo tener descansos —comenta Nadine, pero no con el tono engreído al que me tiene acostumbrada, sino con el mismo cansancio que me parece que sentimos todos—. Los escribas se irán a sus casas durante el verano. Los curanderos pasan los fines de semana en esos retiros para sanar mente y cuerpo y, aunque los de infantería tengan que practicar la acampada en la nieve durante el invierno, al menos pasan esos meses alrededor de una fogata.

—Nosotros también podremos ir a casa —dice Imogen.

—Después de la graduación —le debate Rhiannon—. Y ¿por cuánto tiempo? ¿Un par de días?

Llegamos a una bifurcación en el camino, donde podemos seguir el túnel que baja hacia los Archivos o subir hacia la fortaleza del colegio de guerra.

—A partir de aquí, no hay vuelta atrás —le digo al grupo, mirando hacia la escalera en espiral que he subido tantas veces que conozco cada escalón de memoria.

—¡Allá vamos! —ordena Quinn, y todos damos un salto como de treinta centímetros.

—¡Shhh! —susurra Imogen—. Podrían atrapar a algunos de nosotros, ¿saben?

—Cierto. Perdón. —Quinn hace un gesto de pesar.

—Recuerden el plan —pido en voz baja—. Nadie se desvía. Nadie.

Todos asienten y comenzamos a subir en silencio por las escaleras oscuras y nos mantenemos escondidos entre las nombras mientras cruzamos el patio de piedra de Basgiath.

—Te vendría muy bien tener a Xaden en este momento.

—Lo estás haciendo genial —me dice Andarna para reconfortarme con su tono más alegre. De verdad que nada la angustia. Es la niña más intrépida que he conocido en mi vida, y eso que crecí con Mira.

—Hay que subir seis pisos —susurro cuando llegamos al próximo descanso, y seguimos subiendo lo más rápido que podemos sin hacer ningún sonido. La ansiedad se eleva y mi poder crece como respuesta, lo que provoca que la reliquia en mi espalda se caliente casi hasta quemarme. Últimamente la siento todo el tiempo, hierve a fuego lento bajo mi piel; me recuerda que hacer magias menores no será suficiente para darle salida si no manifiesto un sello pronto.

Cuando llegamos al final de las escaleras, Liam se asoma discretamente para ver la extensión de lo que siempre se ha sentido como el pasillo más largo del mundo.

—Hay luces mágicas en los candeleros —susurra—. Y, tenías razón, solo hay un guardia en la puerta. —Dicho esto, vuelve a ocultarse en la seguridad de la escalera.

—¿Viste luz bajo la puerta? —le pregunto en voz baja. Mi corazón late con tanta fuerza que siento que todo el colegio podría escucharlo, hasta los cadetes de infantería que están durmiendo a decenas de metros allá abajo.

—No. —Se gira para ver a Quinn—. Me parece que el guardia mide como un metro ochenta, pero se ve muy atlético. La otra escalera está al final del pasillo a la izquierda, lo que significa que tendrás que llamar su atención y luego echarte a correr.

Quinn asiente.

—No hay problema.

—¿Todos los demás saben lo que tienen que hacer? —pregunto.

Ocho cabezas asienten.

—Entonces, hagámoslo. Quinn, vas. Todos los demás, escóndanse para que el guardia no pueda vernos si voltea para acá. —No puedo creer que realmente vamos a hacer esto. Si mi madre nos atrapa, no tendrá piedad. No es algo que exista en ella.

Nos replegamos y Quinn sale de las escaleras. Su voz se ahoga un poco en las paredes de piedra, pero escuchamos claramente los pesados pasos del guardia que ya viene por el pasillo.

—¡Ven para acá! ¡No puedes estar aquí!

—¡Ya! —ordena Imogen.

Salimos corriendo y solo Rhiannon y Emery se quedan en la escalera. Sawyer va hacia la otra escalera, cerrando la puerta y trabando los goznes de metal con sus poderes mientras recorremos el pasillo a toda velocidad.

Nunca en mi vida había corrido tan rápido, y Nadine ya está en la puerta, intentando retirar las protecciones que mi madre puso, sean cuales sean.

Liam se para en el punto donde estaba el guardia y levanta la cara, tomando la misma postura que aquel.

—¿Estás bien?

—Sí —le respondo entre jadeos mientras Imogen va a ayudar a Nadine. El sello de Nadine es la capacidad de desmantelar protecciones, lo cual nunca pensé que sería tan útil. Los jinetes se la pasan creando las protecciones y cuidando que no se rompan para que Navarre esté a salvo. Pero, claro, no muchos jinetes intentan meterse a la oficina de la general comandante—. Y seguiré bien —le aseguro con una sonrisita—. Lo cual es curioso, porque no creía lo mismo la última vez que estuve aquí.

—¡Listo! —susurra Nadine mientras abre la puerta.

—Si me escuchan silbar… —comienza a decir Liam, y la preocupación le arruga la frente.

—Saldremos por la ventana o algo así —le digo mientras Ridoc y Sawyer van entrando a la oficina—. Relájate. —Dejo a Liam en su puesto de guardia y entro a la oficina de mi mamá con los demás.

—No toquen las luces mágicas, porque ella lo sabría —les advierto—. Tienen que encender sus propias luces. —Giro la muñeca y le doy a mi poder la forma de una brillante llama azul para luego dejar que se aleje de mí. Es una de las cosas que realmente hago bien.

—Pero qué agradable… —Ridoc se tumba en el sofá rojo.

—No tenemos tiempo para que te pongas a hacer…. tus cosas —lo regaña Sawyer, que ya va hacia el librero—. Ayúdame a buscar algo útil.

—Nosotras nos encargamos de la mesa. —Imogen y Nadine comienzan a revisar los papeles en la mesa de juntas con seis lugares.

—Lo cual me deja el escritorio a mí —murmuro, y voy hacia el intimidante mueble, rezando por no detonar ninguna protección que mi madre podría haber puesto. Hay tres cartas dobladas al centro y tomo la primera, revelando una daga afilada con una aleación de metales en la empuñadura y lo que parece ser una runa tyrrish. Seguramente la usa para abrir cartas o algo así. Desdoblo la hoja con el mayor cuidado posible.

General Sorrengail:

Los ataques en los alrededores de Athebyne han diezmado demasiado al ala. Estar lejos de la seguridad de las protecciones implica grandes riesgos y, aunque odio tener que pedir refuerzos, tengo que hacerlo. Si no reforzamos el puesto, posiblemente nos veremos obligados a abandonarlo. Estamos protegiendo a los ciudadanos de Navarre con nuestra carne, sangre y vida, pero no tengo palabras suficientes para explicar lo extrema que está la situación en este lugar. Sé que recibes los reportes diarios de nuestro escriba corresponsal, pero sería una negligencia de mi parte como oficial del Ala Sur si no te escribiera personalmente. Por favor, consigue refuerzos para nosotros.

Sinceramente,

Comandante Kallista Neema

Tomo aire para controlar el dolor que estalla en mi pecho ante la desesperación en su carta. En Informe de Batalla hemos hablado de ataques casi diarios, pero nada en este nivel.

«Quizá no quieren asustarnos».

Pero, si las cosas están así de terribles allá afuera, tenemos derecho a saberlo, pues probablemente nos llamarán al servicio antes de graduarnos. Incluso puede que este mismo año.

—Todo esto son… números —dice Imogen, que está revisando los papeles en la mesa de juntas.

—Es abril —le aclaro, tomando la siguiente carta—. Está trabajando en el presupuesto del próximo año.

Todos dejan lo que están haciendo y voltean para verme con distintos grados de incredulidad en sus caras.

—¿Qué? —Me encojo de hombros—. ¿Creen que este lugar se maneja solo?

—Sigan buscando —ordena Imogen.

Desdoblo la carta.

General Sorrengail:

Las protestas ante las leyes de reclutamiento están creciendo en la provincia de Tyrrendor. Sabiendo que, dado el tamaño de Tyrrendor, de ahí vienen la mayoría de nuestros conscriptos para reponer a los caídos en los frentes, no podemos perder de nuevo el apoyo de su gente. Quizá invertir en las defensas de los puestos de avanzada en este territorio no solo reavivaría la economía de la provincia y les recordaría a los tyrrish lo necesarios que son para la defensa de nuestro reino, sino que además calmaría los ánimos. Por favor, tengan en cuenta esta solución como una alternativa a controlar la molestia de la gente a través de la fuerza.

Sinceramente,

Teniente coronel Alyssa Travonte

¿Qué diablos es esto? Cierro la carta y la dejo sobre el escritorio de mi mamá, luego giro hacia el mapa gigante que está en la pared, justo arriba de mí.

La molestia no es algo nuevo en Tyrrendor, ni los sentimientos negativos hacia el reclutamiento, pero sin duda no hemos escuchado rumores políticos en Informe de Batalla. Fuera de aminorar la inconformidad, no tendría sentido aumentar las defensas en ese lugar, especialmente porque es donde hay menos puestos de avanzada gracias a la barrera natural que ofrecen los riscos de Dralor, pues los grifos no pueden escalarlos. Tyrrendor ya debería ser una de las provincias más seguras del continente. Con excepción de Aretia, claro. Donde tendría que estar esa capital, solo hay tierra quemada, como si el incendio de la ciudad hubiera achicharrado también esa parte del mapa.

Estudio el mapa frente a mí por unos segundos, y noto los señalamientos de almenas que recorren el campo. Lógicamente, hay más puestos en nuestras fronteras más activas y, de acuerdo con lo que estoy viendo, más tropas en esas ubicaciones.

La imagen muestra a todo Navarre, Krovla al sur, Braevick y Cygnisen en el sureste e incluso las barreras del Páramo, las tierras desérticas en la punta sur del continente. También muestra cada uno de nuestros puestos de avanzada y las rutas de suministros dentro de Navarro.

Una sonrisa lenta comienza a llenarme el rostro.

—Oigan, Segundo Pelotón. Ya sé qué tenemos que robarnos.

Nos toma unos minutos bajar el mapa y sacarlo del marco, luego otros más para enrollarlo y amarrarlo con unas cintas de cuero que Imogen saca de su morral.

Liam silba y el corazón casi se me sale del pecho.

—¡Mierda! —Ridoc corre a la puerta y la abre un poco mientras todos nos preparamos para darnos a la fuga—. ¿Qué pasa?

—¡Está golpeando la puerta del pasillo! La va a derribar en cualquier momento. Tenemos que irnos ya —susurra Liam, desesperado, mientras sostiene la puerta para que todos salgamos al pasillo. El mapa es demasiado grande como para que lo cargue una sola persona, así que Sawyer e Imogen se las arreglan para sacarlo mientras el guardia patea la puerta en el pasillo.

El estómago se me va al suelo y el pánico amenaza con aplastar toda la lógica que hay en mi cabeza.

—Estamos jodidos —anuncia Nadine.

—¿Qué diablos creen que están haciendo? —grita el guardia, que ya viene a toda velocidad hacia nosotros.

—Si nos encuentra con el mapa, estamos muertos. —Ridoc da unos saltitos como si se preparara para pelear. En cualquier otro momento, diría que los jinetes son los mejores para la lucha, tenemos que serlo, pero ese guardia de Basgiath bien podría darnos una sorpresa.

—No podemos lastimarlo —protesto.

El guardia pasa a toda velocidad junto a la primera escalera y Rhiannon se para en medio del pasillo con los brazos muy abiertos.

—Por favor, que funcione. Por favor, que funcione. Por favor, que funcione —repite Imogen.

El mapa desaparece de sus manos y reaparece al final del pasillo en las de Rhiannon.

Apenas tengo tiempo para darme cuenta de que funcionó en lo que el guardia se tropieza, pero sigue corriendo. Si se acerca un poco más, va a ver quién soy.

—Esto no era parte del plan. —Liam se pone junto a mí.

—¡Nuevo plan! ¡Emery! —ordena Imogen, y el de tercero se pone frente a nuestro pequeño grupo de saqueadores.

—Lo siento, amigo. —Extiende una mano y empuja. Un torrente de aire azota el pasillo, arrancando los tapices de la pared hasta derribar al guardia y echarlo a volar contra el muro de piedra—. ¡Corran!

Cruzamos el pasillo a toda velocidad hasta donde está tirado el guardia.

—Métanlo aquí —digo, abriendo la puerta más cercana, la que lleva a la oficina de los subsecretarios de mi madre.

Liam y Ridoc meten al guardia a rastras y le pongo los dedos en el cuello.

—Buen pulso, fuerte. Solo está noqueado. Ábranle la boca. —Saco el frasquito que traigo escondido en el bolsillo de mis pantalones, lo destapo y dejo que el tónico corra hacia la garganta del guardia—. Dormirá por el resto de la noche.

Los ojos desorbitados de Liam se encuentran con los míos.

—Das miedo.

—Gracias. —Sonrío y salimos a toda velocidad.

Quince minutos después, y entre jadeos, llegamos derrapando al salón de Informe de Batalla, justo a tiempo.

Somos los últimos en llegar y el saltito en la quijada de Dain, que está en la última fila con los demás líderes, me informa que nos va a regañar.

Desvío la mirada y vamos a sentarnos mientras comienzan las presentaciones en orden de pelotones, lo cual nos da tiempo suficiente para recuperarnos de nuestra carrera antes de tener que pasar al frente.

Un pelotón del Ala Uno se robó el manual escrito a mano de Kaori sobre los defectos y hábitos personales de todos los dragones activos. Impresionante.

Un pelotón del Ala Dos se gana varios cuchicheos de sorpresa cuando sacan el uniforme de uno de los profesores de infantería, completamente intacto con algo que los jinetes nunca usan: una placa con nombre. Eso, más el rango en el hombro, le daría acceso a cualquier enemigo a nuestros puestos de avanzada.

Lo mejor que tiene el Ala Tres es un escriba desconcertado al que se robaron de su cama y, como su boca no se está moviendo… sí, el sello de alguien es quitar el habla a las personas. El pobre va a quedar traumatizado cuando lo suelten.

Cuando llega nuestro turno de presentar, Sawyer y Liam, los dos más altos de nuestro pelotón, sostienen las partes de arriba de nuestro mapa, haciéndolo visible para todos mientras lo desenrollamos.

Yo me pongo atrás, junto a Imogen, y busco entre los líderes un par de ojos ónix. «Ahí está».

Xaden está recargado en la pared cerca de los otros líderes de ala, observándome con una excitante mezcla de curiosidad y expectativa.

—Fue tu idea —susurra Imogen, y me da un empujoncito para que pase al frente—. Preséntalo.

Markham abre los ojos como platos mientras se levanta con movimientos nerviosos, seguido por Devera, quien tiene la boca tan abierta que es casi cómico.

Me aclaro la garganta y señalo al mapa.

—Trajimos el arma más destructiva para nuestros enemigos. Un mapa actualizado de todos los puestos de las alas navarras, que incluye la fuerza de los batallones de infantería. —Apunto hacia los fuertes en la frontera de Cygnisen—. Además de la ubicación de todos los enfrentamientos que se han dado en los últimos treinta días. Incluido el de anoche.

Un murmullo recorre el cuadrante.

—Y ¿cómo sabemos que el mapa realmente es actual? —pregunta Kaori, que ya recuperó su diario y lo tiene bajo el brazo.

No hay forma de contener la sonrisa que me llena la cara.

—Porque lo robamos de la oficina de la general Sorrengail.

Con esto, estalla el caos, y algunos de los jinetes vienen hacia nosotros mientras los profesores luchan por abrirse paso y alcanzarnos, pero lo ignoro todo para ver cómo Xaden curva hacia arriba un extremo de su hermosa boca y se quita un sombrero imaginario, haciendo una reverencia con la cabeza durante un instante antes de clavar sus ojos en los míos. La satisfacción llena cada milímetro de mi ser mientras le devuelvo la sonrisa.

No importa cuál sea el resultado de la votación.

Yo ya gané.

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