Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 26

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VEINTISÉIS

No hay un vínculo más fuerte que el que se crea entre dos dragones que

forman una pareja. Va más allá del amor o la adoración humana y se

convierte en una necesidad animal e innegable de estar cerca. No pueden

sobrevivir el uno sin el otro.

—GUÍA DE CAMPO DE LOS DRAGONES DEL CORONEL KAORI

Volar distancias cortas es algo con lo que ya puedo.

En las maniobras de vuelo, entre los bajones y picadas que implican las formaciones de combate, aún salgo volando a menos que Tairn me sujete con bandas que requieren de su poder.

Pero volar seis horas seguidas para recibir nuestro premio, que es un tour de una semana a un puesto de avanzada, podría ser mi fin.

—Estoy casi segura de que me estoy muriendo. —Nadine se dobla hacia adelante y pone las manos sobre sus rodillas.

—Me siento igual. —Me duele cada vértebra de la columna cuando me estiro, y las manos que se me estaban congelando hace apenas unos minutos comienzan a sudar dentro de mis guantes de cuero.

Naturalmente, Dain casi no parece afectado, y su postura está solo ligeramente tensa mientras él y la profesora Devera saludan a un hombre alto que está vestido con el negro de los jinetes y quien supongo que es el comandante del puesto.

—Bienvenidos, cadetes —dice el comandante con una sonrisa profesional, cruzando los brazos sobre la tela ligera de su ropa. Su cabello entrecano hace difícil descifrar su edad, y tiene ese aspecto demacrado que toman todos los jinetes cuando llevan demasiado tiempo en la frontera—. Estoy seguro de que todos quieren dejar sus cosas y ponerse algo más apropiado para este clima. Después de eso, les daremos un recorrido por Montserrat.

Rhiannon toma una enrome bocanada de aire mientras recorre las montañas con la vista.

—¿Estás bien?

Ella asiente.

—Luego

«Luego» es exactamente doce minutos empapados de sudor después, cuando nos están mostrando nuestras barracas dobles. Son habitaciones sobrias que solo tienen dos camas, dos armarios y un escritorio bajo una ventana ancha.

Rhiannon no dice nada en todo el transcurso hacia el lavatorio, donde nos quitamos de encima el viaje con agua, y sigue alarmantemente callada mientras nos ponemos la ropa de verano. Si bien apenas es abril en Montserrat, se siente como Basgiath en junio.

—¿Me vas a decir qué pasa? —le pregunto, metiendo mi mochila bajo la cama antes de asegurarme que todas mis dagas están donde tienen que estar. Apenas se alcanzan a ver las puntas de las empuñaduras dentro de las fundas de mis muslos, pero dudo que mucha gente en esta parte del este reconozca los símbolos tyrrish.

A Rhiannon le tiemblan las manos con lo que parece ser una energía nerviosa mientras se cuelga la espada sobre la espalda.

—¿Sabes dónde estamos?

Abro un mapa en mi mente.

—Estamos a unos trescientos veinte kilómetros de la costa…

—Mi pueblo está a menos de una hora a pie de aquí. —Sus ojos buscan los míos con una súplica muda, y es tanta la emoción en esa mirada café oscuro que se me hace un nudo en la garganta y me impide hablar.

La tomo de la mano y asiento. Sé exactamente lo que me está pidiendo y exactamente lo que nos costará si nos atrapan.

—No le digas a nadie —susurro, aunque solo estamos las dos en la pequeña habitación—. Tenemos seis días para ver cómo hacerlo, y lo vamos a hacer. —Es una promesa y ambas lo sabemos.

Alguien da unos golpes en nuestra puerta.

—¡Vamos, Segundo Pelotón!

Dain. Hace nueve meses habría disfrutado este viaje con él. Ahora me la paso evitando sus constantes expectativas hacia mí… o simplemente evitándolo a él en general. Es curioso lo mucho que pueden cambiar las cosas en tan poco tiempo.

Vamos a reunirnos con los demás y el comandante Quade nos da el gran tour del puesto de avanzada. Me está gruñendo el estómago, pero lo ignoro y me concentro en la frenética energía de la base.

La fortaleza básicamente son cuatro enormes muros llenos de barracas y varios cuartos con torreones en cada esquina y una enorme entrada en arco con una verja levadiza de púas que se ve lista para caer en cualquier momento. En un extremo del patio hay un establo con herrería y armería para el grupo de infantería que está aquí, y en el otro extremo se encuentra el comedor.

—Como pueden ver —nos dice el comandante Quade cuando llegamos al centro del patio lodoso—, este lugar está hecho para que, en caso de ataque, seamos capaces de cerrar salidas y entradas y alimentar y proteger a todos los que estén adentro durante un periodo adecuado.

—¿Adecuado? —pregunta Ridoc sin pronunciar palabra, solo formándola con la boca y enarcando las cejas.

Tengo que apretar los labios para no reírme, pero Dain le lanza una mirada que le augura un buen regaño desde su lugar junto a mí y esto me quita la sonrisa.

—Como somos uno de los puestos del este, tenemos doce jinetes. Tres están patrullando en este momento, tres en espera por si se les necesita, y los otros seis están en distintos puntos de descanso —continúa Quade.

—¿Qué fue ese gesto? —susurra Dain.

—¿Cuál gesto? —le pregunto mientras el conocido rugido de un dragón hace eco en los muros de piedra.

—Debe ser uno de nuestros jinetes que vuelve de su patrullaje. —Quade sonríe como si realmente quisiera hacerlo, pero sin encontrar la energía necesaria.

—Ese gesto como de que le quité toda la alegría a tu mundo —me responde Dain, inclinando la cabeza ligeramente y con una voz tan baja que solo yo puedo escucharlo.

Podría mentirle, pero eso haría que nuestra semitregua se volviera aún más incómoda.

—Solo estaba recordando al muchacho con el que solía trepar árboles, nada más.

Mis palabras lo toman tan por sorpresa que pareciera que le di una cachetada.

—Ahora vamos a darles de comer y mandarlos a dormir, jinetes, y luego veremos a quién seguirán mientras estén aquí —anuncia Quade.

—¿Vamos a poder participar en enfrentamientos reales? —pregunta Heaton, y prácticamente está temblando por la emoción.

—¡Por supuesto que no! —suelta Devera.

—Si ven un combate, será señal de que fracasé, pues los enviaron al lugar más seguro de la frontera —responde Quade—. Pero recibes puntos extra por tu entusiasmo. Déjame adivinar. ¿Eres de tercero?

Heaton asiente.

Quade se gira un poco y sonríe al ver a tres siluetas indistinguibles y vestidas de negro que vienen cruzando bajo la verja levadiza.

—Llegaron. ¿Por qué no vienen los tres a conocer a…?

—¿Violet?

De inmediato giro hacia la puerta y mi corazón estalla en una serie de latidos erráticos que me obligan a llevarme las manos al pecho por la maravillosa impresión. «No puede ser». Voy corriendo torpemente hacia la puerta y me olvido de ser estoica, de que nada me pueda conmover, y ella también viene hacia mí a toda velocidad y abre los brazos un segundo antes de que nuestros cuerpos se encuentren.

Me levanta en un abrazo, aplastándome fuertemente contra su pecho. Huele a tierra, dragón y al hierro de la sangre, pero no me importa. Le respondo el abrazo con la misma fuerza.

—Mira. —Hundo mi cara en su hombro y siento el ardor en los ojos mientras mi hermana pone una mano sobre la trenza que ella misma me enseñó a hacer. Es como si el peso de todo lo que ha pasado en los últimos nueve meses cayera de golpe sobre mí, como disparado por una ballesta de fuego.

El viento del parapeto.

La expresión en los ojos de Xaden cuando descubrió que soy una Sorrengail.

El sonido de Jack jurando que me mataría.

El olor a carne humana quemada ese primer día.

La expresión en el rostro de Aurelie cuando se cayó del Guantelete.

Pryor y Luca y Trina y… Tynan. Oren y Amber Mavis.

Tairn y Andarna eligiéndome.

Xaden besándome.

Nuestra madre ignorándome.

Mira me separa de su cuerpo un instante para verme como si estuviera buscando daños.

—Estás bien. —Asiente y sus dientes se le entierran en el labio inferior—. Estás bien, ¿verdad?

Asiento, pero comienzo a verla borroso porque puede que esté viva, incluso progresando, pero no soy la misma persona que dejó en la base de ese torreón y, por su mirada, sé que ella también lo sabe.

—Sí —susurra, abrazándome de nuevo con fuerza—. Estás bien, Violet. Estás bien.

Si lo dice las veces suficientes, puede que empiece a creerle.

—¿Y tú? —Me alejo un poco para observarla. Tiene una nueva cicatriz que va del lóbulo de su oreja hasta la clavícula—. Dioses, Mira.

—Estoy bien —me promete, y luego sonríe—. Y ¡mírate! ¡No te moriste!

Una risa alegre e irracional va subiendo por mi garganta.

—¡No me morí! ¡No eres hija única!

Ambas nos echamos a reír a carcajadas y las lágrimas me corren por las mejillas.

—Las Sorrengail son raras —comenta Imogen.

—No tienes idea —agrega Dain, pero cuando volteo para verlo, en sus labios encuentro la primera sonrisa sincera que le he visto en meses.

—Cállate, Aetos —le ordena Mira, echando una mano sobre mi hombro—. Cuéntame todo, Violet.

Aunque estamos a cientos de kilómetros de Basgiath, nunca me había sentido más en casa.

 

 

Dos días después, por la noche, justo después de la cena, Rhiannon y yo salimos por la ventana de nuestra barraca en un primer piso y saltamos hacia el suelo. Mira salió a patrullar y, por más maravilloso que ha sido tenerla cerca, esta es nuestra única oportunidad.

—Ya nos vamos.

—Que no te atrapen —me advierte Tairn.

—Eso intentaré. —Rhiannon y yo nos escabullimos pegadas a la pared de la almena y doblamos hacia el campo…

Me estrello contra Mira con tal fuerza que reboto.

—¡Mierda! —exclama Rhiannon mientras me agarra para que no me caiga de espaldas.

—¿Ni siquiera se te ocurre revisar antes de doblar una esquina? —me regaña Mira, cruzándose de brazos con una expresión decepcionada que seguramente me merezco. Bueno, definitivamente me la merezco.

—En mi defensa, no creí que fueras a estar aquí —digo lentamente—. Porque se suponía que estabas patrullando.

—Estuviste súper rara durante la cena. —Inclina la cabeza hacia un lado y me observa como cuando éramos niñas y descubría todo de mí con esa mirada—. Así que cambié mi turno. ¿Me quieren decir qué hacen aquí afuera?

Me volteo para ver a Rhiannon, pero ella solo desvía la mirada.

—¿Ninguna de las dos? ¿En serio? —Suspira y se frota el puente de la nariz—. ¿Ustedes dos necesitan escapar de un puesto de defensa fuertemente protegido porque…?

—De todos modos, lo va a descubrir —le digo a Rhiannon con el estómago revuelto—. Es como un sabueso para estas cosas. Créeme.

—Vamos a ir volando a la casa de mi familia —confiesa.

Mira palidece ante esta respuesta.

—¿Creen que van a hacer qué?

—Vamos a ir volando a su pueblo. Es un viaje de cinco minutos, de acuerdo con Tairn, y… —comienzo a decir.

—Pero por supuesto que no. —Mira niega con la cabeza—. No. No pueden irse volando como si estuvieran de vacaciones. ¿Y si algo les pasa?

—¿En casa de sus papás? —pregunto en voz baja—. ¿Porque hay una gran emboscada esperando por si acaso se nos ocurre aparecer por ahí?

Mira entrecierra los ojos.

Mierda. Esto no está saliendo bien y, a juzgar por la fuerza con la que Rhiannon me tiene agarrada del brazo, creo que ella piensa lo mismo.

—Enfrentaríamos menos peligro visitando a sus padres que el que corremos en Basgiath —comento.

Mira frunce los labios.

—Buen punto.

—Ven con nosotras —le digo de pronto—. En serio. Ven con nosotras, Mira. Solo quiere ver a su hermana.

Sus hombros se relajan. Se está ablandando y aprovecho para tirarme a matar.

—Reagan estaba embarazada cuando Rhiannon se fue. ¿Te imaginas no estar conmigo si fuera a tener un bebé? ¿No harías cualquier cosa, incluyendo escapar de un puesto de defensa fuertemente protegido, por abrazar a tu sobrino o sobrina? —Arrugo la nariz en espera de su respuesta—. Además, con la heroína de Strythmore junto a nosotras, ¿qué podría salir mal?

—No empieces. —Me observa, luego a Rhiannon y después vuelve a mí antes de soltar un quejido—. Ay, está bien, carajo. —Su dedo empieza a agitarse frente a nosotras antes de que podamos sonreír—. Pero si se les ocurre siquiera decirle a alguien, haré que se arrepientan por el resto de su vida.

—Lo dice en serio —susurro.

—Le creo —me responde Rhiannon.

—Llevan dos días aquí y ya están rompiendo las reglas —masculla Mira—. Vamos, es más rápido por acá.

Una hora después, Mira y yo estamos tumbadas en las bancas acolchonadas que flanquean la mesa de los Reagan, viendo cómo Rhiannon mece a su sobrino junto a la chimenea, metida en una conversación con su hermana mientras sus padres y su cuñado las miran desde un sillón cercano.

Verlos reunidos hace que todo valga la pena.

—Gracias por ayudarnos —le digo a Mira al otro lado de la mesa.

—Lo habrías hecho conmigo o sin mí. —Observa a la familia con una sonrisa suave y una mano sobre la taza de aluminio con vino que amablemente le dio la madre de Rhiannon—. Concluí que al menos así podría asegurarme de que estás a salvo. ¿Qué otras reglas has roto, hermanita? —Le da un trago a su vino y me echa una mirada.

Una sonrisa aparece en mis labios mientras levanto un hombro con gesto despreocupado.

—Quizá algunas por aquí y por allá. Me volví muy buena para envenenar a mis enemigos antes de los retos.

Mira casi escupe su vino y tiene que llevarse la mano a la boca para evitarlo.

Me río, poniendo un tobillo cubierto por la bota sobre el otro.

—¿No era lo que esperabas?

Veo cómo el respeto le ilumina los ojos.

—Honestamente no sé qué esperaba. Solo estaba desesperada por saber que sobreviviste. Y luego resultó que no solo te uniste a uno de los dragones más poderosos que existen, sino también con un Cola de Plumas. —Niega con la cabeza—. Mi hermanita es rudísima.

—No creo que mamá esté de acuerdo con eso. —Acaricio la agarradera de mi taza con el pulgar—. Aún no he manifestado un sello. Soy buena para hacer tierra y puedo crear y mantener un bloqueo bastante fuerte, pero… —no puedo decirle lo demás, lo del don que me dio Andarna al menos temporalmente— si no manifiesto mi sello pronto…

Ambas sabemos lo que pasará.

Me observa en silencio con ese gesto tan suyo.

—Escúchame —dice—. Si quieres que tu sello se manifieste, tienes que dejar de bloquearlo con esas ideas de que tiene algo que ver con mamá. Tu poder es tuyo y de nadie más, Vi.

Todo esto me pone de nervios y cambio de tema, posando mis ojos en su cuello.

—¿Cómo pasó eso?

—Un grifo —me responde, asintiendo—. Cerca del pueblo de Cranston hace como siete meses. Esa cosa salió de la nada durante un ataque. Las protecciones se derrumbaron, y normalmente mi sello me da un poco de inmunidad ante los poderes enemigos, pero no contra sus malditos pajarracos. Los curanderos se tardaron horas cosiéndome. Pero me dejó una cicatriz bastante cool. —Levanta la barbilla para mostrármela.

—¿Cranston? —Pienso en las clases de Informe de Batalla—. No nos han enseñado nada sobre ese lugar. Creo… —El sentido común me dice que cierre la boca.

—¿Qué crees? —Da otro trago a su bebida.

—Creo que están pasando más cosas en las fronteras de las que nos cuentan —reconozco en voz baja.

Mira enarca las cejas.

—Pues claro que sí. No esperas que se revele información clasificada en Informe de Batalla, ¿verdad? Sabes que no va a pasar. Y, la verdad, con el ritmo de ataques a nuestras fronteras, tendrían que pasarse todo el día en esa clase para poder analizarlos todos.

—Tiene sentido. ¿Ustedes sí reciben toda la información?

—Solamente la necesaria. Por ejemplo, juraría que vi un grupo de dragones al otro lado de la frontera durante este ataque. —Se encoje de hombros—. Pero los temas de las operaciones secretas están por encima de mi rango. Piénsalo así: si fueras curandera, ¿necesitarías saber detalles de los pacientes de todos los demás?

Niego con la cabeza.

—No.

—Exactamente. Ahora dime, ¿qué diablos está pasando entre Dain y tú? He visto menos tensión en una ballesta, y no es de la buena. —Me ve con un gesto que no deja espacio para las excusas.

—Necesitaba cambiar para sobrevivir. Y él no me lo permitía. —Es la explicación más simple de los últimos nueve meses—. Hice que mataran a su amiga Amber. Era líder de ala. Y, honestamente, todo lo de Xaden nos separó tanto que ya no sé cómo reparar nuestra amistad. No lo suficiente para que vuelva a ser lo que era.

—La ejecución de la líder de ala es conocida por todos. Tú no provocaste que la mataran. Ella lo consiguió sola por romper el Código. —Mira me estudia en silencio por un momento—. ¿Es cierto que Riorson te salvó esa noche?

Asiento.

—Xaden es un tipo complicado. —Tan complicado que ni siquiera puedo identificar lo que siento. Pensar en él me agita de una manera que me deja completamente enredada. Lo deseo, pero no puedo confiar en él, no como quisiera. Pero, en otro sentido, es la persona en la que más confío.

—Espero que sepas lo que estás haciendo. —Su mano aprieta la taza—. Porque recuerdo claramente que te advertí que no te acercaras al hijo de ese traidor.

El estómago se me revuelve al escuchar la manera en que Mira describe a Xaden.

—Claramente a Tairn no le importó la advertencia.

Ella suelta un resoplido burlón.

—Pero, en serio, si Xaden no se hubiera aparecido esa noche, o si yo no me hubiera dejado la armadura puesta para dormir… —Hago una pausa y me estiro hacia ella para tocar su mano—. Ni siquiera puedo contar las veces que me has salvado la vida sin siquiera estar ahí.

Mira sonríe.

—Me alegra que haya funcionado. Te juro que me tomó toda una temporada de muda para juntar las escamas.

—¿Has pensado en contárselo a mamá? ¿Para que se las den a todos los jinetes?

—Les dije a mis líderes. —Se reclina y da otro trago a su bebida—. Dijeron que lo iban a checar.

Vemos cómo Rhiannon besa las mejillas perfectamente regordetas de su sobrino.

—Nunca había visto a una familia tan feliz —reconozco—. Ni cuando Brennan y papá estaban vivos; nosotros no éramos… así.

—No, no éramos. —Una sonrisa triste le curva los labios—. Pero recuerdo muchas noches que pasamos acurrucadas junto al fuego con papá y ese libro que te encanta.

—Ah, sí, el libro que me hiciste dejar en mi antigua habitación. —Enarco una ceja acusadora.

—¿Te refieres al libro que me robé por si a mamá se le ocurre la locura de limpiar tu cuarto mientras estás en el cuadrante? —Su sonrisa se extiende más—. Lo tengo en Montserrat. Pensé que te enojarías muchísimo si te gradúas y ya no lo encuentras. O sea, ¿qué harías si se te olvidara un mínimo detalle sobre cómo los valientes jinetes derrotaron a un ejército de guivernos y a los venin que le arrancaron toda su magia a la tierra?

Esto me toma por sorpresa.

—Mierda. No recuerdo eso, pero ¡pronto podré leerlo! —Una burbuja de alegría comienza a subirme por el pecho—. Eres la mejor.

—Te lo daré en el puesto. —Se reacomoda y me observa con gesto pensativo—. Sé que solo son historias, pero nunca había entendido por qué los villanos eligieron arruinar sus almas y convertirse en venin, y ahora… —Frunce el ceño.

—¿Ahora empatizas con los villanos? —pregunto con tono juguetón.

—No. —Niega con la cabeza—. Pero tenemos esa clase de poder por el que la gente mataría, Violet. Los dragones y los grifos son los guardianes, y estoy segura de que, para alguien con los celos y la ambición suficientes, arriesgar su alma sería un precio justo por la capacidad de manejar esos poderes. —Se encoge de hombros—. Simplemente me alegra que nuestros dragones sean tan selectivos y que las protecciones mantengan a raya a los jinetes de grifos. Quién sabe qué clase de gente eligen esas creaturas peludas.

Nos quedamos todavía otra hora, hasta que sabemos que nos estamos exponiendo a que nos atrapen si esperamos un minuto más. Entonces Mira y yo salimos al húmedo exterior bajo el cielo nocturno, y le damos un momento a solas con su familia a Rhiannon para que se despidan. Tairn ha estado extrañamente callado estas últimas horas.

—¿Has estado en algún puesto donde haya jinetes cuyos dragones sean pareja? —le pregunto a Mira mientras cierro la puerta.

—Con uno —me responde, plantando su mirada suspicaz en el camino oscuro frente a nosotras—. ¿Por qué?

—Me pregunto cuánto tiempo pueden pasar separados.

—Resulta que tres días es su máximo. —Xaden aparece entre las sombras.

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