Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 28

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VEINTIOCHO

Los Juegos de Guerra no se ganan con fuerza. Se ganan con astucia. Para

saber cómo atacar, tienes que entender los puntos más vulnerables de

tus enemigos… de tus amigos. Nadie mantiene una amistad por siempre,

Mira. Al final, los más cercanos se vuelven nuestros enemigos de alguna

forma, aunque sea por apatía o por un cariño bien intencionado, o si

vivimos lo suficiente para convertirnos en sus villanos.

—PÁGINA 80, EL LIBRO DE BRENNAN

La pared de piedra afuera de la oficina del profesor Markham en el Cuadrante de Jinetes se me entierra en la espalda e irrita mi reliquia cuando recargo todo mi peso junto a la puerta cerrada. Estoy a punto de arrancarme la piel por la preocupación y la insoportable cantidad de poder que amenaza con estallar en cualquier momento.

Han pasado dos días desde que nos fuimos de Montserrat. Un día de vuelo de regreso a Basgiath y un horriblemente largo día de silencio.

El sol apenas empieza a salir. No he ido a mi trabajo en la biblioteca desde que regresé, y de algún modo logré escaparme por mi puerta antes de que Liam se entere de que no estoy. El desayuno es irrelevante. Me importa un carajo si falto a la formación. Este es el único sitio en el que tolero estar.

Unos pasos por la escalera circular a mi izquierda me tensan y hacen que mi pulso se acelere mientras giro hacia la puerta, esperando el primer vistazo de una túnica beige.

Pero es Xaden quien aparece con dos tazas humeantes de aluminio y viene directo hacia mí.

—¿Todavía me odias?

—Totalmente. —No es del todo cierto, pero es fácil culparlo por todo lo que me ha estado consumiendo en los últimos dos días.

—Supuse que ya estarías esperando. —Me acerca una de las tazas como ofrenda—. Es café. Sgaeyl dice que no has dormido.

—Si duermo o no, no es de la incumbencia de Sgaeyl —aclaro, tajante—. Pero gracias. —Agarro la taza. Él se ve como si hubiera dormido ocho horas y acabara de regresar de vacaciones—. Apuesto a que tú duermes como bebé.

—Deja de contarle a Sgaeyl sobre mis hábitos de sueño —le pido de malas a Tairn.

—No me voy a rebajar a responderte un comentario como ese.

—Andarna es mi favorita.

Tairn suelta un resoplido burlón.

Xaden se recarga en la pared que está frente a mí y le da un trago a su café.

—No he dormido bien desde la noche en que mi padre salió de Aretia para anunciar la secesión.

Esto me toma por sorpresa.

—Fue hace más de seis años —digo.

Él solo mira su café.

—Eras… —Hago una pausa—. Ni siquiera sé cuántos años tienes ahora. —Mira tenía razón. No sé casi nada sobre él. Y sin embargo… siento como si supiera quién es realmente en lo más profundo de su ser. ¿Acaso mis sentimientos respecto a él podrían estar más enredados?

—Veintitrés —responde—. Mi cumpleaños fue en marzo.

Y yo ni me enteré.

—El mío es en…

—Julio —se me adelanta con una sonrisa casi invisible—. Lo sé. Me encargué de averiguar todo sobre ti en cuanto te vi en el parapeto.

—Lo cual no da nada de miedo. —Dejo que el café me caliente las manos heladas.

—No puedo saber cómo arruinar a alguien sin entenderla primero —dice en voz baja.

Levanto la vista para descubrir que sus ojos ya están sobre mí.

—¿Y ese sigue siendo tu plan? —Las palabras de Mira llevan dos días atormentándome.

—No —me responde con un gesto de pesar.

—¿Qué cambió? —La frustración me orilla a apretar la taza—. ¿Exactamente en qué momento decidiste no arruinarme?

—Quizá fue cuando vi a Oren con un cuchillo en tu garganta —dice—. O tal vez cuando me di cuenta de que los moretones en tu cuello eran marcas de dedos y me dieron ganas de matarlos otra vez solo para hacerlo más lento. Quizá fue la primera vez que perdí el control y te besé, o cuando descubrí que estoy jodido porque no puedo dejar de pensar en hacer mucho más que besarte. —Me quedo sin aliento al escucharlo, pero él solo suspira y echa la cabeza hacia atrás para recargarla en la pared—. ¿Qué más da cuándo, si las cosas ya cambiaron entre nosotros?

—No hagas eso —susurro, y él levanta la cabeza de nuevo para verme a los ojos.

—¿Qué no haga qué? ¿Decirte que no te puedo sacar de mi cabeza? ¿O hablar directo a la tuya?

—Ninguna de las dos cosas.

—Podrías aprender a hacerlo tú también. —¿Por qué es tan imposible quitarle los ojos de encima, recordar que ese beso en la torre fue un juego para él, que todo esto podría ser un juego para él, saciar estas ansias imposibles que me revolotean en el estómago cada que pienso en él?—. Vamos, inténtalo.

Viendo sus ojos con destellos dorados, decido que tiene razón. Al menos podría intentarlo. Pongo un pie mental en mis Archivos y siento cómo el poder corre por mis venas. Una energía naranja y chisporroteante sale de la puerta detrás de mí, y veo una luz dorada que brilla por la ventana que cree para Andarna. Tomo aire y me giro lentamente.

Y ahí, moviéndose por la orilla del techo, está una sombra como una noche clara. «Xaden».

Se escuchan unos pasos en las escaleras y ambos nos volteamos hacia allá.

—Supongo que a los dos se les ocurrió lo mismo —dice Dain al vernos, y viene a recargarse en la pared junto a mí—. ¿Cuánto tiempo llevan esperando?

—Poco —responde Xaden.

—Horas —digo yo al mismo tiempo.

—Carajo, Violet. —Dain se pasa una mano sobre el cabello mojado—. ¿Tienes hambre? ¿Quieres ir a desayunar?

—No, tarado, obviamente no quiere. —El comentario insidioso de Xaden me llena la cabeza.

—Ya basta, infeliz —le respondo—. No, gracias.

—Mira quién averiguó cómo hacerlo. —La boca de Xaden se curva hacia arriba por un instante.

Otros pasos hacen eco por la escalera y contengo la respiración sin despegar los ojos del pasillo.

El profesor Markham se detiene cuando nos ve a los tres afuera de su oficina, y luego sigue avanzando hacia nosotros.

—¿A qué le debo el honor?

—Solo dígame si está muerta. —Me pongo en el centro del pasillo.

Markham me lanza una mirada que tiene mucho de desaprobación.

—Sabes que no puedo revelarles información clasificada. Si hay algo que contar, lo hablaremos en Informe de Batalla.

—Estábamos ahí. Si es clasificado, ya lo sabemos —replico. Las manos me tiemblan por la fuerza con la que estoy apretando la taza de aluminio.

Xaden me la quita.

—No es realmente apropiado que yo…

—Es mi hermana —le digo con tono de súplica—. Merezco saber si está viva, y merezco no enterarme en un aula llena de jinetes.

El profesor tensa la quijada.

—El puesto sufrió varios daños, pero ningún jinete perdió la vida en Montserrat.

«Gracias a los dioses». Mis rodillas se rinden y Dain me detiene, envolviéndome en su conocido abrazo mientras el alivio me va llenando el cuerpo.

—Está bien, Vi —susurra Dain sobre mi cabello—. Mira está bien.

Asiento, intentando mantener a raya el manojo de emociones para no perder el control. No me voy a quebrar. No voy a llorar. No me mostraré débil. Aquí no.

Solo hay un lugar al que puedo ir, solo hay alguien que no me regañará por derrumbarme.

En cuanto recupero la compostura, me alejo de los brazos de Dain.

Xaden ya no está.

Me salto el desayuno y no voy a la formación para ir directo al campo de vuelo, manteniéndome en una pieza lo suficiente para llegar al centro del prado, en donde caigo de rodillas.

—Está bien —grito, y dejo que mi cara se esconda entre mis manos—. No la dejé a su muerte. Está viva. —Escucho cómo se mueve el aire y luego siento la dureza de las escamas contra el dorso de mis manos. Me acerco al hombro de Andarna y me recargo en ella—. Está viva. Está viva. Está viva.

Lo repito hasta que lo puedo creer.

 

 

—¿Tienes hermanos? —le pregunto a Xaden la próxima vez que estamos sobre la colchoneta. Quizá fue el comentario de Mira sobre cómo no sé suficiente sobre él, o quizá es por mis propios sentimientos encontrados, pero él sabe mucho más de mí que yo de él, y necesito equilibrar las cosas en este juego.

—No. —Hace una pausa, sorprendido—. ¿Por qué?

—Solo por saber. —Me pongo en posición de pelear—. Vamos.

Al día siguiente le pregunto cuál es su comida favorita a media clase de Informe de Batalla usando nuestra conexión mental. Estoy casi segura de que escucho cómo se le cae algo al fondo del auditorio antes de responderme.

—Pastel de chocolate. Y ya no seas tan rara.

Sonrío.

Un día después, luego de que Tairn me hace pasar por un agotador set de maniobras de vuelo avanzadas en las que la mayoría de los de tercero tampoco podrían mantenerse en su asiento, estamos sobre una montaña con Tairn y Sgaeyl cuando le pregunto de dónde conoce a Liam, solo para ver si me dirá la verdad.

—Nos enviaron al mismo hogar de acogida. ¿Por qué tantas preguntas últimamente?

—Casi no te conozco.

—Me conoces bastante bien. —Me lanza una mirada que dice que ya no quiere seguir.

—Para nada. Cuéntame algo real.

—¿Como qué? —Se mueve en su lugar para quedar de frente a mí.

—Algo como de qué son esas cicatrices plateadas que tienes en la espalda. —Contengo la respiración esperando la respuesta, esperando que diga algo que me abra la puerta.

Aunque estamos a seis metros de distancia, puedo ver cómo se tensa.

—¿Por qué quieres saber?

Mis manos se aferran al pomo de escamas. Instintivamente sabía que las cicatrices eran algo privado, pero su reacción revela que hay algo más que un recuerdo doloroso detrás de ellas.

—¿Por qué no me quieres decir?

Sgaeyl se sobresalta y luego se echa a volar, dejándonos a Tairn y a mí en la montaña.

—¿Hay alguna razón por la que lo estás presionando? —me pregunta Tairn.

—¿Podrías darme alguna para no hacerlo?

—Le importas. Y eso ya es bastante complicado para él.

—Le importa mantenerme con vida. Es diferente.

—Para él no lo es.

 

 

El cielo de la tarde sobre Basgiath a mitad de mayo está completamente claro para la primera batalla de los Juegos de Guerra que anuncian que se acerca la graduación. Por más que quisiera sentirme emocionada por estar tan cerca de sobrevivir a mi primer año en el Cuadrante de Jinetes, la ansiedad me revuelve el estómago.

En Informe de Batalla cada vez nos comparten menos información. El profesor Carr está cada vez más nervioso de que yo aún no haya manifestado un sello como casi todos los cadetes de primero. Dain se está portando rarísimo, amigable en un momento e indiferente al siguiente. Xaden se está poniendo más misterioso, si tal cosa es posible, y me cancela algunos entrenamientos por razones que no me explica. Hasta Tairn siente que hay algo que Xaden no me está diciendo.

—¿Dónde crees que nos vayan a poner? —pregunta Liam a mi derecha mientras estamos formados al centro del patio con el resto del Ala Cuatro—. Deigh cree que en la ofensiva. Se la pasa hablando de cómo le va a dar una lección a Gleann… —De pronto deja de hablar como si estuviera escuchando a su dragón—. Supongo que los dragones son rencorosos —susurra al fin.

Los líderes están delante de nosotros, recibiendo instrucciones de Xaden.

—Definitivamente en la ofensiva —responde Rhiannon a mi izquierda—. Si no, ya estaríamos en el campo. No he visto a un solo jinete del Ala Uno desde el almuerzo.

Esto me abre un hoyo en el estómago. El Ala Uno. Quién se iba a imaginar que serían nuestro primer oponente. En los Juegos de Guerra todo se vale, y a Jack Barlowe no se le ha olvidado que lo dejé cuatro días en la enfermería. Me estuvo evitando por semanas luego de que Xaden ejecutó a Oren y los otros chicos que me atacaron, y por supuesto que todos dejaron de meterse conmigo tras la ejecución de Amber Mavis. Pero igual he visto cómo me mira cuando nos cruzamos en los pasillos o en la cafetería, con el odio más puro en las gélidas profundidades de sus ojos azules.

—Creo que Rhiannon tiene razón —le digo a Liam, luchando por no moverme de aquí para allá por el sol que me está asando bajo mi ropa de vuelo. Ha pasado un buen tiempo desde la última vez que envidié los uniformes beige de los escribas, pero este clima me hace sentir que nos tocó la peor parte en la rifa de uniformes. Y no ayuda que seguramente dormí chueca, porque la rodilla me está matando, y siento que la venda con la que me la estabilicé está a un millón de grados—. ¿Por qué creen que los jinetes visten de negro?

—Porque nos hace ver rudos —responde Ridoc detrás de mí.

—Para que sea más difícil ver cuando estamos sangrando —comenta Imogen.

—Olvídenlo. —Veo a los líderes, buscando señales de que su reunión terminará pronto. Sangrar es lo último que quiero hacer hoy—. ¿Estamos en la ofensiva o en la defensiva? —le pregunto a Xaden.

—Estoy un poquito ocupado en este momento.

—Ay, no me digas, ¿y te estoy distrayendo? —Una sonrisa me curva los labios.

Mierda, ¿le estoy coqueteando? Creo que sí.

¿Me molesta? Extrañamente… no.

—Sí. —Su tono es tan hosco que tengo que apretar los labios para no soltar una carcajada.

—Por favor. Se están tardando siglos. Dame una pista.

—En ambas —gruñe, pero no me bloquea, y sé que lo puede hacer, así que le doy tregua durante la junta que se supone que él está dirigiendo y lo dejo en paz.

¿En la ofensiva y la defensiva? Esta tarde va a estar interesante.

—¿Supiste algo de Mira? —susurra Rhiannon.

Niego con la cabeza.

—Eso es simplemente… inhumano.

—¿En serio creías que iban a romper la regla de no correspondencia? Aunque lo intentaran, mamá lo detendría de inmediato.

Rhiannon suspira y no la culpo. No hay mucho más que decir al respecto.

La junta de líderes termina y Dain viene con Cianna. Tiene una sonrisa de oreja a oreja y abre y cierra las manos por los nervios.

—¿Qué nos tocó? —pregunta Heaton—. ¿Ofensiva o defensiva?

—Ambas —dice Dain mientras los otros líderes de pelotón van a hablar con sus jinetes.

Finjo sorpresa y miro detrás de él, pero Xaden y los líderes de sección ya no están allá adelante.

—El Ala uno está en posición defensiva en uno de los fuertes de práctica en las montañas y están protegiendo un huevo de cristal —nos dice Dain, y los jinetes mayores de nuestro pelotón murmuran, emocionados.

Tiene sentido. Probablemente es un guiño simbólico a las diferentes razas de dragón que trajeron sus huevos a Basgiath tras la unificación de Navarre.

—¿Hay algo que nos falta saber? —pregunta Ridoc—. Porque parecen emocionados por un huevo.

—Por los años anteriores, sabemos que los huevos valen más puntos —dice Cianna y asiente con entusiasmo—. Estadísticamente, las banderas son las que dan menos y los profesores secuestrados están como a la mitad.

—Pero les gusta cambiar los puntajes a veces —aclara Dain—. Así como podríamos ir por un objetivo real solo para descubrir que no era tan valioso como creíamos.

—Y ¿cómo es que somos ofensiva y defensiva? —pregunta Rhiannon—. Si ellos tienen el huevo, claramente deberíamos ir por él.

—Porque también nos dieron una bandera que debemos defender y ningún puesto para hacerlo —le responde Dain con una sonrisa—. Y a nuestro pelotón le tocó cargarla.

—¿Le diste a Dain la misión de defender la bandera del Ala Cuatro?

—Espero que haya aprendido algo de la clase de tu hermana en Montserrat —me responde Xaden, pero su voz se escucha más baja y he aprendido que eso significa que está más lejos. Me pregunto si tendremos la posibilidad de comunicarnos así en unos meses cuando haya más distancia entre nosotros.

Me duele el pecho de solo pensar que él no va a estar aquí. Estará arriesgando su vida en el frente.

—Y ¿quién va a cargar la bandera? —pregunta Imogen.

De alguna manera, Dain logra sonreír aún más.

—Eso va a ser lo divertido.

Pasamos los próximos veinte minutos repasando la estrategia en lo que caminamos hacia el campo de vuelo y, por lo que escucho, Dain sí le puso atención a Mira.

El plan es simple: usaremos nuestros puntos fuertes individuales y nos iremos pasando la bandera de uno a otro frecuentemente para que el Ala Uno nunca sepa quién la trae.

Cuando llegamos al campo hay docenas y docenas de dragones sobre el suelo enlodado, todos en sus posiciones, como si ellos también tuvieran formación en sus pelotones. Es fácil encontrar a Tairn, pues su cabeza sobresale de todas las demás.

Hay una emoción palpable en el aire mientras pasamos junto a los demás pelotones. Todos están montando mientras los líderes de pelotón y sección dan órdenes de último minuto.

—Vamos a ganar —dice Rhiannon con seguridad, cruzando su brazo con el mío mientras nos acercamos a nuestra sección en el campo.

—¿Por qué estás tan convencida?

—Te tenemos a ti, a Tairn, a Riorson y a Sgaeyl. Y obviamente… a mí. —Sonríe—. Ni de broma podríamos perder.

—Vaya que eres… —Mis palabras mueren cuando Tairn se aparece de cuerpo entero.

Está al frente de nuestra sección con una postura llena de orgullo y sin mostrarse sumiso a Cath por ser la dragona de Dain, pero no es su posición la que me roba el aliento. Es la silla que tiene amarrada sobre el lomo lo que me deja con la boca abierta.

—Dicen que está muy de moda —me presume Tairn.

—Eso es… —Ni siquiera encuentro las palabras. Las bandas de metal negro parecen estar intrincadamente entrelazadas y le rodean la parte alta de las patas de adelante para encontrarse al frente de su pecho, formando una placa circular antes de subir por sus hombros hasta una silla con estribos bien asegurados—. Eso es una silla de montar.

—Es genial, eso es lo que es. —Rhiannon me da un golpecito en la espalda—. Y se ve mucho más cómoda que la espalda huesuda de Fergie, eso te lo aseguro. Te veo allá arriba. —Pasa junto a Tairn para ir a montarse a su dragón.

—No puedo usar eso. —Niego con la cabeza—. No está permitido.

—Yo decido qué está permitido y qué no —gruñe Tairn, bajando la cabeza hacia mí para echarme una exhalación de vapor—. No hay regla que diga que un dragón no puede modificar su asiento para el bien de su jinete. Has trabajado tanto o más que cualquier jinete de este cuadrante. Solo porque tu cuerpo es distinto que el de los demás no significa que no merezcas quedarte sobre mi lomo. Para decir quién es jinete, se necesitan más que unas prendas de cuero y un pomo.

—Tiene razón, ¿sabes? —comenta Xaden, que viene hacia acá, y por un momento me pregunto adónde fue que volvió tan pronto.

—Nadie te preguntó. —Mi pulso se acelera y mi piel se enciende al verlo. Nuestros uniformes hacen que todos los jinetes se vean bien, pero Xaden lo lleva al extremo con la forma en que le acentúa cada músculo de su cuerpo.

—Si no la usas, lo tomaré como una ofensa personal. —Se cruza de brazos y observa el equipo—. Teniendo en cuenta que la mandé hacer especialmente para ti y que casi muero quemado en el proceso de ponérsela encima. —Mira a Tairn con una ceja enarcada—. Aunque él me ayudó a diseñarla.

—Los primeros modelos eran inaceptables y todavía tuviste el descaro de pellizcarme las escamas del pecho mientras la armabas con torpeza esta mañana. —Tairn observa a Xaden con los ojos entrecerrados.

—¿Cómo iba a saber que el cuero del prototipo se quemaría tan fácil? Y no es como que haya muchos manuales sobre cómo ponerle una silla de montar a un dragón —comenta Xaden, arrastrando las palabras.

—No importa, porque no puedo usarla. —Me volteo hacia Xaden—. Es hermosa, una maravilla de la ingeniería…

—¿Pero? —Tensa la quijada.

—Pero todos sabrán que no puedo quedarme sobre el dragón sin ella. —El calor me quema las mejillas.

—Odio tener que ser yo quien te lo diga, Violencia, pero eso todos lo saben. —Señala hacia la silla—. Eso que ves ahí es la manera más práctica para que montes a Tairn. La atas sobre tus muslos cuando estés arriba y, en teoría, debería permitirte cambiar de posición en los vuelos largos sin tener que soltarte porque también construimos un cinturón para el regazo.

—¿En teoría?

—No le gustó la idea de que yo hiciera un vuelo de prueba.

—Podrás montarme cuando se me pudra la carne y solo queden mis huesos, líder de ala.

Qué descriptivo.

—Mira, no hay regla que lo impida. Revisé. Y, en todo caso, le estarías haciendo un favor a Tairn al liberar todo su poder y quitar el peso de la preocupación de su cabeza. Y de la mía también, si sirve de algo.

Mis uñas se me entierran en las palmas mientras busco otra razón, otra excusa, pero no la hay. Aunque no quiera parecer distinta a los demás jinetes de este campo, lo soy.

—Cómo odio ese gesto peleonero y obstinado que siempre me hace querer besarte. —La expresión de Xaden sigue siendo neutral, casi aburrida, pero sus ojos se encienden cuando su mirada se posa sobre mi boca.

—Y lo dices ahora, cuando la gente vería si lo haces. —Se me corta la respiración.

—¿Cuándo te he hecho creer que me importa un carajo lo que la gente piense sobre mí? —Una orilla de su boca se eleva y ahora es lo único en lo que puedo concentrarme, maldito—. Solo me importa lo que piensen de ti.

Porque es líder de ala.

«No hay nada peor que los cadetes corriendo el chisme de que conseguiste estar a salvo a punta de acostones», me advirtió Mira en el Parapeto.

—Súbete, Sorrengail. Tenemos que ganar una batalla.

Arranco mi mirada de sus ojos y estudio la exquisita e intrincada estructura de la silla.

—Es hermosa. Gracias, Xaden.

—De nada. —Se acerca a mí y un escalofrío me recorre la espalda cuando sus labios rozan mi oído—. Cuéntalo como el favor que te debía.

—¿Eso es una silla de montar?

Me alejo de Xaden con un salto, pero él no se mueve ni un centímetro cuando Dain nos interrumpe, sosteniendo una enorme bandera amarilla en un asta de más de un metro. Está viendo a Tairn con los ojos desorbitados.

—No, es un collar —dice Tairn, y aprieta los dientes.

Dain retrocede algunos pasos.

—Sí —le responde Xaden—. ¿Algún problema?

—No. —Dain ve a Xaden como si se estuviera portando de manera irracional—. ¿Por qué tendría algún problema? Estoy de acuerdo con todo lo que mantenga a salvo a Violet, por si no lo habías notado.

—Bien. —Xaden asiente una vez y se gira para verme—. Te apuesto a que sería mucho más extraño si te besara justo en este momento.

Sí, por favor.

—Más vale que la próxima vez que nos besemos no sea solo para molestar a Dain. —Más vale que la próxima vez sea solo porque lo deseamos.

—Conque la próxima vez, ¿eh? —Baja su mirada a mis labios.

Y obviamente ahora eso es lo único en lo que puedo pensar, en cómo se sienten sus labios sobre los míos, en la manera en que sus manos siempre me toman por la nuca, en cómo se desliza su lengua. Me tengo que contener para no acercármele más. Y casi no lo logro.

—Ve a liderar a tu ala… o a hacer lo que sea que hagas.

—Estaré robando un huevo. —Me muestra una sonrisa antes de voltear a ver a Dain—. No dejes que nuestra bandera caiga en manos del Ala Uno.

Dain asiente y Xaden se va hacia donde Sgaeyl lo está esperando.

—Es una gran silla —dice Dain.

—Lo es —reconozco, y Dain me ofrece una sonrisa antes de irse con Cath.

Yo me acerco a la pata de Tairn y tengo que reírme cuando inclina el hombro para que pueda subirme.

—¿Cómo? ¿No hay escalera?

—Lo consideramos, pero decidimos que te haría demasiado vulnerable.

—Por supuesto que lo conside… —Me detengo antes de subir porque veo algo dorado que viene corriendo hacia mí—. ¿Andarna?

—Yo también quiero pelear. —Se detiene derrapando frente a mí.

Abro y cierro la boca. Andarna ha estado volando con nosotros y, en periodos breves, puede seguirle el paso a Tairn, pero el brillo de esas escamas bajo el sol es un faro para… todos.

Pero si yo puedo tener una silla de montar, pues…

—Hecho. —Mis ojos recorren el campo, que está en su momento más lodoso desde que bajó el agua de los picos nevados—. Ve a rodar por ahí. —Señalo el lodo—. ¿A menos que te afecte en las alas? Lo que más me preocupa que sea demasiado visible son las escamas de tu panza.

—¡No hay problema! —Sale corriendo y yo me subo a Tairn para descubrir que la silla cubre el asiento en la base de su cuello y el pomo de escamas.

—Creí haber escuchado que dijeron que el cuero era malo. —La silla es de un cuero negro elegantísimo y tiene dos pomos para mis manos. Al acomodarme veo que me queda perfecta. Me agacho y ajusto los estribos con el sistema de hebillas.

—El cuero es un peligro en mi pecho si recibimos un ataque de fuego, pues tu silla se caería. Pero si recibes una ráfaga allá arriba, estar sentada en una montura de metal no te va a salvar.

Ni me molesto en señalarle que el único fuego con el que podrían atacarnos sería el de otros dragones, y eso no es un problema, porque los grifos solo tienen pico y garras. Pero mejor tomo las correas para mis muslos y me las amarro.

—Qué ingenioso —le digo a Xaden.

—Me avisas si necesita alguna modificación después de que ganemos.

Cretino arrogante.

Momentos después nos echamos a volar. Andarna nos sigue el ritmo y se mantiene cerca de Tairn como lo hemos estado practicando.

Nuestra misión es evitar que la bandera caiga en manos enemigas, así que sobrevolamos el perímetro del campo de batalla de ciento sesenta kilómetros que abarca la mayor parte de la cordillera central mientras los otros pelotones se encargan de explorar e ir por el huevo.

Una hora más tarde me pregunto si esta tarea en realidad es un castigo para Dain y no un honor. Los doce estamos divididos en dos formaciones cerradas de seis, siete si tomamos en cuenta a Andarna. Dain tiene la bandera en su grupo, arriba de nosotros, y cuando llegamos a otra montaña, él se separa hacia la derecha.

Tairn gira a la izquierda y de inmediato siento el jalón en el estómago mientras bajamos junto a la ladera. Las anchas bandas se me encajan en los muslos, manteniéndome en mi lugar, y el corazón me late estruendosamente por la euforia que despierta el golpe del viento contra mi cara y contra mis goggles. Vamos en picada y seguimos bajando y bajando y bajando.

Y, por primera vez, no tengo miedo de caerme. Lentamente, suelto los pomos y, un instante después, mis manos están sobre mi cabeza mientras caemos hacia el valle.

He vivido veinte años y jamás me había sentido tan viva como en este momento. Sin siquiera poner un pie en mis Archivos, el poder me corre por las venas, chisporroteando con vida propia y encendiendo todos mis sentidos hasta un punto que es casi doloroso.

Tairn abre las alas, se sostiene en el aire y dejamos de caer.

—Vas a tener que trabajar en los músculos de los hombros, Plateada. Lo practicaremos en la semana.

Asomándome lo más que la silla me permite, veo a Andarna sostenida entre las garras de Tairn mientras volamos en horizontal sobre el suelo del valle.

—¡Gracias! Ya puedo sola —dice Andarna, y Tairn la suelta.

El poder me sacude los huesos como si estuviera buscando una salida, y tengo que esforzarme por incorporarme. Es distinto a las otras veces… como si en vez de estar esperando que mis manos lo moldeen, quisiera moldearme a mí.

Un instante después el miedo me sube por la espalda. ¿Y si el contrataque del poder por no manifestar un sello eligió el día de hoy para liberarse al fin? Sacudo la cabeza. No tengo tiempo para preocuparme por lo que podría pasar, no en medio de los Juegos de Guerra. Es solo que mi poder al fin se siente libre porque no estoy tan concentrada en no caerme. Eso es todo.

Me yergo en la silla y recorro el paisaje con la mirada mientras Tairn comienza a subir de nuevo, y el corazón me da un vuelco. Allá arriba, en el lado oeste de la cordillera, está una torre gris que casi se pierde entre las montañas. Ni siquiera la habría notado si no fuera por los…

—¿Eso es lo que creo que es? —El miedo solo alimenta la incontrolable energía que me eriza la piel.

Tairn ya está viendo hacia allá.

—Dragones.

Miro sobre mi hombro hacia Liam y Rhiannon y veo que Tairn debe haber pasado ya el mensaje, porque rompemos la formación y nos dispersamos mientras tres dragones se lanzan desde el risco que está arriba de nosotros, apuntando en distintas direcciones.

Les habíamos dado distintos objetivos, pero ahora los vamos a tener que enfrentar uno a uno.

Una ráfaga de bolitas de hielo me azota la piel y rebota en las escamas de Tairn, pero se ve obligado a pegar las alas a su cuerpo para evitar daños.

El estómago se me sube a la garganta porque vamos en caída libre y el suelo del valle viene hacia nosotros a una velocidad alarmante. El calor y la energía amenazan con devorar hasta el último centímetro de mi cuerpo, incluso siento que mis ojos están ardiendo. Ay, mierda, mi sello sí va a contraatacarme durante los juegos.

—¡Haz tierra, ya! —ruge Tairn.

Cierro los ojos, planto ambos pies mentales en el piso de mármol de los Archivos y levanto las murallas que solo dejan entrar al torrente de poder de Tairn, a Andarna y a Xaden, e inmediatamente siento que tengo más control.

Cuando abro los ojos vamos hacia arriba. Las alas de Tairn baten con tanta fuerza que me deslizo hacia atrás en la silla con cada movimiento.

Dejó al cadete del Ala Uno que controla el hielo yendo en picada, y hago un gesto de dolor al ver cómo el dragón apenas puede manejar la caída, y luego gira en dirección opuesta hacia donde vamos nosotros.

—Allá tienen el huevo. —Es casi seguro, considerando que otros tres dragones tomaron el lugar de los otros en la orilla del risco, listos para lanzarse al ataque.

—De acuerdo. Agárrate —grita Tairn un segundo antes de que un dragón salga volando del valle por la derecha y nos lance una ráfaga de fuego.

—¡Tairn! —exclamo, viendo horrorizada cómo las llamas vienen hacia nosotros.

Tairn gira y recibe la ráfaga en su panza, protegiéndome así de todo menos del calor desmedido que llega hasta a mí.

Pero ¿qué diablos?

—¿Andarna? —Si algo le pasa porque el Ala Uno viene a matar…

—Somos a prueba de fuego, ¿recuerdas?

Suelto un suspiro tembloroso. Tenemos una preocupación menos, pero el otro dragón ya nos está alcanzando y tiene la boca abierta y la lengua curvada.

Tairn sacude su cola y azota al dragón en un costado, justo debajo de su ala. El otro dragón ruge y cae de lado, perdiendo altura a un ritmo alarmante.

Pero no me concentro en la caída. Mejor aprovecho el tiempo para estudiar las montañas hasta encontrar el puesto que vi hace rato. El corazón se me acelera al encontrarlo asomándose en un peñasco y ver que solo queda un dragón para protegerlo.

—¡Xaden! ¡Aquí está el huevo! —le aviso.

—Ya voy para allá. Estamos como a treinta kilómetros. —El dejo de pánico en su voz me hace un nudo en la garganta, que solo crece cuando veo a Deigh y Liam luchando allá arriba con un conocido Naranja Cola de Escorpión… Baide.

Jack.

—Tenemos que ayudar a Liam.

—Voy. —Tairn acelera y Andarna se desvía. Cuando la veo escondida en la ladera, donde estará segura, me inclino hacia adelante, pegándome al cuello de Tairn, para hacer menos resistencia contra el viento mientras volamos más rápido que nunca. El viento me jalonea la trenza que forma una aureola sobre mi cabeza y los mechones sueltos se azotan contra mi cara, pero no dejo de ver a Deigh y Liam.

Baide ataca a Deigh con la cola y su bulbo venenoso se acerca peligrosamente a la garganta del dragón de Liam.

—Sus escamas son más gruesas de lo que crees. Liam es quien está en peligro —me advierte Tairn, y sigue subiendo.

Ya casi llegamos cuando Jack desenvaina su espada y salta del lomo de Baide al de Deigh, tomando a Liam por sorpresa mientras los dragones se acercan, aún luchado, a la torre hacia la que nosotros vamos también a una velocidad mortal.

Liam apenas tiene tiempo para recuperar el equilibrio antes de que Jack entierre la espada en su costado.

—¡Liam! —El grito casi me destruye la garganta mientras Jack pone su bota en el estómago de Liam y empuja para sacarlo de su espada… y lo tira del lomo de Deigh.

«No. No. No».

Veo a Liam va sacudiendo los brazos en la caída cuando pasa frente a nosotros.

—¡Atrápalo! —exijo, temiendo que no podamos llegar a tiempo.

Deigh y Baide se estrellan con la torre y de reojo veo a Jack rodando hasta la seguridad del torreón más alto, con una sonrisa sádica tan grande que la alcanzo a ver desde aquí mientras Tairn cambia de dirección con un dramático giro a la derecha.

Lo único que me mantiene en mi lugar son las bandas de cuero sobre mis muslos mientras nos lanzamos hacia el cuerpo de Liam, que sigue cayendo. Tairn tiene las alas pegadas al cuerpo, pero los salientes de la montaña están demasiado cerca y aún seguimos demasiado alto.

«No». Se me cierra la garganta. Me niego a verlo. No cuando ha dedicado tantos meses de su vida a protegerme. Fallar no es una opción. Simplemente… no lo es.

—¿Andarna? —grito, abriendo la ventana de mi cabeza donde espera su don resplandeciente.

—Hazlo —me responde—. ¡Enfócate en todo menos en Tairn y tú!

Tiene razón. No tiene caso que yo alcance a Liam si Tairn está congelado.

—¡Hazlo!

Tomo el poder dorado y mi espalda se arquea cuando comienza a correr por mi columna vertebral y me va llenando hasta la punta de los dedos, cubriendo hasta la última célula de mi cuerpo antes de salir disparado como un manto de energía que pasa sobre Tairn.

De pronto somos los únicos en movimiento, bajando por un cielo sin viento hacia el cuerpo congelado de Liam, que está a un par de metros de las piedras afiladas de un saliente.

Solo tenemos instantes. Todo mi cuerpo tiembla por el esfuerzo de sostener el poder de Andarna, que ya va disminuyendo. Tairn extiende las alas y con una garra jala el cuerpo de Liam y derriba las rocas con un coletazo. Nosotros mismos estuvimos a punto de morir estrellados.

—Lo tengo.

El tiempo se reanuda y el viento me azota la cara mientras subimos, dando una vuelta cerrada para no chocar con la montaña.

—¿Andarna?

—Estoy bien. —Su voz es apenas un susurro en mi cabeza.

El odio y la rabia me hacen hervir la sangre cuando mis ojos se encuentran con la silueta que está en lo alto de esa torre. Esta será la última vez que ese imbécil nos atacará a mí o a mis amigos.

Fergie aparece debajo de nosotros y veo a Rhiannon con los brazos estirados mientras suben para estar más cerca. Tairn baja la velocidad para entregarle a Liam. Está vivo… Tiene que estar vivo. Es el único resultado que aceptaré.

Por el rabillo del ojo veo que Cath y otros dragones vienen llegando del norte al mismo tiempo que otro grupo de ataque se lanza desde lo alto del risco.

Baide viene volando detrás de nosotros hacia el imbécil de su jinete, que sigue regodeándose en lo alto de esa maldita torre.

—¡Sube! —ordeno, desenvainando la daga en mis costillas y dejando una mano libre para desabrochar las hebillas cuando llegue el momento.

—¡No te vas a soltar de la silla! —me grita mi dragón mientras aumenta la velocidad, dejando a la naranja detrás. Tairn gira la cabeza hacia la izquierda y lanza una ráfaga de fuego hacia la fila de dragones del Ala Uno a manera de advertencia cuando pasamos junto a ellos.

Un poder creciente hierve en mi pecho cuando mis ojos se clavan en los de Jack. Al acercarnos, puedo ver el asqueroso placer en su rostro y la sangre corriendo por su espada. La sangre de Liam.

Un enorme dragón aparece en el horizonte. No necesito voltear y ni siquiera consultar lo que siento para saber que es Xaden, pero igual lo hago, porque es él. Tairn va subiendo más rápido que nunca y siento el poder ardiendo en mi sangre, a punto de quemarme la piel.

Si llegó el momento, si mi poder me va a acabar, por supuesto que me voy a llevar a ese imbécil conmigo. Tairn es a prueba de fuego… pero Jack no.

—¡Más rápido! —grito, y mi voz suena desesperada por la angustia de no llegar a tiempo.

Apuntando hacia la torre, Tairn aletea más y más rápido, y por instinto estiro las manos hacia adelante como si pudiera proyectarle todo el poder que se está desatando dentro de mí hacia el enemigo que acaba de hacer el intento de matar a mi amigo y que no ha dejado de buscar maneras de matarme.

El hervor de la magia sube hasta convertirse en un vórtice descontrolado de energía letal, y aunque mis pies siguen plantados en el suelo, el poder llega a su límite y el techo de mis Archivos se destruye. El poder chisporrotea sobre mí, me rodea y me envuelve hasta los pies.

Soy el cielo y el poder de todas las tormentas del mundo.

Soy infinita.

Un grito escapa de mi garganta justo cuando un relámpago parte el cielo, seguido de un trueno aterrador.

El rayo de plata azulada azota la torre con su poder mortal y en la explosión que provoca vuelan chispas y piedras por todas partes. Tairn gira para esquivarlas y yo me doy la vuelta en la silla.

Jack va cayendo por la ladera en una avalancha de rocas a la que sé que no va a sobrevivir.

Por el grito de Baide, ella también lo sabe.

Me tiemblan las manos cuando guardo la daga limpia en su funda. La única sangre derramada está en las piedras allá abajo, aunque me miro las manos como si también debieran estar cubiertas de muerte.

Tairn ruge con el sonido inconfundible del orgullo.

—Manipulas los rayos.

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