Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 29

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VEINTINUEVE

La muerte de un cadete es una tragedia inevitable, pero a la vez aceptable.

Este proceso reduce a la manada, deja solo a los jinetes más fuertes,

y mientras la causa de muerte no viole el Código, cualquier jinete

involucrado en el fin de la vida de otro no debe recibir un castigo.

—GUÍA DEL COMANDANTE AFENDRA PARA EL CUADRANTE

DE JINETES (EDICIÓN NO AUTORIZADA)

Siento que solo pasaron unos minutos y ya estamos de nuevo en el campo de vuelo. O quizá fue toda una vida. No lo sé.

El suelo se estremece mientras los dragones van aterrizando por todas partes y el campo rápidamente se llena de jinetes felices del Ala Cuatro y enojados de la Uno. Los dragones se van en cuanto sus jinetes desmontan, menos Andarna, que espera entre las patas delanteras de Tairn en lo que me las arreglo con las hebillas.

Jack está muerto.

Y yo lo maté.

Soy la razón por la que sus padres recibirán una carta, la razón por la que su nombre será grabado en una piedra.

Al otro lado del campo Garrick sostiene el huevo de cristal sobre su cabeza mientras Dain ondea la bandera, y los del Ala Cuatro sueltan vítores y corren hacia esos dos como si fueran dioses.

Tairn se mueve cuando la última hebilla se suelta de mis dedos y me salgo de la silla. La cabeza me da vueltas. Sin duda es el estrés que me tiene mareada y me complica mantener el equilibrio mientras voy hacia su hombro y me bajo de él.

Caigo torpemente sobre el lodo y me pongo de rodillas cuando llego adonde está Andarna, entre las patas de Tairn, claramente agotada.

—Dime que Liam está vivo. Dime que valió la pena.

—Deigh dice que sobrevivió. La espada solo le hirió el costado —dice Tairn.

—Bien. Bien. Eso es bueno. Gracias, Andarna. Sé lo mucho que te costó. —Miro sus ojos dorados y ella parpadea lentamente.

—Valió la pena.

La náusea me ataca y mi boca saliva. «Lo maté. Yo lo maté».

—¡Carajo, Sorrengail! —grita Sawyer—. ¿Relámpagos? ¡Qué guardadito te lo tenías!

Relámpagos que usé para acabar con una vida.

Me viene la primera arcada y una sombra oscura me envuelve, pero no es Xaden. Tairn nos cubrió con sus alas, protegiéndonos del mundo mientras vomito absolutamente todo lo que comí hoy.

—Hiciste lo que era necesario —me dice, pero eso no evita que mi estómago siga trabajando en el intento de sacar hasta lo que ya no está ahí.

—Salvaste a tu amigo —agrega Andarna.

Al fin mi estómago se tranquiliza y me pongo de pie como puedo, limpiándome la boca con el dorso de la mano.

—Necesitas descansar, ¿verdad?

—Me siento orgullosa de que seas mía. —La voz de Andarna suena temblorosa y sus parpadeos son cada vez más lentos—. Aunque necesito un baño.

Tairn retira sus alas y Andarna da unos pasos y se echa a volar con aleteos firmes hacia el valle.

Miro la silla de montar. Necesito quitársela para que él también descanse. Pero solo puedo pensar en que al fin tengo un sello, un sello de verdad, y que lo único que hice con él fue matar a un hombre.

—¿Violet? —Dain aparece a mi izquierda—. ¿Fuiste tú la del rayo? ¿El que destruyó la torre?

El que mató a Jack.

Asiento, pensando en todas las veces en que apunté al hombro en vez de al corazón. Los venenos que usé para incapacitar y no para matar. Dejé a Oren inconsciente en el suelo durante la Trilla y no me lancé a la yugular ni cuando invadió mi habitación.

Todo porque no quería ser una asesina.

—Nunca había visto nada como eso. Creo que no ha habido alguien que pueda controlar los rayos en más de un siglo… —Hace una pausa—. ¿Violet?

—Lo maté —susurro, estudiando la placa de la montura sobre el pecho de Tairn. Seguramente ahí se conecta todo. De algún modo tiene que sacarse esas cosas.

Mamá estará muy orgullosa de que al fin soy como los demás. Igual que ella. Mi estómago vacío se revuelve de nuevo y suelto una arcada como si intentara sacar la culpa.

—Mierda. —Dain me acaricia la espalda—. Todo está bien, Vi.

Esta vez el ataque de mi estómago pasa más rápido y Dain me jala hacia su pecho, meciéndome suavemente mientras su mano sube y baja por mi espalda, intentando calmarme.

—Lo maté. —¿Por qué diablos es lo único que puedo decir? Soy una caja de música descompuesta, repitiendo la misma melodía una y otra vez, y todos me están viendo. Todos saben que no puedo soportar las consecuencias de mi propio sello.

—Lo sé. Lo sé. —Me besa la coronilla—. Y si no quieres volver a usar ese poder, no tienes que…

—Deja de decirle esas idioteces. —Xaden le da un empujón en el pecho a Dain y me arranca de sus brazos, luego me toma por los hombros y me gira para que quede de frente a él—. Mataste a Barlowe.

Asiento.

—Rayos. Tu sello son los rayos, ¿verdad? —Me mira con tal intensidad que es como si mi respuesta fuera la llave a lo que él necesita.

—Sí.

Xaden tensa la quijada y asiente una vez.

—Eso pensé, pero no estuve seguro hasta que vi cómo destruiste la torre.

¿Eso pensó? ¿Qué diablos quiere decir?

—Escúchame, Sorrengail. —Levanta una mano para acomodarme unos mechones sueltos detrás de la oreja y el movimiento es sorprendentemente suave—. El mundo es un lugar mejor sin Barlowe. Ambos lo sabemos. ¿Quisiera haber sido yo quien acabara con su miserable vida? Totalmente. Pero lo que hiciste salvó a muchos otros. No era más que un agresor y se iba a poner peor entre más poderes fuera teniendo. Su dragona elegirá a otro jinete cuando esté lista. Me alegra que esté muerto. Me alegra que lo hayas matado.

—No quería hacerlo —digo, y es apenas un susurro—. Es solo que estaba tan enojada, y acabábamos de atrapar a Liam. Pensé que mi reliquia al fin iba a estallar y acabar conmigo. —Abro mucho los ojos—. Estuvo cerca, Xaden. Estuvo demasiado cerca. Tenía que hacer algo.

—Lo que sea que hayas hecho fue lo que le salvó la vida. —Me acaricia la mejilla con el pulgar y el movimiento contrasta con la severidad de sus palabras. Su expresión velada me deja saber que sabe lo que hice.

—No quiero esto —suelto—. Rhiannon puede transportar objetos a través del espacio y Dain tiene la retrocognición.

—Oye —exclama Dain.

—¿Crees que no lo sabía? —le grita Xaden por encima del hombro.

—Kaori puede mostrar lo que imagina y Sawyer dobla el metal. Mira puede extender las protecciones. Todos tienen un poder que no solo es útil en la batalla. Son herramientas para hacer un bien al mundo. Y ¿yo qué diablos soy, Xaden? Soy una maldita arma.

—No tienes que usar tu poder, Vi —comienza a decir Dain con tono suave y reconfortante.

—Deja. De. Tratarla. Así. Carajo. —Xaden le escupe palabra por palabra a Dain—. No es una niña. Es una mujer. Una jinete. Empieza a tratarla como tal y al menos ten la decencia de decirle la verdad. ¿Crees que Melgren o cualquier otro general, incluyendo a su propia madre, la va a dejar guardarse un poder así? Y obviamente no puede esconderlo, no después de que demolió uno de los fuertes de práctica.

—Solo quieres que sea como tú —le discute Dain—. Una asesina sin piedad. Pronto le vas a decir que está bien, que se acostumbrará a matar.

Ahogo un grito.

Xaden lo aplasta con la mirada.

—La sangre en mis venas es tan tibia como la tuya, Aetos, y si quieres tener mi puesto el próximo año, más te vale que empieces a entender que jamás te acostumbras a matar, pero sí llegas a entender que es necesario. —Voltea de nuevo hacia mí y sus ojos oscuros se clavan en los míos—. No estamos en la primaria. Estamos en la guerra, y ya me habías escuchado decirlo, pero la horrible verdad que los que están en el frente eligen olvidar es que en la guerra siempre hay bolsas para los cadáveres.

Empiezo a negar con la cabeza, pero sus ojos se entrecierran sin dejar de mirarme.

—Puede que no te guste, que incluso lo odies, pero un poder como el tuyo es lo que salva vidas.

—¿Matando a otros? —grito. Si Sgaeyl tiene razón y los sellos reflejan quién eres en el fondo de tu ser, entonces soy exactamente como el apodo que me puso Xaden: Violencia.

—Derrotando a los ejércitos invasores antes de que puedan lastimar a los civiles. ¿Quieres que el sobrino de Rhiannon sobreviva en ese pueblito en la frontera? Así es como lo lograrás. ¿Quieres que Mira siga viva cuando esté tras las líneas enemigas? Así. No eres solo un arma, Sorrengail. Eres la mejor arma. Entrena esa habilidad, hazla tuya, y tendrás el poder de defender a todo el reino. —Me acomoda detrás de la oreja otros mechones que me soltó el viento y con esto puedo ver mejor, lo que me deja sin excusas para observar la honestidad en sus ojos. Cuando está seguro de que ya no voy a discutir, voltea hacia un lado—. Rhiannon, ¿puedes llevarla a la ciudadela?

—Por supuesto. —Rhiannon viene corriendo hacia nosotros.

Dain resopla y se va hacia donde están los demás líderes de pelotón.

—La silla… —comienzo a decir.

—Tairn se la puede quitar solo. Fue una de sus muchas reglas para el diseño. —Xaden se da la vuelta para irse, pero luego se detiene—. Gracias por salvar a Liam. Es importante para mí.

—No tienes que agradecer… —Suspiro—. Ya se fue.

—Ustedes dos tienen la relación más extraña del mundo —dice Rhiannon, cruzando su brazo con el mío.

—No estamos en una relación. —Miro a Tairn, que increíblemente no comentó nada durante la escenita de Xaden y Dain.

—Vete —me dice—. Pero no te hundas en la culpa, Plateada. Lo que sea que sientas es normal. Permítete sentirlo, pero luego déjalo ir. El líder de ala tiene razón. Con un sello como ese, eres lo mejor que tiene el reino contra las hordas de maldad que quieren hacerle daño. Descansa y te veré mañana. Yo me quito la silla.

—Por supuesto que están en una relación —continúa Rhiannon mientras me da unos jalones para que nos vayamos—. Es solo que no decido si es eso de que los opuestos se atraen lo que los hace pasársela peleando o si es el lento y letal hervor de la tensión sexual. —Me lanza una miradita de lado—. Ahora dime cómo diablos se movieron tan rápido allá arriba.

—¿De qué hablas?

—Cuando Liam se estaba cayendo. Fergie y yo volamos lo más rápido posible, pero sabía que llegaríamos demasiado tarde teniendo en cuenta el ángulo y la velocidad, y creí que ustedes… —Niega con la cabeza—. Simplemente me pareció que estaban muy por arriba de él y al segundo siguiente ya lo habían atrapado. Nunca había visto a un dragón volar tan rápido. Fue cosa de un instante.

Ahora la culpa me come por una razón completamente distinta. Rhiannon es mi amiga, la más cercana que tengo aquí, y estoy siendo honesta sobre dónde está la amistad entre Dain y yo ahora. De todos, ella debería saber…

—No sientas culpa por no poder decirle. Este secreto es de los dragones, no tuyo —me advierte Tairn—. Nadie tiene derecho a poner en riesgo a nuestras crías. Ni siquiera tú, Planteada.

—Tairn es rapidísimo —digo a manera de explicación. No es mentira, pero tampoco es toda la verdad.

—Y gracias a los dioses por eso. Zihnal debe amar a Liam, porque hoy engañó a la muerte dos veces.

Pero no fue Liam quien engañó a la muerte.

Fui yo.

Y me pregunto si en algún lugar, en algún plano de la existencia, Malek está en su trono, enojado porque le quité un alma de las manos.

Aunque a cambio le di la de Jack.

Pero, claro, puede que eso haya roto la mía para siempre.

 

 

El blanco de madera en mi habitación se tambalea cuando una de mis dagas se clava junto a la que acababa de lanzar un momento antes. Puede que esté enojada con el mundo, pero al menos no he perdido la puntería. Si fallo, sería muy posible que el arma saliera volando por la ventana, teniendo en cuenta dónde recargué el blanco.

Lanzo otras tres seguidas y todas se clavan en la garganta de la persona de madera.

¿Qué caso tiene seguir lanzándolas hacia los hombros si mato gente con rayos? ¿Qué me detiene? Con un giro de mi muñeca, echo a volar la próxima daga y se entierra directo en la frente de la silueta de madera justo cuando alguien llama a mi puerta.

Debe ser Rhiannon para preguntarme por décima vez si quiero hablar de lo que pasó hoy, o Liam…

Pensándolo bien, no puede ser Liam que viene a confirmar si ya estoy en mi cuarto, porque sigue en la enfermería, sanando por la espada que le clavaron en un costado.

—Adelante. —¿Qué más da que esté en camisón de dormir? Perfectamente puedo matar a un intruso con el cuchillo. O con un rayo.

La puerta se abre junto a mí, pero ni me molesto en voltear para ver quién es mientras lanzo otra daga. ¿Esa altura? ¿Ese cabello oscuro que alcanzo a ver por el rabillo del ojo? ¿Ese aroma increíble? No hace falta que lo vea completo… mi cuerpo me dice que es Xaden.

Luego mi cuerpo me recuerda cómo se siente tener su boca en la mía y algo me revolotea en el estómago. Mierda, esta noche estoy demasiado tensa como para lidiar con él o con las cosas que me hace sentir.

—¿Te estás imaginando que soy yo? —pregunta mientras cierra la puerta y se recarga en ella con los brazos cruzados. Luego recorre todo mi cuerpo con sus ojos encendidos.

De pronto la brisa de la primavera que se cuela por mi ventana abierta no basta para quitarme el calor de la piel, no cuando tengo esa mirada sobre mí.

Mi larga trenza se mece sobre mi espalda mientras tomo otra daga del tocador.

—No. Pero sí fuiste tú hace unos veinte minutos.

—¿Ahora quién es? —Enarca una ceja y cruza un tobillo sobre el otro.

—Nadie que conozcas. —Con un giro de mi muñeca, la daga se clava en el esternón de la figura—. ¿Qué haces aquí? —Me volteo para verlo apenas lo suficiente para notar que se bañó y trae el uniforme normal en vez de la ropa de vuelo, y definitivamente no lo suficiente para notar lo jodidamente bien que se ve. Aunque fuera solo una vez, me gustaría verlo desaliñado o furioso, cualquier cosa fuera de ese control tranquilo que usa como una armadura—. Déjame adivinar. Como Liam no está trabajando, te toca sermonearme por dormir con puro algodón encima.

—No vine a sermonearte —dice en voz baja, y puedo sentir el calor de su mirada como una caricia mientras recorre los delgados tirantes negros de mi camisón—. Pero definitivamente puedo ver que no traes tu armadura.

—Ya nadie va a hacer la ridiculez de atacarme. —Tomo otra daga del tocador y noto que mi pila se está acabando—. No cuando los puedo matar a cincuenta metros de distancia. —Dándole unos golpecitos con el dedo a la punta afilada de mi arma, me giro un poco, apenas lo suficiente para verlo—. ¿Crees que funcione en interiores? O sea, ¿cómo se manipulan los rayos si no hay cielo? —Aún con los ojos clavados en él, lanzo la daga hacia el blanco. El satisfactorio crujido de la madera me informa que acerté.

—Mierda, eso es mucho más sexy de lo que debería. —Toma una enorme bocanada de aire—. Creo que es algo que tendrás que averiguar tú misma. —Su mirada se posa sobre mi boca y sus brazos se tensan.

—¿No vas a intervenir y decirme que me puedes entrenar? ¿Que me puedes salvar? —Chasco la lengua y siento el ridículo impulso de recorrer el delicado patrón de la reliquia en su cuello con ella—. Eso no es muy Xaden de tu parte.

—No tengo idea cómo se entrena a alguien que manipula los rayos y, por lo que vi hoy, no necesitas que nadie te salve. —La expresión en sus ojos es de ansia pura mientras recorre mi cuerpo desde los dedos de los pies hasta donde la tela comienza a cubrirme los muslos, subiendo por mis pechos hasta el cuello para al fin llegar a mis ojos.

—Solo de mí misma —murmuro. Las cosas que pienso hacerle cuando me mira así sin duda serían mi ruina, y esta noche creo que no me importa. Esa es una combinación peligrosa—. Entonces ¿qué haces aquí, Xaden?

—Porque al parecer no soporto estar lejos de ti. —No suena para nada complacido con la confesión, pero de todos modos me deja sin aliento.

—¿No deberías estar allá afuera, celebrando con todos los demás?

—Ganamos una batalla, no la guerra. —Se aleja de la puerta, da un solo paso, cruzando la distancia que nos separaba, y toma la trenza que cuelga sobre mi hombro para acariciarla lentamente con el pulgar—. Me imaginé que estarías triste.

—Me dijiste que lo superara, ¿no? ¿Qué diablos te va a importar si estoy triste? —Me cruzo de brazos, pues elegí la rabia sobre la lujuria.

—Dije que tendrás que aprender a tolerar el matar a alguien. Jamás dije que lo vas a superar. —Suelta mi trenza.

—Pero debería, ¿no? —Niego con la cabeza y voy al centro de la habitación—. Pasamos tres años aquí aprendiendo cómo ser asesinos, promoviendo y celebrando a los que lo hacen mejor.

Mis palabras no lo perturban ni un poco, solo me observa con su típica e insoportable expresión analítica.

—No me molesta que Jack esté muerto. Ambos sabemos que me quería matar desde el parapeto y en algún momento lo iba a lograr. Me molesta que su muerte me haya cambiado. —Me doy unos golpecitos en el pecho, justo arriba del corazón—. Dain me dijo que este lugar te arranca la falsa cortesía y los modales y revela quién eres en realidad.

—Eso no lo voy a discutir. —Me mira mientras comienzo a caminar de un lado a otro.

—Y no puedo dejar de pensar en que, cuando era más joven, le pregunté a mi papá qué pasaría si quisiera ser jinete como mamá o Brennan, y me dijo que yo no era como ellos. Que mi camino era distinto, pero este lugar me quitó la cortesía, los modales, y resulta que mi poder es más destructivo que los de ellos. —Me detengo justo frente a él y levanto las manos—. Y ni siquiera puedo echarle la culpa del poder a Tairn, aunque no lo haría. Los sellos están basados en el jinete, el dragón solamente los alimenta, lo cual significa que esto es algo que siempre estuvo bajo la superficie, esperando salir. Y pensar… —se me hace un nudo en la garganta— que todo este tiempo tuve una pequeña esperanza, la cual me impulsaba a seguir, de ser como Brennan, y que podría reparar todas las cosas arruinadas. Pero resulta que estoy hecha para destruirlas. ¿A cuántas personas voy a matar con esto?

Su mirada se suaviza.

—Tantas como tú elijas. Solo porque hoy ganaste un poder no significa que hayas perdido la voluntad.

—¿Cuál es mi problema? —Niego con la cabeza y cierro las manos en puño—. Cualquier otro jinete estaría feliz. —Hasta en este momento siento el poder hirviendo bajo mi piel.

—Jamás vas a ser como ningún otro jinete. —Se acerca más a mí, pero no me toca—. Probablemente porque nunca quisiste estar aquí.

Dioses, quiero que me toque, que me quite el horror de este día, que me haga sentir algo, cualquier cosa que no sea esta pena abrumadora.

—Ninguno de ustedes quería estar aquí. —Veo directamente hacia la reliquia en su cuello—. Y a todos les va bastante bien.

Él me mira, y lo hace en serio; siento que está viendo demasiado.

—La mayoría de nosotros quemaríamos este lugar hasta convertirlo en cenizas si tuviéramos la opción, pero todos los marcados queremos estar aquí porque es nuestro único camino para poder sobrevivir. No es lo mismo contigo. Tú querías una vida tranquila llena de libros y datos. Querías registrar las batallas, no estar en ellas. No tienes ningún problema. Puedes sentir enojo porque hoy mataste a un hombre. Puedes sentir enojo porque ese hombre intentó matar a tu amigo. Puedes sentir todo lo que quieras dentro de estas paredes.

Está tan cerca que puedo sentir el calor de su cuerpo atravesando la delgada tela de mi camisón.

—Pero no allá afuera. —No es pregunta.

—Somos jinetes —me dice como si fuera explicación suficiente. Me agarra las manos y las lleva a su pecho—. Haz lo que tengas que hacer para sacarlo. ¿Quieres gritar? Grítame a mí. ¿Quieres golpear a alguien? Golpéame a mí. Puedo soportarlo.

Golpearlo es lo último que quiero hacer y, de pronto, ya no quiero contenerme más.

—Vamos —susurra—. Muéstrame lo que tienes.

Me pongo de puntitas y lo beso.

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