Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 31

Página 35 de 47

 

TREINTA Y UNO

A partir de este momento, el primero de julio, aniversario de la Batalla de

Aretia, es declarado como el Día de la Reunificación y será celebrado en

todo Navarre cada año en esta misma fecha para honrar las vidas que se

perdieron durante la guerra por salvar a nuestro reino de los separatistas

y aquellas que fueron salvadas por

el Tratado de Aretia.

—DECRETO REAL DEL REY TAURI EL SABIO

Alguien llama a mi puerta mientras recojo un montón de ropa de entre los restos mortales de lo que solía ser mi armario.

—Adelante —digo, echando la ropa en la cama.

La puerta se abre y Xaden entra, con el cabello revuelto como si viniera del campo de vuelo, y mi pulso se acelera.

—Solo quería… —comienza a decir, luego hace una pausa y observa el desastre que es mi habitación después de lo de anoche—. De algún modo me convencí de que no habíamos causado tantos daños, pero…

—Sí, es…

Me mira y ambos sonreímos.

—Esto no tiene por qué ser incómodo ni nada. —Me encojo de hombros, intentando aminorar la tensión—. Ambos somos adultos.

Su ceja de la cicatriz se enarca.

—Qué bueno, porque no me iba a incomodar, pero lo menos que puedo hacer es ayudarte a limpiar. —Su atención va al armario y hace una mueca—. Te juro que entre la oscuridad no se veía tan mal esta mañana cuando me fui. Resulta que anoche también incendiaste varios árboles. Se requirió a dos personas que pueden manipular el agua para sacarlos.

Mis mejillas se encienden.

—Te fuiste temprano. —Intento que mi tono suene lo más despreocupado posible mientras voy a mi escritorio, que milagrosamente sobrevivió, y me agacho para recoger algunos libros que tiramos.

—Tenía una junta con los líderes y tuve que levantarme temprano. —Su brazo roza el mío cuando se agacha a recoger mi libro favorito de fábulas, el que Mira metió en mi maleta cuando regresamos a Montserrat aquella noche.

—Ah. —Mi pecho se aligera—. Eso tiene sentido. —Me levanto y pongo las cosas sobre el escritorio—. Entonces no fue porque ronco ni nada parecido.

—No. —Su boca se curva hacia arriba, por un lado—. ¿Cómo te fue en el entrenamiento con Carr?

Buen cambio de tema.

—Puedo lanzar, pero no logro dar en el blanco y es absolutamente agotador. —Frunzo los labios pensando en el primer relámpago que lancé—. ¿Sabes? Ayer fuiste medio cretino en el campo de vuelo.

Su mano aprieta el libro.

—Sí. Te dije lo que creí que necesitabas escuchar para seguir adelante en ese momento. Sé que no te gusta que los demás vean tu vulnerabilidad y estabas…

—Vulnerable —termino.

Él asiente.

—Si te hace sentir mejor, no pude comer sin vomitar después de la primera vez que maté a alguien. No te juzgo por tener una reacción así. Solo significa que aún tienes tu humanidad.

—Y tú también —le digo, y tomo el libro que trae en la mano.

—Eso es debatible.

Y lo dice el hombre que tiene ciento siete cicatrices en la espalda.

—No es. No para mí.

Desvía la mirada y sé que va a subir sus defensas en cualquier momento.

—Dime algo real —le pido, desesperada por que se quede conmigo.

—¿Como qué? —pregunta, justo como lo hizo cuando fuimos a volar y me dejó en aquella montaña cuando tuve la osadía de preguntarle sobre sus cicatrices.

—Como… —Mi cerebro trabaja a toda velocidad buscando qué pedirle—. Como adónde fuiste la noche en que te encontré en el patio.

Frunce el ceño.

—Vas a tener que ser más específica. A los de tercero nos mandan a distintas partes en cualquier momento.

—Ibas con Bodhi. Fue justo después de lo del Guantelete. —Me paso la lengua sobre el labio inferior en un gesto nervioso.

—Ah. —Recoge otro libro y lo pone sobre la mesa, claramente haciendo tiempo para decidir si se abrirá o no ante mí.

—Jamás le diría a nadie algo que tú me digas —le prometo—. Espero que lo sepas.

—Lo sé. No le dijiste a nadie lo que viste bajo el árbol el otoño pasado. —Se frota la nuca—. Athebyne. No puedes saber por qué ni preguntar nada más, pero ahí es adonde fuimos.

—Ah. —Eso definitivamente no es lo que esperaba, pero no es nada fuera de lo común que los cadetes vayan a llevar algo a un puesto de avanzada o defensa—. Gracias por decirme. —Voy a dejar el libro de fábulas y veo que el tomo antiguo está más maltratado que nunca después de cómo lo tiramos anoche—. Carajo. —Abro la contraportada para ver si no se despegó.

Algo se asoma entre las hojas.

—¿Qué es? —me pregunta Xaden, mirando sobre mi hombro.

—No sé. —Sostengo el pesado libro con una mano y saco lo que parece ser un trozo de pergamino tieso que estaba metido detrás de la hoja despegada del encuadernado. Siento que el suelo se mueve cuando reconozco la letra de mi padre, y está fechada a solo unos meses antes de su muerte.

Violet mía:

para cuando encuentres esto, seguramente ya estarás en el Cuadrante de Escribas. Recuerda que el folclor se pasa de generación en generación para enseñar a los que siguen sobre nuestro pasado. Si lo perdemos, perdemos también los vínculos con nuestro pasado. Solo se necesita a una generación desesperada para cambiar la historia… o incluso borrarla.

Sé que tomarás la decisión correcta cuando llegue el momento. Siempre has sido lo mejor de tu madre y yo.

Con amor,

Papá

Frunzo el ceño y le paso la carta a Xaden mientras hojeo el libro. Conozco todos los cuentos y aún puedo escuchar la voz de mi padre leyendo cada palabra, como si fuera una niña acurrucada en su regazo tras un largo día.

—Qué críptico —dice Xaden.

—Se volvió algo… críptico después de la muerte de Brennan —reconozco en voz baja—. Perder a mi hermano hizo que mi padre se volviera aún más ermitaño. Yo solo compartía tiempo con él porque siempre estaba en los Archivos estudiando para ser escriba.

Paso las páginas recordando historias de un reino antiguo que se extendía de un océano a otro y una Gran Guerra entre tres hermanos que luchaban por controlar la magia en esa tierra mística. Algunas de las fábulas cuentan historias de los primeros jinetes que aprendieron a vincularse con los dragones y cómo esos vínculos podían ponerse en contra del jinete si intentaban consumir demasiado poder. Otras hablan del gran mal que se extendió por la tierra cuando el hombre se corrompió por la magia negra y se convirtió en creaturas conocidas como venin, quienes crearon ejércitos de creaturas aladas llamadas guivernos y le robaron toda la magia a la tierra por su sed de poder. Otros hablan sobre los peligros de tomar el poder de la tierra en vez del cielo, como si se pudiera simplemente sacar magia del suelo y terminar enloqueciendo por eso.

Uno de los propósitos de las fábulas es enseñarles a los niños sobre los peligros de tener demasiado poder. Nadie quiere convertirse en un venin; son los monstruos que se esconden bajo nuestras camas cuando tenemos pesadillas. Y sin duda jamás intentaríamos controlar la magia sin un dragón que nos ayude a hacer tierra. Pero no son más que eso, cuentos de buenas noches para niños. Entonces ¿por qué mi papá me dejó una nota tan críptica… y la escondió en este libro?

—¿Qué crees que intentaba decirte? —me pregunta Xaden.

—No lo sé. Todas las fábulas en este libro se tratan de cómo el exceso de poder corrompe, así que quizá sentía que hay corrupción entre los líderes. —Miro a Xaden y agrego con tono de broma—: Claro que no me sorprendería si el general Melgren un día se arrancara la máscara para revelar que es un aterrador venin. Ese hombre siempre me ha dado escalofríos.

Xaden suelta unas risitas.

—Esperemos que no sea eso. Mi papá solía decir que los venin estaban pasando el tiempo en el páramo y que un día vendrían por nosotros… si no nos comíamos las verduras. —Mira por la ventana a su izquierda y sé que está recordando a su papá—. Dijo que un día ya no quedaría magia en el reino si no nos andábamos con cuidado.

—Lamento… —empiezo a decir, pero cuando veo que se tensa, decido que lo que realmente necesita es un cambio de tema—. Ahora, ¿cuál desastre deberíamos arreglar primero?

—Tengo una mejor idea de cómo pasar nuestra noche —dice mientras pone otra pila de ropa sobre mi cama.

—¿Sí? —Me giro hacia él y veo cómo su mirada se vuelve más intensa al posarse sobre mi boca. El pulso se me acelera de inmediato y la idea de tocarlo lanza una ráfaga de energía que corre en mi interior.

«No te enamores de mí».

Sus palabras de anoche contrastan exageradamente con la manera en la que me está viendo en este momento.

Doy un paso atrás.

—Dijiste que no me enamorara de ti. ¿Cambiaste de parecer?

—Por supuesto que no —me asegura, tensando la quijada.

—Claro. —No esperaba que esa respuesta me doliera tanto, lo cual es parte del problema. Ya estoy demasiado involucrada emocionalmente como para separar el sexo, por más increíble que sea—. Mira, la cosa esta así: no creo que pueda separar el sexo de los sentimientos si se trata de ti. —Mierda, ya lo dije—. Ya estamos demasiado cerca como para que eso sea posible, y si nos volvemos a acostar, terminaré enamorándome. —Mi corazón late desesperado en la espera de su respuesta tras la confesión.

—No te vas a enamorar. —Algo parecido al pánico aparece en sus ojos. Cruza los brazos. Podría jurar que veo cómo este hombre está construyendo las defensas contra sus propios sentimientos—. Realmente no me conoces. No sabes lo que hay muy dentro de mí.

«Y ¿quién tiene la culpa de eso?».

—Sé lo suficiente —le debato en voz baja—. Y tenemos todo el tiempo del mundo para descubrir si dejarás de portarte como un gallina emocional y al fin admitirás que tú también te vas a enamorar de mí, si seguimos por este camino. —Sería imposible que hubiera diseñado la silla, que pasara todo ese tiempo entrenándome para pelear y volar, si no sintiera algo. También va a tener que luchar por esto, porque si no, simplemente no va a funcionar.

—No tengo ni la más mínima intención de enamorarme de ti, Sorrengail. —Entrecierra los ojos y pronuncia marcadamente cada palabra, como si fuera posible que lo malinterpretara.

A. La. Mierda. Con. Eso. Me dejó entrar. Me contó sobre sus cicatrices. Pidió que me hicieran todo un arsenal. Le importo. Está tan hundido en esto como yo, aunque sea un idiota que no sabe cómo demostrarlo.

—Auch. —Hago un gesto de dolor—. Bueno, queda claro que no estás listo para reconocer hacia dónde va esto. Así que lo mejor es acordar que esto fue cosa de una vez. —Me obligo a hacer una expresión despreocupada con los hombros—. Los dos necesitábamos sacar las tensiones y eso fue lo que hicimos, ¿no?

—Sí —acepta, pero en su frente aparecen los surcos de la incertidumbre.

—Entonces, la próxima vez que te vea te portarás tan relajado como estás ahora y fingirás que no estoy recordando cómo se siente cuando entras en mí. —Tibio y duro. De verdad tiene un cuerpo increíble, pero eso no le da derecho a decidir lo que hago con mi corazón.

Se me acerca con una sonrisa perversa y su mirada calienta cada centímetro de mi cuerpo.

—Y yo voy a fingir que no estoy recordando cómo se sienten tus muslos suaves rodeando mis caderas o esos soniditos ahogados que haces justo antes de venirte. —Se roza el labio inferior con los dientes y tengo que hacer uso de toda mi fuerza de voluntad para no tomar ese labio entre los míos.

—Y yo ignoraré el recuerdo de tus manos bajo mis muslos pegándome al armario para poder hundirte más profundo dentro de mí, y tu boca en mi garganta. Fácil. —Mis labios se separan cuando doy un paso atrás y el corazón me da un vuelco de emoción cuando él me sigue y me acorrala contra la pared.

Su mano se posa junto a mi cabeza, acercándome más su cuerpo, y sus labios se curvan en una sonrisa.

—Entonces supongo que yo ignoraré el recuerdo de lo suave y húmeda que te sentías sobre mi verga, y cómo pedías más a gritos hasta que lo único en lo que podía pensar era en cómo romper todos los límites físicos para ser exactamente lo que necesitabas.

«Mierda». Es mucho mejor en este juego que yo. El calor me enciende la piel. Lo quiero más cerca. Quiero repetir lo de anoche con detalle. Pero quiero más. Su aliento jadeante me roza los labios y yo no estoy en mejores condiciones.

Ya. Puedo tenerlo, ¿no? Puedo aceptar exactamente lo que me está ofreciendo y disfrutar cada minuto. Podemos destrozar hasta el último mueble de esta habitación y luego pasarnos a la suya. Pero ¿dónde nos dejaría eso mañana?

Justo aquí, con ambos deseándolo y nada más uno con el valor suficiente para aceptarlo, y yo merezco más que una relación que esté solo en sus términos.

—Me deseas. —Pongo la mano sobre su pecho y siento los latidos desesperados de su corazón—. Y sé que eso te da miedo, aunque yo también te deseo.

Se tensa.

—Pero… —Le sostengo la mirada, sabiendo que podría salir huyendo en cualquier momento—… No tienes derecho a decidir lo que siento. Puede que allá afuera tú des las órdenes, pero aquí no. No tienes derecho a decirme que podemos coger, pero no puedo enamorarme de ti. No es justo. Solo tienes derecho a respetar lo que yo elija. Así que no vamos a repetir esto hasta que yo quiera poner en riesgo mi corazón. Y si me enamoro, es mi problema, no el tuyo. No eres responsable de mis elecciones.

Aprieta la quijada una vez. Dos veces. Y luego se aleja de la pared, dándome espacio.

—Creo que es lo mejor. Me voy a graduar pronto y quién sabe adónde iré. Además, tú y yo estamos atados por Sgaeyl y Tairn, lo cual complica… todo. —Se aleja de mí un paso a la vez, y la distancia entre nosotros es más que física—. Y con tanto fingir, estoy seguro de que terminaremos olvidándonos de lo que pasó anoche.

Por la forma en que estamos viendo al otro, creo que ninguno de los dos lo va a olvidar jamás. Y él puede evadirlo todo lo que quiera, pero vamos a terminar aquí una y otra vez hasta que esté dispuesto a reconocer la verdad. Porque si hay algo de lo que estoy segura, es que me voy a enamorar de este hombre, si no es que ya lo estoy, y él tampoco está muy lejos de eso, se dé cuenta o no.

Le doy la espalda y voy a recoger los dos pedazos en los que se convirtió mi blanco y los llevo hacia el otro lado de mi habitación.

—Nunca pensé que fueras mentiroso, Xaden. —Le aviento las mitades al pecho—. Me puedes traer uno nuevo cuando estés listo para ser sincero. Y entonces sacaremos las tensiones. —Dicho esto, saco a ese tipo fastidioso de mi cuarto.

 

 

—¿Ya se enteraron de que el rey Tauri va a celebrar el Día de la Reunificación aquí? —pregunta Sawyer mientras se acomoda en la banca junto a mí para almorzar.

—¿En serio? —Ataco mi pollo rostizado con desesperación. Como he estado entrenando todos los días con Carr, mi apetito se ha convertido en un pozo sin fondo. Al menos solo me tiene en las montañas una hora al día, pero de todos modos para cuando llega la hora del desayuno, me estoy muriendo de hambre.

Tras un mes, aún no puedo apuntar un rayo, ni cerca. Pero ya logro lanzar unos veinte por hora, así que voy mejorando. Recorro las mesas con la mirada y me encuentro con los ojos de Xaden, que está comiendo con los líderes en la tarima.

Esta mañana se ve maravilloso, hasta su aura pesarosa tiene un cierto encanto mientras pone los ojos en blanco por algo que dijo Garrick.

—No me mires así.

—¿Así cómo? —enarco una ceja.

Me ve a los ojos.

—Como si estuvieras pensando en lo del gimnasio anoche.

—Obvio sí —dice Rhiannon, que está enfrente de mí—. Por eso Devera tiene unos quinientos uniformes negros de gala en el área común en este momento. Adonde va el rey, va la fiesta.

—Pues ahora que lo mencionas… —Paso la lengua sobre mi labio inferior, recordando cómo sus caderas aplastaban las mías sobre esa colchoneta cuando todos terminaron su entrenamiento y se fueron. Lo cerca que ambos estuvimos de rendirnos al deseo que latía entre nosotros.

Tensa la quijada y aprieta el tenedor en su mano.

—En serio, no puedo pensar cuando me miras así.

—¿De verdad? Pensé que eran para la graduación —comenta Ridoc.

Imogen suelta un resoplido burlón.

—Como si alguien se arreglara para la graduación. Básicamente es una formación gigante donde Panchek dice: «Miren, sobrevivieron. Bien hecho. Vengan por sus tareas y luego empaquen sus cosas y lárguense».

Todos se ríen por su impecable imitación.

—Fuiste tú quien puso esa regla ridícula de no enamorarnos —le recuerdo.

—Sigues viéndome. —Se obliga a pasar la atención a su plato.

—No es fácil dejar de verte. —Extraño su boca sobre mi piel, cómo se siente el peso de su cuerpo sobre el mío. Extraño la expresión en su rostro cuando me vio entregándome por completo. Pero lo que más extraño es sentirlo acurrucado contra mi cuerpo mientras duermo.

—Estoy intentando no tocarte ni pensarte como me pediste, y tú me estás cogiendo con la mirada. No me parece justo.

Tiro el tenedor y todos en la mesa voltean a verme.

—¿Estás bien? —me pregunta Rhiannon, enarcando las cejas.

—Sí. —Asiento, ignorando el rubor que va subiendo por mi cuello—. Todo bien.

Liam deja su vaso sobre la mesa y mira a Xaden y luego a mí, negando con la cabeza mientras intenta disimular una sonrisa. Obviamente sabe lo que está pasando. Tendría que estar completamente ciego para no darse cuenta, considerando que ayudó a Xaden y a Garrick a llevarme el armario nuevo.

—Te dije que dejaras de verme. —Su voz suena risueña, pero su rostro sigue tan inexpresivo como siempre.

Golpeteo el tenedor sobre el plato para sacar la frustración. Ya. Que se joda. Yo también puedo jugar ese juego.

—Si fueras lo suficientemente hombrecito para reconocer que hay algo entre los dos, me quitaría prenda por prenda hasta que pudieras ver cada centímetro de mi cuerpo. Y cuando ya me estuvieras rogando, me pondría de rodillas, abriría tus pantalones de vuelo y pondría mis labios alrededor de tu…

Xaden empieza a ahogarse.

Todos en el comedor voltean a verlo y Garrick le da unos golpes en la espalda hasta que Xaden le hace una seña para que se detenga y toma un trago de agua.

Sonrío, lo cual me gana unas seis miradas de confusión en mi mesa y un gesto de fastidio de parte de Liam.

—Me vas a matar.

 

 

Estamos a diez días de la graduación y cuento cada uno de ellos. Será cuando al fin sabremos qué tan lejos de Basgiath van a mandar a Xaden. La mayoría de los tenientes nuevos se va a puestos en el interior del reino o a los fuertes en los caminos que llevan a los puestos en las fronteras, pero ¿alguien con el poder de Xaden? No quiero ni pensar lo lejos que podrían mandarlo.

O por qué aún no ha admitido que hay algo entre nosotros. O siquiera dado pistas de que al menos no se arrepiente de esa noche. Me conformo con eso.

«No te enamores de mí…».

Siento un cosquilleo conocido en la cabeza y sé que Xaden está entrando al salón de Informe de Batalla con los líderes y algunos cadetes que faltaban.

La profesora Devera va directo al informe de hoy, pero me cuesta trabajo poner atención.

Hoy se cumplen seis años del asesinato de Brennan. Ya sería capitán, o quizá incluso comandante, teniendo en cuenta lo rápido que despegó su carrera. Tal vez estaría casado y yo sería tía. Quizá el corazón de nuestro padre no habría fallado aquella primera vez por el dolor de perderlo o la última hace dos primaveras.

—Llévame a la cama —suelto mentalmente, y luego me hundo un poco en mi silla. Pero no me arrepiento. Hoy más que nunca necesito una distracción.

—Sería raro frente a toda esta gente.

No lo alcanzo a ver en su lugar en lo alto del auditorio, pero sus palabras se sienten como una caricia en mi cuello.

—Quizá valga la pena.

—Y ¿qué hubieran hecho diferente? —pregunta Devera, pasando los ojos sobre la multitud.

—Yo habría pedido refuerzo si hubiera sabido que las protecciones estaban débiles en el área —responde Rhiannon.

—No he cambiado de parecer, Violencia. No hay futuro para nosotros.

—Y ¿al saber que no hay refuerzos disponibles? —agrega Devera, enarcando una ceja—. Han notado que los grupos que se gradúan en el Cuadrante de Jinetes son cada vez más pequeños, y el aumento de ataques nos ha costado otros siete jinetes y sus dragones este año, ¿verdad? Se necesitaría al menos un regimiento de infantería para compensar la pérdida de un jinete.

—Faltan diez días para la graduación. —La cercanía de la fecha me tiene al límite.

—Llamaría temporalmente a los jinetes de los puestos al interior para ayudar a restituir las protecciones —responde Rhiannon.

—No me lo recuerdes.

—Excelente. —Devera hace un gesto de aprobación.

—¿En serio te vas a ir de Basgiath sin…? —¿Sin qué? ¿Sin declararme su infinito… deseo?

—Sí.

Pero por supuesto que sí. Xaden es el mejor para contener sus sentimientos, y probablemente por eso está tan obsesionado con que yo contenga los míos también. ¿O hay otra razón por la que no quiere que no estoy considerando? El sexo fue increíble. ¿Nuestra química? Explosiva. Incluso éramos… amigos, sin embargo el constante dolor en mi pecho me dice que éramos mucho más que eso. Si Xaden se portara como un cretino, esa noche se convertiría para mí en nada más que sexo, aunque un sexo ridículamente maravilloso, y podría seguir con mi vida. Pero no está siendo ningún cretino… al menos no siempre, y es ahora cuando soy consciente de por qué se toma su trabajo tan en serio.

Tiene sobre sus hombros la responsabilidad de todos los marcados que están aquí.

—Lo que sea que estés pensando puede esperar hasta que no haya un salón lleno de gente entre nosotros —me dice.

—¿Qué más tienen? —sigue Devera, y señala a uno de segundo.

Ha pasado un mes y medio desde que destruimos mi habitación; hemos logrado no volver a hacerlo, aunque una noche no fue suficiente para dejarnos satisfechos a ninguno de los dos, si tomamos como referencia las tardes llenas de tensión sobre las colchonetas del gimnasio de lucha. Claro que ambos sabemos que hacer algo más complicaría una situación que ya de por sí es difícil.

Pero estoy segura de que él no está aliviando la tensión sexual entre nosotros con alguien más. Segurísima. Aunque la duda insidiosa va creciendo con una velocidad abrumadora.

Dejo de escuchar porque mi estómago se retuerce cuando la duda se vuelve una posibilidad demasiado real.

—¿Hay alguien más?

—No voy a discutir eso contigo en este momento. Pon atención.

Tengo que hacer uso de todo mi control para no darme la vuelta y gritarme. Si he pasado cada noche sola dando vueltas entre mis sábanas mientras él…

—También es buena idea, Aetos. —Devera sonríe—. Y una respuesta muy de líder de ala, a decir verdad.

Ay, dioses. El ego de Dain va a estar insoportable al rato durante el entrenamiento de lucha si Devera lo sigue halagando.

El entrenamiento… Aprieto mi pluma con demasiada fuerza mientras recuerdo cómo veía Imogen a Xaden esa noche. Mierda. Tendría sentido. Ella tiene una reliquia de la rebelión y definitivamente no es hija de la mujer que mató a su padre, así que también tiene eso a su favor.

—¿Es Imogen?

—Mierda, Violencia.

—¿Sí es? Sé que dijimos que ya no íbamos a hablar de eso, pero… —Ahora me odio por haberle dicho que quiero más, y por el hecho de que debería estar poniendo atención en vez de pelando con Xaden—. Al menos dime.

—Sorrengail —dice Xaden.

Me quedo petrificada, sintiendo el peso de todos los ojos puestos sobre mí.

—¿Sí, Riorson? —Devera le da la pauta para que desarrolle.

Él se aclara la garganta.

—Si no hay refuerzos disponibles, le pediría a Mira Sorrengail que cambiara de base temporalmente. Las protecciones son más fuertes en Montserrat, y con su sello, ella podría reforzar las que están débiles hasta que lleguen los otros jinetes a repararlas.

—Buena idea. —Devera asiente—. Y ¿cuáles jinetes serían la opción más lógica para ayudar a reconstruir las protecciones en este espacio entre las montañas en especial?

—Los de tercero —respondo.

—Explica. —Devera me mira con la cabeza inclinada hacia un lado.

—A los de tercero les enseñan a construir protecciones, y para este punto del año, de todos modos, ya casi se van a ir. —Me encojo de hombros—. Está bien si los mandamos antes para que sirvan de algo.

—Anotado.

Pongo mi protección y lo bloqueo

—Es una elección lógica —dice Devera—. Y eso es todo por hoy. No se les olvide que tienen que prepararse para el último ejercicio de los Juegos de Guerra antes de la graduación. Además, esperamos que todos estén en el patio del frente de Basgiath esta noche a las nueve para los fuegos artificiales con los que celebraremos el Día de la Reunificación. Solo se aceptan uniformes de gala. —Se voltea para ver a Ridoc con una ceja enarcada.

Él se encoge de hombros.

—¿Qué otra cosa podría ponerme?

—Nunca se sabe con lo que vas a salir —le responde Devera, y hace una seña para que nos vayamos.

—¿Hay algo que necesite saber sobre lo que está pasando entre tú y…? —me pregunta Liam con gesto suspicaz mientras recogemos nuestras cosas.

—No está pasando nada entre nosotros. Nada en absoluto, carajo —insisto. Si Xaden no quiere ver que podría haber algo más entre nosotros, ya lo entendí. Me volteo hacia Rhiannon—. ¿Estás emocionada porque dentro de diez días al fin podrás escribirle a tu hermana?

—Llevo un mes escribiéndole desde que regresamos —me responde con una sonrisa—. Ahora al fin podré enviarle esas cartas.

Al menos algo bueno traerá la graduación. Todos podremos volver a hablar con nuestros seres queridos.

Por la noche, me acomodo la banda sobre el corsé de mi uniforme, que es un vestido negro, y suelto un mechón de cabello del bonito peinado que Quinn me ayudó a hacerme antes de ir a reunirme con Rhiannon en el pasillo.

Se deshizo las trenzas que suele usar siempre y sus rizos cerrados forman un hermoso halo alrededor de su cara, la cual se polveó con un rubor con destellos dorados. Eligió unos elegantes pantalones de vestir y un jubón que enmarca la diagonal de su torso y se ve increíble en alguien alta como ella.

—Qué sexy —le digo mientras se acomoda la faja.

Yo preferí la opción sin mangas y de cuello alto para esconder mi armadura y la banda larga y vaporosa con una abertura hasta el muslo, que Devera me dijo que era para poder moverse en caso de un ataque. En lo personal, no me molesta que el vestido enseñe mi pierna cuando me muevo, especialmente con lo mucho que he trabajado con Imogen para fortalecerlas. Mi banda es sencilla, del mismo raso negro que todas las demás, y tiene mi nombre bordado bajo el hombro y la estrella que indica que soy de primero.

—Escuché que habrá un montón de chicos de infantería —dice Nadine, que acaba de alcanzarnos.

—¿No prefieres un poco de cerebro acompañando los músculos? —Ridoc llega junto con Sawyer.

—¡No me digas que intentas irte sin mí! —grita Liam mientras corre hacia nosotros, abriéndose paso entre la gente mientras vamos a la escalera que lleva al campus principal de Basgiath.

—Tenía la esperanza de que te hubieran dado la noche libre —le respondo con sinceridad mientras me alcanza—. Qué guapo te ves.

—Lo sé. —Presume burlonamente su atuendo y se acomoda la banda sobre el jubón negro como la medianoche—. Dicen que a las cadetes curanderas les gustan los jinetes.

—Lo dudo. —Rhiannon se ríe—. Con lo mucho que nos tienen que curar, apuesto a que prefieren a los escribas.

—¿Qué les gusta a los escribas? —me pregunta Liam mientras bajamos por las escaleras en un mar de ropa negra, siguiendo el camino que tomamos todas las mañanas hacia los Archivos—. Pregunto porque casi eras una de ellas.

—Por lo general, otros escribas —respondo—. Pero supongo que también jinetes, en el caso de mi padre.

—A mí lo que me emociona es ver gente que no sea jinete —dice Ridoc mientras sostiene la puerta para dejarnos entrar al túnel—. Las cosas se están poniendo un poco incestuosas aquí.

—De acuerdo. —Rhiannon asiente.

—Ay, como sea. Tú y Tara llevan terminando y regresando todo el año —comenta Nadine, y luego se pone nerviosa—. Mierda. ¿Terminaron otra vez?

—Nos vamos a dar un tiempo hasta el parapeto —le responde Rhiannon, y entramos al Cuadrante de Curanderos.

—No puedo creer que en poco más de dos semanas estaremos en segundo —dice Sawyer.

—Yo no puedo creer que sobrevivimos —agrego. Esta semana solo hubo un nombre en la lista de muertos, una persona de tercero que no volvió de una misión nocturna.

Para cuando llegamos al patio, la fiesta ya está en su apogeo. Hay una mezcla del azul claro de los curanderos, el beige de los escribas y los uniformes azul marino de la infantería que le gana por mucho a los uniformes negros que se ven por aquí y por allá. Seguramente somos más de mil personas en este lugar.

Las luces mágicas cuelgan sobre nosotros en una docena de candelabros y las hermosas cortinas de terciopelo que cubren los muros de piedra de Basgiath transformaron el espacio funcional en una especie de salón de baile. Incluso hay un cuarteto de cuerdas tocando en una esquina.

—¿Dónde estás? —le pregunto a Xaden, pero no hay respuesta.

Al entrar, todos nos dispersamos, pero Liam se queda junto a mí, tan tenso como la cuerda de mi ballesta.

—Dime que traes una armadura debajo de todo eso.

—¿Crees que alguien me va a acuchillar frente a mi madre? —Señalo hacia el balcón abierto donde mamá parece ser el centro de atención mientras observa sus dominios. Nuestras miradas se encuentran, le susurra algo al hombre que está junto a ella y se va del balcón.

También me dio gusto verte.

—Creo que si alguien te va a acuchillar, este sería el mejor momento, especialmente al saber que matarte podría acabar también con el hijo de Fen Riorson —me dice con voz tensa.

Aquí es donde noto las miradas de los oficiales y cadetes a nuestro alrededor. No están viendo mi cabello o el nombre en mi banda. No, sus ojos muy abiertos están clavados en la muñeca de Liam y las líneas ondulantes de su reliquia de la rebelión que alcanzan a verse ahí.

Cruzo mi brazo con el suyo y levanto la barbilla.

—Lo siento muchísimo.

—No tienes nada de qué disculparte. —Me da unas palmaditas en la mano para confirmar que lo que dice es cierto.

—Claro que sí —susurro. Ay, dioses, todo mundo está aquí para celebrar el fin de lo que él y los otros llaman la apostasía. Están celebrando la muerte de su madre—. Puedes irte. Tienes que irte. Esto es… —Niego con la cabeza.

—Yo voy adonde tú vayas. —Su mano aprieta la mía.

Siento como si tuviera una piedra atorada en la garganta y observo a la multitud, sabiendo instintivamente que él no está aquí. No está Garrick ni Bodhi ni Imogen y definitivamente no está Xaden. Con razón estaba tan de malas hoy.

—Esto no es justo para ti. —Le lanzo una mirada de odio al oficial de infantería que tiene el descaro de hacer un gesto de asco al ver la muñeca de Liam.

—Dudo que tú vayas a disfrutar celebrando el aniversario de la muerte de tu hermano. —Liam se conduce con una dignidad que a mí me parecería imposible.

—Brennan odiaría todo esto. —Señalo hacia la gente—. Era del tipo que prefiere hacer las cosas que celebrar que se hicieron.

—Sí, supongo que era como… —Sus palabras mueren y le aprieto el brazo con más fuerza cuando veo cómo la multitud se va abriendo frente a nosotros.

El rey Tauri camina junto a mi madre y, por la dirección a la que apunta su enorme sonrisa llena de dientes, viene para acá. Una banda morada cruza sobre su jubón y está cargada con una docena de medallas que no se ganó de cientos de batallas que no luchó.

Todas las medallas de mi mamá son merecidas y adornan a lo largo su banda negra como joyería sobre su hermoso vestido de cuello alto y manga larga.

—Vete —le ordeno a Liam en un susurro, obligándome a sonreír por mi madre mientras el general Melgren se une a su pequeño grupo. Puede que Melgren sea brillante, pero también da unos escalofríos horribles estar cerca de él.

—¿Cuando se acerca tu mayor peligro? No lo creo. —Su espalda se yergue.

Le voy a arrancar esa hermosa cabeza a Xaden por obligar a Liam a hacer esto.

—Su majestad —murmuro, echando un pie hacia atrás como me enseñó Mira y haciendo una reverencia mientras agacho la cabeza. Noto que Liam también se inclinó, doblándose por la cintura.

—Tu madre me dice que te vinculaste no con uno, sino con dos dragones excepcionales —dice el rey Tauri con una sonrisa bajo su bigote.

—Sí, está muy segura de tu poder —agrega Melgren, y siento lo gélido de su sonrisa mientras me estudia abiertamente con la mirada.

—En este momento, yo no diría lo mismo —respondo con una sonrisa amable. He pasado mucho tiempo rodeada de generales, políticos y realeza ególatra como para no saber cuándo ser humilde—. Aún estoy aprendiendo a usar mi poder.

—No seas tan modesta, hija —me regaña mi mamá—. Por lo que dicen sus profesores, solo han visto un don tan poderoso como el de ella un par de veces en la última década y fue en Brennan y en el muchacho Riorson.

Ese «muchacho» es un hombre de veintitrés años, pero sé que, si la corrijo, solo pondría un blanco más grande en la espalda de Xaden.

—Y ¿tu don? —le pregunta el rey Tauri a Liam.

—Puedo ver a gran distancia, su majestad —responde Liam.

Los ojos de Melgren se entrecierran sobre su reliquia de la rebelión y luego van hacia su banda.

—Mairi. ¿Eres hijo del coronel Mairi?

Aprieto su brazo contra mi cuerpo para mostrarle mi apoyo y mamá se da cuenta.

—Sí, general. Aunque fui criado mayormente por el duque Lindell en Tirvainne. —Su quijada se tensa, pero es la única señal física de su incomodidad.

—Aaah. —El rey Tauri asiente—. Sí, el duque Lindell es un buen hombre, un tipo leal. —Me dan ganas de arrancarle las medallas del pecho por la superioridad de sus modos.

—A él le debo mi fortaleza, majestad. —Liam también sigue el juego.

—Sí, así es. —Melgren asiente y su mirada busca a alguien entre la gente—. Ahora, dime, ¿dónde está el muchacho Riorson? Me gusta echarle un ojo año con año para asegurarme de que no esté causando problemas.

—Ningún problema —respondo, lo que me gana una mirada breve pero furiosa de mi madre—. Es nuestro líder de ala, de hecho. Me salvó la vida cuando estuvimos en el frente en Montserrat. —Obligándome a irme en vez de permitirme ayudar, pero de todos modos se merece el crédito de que no me quedara a distraer a Mira y hacer que nos mataran a ella, a mí y a Tairn. Xaden ha hecho mucho más que salvarme. Creyó en mí cuando le dije que Amber dejó entrar a los otros en mi habitación. Mandó hacer todo un arsenal de dagas solo para mí. Diseñó una silla de montar para Tairn que me permite ir a la batalla con los demás. Me protegió cuando lo necesité y me enseñó a defenderme para no necesitar protección por siempre.

Y cuando otros me quieren detener, Xaden siempre está a mi lado, confiando en que sí voy a poder.

Pero no digo nada de eso. ¿Qué caso tiene? A Xaden no le importaría un carajo lo que esta gente piense de él, así que a mí tampoco me importará. Solo mantengo la sonrisa falsa y finjo estar maravillada por el poderoso hombre frente a mí.

—Sus dragones son pareja —aclara mi mamá, y su sonrisa se vuelve gélida—. Así que se ha vuelto muy cercana a él por necesidad.

Por lujuria y deseo y esto en mi pecho que me aterra definir, pero claro, digamos que es por necesidad.

—Excelente. —El rey Tauri sonríe de oreja a oreja—. Es bueno tener una Sorrengail vigilando. ¿Nos avisarías si decide, no sé… —Suelta una carcajada—… empezar otra guerra?

Melgren perfectamente puede ver cuál sería el resultado de una locura como esa, pero igual nos mira a Liam y a mí con una firmeza horrenda.

Mi cuerpo entero se tensa.

—Le puedo asegurar que es leal.

—Y entonces, ¿dónde está? —El rey Tauri observa a la multitud—. Pedí que todos estuvieran aquí, todos los marcados.

—Lo vi hace un rato. —Sonrío al decir esa mentira a medias. Informe de Batalla sí fue hace un rato—. Creo que lo buscaría en las orillas. No le gustan mucho las fiestas.

—¡Ah, miren! ¡Ahí está Dain Aetos! —dice mamá, señalando con la cabeza hacia algún punto detrás de mi hombro—. Sería un honor para él que lo saludara —le dice al rey.

—Claro. —Los tres se van y nos dejan a Liam y a mí en completo silencio mientras nos damos la vuelta para verlos y no darle la espalda por accidente al rey. Siento como si hubiera sobrevivido a una muerte segura, o al menos a algún tipo de desastre natural.

—Lo voy a matar por hacerte venir a esto —susurro entre dientes mientras Dain saluda al rey con modales perfectos.

—Xaden no me obligó a venir.

—¿Qué? —Lo miro a los ojos.

—Jamás me pediría algo así. No se lo pediría a nadie. Pero le dije que te iba a cuidar y eso es lo que estoy haciendo, cuidándote. —Me ofrece una sonrisa de lado.

—Eres un gran amigo, Liam Mairi. —Descanso mi cabeza en su brazo.

—Me salvaste la vida, Violet. Lo menos que puedo hacer es sonreír y aguantar una maldita fiesta.

—Creo que yo ya no puedo sonreír y aguantarla. —No con la manera en que la gente se la pasa viendo su muñeca, como si él hubiera guiado al ejército hacia la frontera.

Dain sonríe mientras el rey se va y luego mira sobre su hombro, encontrándose con mis ojos. Viene para acá.

Me saluda con un gesto alegre y es demasiado fácil recordar a cuántos eventos como este hemos ido juntos en los últimos años. Siento su mano suave sobre mi mejilla.

—Te ves hermosa, Vi.

—Gracias. —Sonrío—. Tú también te ves increíble.

Baja la mano para dirigirse a Liam.

—¿Ya intentó escaparse? Siempre ha odiado estas cosas.

—Aún no, pero la noche es joven —le responde Liam.

Seguramente Dain nota la tensión en el rosto de Liam, porque su sonrisa vacila cuando voltea hacia mí.

—La escalera está como a metro y medio a la izquierda. Los distraeré mientras se escapan.

—Gracias. —Asiento y le muestro una sonrisa dulce—. Vámonos de aquí —le digo a Liam.

Cuando al fin logramos huir de la fiesta y estamos de vuelta en el Cuadrante de Jinetes, voy directo al patio y hago tierra, dejando que el poder me llene. Siento la energía dorada de Andarna, el poder abrumador de Tairn que me conecta a Sgaeyl y, al fin, las brillantes sombras de Xaden.

Abro los ojos, siguiendo el ir y venir de esa sombra, y sé que está en algún punto frente a mí.

—Liam, sabes que te adoro, ¿verdad?

—Qué amable de…

—Lárgate. —Sigo caminando derecho por el patio.

—¿Qué? —Liam me alcanza—. No puedo dejarte sola aquí afuera.

—No te ofendas, pero puedo freír todo este lugar con un rayo si se me da la gana, y necesito ver a Xaden, así que vete. —Le doy unas palmaditas en el brazo y sigo avanzando hacia la sensación, usándola como guía.

—Bueno, tú misma has dicho que tienes pésima puntería, pero entiendo lo demás —grita, y se queda donde está.

Ni me molesto en prender una luz mágica mientras paso por el área donde normalmente hacemos la formación y sigo caminando hacia las siluetas que están en la única puerta en este muro olvidado de la mano de los dioses. Xaden solo puede estar en un lugar.

—Díganme que no está allá afuera —les pido a Garrick y Bodhi, cuyos rostros apenas puedo distinguir en la oscuridad.

—Puedo decírtelo, pero sería mentira —responde Bodhi, frotándose la nuca.

—No querrás verlo. Esta noche no, Sorrengail —me advierte Garrick con una mueca—. Es mejor ponerse a salvo. Mira cómo no estamos con él, y eso que somos sus mejores amigos.

—Bueno, sí, pero yo soy su… —Abro y cierro la boca varias veces porque, mierda, no sé qué soy para él. Pero, por el anhelo que tiene prisionero a mi corazón, por esta necesidad desesperada de estar a su lado porque sé que está sufriendo, sin importarme si me voy a lanzar de cabeza hacia lo incierto… no puedo negar lo que él es para mí. Me quito las zapatillas de cuero que forman parte del uniforme de gala porque son más un peligro que otra cosa y ¿con este viento? Ya veremos cómo me va—. Solo soy… suya.

Por primera vez desde hace casi un año me subo al parapeto.

Ir a la siguiente página

Report Page