Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 34

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TREINTA Y CUATRO

El primer ataque de grifos conocido ocurrió en 1 du (Después de la Unificación) cerca de lo que ahora es el puesto de comercio

de Resson. Al estar muy cerca de la frontera protegida por los dragones, el puesto siempre ha sido vulnerable a los ataques, y en

el transcurso de los últimos seis siglos ha cambiado de manos nada menos

que once veces en lo que se ha convertido en una guerra interminable para proteger nuestras fronteras de los

enemigos hambrientos de poder.

 

—NAVARRE, HISTORIA SIN CENSURA

POR EL CORONEL LEWIS MARKHAM

Volamos toda la mañana y luego la tarde, y cuando Andarna no puede seguirnos el ritmo, se engancha al arnés de Tairn a medio vuelo. Ya está dormida para cuando Xaden decide bordear los riscos de Dralor que, con sus cientos de metros de altura, hacen que Tyrrendor tenga una ventaja geológica sobre cualquier otra provincia en el reino, o cualquier otra provincia en el continente, a decir verdad, y los rodeamos con dirección a las montañas al norte de Athebyne.

Tengo una sensación como si algo se me jalara dentro del pecho seguida de un chasquido cuando cruzamos la barrera de las protecciones.

—Se siente distinto —le digo a Tairn.

—Sin las protecciones, la magia aquí es más salvaje. Es más fácil para los dragones comunicarse dentro de las protecciones. El líder de ala debe tener eso en cuenta al dirigir su ala desde este puesto.

—Estoy segura de que ya lo pensó.

Son casi las ocho de la noche cuando nos acercamos a Athebyne, deteniéndonos, por orden de los dragones, en un lago no muy lejos del puesto para que tomen agua. La superficie del lago es tan lisa como un cristal y refleja los picos serrados frente a nosotros con una precisión impresionante antes de que la manada llegue a la orilla haciendo ondear el agua con su fuerza. Un denso bosque de árboles y enormes piedras rodea una orilla del agua, y la hierba cercana se ve aplastada, lo cual indica que no somos los primeros en tomar un descanso aquí.

En total hay diez dragones con nosotros, y aunque no los reconozco a todos, sé que Liam y yo somos los únicos de primero en el grupo. Deigh aterriza junto a Tairn y Liam se sobresalta como si no acabáramos de pasar siete horas en el cielo.

—Ambos necesitan tomar agua y probablemente comer algo —les digo mientras me desamarro de la silla. Tengo los muslos adoloridos y acalambrados, pero no tanto como cuando fuimos a Montserrat. Las horas extra en la silla de este último mes me han ayudado.

Tairn mete una garra en una manija y Andarna cae al suelo, sacudiendo la cabeza, el cuerpo y al final la cola.

—Y tú necesitas dormir —responde Tairn—. Pasaste toda la noche despierta.

—Dormiré cuando tú duermas. —Esquivando con cuidado sus picos, me deslizo por su pierna hacia la orilla del río cubierta de musgo.

—Yo puedo pasar días sin dormir. Preferiría que no empieces a echar rayos por falta de sueño.

Tengo en la punta de la lengua el decirle que se requiere mucho esfuerzo para manipular los rayos, pero después de que anoche destruí la ventana de Xaden, no estoy segura de tener mucha experiencia en el tema. O quizá es solo que Xaden me hace perder el control. Como sea, es peligroso estar cerca de mí. Me sorprende que Carr no se haya rendido conmigo.

—Es raro estar fuera de las protecciones —digo, cambiando de tema.

Tairn entierra las patas en la tierra mientras Liam se nos acerca, estirando el cuello tanto como puede. Por el caos generalizado, me pregunto si es algo que todos sienten, esto que es como si algo estuviera mal que anda en el aire y que me pone la piel de gallina.

—Estamos a veinte minutos de Athebyne, así que ¡hidrátense! No tenemos idea de qué escenario nos espera allá —grita Xaden, y su voz le llega a todo el pelotón.

—¿Estás bien? —me pregunta Liam, acercándose a mí en lo que Tairn y Andarna van a tomar agua.

—Quédate con Tairn —le digo a Andarna. Es un blanco brillante y estamos muy lejos de la protección del valle.

—Así lo haré.

Dioses, debí haberla dejado en Basgiath. ¿En qué diablos estaba pensando cuando la traje? Solo es una niña, y este vuelo ha sido agotador.

—No era tu decisión —me regaña Tairn—. Ningún humano, ni siquiera los que tienen un vínculo, deciden adónde van los dragones. Hasta alguien tan joven como Andarna sabe lo que quiere. —Sus palabras me consuelan muy poco. A la hora de la hora, yo soy la responsable de su seguridad.

—¿Violet? —La preocupación le frunce el ceño a Liam.

—Si digo que no estoy segura, ¿me juzgarías? —Hay tantas formas de responder esa pregunta. Físicamente estoy adolorida pero bien. Mentalmente… Bueno, soy un nudo de ansiedad y nervios por lo que traerán los Juegos de Guerra. Nos advirtieron que el cuadrante siempre pierde al diez por ciento de los que están por graduarse en la prueba final, pero es más que eso, aunque no logro definir exactamente qué.

—Solo pensaría que estás siendo honesta.

Miro hacia la izquierda y veo a Xaden metido en una conversación con Garrick. Naturalmente, el líder de sección entró al pelotón personal de Xaden.

Él voltea y nuestros ojos se encuentran por un segundo; eso es todo lo que se necesita para recordarle a mi cuerpo que lo tuve desnudo hace unas horas, con sus músculos firmes contra mi piel. Estoy tan jodidamente enamorada de ese hombre. ¿Cómo se supone que lo oculte de mi cara?

«Solo sé profesional». Eso es todo lo que tengo que hacer. Aunque la manera en la que estoy hiperconsciente de todo lo que ha dicho y hecho desde que salí de su habitación me hace el ejemplo perfecto de por qué la gente de primero no debería acostarse con los líderes de ala, y mucho menos enamorarse de ellos. Menos mal que solo será mi líder de ala por poco más de una semana.

—Sigue viéndome así y este descanso va a durar más de media hora —me advierte sin voltear a verme.

—¿Me lo prometes?

Me mira por un instante y puedo jurar que lo veo sonreír antes de que se gire de nuevo hacia Garrick.

—¿Todo bien con lo que sea que esté pasando ahí? —me pregunta Liam, y su voz me toma por sorpresa.

—¿Y si te digo que no estoy segura? —Le doy la misma respuesta y mis labios se curvan.

—Pensaría que te estás obsesionando demasiado. —La expresión en su rostro no tiene nada de juguetona.

—No es un gran comentario viniendo de alguien que dijo que le debe todo a Xaden. —Dejo mi maleta en el suelo y empiezo a girar los músculos tensos de mis hombros—. No te vuelvas mi nuevo Dain.

—¿Te sientes bien? —me pregunta Xaden.

—Sí. Solo estoy un poco adolorida. —Lo último que quiero es ser una carga para él.

—No es eso. —Liam hace una mueca—. Es solo que conozco sus prioridades.

—Lamento que terminaras aquí por mi culpa —digo en voz baja para que los demás no puedan escuchar—. Deberías estar en uno de los puestos al interior con Dain, en vez de que te sacaran arrastrando de las protecciones. El coronel Aetos es un hombre justo, pero no tengo dudas de que esta tarea es para «darle su merecido al líder de ala marcado». —Esto último lo digo imitando bastante bien al papá de Dain, y Liam pone los ojos en blanco.

—No tengo miedo, nadie me arrastró y, lo creas o no, Violet, a veces mis órdenes no se tratan solo de ti. Tengo otras habilidades, ¿sabías? —bromea con una sonrisa, mostrándome su hoyuelo mientras me da un piquete en las costillas.

—Jamás se me ha olvidado lo increíble que eres, Liam. —Y lo digo en serio. Él tose y le hago una seña para que se vaya—. Ahora, necesito un momento a solas.

Él hace una reverencia, mueve una mano hacia el bosque detrás de nosotros como si me lo estuviera presentando y me adentro en sus profundidades oscuras.

Cuando vuelvo a la orilla del lago, Xaden deja a Garrick y estira una mano hacia mí, acercándose.

Enarco las cejas. ¿Está…? No. No lo haría. No frente a otros ocho cadetes.

Entrelaza sus dedos con los míos. Supongo que sí lo haría. Es más que el contacto con su piel lo que me acelera el pulso. Está rompiendo su propia regla.

Lanzo una mirada nada discreta hacia donde están reunidos los demás, todos en distintos estados de relajación junto a la orilla del lago, pero mi mano aprieta la suya.

—Ninguno va a decir nada sobre ti… ni sobre nosotros. A cada una de las personas que están aquí les confiaría mi vida —dice, llevándome hacia unas piedras del doble de altura de Xaden y que están lejos de los demás junto al río.

—La gente habla. Déjala. —No me avergüenza amarlo, y puedo enfrentar cualquier chisme malintencionado que me llegue.

—Eso dices ahora. —Tensa la quijada—. ¿Bebiste lo suficiente? ¿O comiste?

—Traje todo lo que necesito en mi maleta. No tienes que preocuparte por mí.

—Preocuparme por ti es noventa y nueve por ciento de lo que hago. —Su pulgar acaricia el dorso de mi mano—. Cuando lleguemos al puesto, quiero que descanses en cuanto nos den nuestro objetivo. Liam se quedará mientras yo seguramente iré a patrullar con los de tercero.

—Quiero ayudar —protesto de inmediato. ¿No fue eso por lo que me trajo? ¿Por mis rayos? Sé que no me van a dar un premio por mi puntería, pero bueno.

—Y podrás hacerlo después de que descanses. Tienes que tener todas tus fuerzas para manipular tu sello o te arriesgarías a consumirte. Tairn es demasiado poderoso.

Tiene un punto, pero eso no significa que me vaya a gustar.

Cuando estamos fuera del campo visual de los demás me recarga en la piedra más grande y se acuclilla frente a mí.

—¿Qué haces? —Paso mis dedos por su cabello solo porque puedo. El hecho de que puedo tocar a este hombre es completamente increíble, y planeo aprovechar este privilegio tanto como pueda.

—Tienes las piernas tensas. —Empieza a trabajar en mis pantorrillas, deshaciendo los nudos con sus manos fuertes.

—Supongo que de todos modos no podemos irnos hasta que los dragones estén listos, ¿cierto? —Sentirlo tocando mi piel es totalmente enloquecedor.

—Cierto. Nos quedan unos diez minutos. —Me lanza una sonrisa perversa.

Diez minutos. Considerando que realmente no tenemos idea de lo que pasará durante el resto del día, con gusto aprovecharé el tiempo que tengamos.

Gimo mientras mis músculos se derriten y echo la cabeza hacia atrás para descansarla sobre la piedra.

—Eso duele deliciosamente. Gracias.

Él se ríe y sube hasta los músculos tensos de mis muslos.

—Créeme, mis razones no son altruistas, Violencia. Aprovecharía cualquier excusa para ponerte las manos encima.

La barba incipiente en sus mejillas me raspa las palmas mientras bajo mis manos para tomarlo por la nuca.

—El sentimiento es más que mutuo.

Su respiración cambia cuando llega a la parte alta de mis muslos, pero sus dedos siguen manipulando mis músculos hasta que estos se rinden por completo.

—Lamento lo de esta mañana.

—¿Qué?

Levanta la vista hacia mí y el sol se refleja en los destellos dorados de sus ojos.

—Estábamos en medio de algo —dice, con una ceja enarcada—. ¿No te acuerdas?

Una sonrisa va creciendo lentamente sobre mi rostro.

—Ah, ya me acordé. —El primer botón de su chamarra de vuelo está desabrochado y agarro la tela para jalarlo hacia mí. ¿En qué punto se va a mitigar este constante deseo de tenerlo? He estado con él varias veces en las últimas veinticuatro horas y aún aguantaría otro round… o tres—. ¿Está mal que desee que tuviéramos tiempo de terminarlo?

—No estoy seguro de que algún día vayamos a terminar. —Se levanta y cada parte de su cuerpo acaricia el mío en la subida—. Nunca tengo suficiente cuando se trata de ti.

Su cabeza se acerca a la mía y borra el resto del mundo con un beso lento y delicioso. Su lengua se desliza entre mis labios abiertos para jugar con la mía como si no tuviera ninguna otra cosa que hacer por el resto del día más que memorizar cada centímetro de mi boca.

Todo mi cuerpo se enciende y empieza a hervir cuando él traza un camino de besos por mi garganta. Me toma por la cintura, trazando mis curvas con la fuerza de sus manos, y ya no soy nada más que calor y deseo. El corazón me late tan fuerte que suena como alas batiendo en mis oídos. Dioses, nunca me voy a hartar de esto.

Él gime y lleva una mano a mis nalgas.

—Dime en qué estás pensando.

Envuelvo su cuello con mis brazos.

—Estaba pensando en que eres exactamente lo que predije la primera vez que me tomaste en mi habitación.

—Ah, ¿sí? —Se aleja un poco y puedo ver la curiosidad en sus ojos—. Y ¿qué soy exactamente?

—Una adicción muy peligrosa. —Mi mirada recorre la línea plateada que es su cicatriz, las gruesas pestañas por las que tantas mujeres matarían y el bultito en su nariz hasta llegar a esa boca perfectamente esculpida. Ya le dije que lo amo, así que no es como que esté guardando ningún secreto. Bueno, comparada con él, soy un libro abierto—. Imposible de saciar.

—Me voy a quedar contigo —me promete, igual que anoche. ¿O fue esta mañana?—. Eres mía, Violet.

Levanto la barbilla.

—Solo si tú eres mío.

—He sido tuyo desde hace mucho más tiempo del que puedes imaginar. —Como si las palabras hubieran soltado todas sus ataduras, me toma por la nuca y da un beso largo y poderoso que me roba todo el aire, todo lo que hay en mi cabeza que no sea el movimiento de su lengua y el creciente deseo que arde bajo mi piel.

Xaden se separa de mí y toma aire, inclinando la cabeza hacia un lado como si estuviera escuchando algo.

—¿Qué pasa? —le pregunto. De pronto se puso tenso entre mis brazos.

—Mierda. —Sus ojos se abren de par en par mientras vuelve a mirarme—. Violet, lo siento tanto…

—¿En serio así pasan el tiempo los jinetes de dragones? —pregunta una mujer que aparece detrás de Xaden. Su voz suena como terciopelo arrastrándose sobre un camino de grava.

Él se da la vuelta tan rápido que apenas alcanzo a ver el movimiento. Unas sombras tan densas como las nubes de una tormenta me envuelven.

No veo nada.

—¡Xaden! —grita alguien y varios pares de pies corren sobre la hierba. ¿Bodhi quizá?

—Qué tontería esconder algo que ya fue visto —dice la mujer con tono brusco—. Y, si los rumores son verdad, solo hay una jinete con cabello plateado en esa fábrica de muerte que es tu colegio, lo cual significa que es la hija menor de la general Sorrengail.

—Mierda —exclama Xaden—. Tienes que mantener la calma, Violencia.

¿Calma? Las sombras desaparecen y bajo las manos a mis costados por si necesito tomar una daga o usar el poder, dando un paso de lado para que Xaden me deje ver.

Un par de jinetes de grifos están en la pradera a unos diez metros de aquí con sus bestias escalofriantemente calladas detrás de ellos. Tienen un tercio del tamaño de nuestros dragones, pero esos picos y garras parecen capaces de destruir piel y escamas.

—¡Tairn!

—Ya voy.

—Quédate con Sgaeyl —le ordeno a Andarna.

—Los grifos se ven ricos desde aquí —me responde.

—Miden lo mismo que tú. No.

—Una maldita Sorrengail. —La mujer debe tener unos años más que yo, pero se ve como una jinete veterana. Enarca una ceja oscura y me mira como si fuera algo que tiene que sacarse con pala del establo de los caballos. El sonido de los aleteos llena el aire y un montón de jinetes de dragones se ponen a nuestro alrededor. Imogen. Bodhi. Alguien de tercero con una herida en el labio a quien reconozco. Liam. Pero nadie está buscando sus armas.

Al menos ahora somos más que ellos. El poder empieza a correr bajo mi piel y abro esa puerta de los Archivos, dejando que la energía me llene en un torrente de calor casi insoportable. El cielo restalla.

—¡No! —Xaden se da la vuelta y me jala contra su pecho, envolviéndome con sus brazos para dejarme con los míos pegados a mis costados.

—¿Qué haces? —Intento soltarme, pero es inútil. Me tiene bien agarrada.

Siento una ráfaga de viento a mi derecha cuando Tairn aterriza.

—Carajo, ese es enorme —dice la mujer. Entre los brazos inamovibles de Xaden, veo cómo los jinetes de grifos se retiran con pasos rápidos y los ojos muy abiertos puestos en Tairn.

Xaden lleva una mano a mi nuca cuando levanto la vista hacia él. ¿Qué diablos está haciendo? ¿Dándome un beso antes de morir?

—Si tienes algo de confianza en mí, Violet, necesito que la uses ahora. —La súplica en sus ojos me deja sin palabras. Nuestros enemigos están a unos metros y quiere… ¿tener un momento?

—Solo quédate aquí y mantente en calma. —Sus ojos buscan en los míos una respuesta, aunque no me hizo ninguna pregunta. Luego me entrega a Liam.

Me entrega. Como si fuera una maldita maleta.

Liam me sostiene los brazos pegados a mis costados con cuidado, pero con fuerza.

—Lo lamento mucho, Violet.

¿Por qué diablos todos se están disculpando?

—Suéltame. Ya —le exijo mientras Xaden va hacia el par de jinetes de grifos con Garrick a su lado. El miedo me aplasta el corazón al pensar que cree que puede acabar solo con los grifos y sus jinetes.

—No puedo hacer eso —me dice Liam con voz más baja y un tono de disculpa—. En serio quisiera, pero no puedo.

Tairn ruge a mi derecha con tanta fuerza que su saliva sale volando para ir a estrellarse en la cara de Liam y me deja los oídos zumbando. Liam baja las manos y retrocede lentamente con las palmas hacia arriba.

—Listo. Entendido. Sin tocar.

Ya libre de sus manos, me doy la vuelta hacia el campo justo cuando Xaden alcanza a los jinetes.

—Llegaron demasiado pronto, carajo —les dice.

Y mi corazón se detiene.

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