Aforismos

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III. Sacerdote de sí mismo

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III. SACERDOTE DE SÍ MISMO

DIOS creó al hombre según su imagen. Posiblemente esto significa: el hombre creó a Dios según la suya.

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Nuestro mundo llegará a ser tan refinado que creer en Dios resultará tan ridículo como hoy en día creer en fantasmas.

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Concibo una época en la que nuestras concepciones religiosas parecerán tan extrañas como ahora el espíritu de la caballería.

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Por más que en ellas se predique, las iglesias siguen necesitando pararrayos.

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Las torres de las iglesias: embudos invertidos para que el rezo llegue al cielo.

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En estos tiempos tan ilustrados, los protestantes creemos vivir conforme a nuestra religión. ¿Y si llegara otro Lutero? Es posible que nuestros tiempos vuelvan a llamarse “oscuros”. Es más fácil desviar o detener el tiempo que fijar las convicciones humanas.

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No se puede insistir demasiado en que la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, etc., son cosas meramente concebibles, pero no cognoscibles. Se trata de relaciones de ideas, juegos intelectuales que no requieren de un correlato objetivo. Fue un gran error de la filosofía de Wolff extender el principio de contradicción a lo cognoscible, pues en realidad sólo se aplica a lo concebible.[1]

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Las diferentes medidas de pie pueden contribuir en algo al entendimiento trascendente. Todos medimos, pero [en Alemania] los pies y las millas son distintos, y esto en modo alguno es un obstáculo; ¿por qué no sucede lo mismo con las opiniones y las religiones?, ¿por qué no hacemos una tranquila conversión de lo extraño a lo familiar? La respuesta es bastante sencilla. (Lion.)[2]

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El buen Dios y sus vasallos; en vez de una monarquía de Dios, ahora tenemos el sistema feudal.

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Un país de iglesias hermosas y casas en ruinas está tan perdido como uno de iglesias ruinosas y casas palaciegas.

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¿Creéis acaso que el buen Dios es católico?

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Con los huevos de Pascua sucede lo mismo que con el santo Cristo: en cuanto uno averigua de dónde vienen, deja de recibirlos.

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Hay una especie de ventriloquía trascendental con la cual los hombres pueden aparentar que algo dicho en la Tierra viene del cielo.

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Si un ser superior nos dijera cómo se creó el mundo, me gustaría saber si estaríamos en condición de comprenderlo. No lo creo. Difícilmente hablaría de “creación”, pues esto es mero antropomorfismo; más aún, es posible que fuera de nuestro cerebro no haya nada que corresponda al concepto de “origen” […].

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Celebrar el funeral de una obra en la iglesia de la universidad.

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Mahoma gobierna a una cuarta parte del género humano. ¿Qué hacer? No debemos contar a sus seguidores sino pesarlos.

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Si nuestra teología progresara hasta convertirse en teonomía (así como la astrología se convirtió en astronomía), habría que preguntarse si en vez de nuevo Testamento no sería mejor decir intermedio.

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Lo que entiendo por éter moral es el elemento espiritual que subyace en nuestras acciones, aun en las más pequeñas […] Resulta difícil llevar una acción a un caput mortum; siempre se obtiene algo que tarde o temprano apesta o huele bien, que tarde o temprano provoca una punzada o causa una agradable comezón, así se le destile de una misa hasta la otra […].

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Sólo disponemos de cuatro principios de la moral:

1) el filosófico: haz el bien por el bien mismo, por respeto a la ley;

2) el religioso: hazlo porque es la voluntad de Dios, por amor a Dios;

3) el humano: hazlo porque tu bienestar lo requiere, por amor propio;

4) el político: hazlo porque lo requiere la prosperidad de la sociedad de la que formas parte, por amor a la sociedad y por consideración a ti […].

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Ya que clasificamos razas de acuerdo con la historia natural, también podríamos clasificar razas espirituales de acuerdo con nuestros cuatro principios. Esto se podría hacer estupendamente y además no faltarían mestizos.

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Es una lástima que beber agua no sea pecado, clama un italiano, ¡qué bien sabría!

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[…] El espíritu de caballería tenía muchas cosas inherentes a la naturaleza humana, pero su ejercicio era ante todo una moda, esprit de corps; mientras uno estaba dentro, todo se consideraba necesario. Sucede lo mismo con la religión cristiana. ¡Qué de guerras, pleitos y correrías por la adoración a Dios! En ciertas épocas prácticamente debe haberse creído que el hombre sólo vivía para rezar y adorar a Dios. Sin embargo, estoy seguro de que casi todo era prescindible. A fin de cuentas no hay otra forma de adoración a Dios que el cumplimiento de actos y obligaciones de acuerdo con las leyes dictadas por la razón. Desde mi punto de vista, hay un Dios no quiere decir otra cosa que “en pleno ejercicio de mi libre albedrío siento la necesidad de hacer el bien”. ¿Para qué más necesitamos un dios? […]

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Los católicos ignoran que la fe humana cambia tanto como las épocas y los conocimientos. El hombre no puede crecer aquí y quedar intacto allá. De acuerdo con la época, la verdad necesita otra vestimenta que la haga lucir atractiva.

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Así como los pueblos mejoran, también lo hacen sus dioses. Sin embargo, como es imposible que estos últimos pierdan de golpe todas las características atribuidas desde la Antigüedad, durante cierto tiempo el mundo racional sigue considerando que algunas cosas son incomprensibles, o las explica de manera figurativa.

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Como vieron que no le podían colocar una cabeza católica, se contentaron con cortarle una protestante.

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Habría que preguntarse si la mera razón, desprovista del corazón, podría alguna vez sucumbir ante un dios. Una vez que fue percibido por el corazón (el miedo), la razón empezó a buscar a Dios del mismo modo en que Bürger busca fantasmas.[3]

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La invención más fácil para el hombre: el paraíso.

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¿Sería posible que nuestra razón careciera del menor acceso a lo trascendental y el hombre tejiera sus ideas de Dios en una forma tan adecuada como la araña teje su tela para atrapar moscas? En otras palabras: ¿no podría haber seres que nos admiraran por nuestras ideas de Dios y la inmortalidad como nosotros admiramos a la araña y al gusano de seda?

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Al comparar las antiguas doctrinas de nuestros teólogos con las nuevas uno no puede menos que asombrarse. Ahora las doctrinas de la revelación inmediata, el desagravio, etc., son expuestas como antes las expusieron hombres a los que se consideraba “librepensadores”, a los que se ridiculizaba y satirizaba. El asunto es fácil de explicar. Como se consideraba indigno reconocer, se persiguió, pues se tenía poder para hacerlo. Ahora se ha llegado a donde estuvieron los librepensadores de entonces. En ninguna época se deben criticar los atrevimientos de una mente libre. Llegado el momento, la Armada Principal puede considerar que es menester utilizarlos, como sucede ahora. A partir de esto, ¿qué podemos concluir del futuro? Posiblemente que a fin de cuentas debemos llegar a una religión meramente racional. Todo conduce a este deber; ahí se encuentra la frontera de Dios. Lástima que también ahí haya disidencia […].

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Si se reunieran A, B y C, tres hombres con un alto grado de integridad moral, y uno fuera protestante, otro católico y otro, digamos, fichtiano, y se les hiciera un examen acucioso, resultaría que los tres tendrían más o menos la misma fe en Dios, pero ninguno profesaría del todo aquella que debería profesar (en palabras, se entiende), pues una enorme ventaja de la naturaleza humana consiste en que los hombres más virtuosos no pueden explicar por qué son virtuosos y creen defender su fe cuando en realidad no la defienden.

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[…] Como todos los libros, la Biblia ha sido escrita por hombres. Por hombres algo distintos de nosotros porque vivían en otra época; en ciertos aspectos eran más simples y en otros mucho más incultos que nosotros. En consecuencia, se trata de un libro que contiene cosas verdaderas y falsas, cosas buenas y malas. Mientras más cerca está una interpretación de convertir a la Biblia en un libro enteramente común, mejor es […].

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Sólo los franceses pueden ofrecer apóstoles a caballo.

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Al ir a la iglesia o al leer la Biblia el hombre común confunde los medios con el fin, un error muy frecuente.

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En las profecías el exégeta suele ser más importante que el profeta.

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Los católicos quemaron judíos sin reparar en que la madre del amado Dios pertenecía a esa nación. Aún ahora siguen sin darse cuenta de que adoran a una judía.

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Al menos una vez a la semana habría que impartir sermones dietéticos en la iglesia […]. Si la reflexión espiritual se mezcla con algo de física se logra retener la atención de la gente de manera increíble y representar a Dios con una fuerza superior a la de todos los ejemplos de su cólera.[4]

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Me gustaría saber lo que sucedería si toda Europa se volviera archicatólica, sin protestantes capaces de reír y despertar a las mentes inteligentes. Si todo sucediera como hasta hace algunos siglos, se adoraría al papa como a un dios, su mierda sería tasada en kilates y vendida, e incluso la Biblia empezaría: “al principio creó el papa los cielos y la Tierra”.

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Hacerle la barba al papa, ¿significa eso “reformar”?

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Una revelación religiosa no hace que algo me resulte comprensible; lo comprendo si tiene autoridad. Pero, ¿qué autoridad puede obligarme a creer en algo que contradice a mi razón? Sólo la palabra de Dios. Pero, ¿disponemos de una palabra de Dios fuera de la razón? Seguro que no, pues son los hombres quienes han dicho que la Biblia es la palabra de Dios, y los hombres no pueden conocer otra voz que la razón.

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Estoy convencido de que si Dios creara alguna vez a un hombre como el que se imaginan los magistrados y profesores de filosofía, pasaría su primer día en el manicomio. Esto da pie a una fábula ejemplar: por precaución, un profesor le pide a la psicología que lo convierta en el hombre ejemplar; así sucede, y lo encierran en el manicomio.

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Dios realmente debe querernos mucho, pues siempre aparece cuando hace mal tiempo.

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[…] “¿Cómo es que pensamos?”, preguntó alguien que tenía curiosidad y espíritu de observación. Es imposible que todos los hombres, o que millones de hombres, se planteen esta pregunta (incluso es difícil que lo haga cierto profesor de psicología). ¿Cuántos hombres preguntan hoy en día “por qué todo cae a la Tierra”? La fuerza de gravedad, que Euler conoce tan poco como Rudolph von Bellinckhaus, es tan necesaria para nuestra felicidad terrena como la fuerza que siempre nos hace pensar en lo eterno.

Los efectos de la gravedad han sido atribuidos a muchos espíritus. Carezco de suficientes conocimientos de la historia de las extravagancias humanas para saber si alguna vez un ambicioso padre de la religión incluyó entre sus mandamientos que dichos espíritus expiaran sus pecados, so riesgo de convertirse en los responsables de que un día nuestra ya aligerada corteza terrestre se pulverizara.

A partir de la hipótesis de que lo que piensa en nosotros es un espíritu se han sacado conclusiones sorprendentes. Hasta los padres religiosos que no aceptan esta hipótesis dependen de ella y nuestra sociedad se empeña en sostenerla, como se empeña en sostener que hay una fuerza que mantiene la dureza del cielo. Este edificio es demasiado grande para responder a un plan humano. Prefiero pensar que la Creación es un invento del hombre. Aquí está Dios.

El Dios que nos creó de manera que nos reprodujéramos con el máximo placer sensual ha llegado a nosotros a través de oraciones que sólo reducen nuestra felicidad terrena. ¿Y no se le puede llamar a esto engaño? Nos parece que sí.[5]

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Ante Dios sólo hay reglas o en realidad sólo hay una regla y ninguna excepción. Como ignoramos la regla superior inventamos reglas generales que no lo son, y hasta sería posible que, aun para los seres finitos, lo que llamamos reglas no fueran sino excepciones.

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Casi todos los maestros de la fe defienden sus teorías, no porque estén convencidos de su verdad, sino porque alguna vez lo estuvieron.

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¿Cómo habrá sido la conversión de las putas en la Antigüedad?, ¿ya habría beatas?

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Los hombres que inventaron la absolución de los pecados con fórmulas latinas cometieron la peor perversión del mundo.

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Sin duda hay algo auténtico en el odio a la religión, es decir, algo presumiblemente útil. Me gustaría mucho que se tratara de encontrarlo. Nuestros filósofos hablan del odio a la religión como de algo que se puede pasar por alto. No hay duda de que se equivocan.

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No está mal el pensamiento que leí hoy en el periódico de Braunschweig, a saber: si la Biblia estuviera escrita con claridad, aún no conoceríamos la Ilustración. Se trata, sin embargo, de una vieja idea que incluso a mí se me ocurrió alguna vez. Nathan el sabio también apunta en esa dirección.

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Difícil arte el de darse valor. Para quienes no lo tienen lo más sencillo es ubicarse bajo la poderosa protección de alguien que sí lo tiene y puede ayudarnos cuando estamos desamparados. Sin embargo, como hay tantos sufrimientos en el mundo y ningún ser humano puede otorgar el valor de encararlos, la religión es un consuelo excelente. En realidad, la religión es el arte de obtener consuelo y valor ante el sufrimiento y energías para superarlo, sin otro medio que pensar en Dios. He conocido hombres cuya dicha era su Dios; creían en la dicha y el pensamiento les daba valor. El valor les daba dicha y la dicha valor. Cuando el hombre deja de creer en un ser sabio y suprahumano, sufre una gran pérdida. Ésta es una consecuencia necesaria de todo estudio de la filosofía y la naturaleza. No se pierde la creencia en un Dios, pero ya no es el Dios bondadoso de nuestra infancia; es un ser con caminos que no son nuestros caminos, con pensamientos que no son nuestros pensamientos, y esto no le sirve de mucho a los desamparados.

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Cartas sobre la más reciente literatura: y le doy mil gracias a Dios de que me haya permitido volverme ateo.

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El sacerdote: “Vosotros sois antropófagos”. El neozelandés: “Vosotros, teófagos”.

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Narra el señor Camper que cuando un misionero le habló del infierno a una comunidad de groenlandeses, hizo tal descripción de las llamas amenazantes y se refirió tanto a su calor que todos empezaron a anhelarlo.

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Es realmente asombroso que nos basemos en brumosas nociones causales para creer en un Dios del que no sabemos nada y del que no podemos saber nada, pues explicar todo a partir de un Creador es siempre antropoformismo.

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Tal vez todo movimiento sea causado por un pensamiento; tal vez los filósofos que postulan que el mundo es un animal han llegado a semejante idea por esta vía; tal vez no se han expresado como deberían. El mundo entero no es sino el efecto de un pensamiento de Dios en la materia.

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Si el mundo continúa existiendo por una infinidad de años, la religión universal será un acendrado spinozismo. Abandonada a sí misma, la razón no puede conducir a otra cosa.

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En vista de que el papa político ha caído y que pronto lo hará el espiritual, cabe preguntarse si no se debería elegir a uno medicinal. Me refiero a una especie de Dalái Lama que curara enfermedades tan sólo con su tacto y con el envío de sus heces y secreciones. Me parece que alguien así realmente podría curar con un simple: “Soy el Señor, vuestro Doctor” […].

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En la palabra ἰχϑύς ya se veía Ιησοῦς Χριστός ϑεοῦ ὑιός σωτήρ, de ahí que los peces fueran sagrados.[6]

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Sé de tiempos en que acariciar un ejemplar de la Biblia se consideraba una especie de misa. No eran los más desagradables.

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¿No es extraño que cada quien pueda ser su propio médico o su propio abogado, pero se ponga el grito en el cielo y los dioses de la Tierra se entrometan en cuanto alguien pretenda ser su propio sacerdote? ¿Por qué los dioses de la Tierra se preocupan tanto de la felicidad eterna y con frecuencia se desentienden de manera tan irresponsable de la felicidad terrena? La respuesta no es muy difícil.

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Cuando los religiosos ven a un librepensador hacen tanto escándalo como las gallinas cuando ven que el patito que ha crecido entre ellas se aproxima al agua. No se dan cuenta de que la gente puede vivir en ese elemento tan bien como en el seco.

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¡Lástima que los lapones y los islandeses no sean negros ni los africanos blancos! La psicoteología tendría un campo espléndido para especular con causas finales.

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Desde hace muchos años he pensado que nuestro mundo bien podría ser la obra de un ser inferior, y la idea no me abandona. Es estúpido pensar que sería imposible un mundo sin enfermedades, sin dolor, sin muerte, que es como uno imagina el cielo. Hablar de “tiempo de prueba” o de “aprendizaje paulatino” es pensar en Dios de un modo muy humano. Meras habladurías.

¿Acaso no puede haber grados espirituales para llegar a Dios?, ¿es entonces nuestro mundo un ensayo, la obra de alguien que aún no entiende bien el asunto? Me refiero tanto a nuestro sistema solar como a las nebulosas en límite de la Vía Láctea. Tal vez las nebulosas que vio Herschel no son más que un envío de piezas de prueba o que aún deben ser trabajadas. Al ver la guerra, el hambre, la miseria y la peste, me parece improbable que ésta sea la obra de un ser sabio y superior; aunque tal vez se limitó a usar el material que encontró a la mano y que no dependía de su decisión. En ese caso estamos en el mejor de los mundos posibles, pero sólo en un sentido relativo (como, por lo demás, ya se ha dicho con frecuencia).[7]

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Al menos para mí, las ciencias naturales son un fondo de liquidación de la religión (si es que la razón impertinente contrae deudas).

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En las interpretaciones comunes sobre el Creador del mundo con frecuencia se entromete la insensatez santurrona y afilosófica. El grito “¡cómo será quien creó todo esto!”, no es muy superior al de “¡cómo será la mina donde se encontró la luna!”, pues por principio de cuentas habría que preguntarse si el mundo fue hecho alguna vez, y después si el ser que lo hizo estaría en condiciones de construir un reloj de repetición con hojalata (me refiero a fundir la hojalata, a laminarla, a separar y limar los engranes); creo que no, esto sólo puede hacerlo el hombre (un hombre más perfecto incluso idearía toda suerte de manivelas adicionales). Si nuestro mundo fue creado alguna vez, lo hizo un ser tan semejante al hombre como la ballena a las alondras. En consecuencia, no deja de asombrarme que hombres famosos digan que un ala de mosca encierra más sabiduría que un reloj. La frase no dice más que esto: la manera de hacer relojes no sirve para hacer un ala de mosquito; pero la forma de hacer alas de mosquito tampoco sirve para hacer un reloj de repetición.

Hay que ser ecuánimes y apartarse de estas especulaciones santurronas e inútiles. Pero no hay que decirlo, basta con tener la fuerza de pensarlo. Y se necesita fuerza.

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En el mundo, los santos han logrado más en escultura que vivos.

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¿Es nuestro concepto de Dios algo más que una personificación de lo incomprensible?

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